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Tema VI c

MOISÉS Y LA ALIANZA

Para leer y analizar:


Biblia: Ex 19- 24; 32 – 34 (cf. Nm 11 – 36).
Emiliano Jiménez. Historia de la salvación. Callao 2018.

Llegamos a la tercera y última parte del tema VI: Moisés y la Alianza. En la


primera parte hablamos del éxodo, en la segunda del desierto; y hoy
hablaremos de la entrada en la tierra prometida.

La historia del pueblo de Israel es nuestra historia. Cuando se lee un texto de


la Escritura, estamos escuchando a Dios que se comunica con nosotros,
contigo y conmigo. La palabra de Dios se actualiza cada vez que se proclama,
se hace vida en quien la escucha con fe y la acoge con el corazón abierto. La
palabra de Dios no es un pasado ajeno a nosotros, sino un mensaje de amor
que nos interpela, que nos comunica esperanza y paz, que nos acerca a Dios.

Al igual que los hebreos que salieron de Egipto y se enfrentaron a Moisés


exigiendo pan, carne (Ex 16,1ss) y agua (17,2s), ¿cuántas veces también
nosotros le hemos exigido a Dios cosas efímeras y triviales? Lo sorprendente
de todo ello es que Dios ama a su pueblo, que no los extermina, que no nos
paga como merecen nuestros pecados sino conforme a su misericordia.

Podemos comenzar esta catequesis repasando los diez mandamientos: los


tres primeros que nos remiten a Dios y los otros siente al provecho del
prójimo.

Del tiempo del desierto, antes de tomar posesión de la tierra prometida,


debemos rescatar nueva temas o sucesos con Moisés y Josué:

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1. Tres fiestas conmemorativas: la Pascua (=salida de Egipto), la fiesta
de las semanas (=pentecostés, la alianza en el Sinaí) y la fiesta de las
tiendas (=memorial de los 40 años en el desierto) (Lv 23).
2. Profecía de Balaán, a quien manda llamar Balac, rey de Moab, para
que maldiga al pueblo de Israel… pero terminó bendiciéndolo: ¡Qué
bellas son tus tiendas Israel! (Nm 22-24).
3. El Shemá, credo de Israel (Dt 6, 4-9): «Escucha, Israel: Yahvé nuestro
Dios es el único Yahvé». He aquí la síntesis de la revelación de Dios.
4. Las siete naciones enemigas: «Cuando Yahvé tu Dios te haya
introducido en la tierra en la que vas a entrar para tomarla en posesión,
arrojarás a tu llegada a naciones numerosas: hititas, guirgaseos,
amorreos, cananeos, perizitas, jivitas y jebuseos, siete naciones más
numerosas y fuertes que tú» (Dt 7,1). Estas naciones representan a los
siete pecados capitales, que se vencen con su virtud correspondiente:
soberbia (humildad), avaricia (generosidad), lujuria (castidad), ira
(paciencia), gula (templanza), envidia (caridad) y pereza (diligencia).
5. Después de dar sus indicaciones a Josué, Moisés muere en el monte
Nebo, «frente a Jericó», aunque «nadie hasta hoy ha conocido su
tumba. Tenía Moisés ciento veinte años cuando murió» (Dt 31-34).
6. Paso del río Jordán (Jos 3-5): al pasar los sacerdotes con el arca de la
Alianza, las aguas del Jordán se detuvieron y todo el pueblo pasó a la
tierra prometida (3,15ss); allí celebraron la Pascua, cesó de caer el
maná y empezaron a comer de los frutos de la tierra (5,10-12).
7. Conquista de Jericó (Jos 6-7). Jericó representa el mundo (el pecado,
la mundanidad… recodemos al ciego de Jericó, al hombre que bajaba
de Jerusalén a Jericó y fue asaltado y dejado por muerto, y a zaqueo,
etc.). Jericó cae por la obediencia a las palabras de Josué: siete
sacerdotes con siete trompetas dan la vuelta a la ciudad amurallada

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durante siete días, y el último día dan siete vueltas… y tocan la
trompeta (6,3-5).
8. La conquista de Ay: (Jos 8). Aunque Josué había dado órdenes de que
nadie toque el anatema, el benjaminita Acán se quedó con algunas
cosas del anatema: un manto, doscientos ciclos de plata y un lingote
de oro (7,19-21). Ello fue la causa de que Israel cayera ante un pueblo
pequeño, después de haber vencido a Jericó, una ciudad gigante.
9. La asamblea de Siquén (Jos 24): Josué convoca a todo el pueblo, antes
de que tomen posesión de la tierra por tribu: leer Jos 24, 14-28.

La salvación de Israel, comenzada por Moisés, la lleva a término Josué, que


recoge su espíritu e introduce al pueblo en la tierra prometida. Josué, como
dice su nombre (con la misma raíz que Jesús), es el Salvador, que no ha
«venido a abolir la Ley, sino a darle cumplimiento» (Mt 5,17). De ello nos
dice el evangelista san Juan que «la Ley fue dada por medio de Moisés; la
gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo» (Jn 1,17).

Los sabios de Israel recuerdan las proezas de Josué: «Valiente fue Josué, hijo
de Nun, sucesor de Moisés como profeta. Él fue, de acuerdo con su nombre,
grande para salvar a los elegidos del Señor, para tomar venganza de los
enemigos e introducir a Israel en su heredad» (Si 46,1ss). Y, sin embargo,
Josué no era más que una figura del otro Jesús, que había de venir para salvar
a los elegidos de Dios de la esclavitud del pecado y de la muerte y llevarlos
al verdadero reposo del octavo día: «Porque si Josué les hubiera
proporcionado el descanso, no habría hablado Dios más tarde de otro día.
Por tanto, es claro que queda un descanso sabático para el pueblo de Dios»
(Hb 4,8-9). Es el descanso de la patria celeste, tierra prometida en herencia
a los mansos (Mt 5,4), donde mana leche y miel, la comunión plena con Dios
(Ap 21,1-7). Esa comunión se anuncia y anticipa en cada Eucaristía.

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