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Teórico N° 9
Secretaría de Publicaciones
Materia: Literatura Inglesa
Cátedra: Laura Cerrato
Teórico: N° 9 – 4 de septiembre de 2007
Tema: El teatro antes del Absurdo
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posibilidad de viajar por el tiempo, que va a derivar en una temática muy importante para la
ciencia ficción.
El teatro, en este caso, no está ajeno a los intereses de la época. Otro interés de
mucho auge en ese momento es el psicoanálisis, que también va a tener su lugar en ciertas
formas del teatro de este período. Variantes modernas de la “well made play” intenta
introducir temáticas nuevas. Son temáticas de orden social, político, psicológico, etc. El
psicoanálisis, además, va a propender a que se desarrolle mucho el interés por la psicología
de los personajes, además del uso de ciertos mitos. Si en otros autores (como Shaw o
Wilde) el personaje estaba más bien tipificado, ahora se va a convertir en un centro el
estudio más a fondo de los personajes. La influencia del psicoanálisis va a hacer hincapié
en los personajes como elementos muy importantes.
Un nuevo elemento que hay que tener en cuenta es el advenimiento del teatro
religioso y poético. Por otro lado, no tenemos que olvidar que, en el otro extremo, están el
music hall, el varietté, etc. Como verán, el espectro es muy rico y muy variado. Cada uno,
por supuesto, tiene su ámbito propio; pero en muchos casos se producen solapamientos y
transferencias de un área a la otra. Tal vez, el mejor ejemplo de esto sea Noel Coward que
fue desde actor y director hasta escritor de teatro serio y de obras de varietté.
Profesora: Sí. Es un fenómeno muy complejo, pero el efecto más obvio es T.S. Eliot con
El asesinato en la catedral. Son piezas de las que Eliot después abjuró; pero él fue el que
comenzó esto. Sin embargo, esto comenzó de la mano de algunas autoridades religiosas
como el Deán de Canterbury, que inició en 1928, el Festival de Teatro Sacro de Canterbury,
encargando obras a los poetas. A Eliot le encargó, en 1935, Asesinato en la catedral.
También habría que mencionar a Christopher Fry, que siguió los pasos de Eliot.
El teatro sacro, en Inglaterra, había terminado en la Edad Media, como en la mayor
parte de Europa. Pero ahora no se va a limitar a la temática sacra, porque este tipo de teatro
exigía poner al teatro en verso medido y, a veces rimado. Esto va a desbordar el ámbito del
teatro sacro y también se va a dar una producción paralela de teatro profano en verso. Esto,
además, en algunos casos se va a articular con estas nuevas teorías del inconsciente sobre
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los mitos. Aunque no va a escribir en verso uno de los casos más destacados es el del
norteamericano O’Neill. En el caso de Christopher Fry o de T. S. Eliot veremos teatro en
verso con modernizaciones de algunos mitos clásicos.
Hasta mediados de siglo se va a extender este panorama variopinto, que se
caracteriza por la no experimentalidad y que sucumbirá luego a las nuevas vanguardias. Al
respecto, Elina les mencionó la queja de Rattigan, respecto de que cuando él, Priestly y
Coward se volvieron conocidos, apareció John Osborne y les quita la gloria. Esto no es tan
así, porque ya hacía bastante tiempo que estas figuras eran importantes en el escenario
londinense. Esto se debe a diferentes razones. Por un lado, representaban el espíritu festivo
y de euforia (los años locos), que siguió a la Primera Guerra Mundial. Además se creía que
esa había sido la última guerra, la guerra que iba a acabar con todas las guerras. A partir del
’29 llegó la Depresión y la gente quiso seguir aturdiéndose, para no pensar en otras formas
de peligro que iban más allá de la guerra.
Ante la inminencia de la Segunda Guerra Mundial, que se quiso negar hasta último
momento, el público tampoco estaba dispuesto a asumir una actitud demasiado crítica o
escéptica. Es un teatro de entretenimiento, cuya misión fue divertir para olvidar las penurias
pasadas, las dificultades presentes y los malos presagios por venir. Ese juego de los dos
tiempos está muy bien marcado, por ejemplo, en The time and the Conways. Obviamente,
no era el mejor momento para introducir renovaciones formales y técnicas.
A estos dramaturgos (Eliot, Rattigan o Fry) les costó bastante introducir ideas que
obligaran a la reflexión, sin chocar con los estereotipos del público. No debemos olvidar,
además, que hay vigente una censura muy activa. Si bien no era censura previa, hacía que
se produjera un fenómeno de autocensura por parte de los teatros, que no querían
arriesgarse a estrenar una obra que después se prohibiera.
