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El sistema inmunitario ataca y elimina no solamente las bacterias y otras sustancias extrañas,
sino también las células del cáncer. Una célula cancerosa no es una célula extraña; es una célula
cuya función biológica ha sido alterada de tal forma que no responde a los mecanismos normales
del cuerpo que controlan el crecimiento y la reproducción de la misma. Las células anormales
pueden continuar creciendo, transformándose en cáncer.
En el sistema inmunitario, una buena parte de la defensa del organismo contra el cáncer es
llevada a cabo directamente por las células, más que por los anticuerpos que circulan en la
sangre. Por ejemplo, la presencia de antígenos tumorales sobre las células cancerosas puede
activar ciertos glóbulos blancos (linfocitos y, en un grado mucho menor, monocitos), los cuales
realizan una vigilancia inmunológica buscando las células cancerosas y destruyéndolas.
El papel fundamental del sistema inmunitario de controlar el desarrollo de una célula cancerosa,
es ejemplificado por una sorprendente estadística: el cáncer tiene 100 veces más posibilidades
de aparecer en las personas que toman fármacos que inhiben el sistema inmunitario (por ejemplo,
a causa del trasplante de un órgano o de una enfermedad reumática) que en las que tienen un
sistema inmunitario normal. Además, algunas veces un órgano trasplantado tiene un cáncer que
no fue diagnosticado antes del trasplante. Este cáncer podía haber ido creciendo muy lentamente
o no haber crecido en absoluto en el órgano del donante. Sin embargo, comienza a crecer y a
extenderse rápidamente en el paciente trasplantado, cuyo sistema inmunitario está anulado por
los fármacos suministrados para proteger el trasplante. En general, cuando los fármacos que
disminuyen la respuesta inmunológica se suspenden, el órgano trasplantado es rechazado y el
cáncer trasplantado es igualmente destruido.
Antígenos tumorales
Un antígeno es una sustancia extraña reconocida y marcada por el sistema inmunitario del cuerpo
para ser destruida. Los antígenos se encuentran sobre la superficie de todas las células, pero
normalmente el sistema inmunitario de un individuo no reacciona contra las células propias.
Cuando una célula se convierte en cancerosa, nuevos antígenos (no familiares para el sistema
inmunitario) aparecen sobre la superficie de esta célula y el sistema inmunitario puede considerar
estos nuevos antígenos, llamados antígenos tumorales, como extraños y es capaz de frenar o
destruir estas células cancerosas. Sin embargo, aun funcionando plenamente, el sistema
inmunitario no siempre logra destruir todas las células cancerosas.
Los antígenos tumorales se han identificado en varios tipos de cáncer, como el melanoma
maligno, el cáncer de hueso (osteosarcoma) y algunos tipos de cánceres gastrointestinales. Las
personas con estos cánceres pueden desarrollar anticuerpos contra estos antígenos tumorales,
pero generalmente los antígenos no producen una respuesta inmunológica adecuada para
controlar el cáncer. Además, los anticuerpos pueden ser incapaces de destruir el cáncer y
algunas veces parece que incluso estimulan su crecimiento.
Sin embargo, es posible sacar provecho de ciertos antígenos tumorales. Los antígenos liberados
en la sangre por algunos cánceres pueden ser detectados mediante análisis de sangre. En
ocasiones estos antígenos se denominan marcadores tumorales. El posible uso de estos
marcadores tumorales como método de detección de cáncer en la gente que no presenta
síntomas ha adquirido gran interés. Sin embargo, debido a que los análisis son costosos y no muy
determinantes, su uso en investigaciones sistemáticas es generalmente poco aconsejable para la
mayoría de los casos. En cambio, son mucho más valiosos tanto en el diagnóstico como en el
tratamiento del cáncer. Por ejemplo, los análisis de sangre pueden ayudar a determinar si el
tratamiento de un cáncer es efectivo. Si el marcador tumoral desaparece de la sangre, la terapia
probablemente ha sido eficaz. Si el marcador desaparece y más tarde reaparece, el cáncer
posiblemente ha reaparecido.
El antígeno carcinoembrionario (ACE) es un antígeno tumoral que se encuentra en la sangre de
las personas con cáncer de colon, mama, páncreas, vejiga, ovario y cuello del útero. Altas
cantidades de este antígeno puede también detectarse en los grandes fumadores y en quienes
padecen cirrosis hepática o colitis ulcerosa. Por lo tanto, la presencia de una gran cantidad de
antígenos carcinoembrionarios significa la existencia de cáncer. La medición de los valores del
antígeno carcinoembrionario en las personas que han sido tratadas por cáncer, ayuda a detectar
una recidiva del mismo.
La alfa-fetoproteína (AFP), que es normalmente producida por las células del hígado en el feto,
se encuentra en la sangre de las personas con cáncer de hígado (hepatoma) y a menudo en
gente con ciertos cánceres de ovario o de testículo y en niños o adultos jóvenes con tumores de
la glándula pineal.
La gonadotropina coriónica humana beta (b-HCG), una hormona producida durante el embarazo,
que sirve como base para los análisis del mismo, también aparece en mujeres que tienen un
cáncer originado en la placenta y en varones con varios tipos de cáncer testicular. Esta hormona
constituye un marcador tumoral muy útil en el control del tratamiento para estos cánceres, ya que
ha ayudado a mejorar el porcentaje de cura en más de un 95 por ciento de los casos.
Los valores de antígeno-específico prostático (AEP) son elevados en los hombres con
crecimientos no cancerosos (benignos) de la próstata y considerablemente en aquellos que tienen
cáncer de próstata. El valor a partir del cual debe considerarse significativo es todavía incierto,
pero los individuos con una cantidad elevada de este antígeno deberían ser sometidos a otros
exámenes para buscar un cáncer de próstata. Con la determinación de la cantidad del antígeno
específico prostático en la sangre después del tratamiento del cáncer, se puede saber si éste ha
reaparecido.
El CA-125 es otro antígeno. Sus valores en la sangre aumentan de manera sensible en las
mujeres con distintas enfermedades de los ovarios, incluyendo el cáncer y, como el cáncer de
ovario es difícil de diagnosticar, algunos expertos aconsejan determinar el CA-125 en las mujeres
mayores de 40 años. Sin embargo, su falta de sensibilidad y de especificidad indica que aún no
es una prueba de detección preventiva.
Otros antígenos se encuentran en cantidades elevadas, como es el caso del CA 15-3 que aparece
en el cáncer de mama, del CA 19-5 en el cáncer pancreático, la b2 microglobulina en el mieloma
múltiple y el lactato deshidrogenasa en el cáncer testicular, pero ninguno de ellos puede ser
recomendado como prueba de detección precoz de cáncer. Sin embargo, son útiles para controlar
la respuesta al tratamiento de un cáncer ya diagnosticado.
Inmunoterapia