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¡Pam!, ¡pam! Un joven se encuentra tirado en el suelo.

La sangre comienza a deslizarse por su cuello


lentamente. A distancia se oye el grito estruendoso y
los pasos desesperados de multitudes. Pero es sólo
una mujer, su madre, secretando lágrimas, temblando,
muy asustada. Cae al suelo, de rodillas. Abraza a su
hijo, generando una masa corporal simbiótica, pero su
homeostasis ya lo ha traicionado, no hay respiración y
la inexistente pulsación cardiaca le niega la posibilidad
de sonreír. Su hijo está muerto. Una pistola a 45
centímetros de distancia delata el suicidio.

El desconsuelo se hace evidente y un silencio


sepulcral se prolonga en toda la casa, que parece
desvanecerse milímetro por milímetro. La mujer no
tiene palabras para describir lo sucedido. Desea gritar
a todo el mundo. Desprenderse de su propia piel. Pero
no puede expresarse. Los auxilios desesperados y los
socorros incontrolables de fiera salvaje mirando a la
luna se esconden en sus amígdalas. Ahorcándola.
Reprimiendo sus propios deseos. La mujer entra en
crisis, siente que se ahoga. Pierde la noción del
tiempo, del espacio, de si misma. Observa a su hijo,
muerto, eternamente inmóvil, la sangre chorrear por
su piel. Todo un ambiente gris, de tristeza, de muerte.
Figuras mentales y recuerdos aparecen
representando a su hijo abriendo la boca para
masticar una manzana, moviendo una llave con la
mano derecha; representando también el rostro
sonriente de su esposo mostrando los anillos para la
pedida de mano, abrazándola, y las escenas del
tristísimo día cuando tuvieron que enterrarlo en el
cementerio.

Reflexiones:
¿Revalorizar el suicidio?

Para lograr un mayor entendimiento de lo que es realmente el suicidio, por qué se origina y qué
consecuencias puede generar, necesitamos disipar el moralismo religioso que lo condena de
manera absoluta. Necesitamos traspasar el área de lo bueno y lo malo, del cielo y del infierno.
Con el título no se intenta defender una teoría en favor del suicidio, pero tampoco una en su
contra; sino que se alienta repensar el término, generar una nueva definición de lo que
representa el suicidio, independientemente de las convenciones culturales (castraciones de la
razón). Tampoco se pretende proponer el suicidio como una alternativa, por que –de hecho- ya
lo es y siempre lo ha sido (en teoría y práctica).
Y ese olor a cementerio parece darle una bofetada.
Observa la pistola, vil cómplice que no tendrá condena,
al lado de su hijo. La toma firmemente y apunta a su
propia cabeza. Cierra los ojos. Y dispara.

¿QUÉ HARÍAS TÚ?

¿TAMBIÉN HABRÍAS DISPARADO?

¿QUÉ O QUIÉN TE LO IMPEDIRÍA?

¿POR QUÉ CUANDO UNA PERSONA INTENTA


DISPARARSE SE PRESUME QUE SUFRE UN
TRANSTORNO MENTAL Y POR QUÉ CUANDO
DISPARA EN UNA GUERRA SE LE
CONSIDERADA HEROE NACIONAL?

PD: La historia redactada no ha terminado, no. No es un


mito, ni una leyenda, es una abstracción de aquello que
se reproduce cotidianamente, física y/o mentalmente, a
todos nos ha sucedido alguna vez: los lamentos ante la
pérdida de los sueños o la desilusión y el desamparo, la
desesperación y los momentos en que nuestro sentido
de percepción se ve colapsado, el estancamiento de los
deseos por culpa de las presiones sociales que nos
auguran una vida de muerte. En algunos casos:
vivimos el suicidio. Y en otros casos, cuando
intentamos disparar para retomar el control sobre
nuestras existencias, no hay balas.

“En cada momento morimos y en cada momento volvemos a nacer”


–The Fight Club

1. El devenir de la vida es una constante de causas y consecuencias, en la que caben infinitas


posibilidades, entre ellas la muerte: no somos eternos. La muerte es “natural”, no es un castigo,
es tan importante como la vida, como la luna para el sol. También forma parte de nuestros
procesos biológicos; del mismo modo que (el resto de) la vida fluye indeterminadamente.

2. El suicidio es, ante todo, una determinación individual. No es un accidente. Allí encuentra su
valor más interesante e importante: es una revelación autónoma, la afirmación del Yo. De este
modo, uno mismo decide cuando y como va a morir; toma las riendas de su propia vida.

3. No todo suicidio es causado por el “vacío existencial” o por que “la vida no tiene sentido”; por
su puesto que lo tiene, y también la muerte tiene sentido (también el suicidio). Hay motivos
para aceptar vivir, del mismo modo, hay motivos para renunciar a una vida que no se desea. La
mayoría de personas desea suicidarse por que la vida le es desagradable o por que ha sufrido
una serie de frustraciones, hay motivos y conclusiones a las que se puede llegar racionalmente.

4. Evidentemente también existe una influencia emocional importante para la toma de decisión;
pero esta no es una característica del suicidio, es una característica de absolutamente todas
las decisiones que tomamos. Siempre estamos influidos por nuestras emociones, incluso para
decidir seguir viviendo.

5. En todo momento tomamos decisiones, eso nos hace únicos, incluso la pasividad es una
toma de decisión que también tiene causas y consecuencias. Cada día que realizamos
nuestras actividades afirmamos algo: estamos vivos, biológicamente vivos. Respiramos. Si
queremos dejar de hacerlo, ¿quién puede impedírnoslo más que nosotros mismos?

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