Si, por un lado, tenemos esa popularización de una serie de idas matemáticas y
filosóficas; por el otro, Priestley se las arregló para introducir críticas y cuestionamientos de
orden social. Tenemos, por ejemplo, todo lo que hace a la solidaridad, la responsabilidad
social, la denuncia de las injusticias y de la indiferencia ante la desgracia ajena por parte de
los empresarios, en Ha llegado un inspector. El, en El tiempo y los Conways, toma el
motivo del nuevo rico, que trata de hacerse aceptar en una clase y deviene en más papista
que el papa.
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Lo que pasó en el momento, que era de lo que se quejaba Rattigan, es que los
Iracundos sí tenían un teatro de texto, pero era un teatro gritado. Esto era algo totalmente
nuevo en el escenario inglés. En cambio, el teatro anterior, desde el siglo XVIII, cultivaba
una modalidad mucho más sutil, donde la figura retórica por excelencia era la litote. Era un
teatro mucho más cargado de esas cosas que se sugieren pero que no se dicen. La
provocación al público existía, pero a nivel de pensamiento, a nivel de las ideas. Era algo
mucho menos chocante, que trataba de hacer reflexionar, pero sin enajenarse a ese punto.
Figuras como Rattigan o Coward, que eran homosexuales, además tuvieron un
motivo extra parea cultivar el understatement, porque tuvieron que disimular sus
preferencias. En realidad, todo el mundo sabía; pero había una suerte de regla tácita de no
escandalizar por ese lado. Justamente, hoy en día, se produce un renovado interés por estos
autores, sobre todo, desde el punto de vista de la crítica gay. Rattigan es el que más ha
vuelto a las carteleras. Lo que sucede es que nos ofrecen otras formas de marginación, más
sutil y asumida que la de los Iracundos. Esto hace que toda la cuestión de las preferencias
sexuales se desvíe hacia el interés por personajes con carencias y dificultades similares,
aunque más asimilables por el público heterosexual. Un ejemplo clásico de esto seria el
norteamericano Tennesse Williams.
Por ejemplo, en Mesas separadas tenemos una serie de personajes que son
verdaderos marginales, dentro de lo que era un marginal en ese momento. Piensen en el
falso militar que toquetea a las mujeres en el cine o la hija solterona que vive dominada por
su madre. Ambos son objeto de la burla de los demás pensionistas. Si bien el dramaturgo
hace el juego de desenmascararlos en sus falsedades, lo hace con cierta simpatía. No los
señala como los villanos de la obra, sino que los trata con simpatía, con comprensión y con
una crítica tangencial a esos seres convencionales, que eran incapaces de ver lo distinto en
el otro. Lo que se le niega al público es ese desenlace decididamente moralizante o
ejemplificador.
Es un teatro de texto, donde la argumentación es más importante que la acción. Pero
también lo no dicho, lo tácito, ese subtexto insinuado tiene gran preponderancia. Esta
técnica no muere con estos autores; de hecho, si pensamos en Harold Pinter, vamos a ver
que él lo sistematiza con su juego de silencios y pausas, y con un diálogo explícito que por
momentos es idiota, pero que nosotros percibimos que apunta hacia otras cosas.
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tomar como una poética, donde hablaba de la hermosura de ver ese campo lleno de narcisos
silvestres y la necesidad de retirarse a la tranquilidad de su estudio para recrear ese
sentimiento a través de la reflexión y la contemplación. No es el arte como desborde de un
sentimiento sino como un sentimiento contemplado. Ese es el ideal poético de Browning y
por eso es tan interesante que todas las referencias sean a este poeta.
En el personaje del profesor, que marca muy bien la diferencia con respecto al teatro
por venir, Rattigan muestra un arquetipo inglés que estaba en vías de extinción. Es el inglés
de la litote, de la parquedad. Pero, al mismo tiempo, es el personaje raro, el que no encaja,
el que todo inglés medio desprecia y no acepta. Es en este otro aspecto del personaje, donde
Rattigan se incluye a sí mismo de una forma alusiva y parca. El también, como ese
profesor, debe guardar sus sentimientos para sí y tomar distancia con sus pasiones.
