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San Cirilo de Alejandría (380-444) obispo, doctor de la Iglesia

Primer diálogo cristológico, 706; SC 97,

“Los ciegos ven..., los muertos resucitan, se anuncia a los pobres


la Buena Nueva.” (Mt 11,5)

“Aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo...él os bautizará


en Espíritu Santo y fuego.” (Mt 3,11) ¿Es posible que a una humanidad
igual que la nuestra es dado poder para bautizar en Espíritu y fuego?
¿Cómo es posible? Y no obstante, hablando de un hombre que todavía
no se había presentado, Juan declara que éste bautiza “en Espíritu y
fuego”: no como lo haría un siervo cualquiera, insuflando a los
bautizados un Espíritu que no es el suyo, sino como alguien que es Dios
por naturaleza, que da con su poder soberano lo que es suyo y le
pertenece por naturaleza. Gracias a esta verdad se imprime en nosotros
el sello divino.

En efecto, En Cristo Jesús somos transformados en imagen de Dios;


no en el sentido de que nuestro cuerpo tenga que ser remodelado, sino
que recibimos el Espíritu Santo, incorporándonos a Cristo mismo, hasta
tal punto que podemos exclamar llenos de alegría: “Mi alma se alegra en
el Señor, porque me ha vestido un traje de gala...” (1R 2,1) El apóstol
Pablo dice: “Todos los bautizados en Cristo, os habéis revestido de
Cristo.” (Gal 3,27)

¿Hemos sido, pues, bautizados por la fuerza de un hombre?


Silencio, tú que no eres más que hombre. ¿Quieres echar por los suelos
nuestra esperanza? Hemos sido bautizados por Dios hecho hombre. Él
libera de las penas y de las faltas a todos lo que creen en él.
“Convertíos, que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de
Jesucristo...y recibiréis el don del Espíritu Santo.” (Hch 2,38) El libera a
los que se acogen a él...hace emerger en nosotros su propia
naturaleza... El Espíritu pertenece al Hijo que se hace hombre semejante
a nosotros. Porque él es la vida de cuanto existe.

San Cirilo de Alejandría (380-444) obispo, doctor de la Iglesia


Comentario al evangelio de San Juan, 12; PG 74, 704-705

“Ved mis manos y mis pies; soy yo en persona. Tocadme...” (Lc


24,40)

El evangelista Mateo narra que Cristo, tomando con él a Pedro,


Santiago y a Juan, se transfiguró delante de ellos. Su rostro quedó
resplandeciente como la luz y sus vestido blancos como la nieve. Pero
ellos, no pudiendo soportar esta visión, cayeron de bruces. (Mt 17,1ss)
Para conformarse plenamente al plan divino, el Señor Jesús, en el
Cenáculo apareció todavía bajo el aspecto que tenía antes, y no según la
gloria que le era connatural y que correspondía al templo de su cuerpo
transfigurado. No quería que la fe en la resurrección condujera hacia
otro aspecto y hacia un cuerpo diferente del cuerpo asumido en la
encarnación en la Virgen y que fue muerto en la cruz, según las
Escrituras. En efecto, la muerte no tenía poder más que sobre la carne
de la que iba a ser echada fuera. Porque, si su cuerpo muerto no
resucitara ¿cuál sería la muerte vencida?...No podía ser ni solamente el
alma, ni un ángel, ni siquiera únicamente el Verbo de Dios...

Por lo demás, cualquiera que sea sensato, contará el hecho de


entrar el Señor con las puertas cerradas, como prueba de su
resurrección. Saluda a sus discípulos con estas palabras: “Paz a
vosotros” mostrando así que él mismo es la paz. Ellos reciben, por su
presencia, un espíritu pacificado y tranquilo. Esto es, sin duda, lo que
San Pablo desea a sus fieles cuando dice: “La paz de Dios, que supera
cualquier razonamiento, guardará vuestros corazones y vuestros
pensamientos por medio de Cristo Jesús.” (Flp 4,7)

San Cirilo de Jerusalén (313-350) obispo de Jerusalén, doctor de la


Iglesia
Catequesis bautismal 13,6

“Se acerca el momento, y quiero celebrar la cena de pascua en tu


casa.” ( cf Mt 26,18)

Seguramente quieres que se te demuestre que Cristo se entregó


voluntariamente a la pasión. Los demás mueren contra su voluntad
porque mueren en la oscuridad, pero él predijo de su pasión: “el Hijo del
hombre será entregado para que lo crucifiquen.” (Mt 26,2) ¿Sabes por
qué el que es la misericordia no huyó de la muerte? Para que el mundo
entero no se pierda por sus pecados. “Estamos subiendo a Jerusalén. Allí
el Hijo del hombre va a ser entregado a los jefes de los sacerdotes y
maestros de la ley, que lo condenarán a muerte, y lo entregarán a los
paganos, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen.” (Mt
20,18)

También quieres saber con certeza que la cruz es una gloria para
Jesús. ¡Escucha lo que él te dice y no yo. Judas, ingrato contra Jesús,
iba a entregarlo. Acababa de levantarse de la mesa y de beber de la
copa de bendición, y como agradecimiento por la bebida de salvación,
decide derramar sangre inocente. El que había comido el pan de su
Maestro, se lo agradece de una manera deshonrosa llevándolo a la
muerte.... Luego, Jesús dijo: “Ha llegado la hora en que el Hijo del
hombre va a ser glorificado.” (Jn 12,23) ¿Te das cuenta que él sabe que
la cruz es su gloria? ... No porque antes hubiera estado sin gloria ya que
fue glorificado “de la gloria que tenía antes de la creación del mundo” (cf
Jn 17,5) Pero, como Dios, es glorificado eternamente, mientras que
ahora, es glorificado por haber merecido la corona de la gloria por su
constancia en la prueba.

No fue obligado a dejar la vida, no fue inmolado por fuerza sino que
se entregó libremente. Escucha lo que dice: “Tengo poder para entregar
la vida y tengo poder para recobrarla.” (Jn 10,18) “Me entrego a mis
enemigos con plena voluntad, porque si no quisiera, nada de esto se
realizaría.” Ha venido a escoger la pasión, contento del resultado,
sonriente por la corona, feliz de salvar a la humanidad.

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