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Chapter # 21

Escambray: La Guerra Olvidada


Un Libro Historico De Los Combatientes Anticastristas En Cuba (1960-
1966) Enrique G. Encinosa

EL LOCO LOPEZ

Le decían El Loco. El apodo le vino por su audacia, por su sangre fría, por la manera
temeraria de actuar ante el enemigo. Manolo López López era de Chambas, en el norte de
Camagüey. Fue encarcelado cuando era aún menor de edad, acusado de participar en
actividades guerrilleras contra el régimen castrista. Lo enviaron a Torrens, una cárcel para
menores en La Habana, para cumplir sentencia y recibir adoctrinamiento político.

Pero El Loco nunca cumplió la condena. Con una navaja se abrió una herida en el
estómago, al lado del ombligo. Lo llevaron a un hospital, donde le cosieron la herida. Y
antes de regresar a Torrens, El Loco amarró una tira de sábanas y se lanzó por una
ventana, perdiéndose en la oscuridad de la noche.

Casi desnudo, herido, y sin recursos, Manolito López se las arregló para regresar a
Camagüey, donde se alzó de nuevo. Cumplió los 18 años en la manigua. Aprendió sus
tácticas guerrilleras de Rolando Martín Amodia y Arnoldo Martínez Andrade, dos ex
oficiales del Ejército Rebelde que fueron los pioneros de los alzamientos contra el
castrismo en Camagüey. El Loco participó en muchas acciones, incluyendo el asalto a las
Minas de Perea, la toma de los poblados de Río y Centeno, y numerosas emboscadas en
los llanos de la Provincia. Para febrero de 1962, a pesar de su juventud, era comandante
guerrillero, jefe de los alzados en Camagüey.

En los próximos seis meses, Manolito El Loco se convirtió en uno de los jefes
guerrilleros más audaces de toda Cuba. Los propios castristas publicaron relatos que
demuestran la audacia de Manolito. En Boquerón, la milicia tendió una emboscada a los
alzados. 'En el primer combate murió un guerrillero, Justo López Fuentes. Al poco rato,
cuando la milicia peinaba el terreno en búsqueda de la guerrilla, se escucharon dos
disparos. Dos milicianos se desplomaron. Cuando las tropas castristas llegaron al farallón
desde donde los alzados habían disparado, no encontraron guerrilleros, pero sí
encontraron colgado de un árbol un pequeño letrero que decía.

«Por cada patriota muerto, la vida de dos milicianos.

»(firmado) Manolito López

»Comandante en Jefe Frente Norte de Camagüey,»

A Manolito El Loco lo buscaron con ganas. Y él, con su locura y su audacia, continuó
rompiendo cercos. Mucho triple cerco se cerró sobre campo vacío mientras El Loco y sus
hombres cruzaban sembradíos y potreros, evadiendo a los cazadores de las tropas
especiales castristas.

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Chapter # 21

Con temeridad, los hombres de El Loco López llevaron a cabo constantes contra-ataques,
a pesar de ser continuamente perseguidos y acosados por el ejército castrista. El 29 de
junio de 1962, con la milicia pisándole los talones, Manolito y sus hombres detuvieron a
un ómnibus en El Chorro. Después de matar a dos milicianos que viajaban en el vehículo,
El Loco le prendió candela al autobús.

El 10 de agosto lo cercaron en Los Barriles. En el primer combate, Manolito López fue


herido. Una bala le produjo una herida en el cuello y otra le traspasó una mano. Los
cazadores tiraron un triple anillo. Por una semana, centenares de soldados rastrearon las
piedras y los farallones, pero no encontraron el rastro de los once guerrilleros escondidos.

Oscar Figueredo, uno de los jefes de las tropas especiales se adentró en Un pedregal. Allí
estaba El Loco. Recostado a unas piedras, el joven jefe guerrillero apuntó serenamente
con su carabina M 1. Apretó el gatillo cuatro veces. Tres plomos dieron en el blanco. Una
bala se incrustó en la barriga de Figueredo. Dos plomos más, uno sobre cada tetilla,
destrozaron el pecho del oficial castrista. Oscar Figueredo murió instantáneamente.

El nudo de tropas comenzó a estrangular al grupo de alzados. Floro Camacho, el


lugarteniente de Manolito, lo ayudó a tratar de escapar. El Loco estaba débil. Con hojas
de savia se había tapado la herida en el cuello, y la herida de la mano estaba infestada. El
Loco sabía que su hora había llegado. Con aplomo, el jefe guerrillero de 19 años de edad
le cedió el mando de la guerrilla a Floro Camacho, parapetándose después en unas
piedras, para cubrirle la retirada a sus hombres.
Atrajo fuego enemigo sobre sí para salvar a sus hombres. Desde las piedras, disparó con
su carabina M I y su pistola calibre .45, para confundir, para que los castristas pensaran
que había más de un alzado atrincherado, peleando. Lo rodearon. Le dispararon en cruce
de fuego y las balas partieron gajos, reventaron piedras.
Desde el pedregal, El Loco gritó que se rendía, que se le habían acabado las balas. Varios
cazadores de las tropas especiales se pararon para ir a capturarlo, pero fueron dispersados
por una lluvia de balas. Era un truco. El Loco no iba a rendirse.

La balacera continuó. Desde su escondite, entre piedras comidas por las balas, Manolito
El Loco lanzó granadas hacia el nudo de hombres uniformados que cada momento se
acercaban más. Mientras el joven alzado se desangraba en el pedregal, Floro Camacho y
los otros alzados cruzaban el anillo de tropas que se extendía por varios kilómetros.

Dos cazadores lograron acercarse al guerrillero. Dos ametralladoras vaciaron sus peines
sobre las espaldas del muchacho de Chambas. El Loco se retorció entre las piedras y
quedó inmóvil.

El comandante Manolito López López había muerto.

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