Otro aspecto que cuestiona este tipo de teatro es el de los falsos valores que mueven
a esta sociedad. Piensen en la mentira, la demagogia y el cultivo de la homogeneidad. Lo
que pasa es que esto involucra, para el público de la época, una crítica muy severa a las
public schools, esos colegios preuniversitarios donde se debía preparar la crema de la
juventud y se preparaban funcionarios para mandar a las colonias. Este va a ser un tema que
se va a volver a retomar en algunas de las obras más modernas. Calladamente, Rattigan,
como buen outsider, está tocando todos estos puntos.
Priestley, en cambio, se excluye de una serie de problemáticas y estaría más cercano
a la actitud didáctica de un Shaw. Obviamente, tampoco era la cosa complaciente del teatro
de ese momento. A nosotros nos pueden parecer obras bastante convencionales pero, en ese
momento, no era así. Yo tengo críticas de la época, que los consideraban magníficos y muy
movilizadores en cuanto a las ideas. Nosotros podríamos intentar una relectura de todo esto
y preguntarnos si los gritos desaforados de los Iracundos realmente implicaron un aporte al
sinceramiento de la sociedad. Si consideramos qué pasó después con estos dramaturgos
parecería que la respuesta debe ser negativa.
A veces me parece que sólo se sustituyó la convención de las cosas dichas a medias
por la convención de las cosas gritadas. Pero, en última instancia, de algún modo, se
estaban moviendo siempre sobre lo mismo: la tradición de lo no dicho y la tradición de lo
explicado hasta el cansancio. Es el momento en que empiezan los manifiestos, con todo lo
que eso significa. El manifiesto es, por un lado, la profunda convicción con respecto a
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Alumno: ¿Más allá de Francia, hubo otro país que tuviera este tipo de teatro?
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sucede en el siglo VI de nuestra era. Es muy importante ver cómo va articulando los
tiempos de sus obras. Esta es una obra religiosa que también participó de estos festivales.
Quiero decir que, a partir de estos primeros intentos de teatro religioso-popular, en
los que intervenía toda la comunidad, llegó un momento en que cada pueblo de Inglaterra
tenía un elenco de aficionados, relacionados con la parroquia, que representaban obras
religiosas. El muchacho con el carro, la primera obra de Fry, fue representada al aire libre,
en un pueblo del condado de Sussex, en 1938. La obra fue encargada por el Obispo de
Chester, que había sido el Deán de Canterbury que había empezado todo este movimiento.
Demás está decir que, durante décadas eso se convirtió en un atractivo turístico
importantísimo (sobre todo después de la Guerra).
Esto ha sucedido también en otros países. Alemania tiene pueblos famosos por la
representación de la pasión de Cristo. Lo mismo sucede en Europa Oriental. Lo que sucede
es que se hacía con obras tradicionales; aquí la diferencia era que la obra se le encargaba a
un escritor conocido. Eran representaciones al aire libre, donde intervenían todos los
estratos de la sociedad, que aspiraban a cohesionar al pueblo alrededor de la Iglesia
Anglicana. Christopher Fry, sin embargo, no era anglicano sino cuáquero.
Esto comenzó en 1928 con la obra La llegada de Cristo, del poeta laureado (el que
designa la corona para representar al país), John Masefield. En esta época Fry, se apoyaba
en las palabras de T.S. Eliot, cuando dice: “La consumación del drama, el drama ideal y
perfecto, se halla en la ceremonia de la misa. El drama nace de la liturgia religiosa y no
puede permitirse el lujo de alejarse demasiado de esa liturgia”. Pero, más adelante, Fry se
volcará a un teatro más profano. Sin embargo tiene otra obra con un hipotexto bíblico, que
es El primogénito (1946), que es la única tragedia que escribió y está basada en la vida de
Moisés. También estuvo destinada a uno de estos festivales.
De las obras que pertenecen al teatro profano la más popular es Un fénix demasiado
frecuente. Esta obra también remite a un hipotexto, tomado de un escritor del siglo XVII,
llamado Jeremy Taylor, pero que, en realidad, pertenece a El Satiricón de Petronio. Este
método de recurrir a una traducción inglesa de un texto antiguo o clásico era el que
utilizaba Shakespeare. Probablemente esto esté hecho con toda intención y alevosía.
El título remite a una cita del poeta latino, Marcial, traducida por Robert Burton en
su Anatomía de la Melancolía, que diría algo así: “quien consultado, consideraba al pavo
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real, indecente; a la ardilla, ríspida; al fénix, demasiado frecuente”. Conocen la historia del
fénix que muere y renace de sus cenizas. El fénix demasiado frecuente es el amor y la
historia está basada en una novelita de El Satiricón de Petronio, titulada “La viuda de
Éfeso”.
Se trata de una viuda que decide dejarse morir en la bóveda donde yace su esposo,
porque está desesperada de amor y de dolor. Entonces se traslada allí con su sirvienta y
hacen cinco días de ayuno. Allí cerca se produjo la crucifixión de seis delincuentes y hay un
soldado que vigila que no se roben los cadáveres (cosa que solían hacer los parientes). El
texto sigue muy exactamente la historia de Petronio. El soldado le pide a la sirvienta si
puede refugiarse en la bóveda para comer su cena y su vino. La sirvienta, al sentir el
olorcito del vino, se siente bien predispuesta y entre los dos empieza una tarea para
convencer a la viuda de que no se deje morir. Se plantea toda una lucha como las que, en la
Edad Media, se daban entre los personajes de las Moralidades. Acá se da una lucha similar
entre el principio de Eros y el de Tánatos. Por supuesto, gana Eros. Finalmente la pareja
hace el amor y en eso viene un pariente y se lleva uno de los cuerpos. El soldado entonces
se dispone a morir, porque ese era el castigo por descuidar su lugar y la viuda, para salvarlo
pone en esa cruz el cuerpo de su marido para que no se descubriera el robo.
Petronio era de un cinismo muy interesante, y Fry es muy fiel a esto. Una de las
características del estilo de Fry es el uso de anticlimax entre lo poético y lo cotidiano.
Pasamos de la cosa sublime a la cotidiana. En un momento la doncella le pregunta al
soldado quiénes eran los crucificados. Entonces empieza a explicar: “El pelirrojo dijo que
hay que colaborar con todos; otro, que él no lo hará con nadie; el viejo, que las pléyades
son primas y no hermanas; dijo el cuarto, ahorcamos porque sí; y los demás, pues, no
dijeron nada”. En otro momento el soldado les pregunta a la sirvienta cómo es posible que
las dejen permanecer allí de duelo y ayunando. Y dice la sirvienta: “La señora tuvo
dificultades con el municipio. Le decían que no podía convertirse una tumba en residencia
privada. Ella alegó que no estaría comiendo sino sufriendo aquí, y se arregló todo”. Es
todo una burla a las instituciones y demás.
Hay otro detalle cómico cuando el soldado empieza a comer y la viuda le dice:
“Tenga cuidado con las migas. No queremos un montón de lauchas chillando aquí justo
cuando nos estamos muriendo”. Hay situaciones muy graciosas como, por ejemplo, cuando
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la sirvienta dice que quiere morir con la señora y ésta le dice: “Tienes que morir por una
causa tuya, no por lo que me pasa a mí”. Entonces ella le dice: “Sí, pero si yo pienso en
mis ex parejas me causan gracia. No me dan ganas de morirme. Si, me podría morir por
unas sandalias que en un momento de confianza regalé y después me arrepentí. Eso podría
ser. Pero ya he llorado tanto por ellas…”. Es todo un juego anticlimático entre la muerte y
ese impulso de vida. Ahí también vemos a Freud y el psicoanálisis.
Pero, al mismo tiempo, Christopher Fry es un maestro de la poesía. El maneja
mucho la metáfora y tiene esa habilidad para adjudicarle metáforas hasta a un personaje
como el de la sirvienta. Se trata de un personaje cómico, pero que maneja un lenguaje
poético muy eficaz: “No más que el inocente día vestido de luto es todo lo que la oscuridad
es”. En otro momento la viuda le reclama al esposo: “¿Por qué me abandonaste,
caminando por nuestras ambiciones como un gato en las ruinas de una casa”. En otro
momento, le dice al soldado, hablando de su esposo: “Su mente era una tabla de planchar
para todas las indecisiones apuradas”. Vemos que la metáfora está usada poéticamente y
continuamente.
Lo que Fry logra es, tal vez, lo que Eliot hubiera querido en el campo del teatro no
religioso. De todos modos, esto no tuvo mayor futuro aunque sí produjo algunas obras
interesantes que todavía se dan. Yo quería ver todo el panorama, para que vean cómo de
pronto comienzan a surgir nuevas compañías que luego irán a ser las que presenten otras
formas teatrales. La próxima clase vamos a ver qué implica el teatro de Beckett, en un
primer momento ignorado y luego ensalzado al máximo.
Por hoy vamos a dejar acá. Hasta la próxima.
Versión CEFyL
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