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DESCARTES Y EL MECANICISMO

MECANICISMO : DOCTRINA FILOSÓFICA Y CIENTÍFICA PARA LA CUAL LA REALIDAD PUEDE EXPLICARSE A PARTIR
DE LA CAUSALIDAD EFICIENTE (MATERIA EN MOVIMIENTO), ES DECIR, SIN REFERENCIA A NINGÚN FIN O PROPÓSITO
PREESTABLECIDO QUE SE ENCONTRARA INSCRITO EN LA NATURALEZA DE LOS SERES.

Generalmente el mecanicismo intenta explicar la realidad en términos de


materia en movimiento. Aunque encontramos tesis mecanicistas en la antigüedad
–por ejemplo, en la filosofía atomista–, es a partir del Renacimiento cuando esta
teoría tiene mayor importancia y profundidad. La ciencia moderna es mecanicista, y
ya Galileo introduce las ideas básicas de este punto de vista. Los dos elementos
característicos del mecanicismo moderno son los siguientes

• distinción entre cualidades primarias y cualidades secundarias: las


cualidades secundarias son los colores, sonidos y sabores, y son subjetivos;
no son rasgos de las cosas sino meros efectos de ciertas combinaciones de
materia sobre nuestras mentes. Las cualidades primarias son las cualidades
objetivas, las cualidades que realmente poseen las cosas (figura, número,
tamaño y movimiento). Esta clasificación la introduce Galileo y será
aceptada por Locke y Descartes.
• rechazo de la causalidad final y las cualidades ocultas: las
explicaciones aristotélicas del mundo natural consideraban imprescindible la
referencia a la causalidad eficiente para la explicación del mundo natural,
pero también a la causalidad final y a la causa formal. Las explicaciones
mecanicistas rechazan la causa final, y, de la causa formal, sólo aceptan las
formas matemáticas, bien geométricas como la figura, bien otras puramente
cuantitativas, como el tamaño la cantidad y el movimiento.
Descartes aceptó el mecanicismo respecto del mundo físico o res extensa,
precisamente en estos dos sentidos:

• Consideró que hay propiedades que atribuimos a las cosas pero que en
realidad son una mera consecuencia de la constitución física de nuestros
sentidos (las cualidades secundarias) y hay otras propiedades que realmente
se encuentran en las cosas, propiedades describibles matemáticamente y de
las que cabe, por lo tanto, claridad y distinción. Recordamos que para
Descartes la característica básica de las cosas materiales es la extensión
(longitud, anchura y profundidad), que es un rasgo puramente geométrico y
cuantitativo;
• En el mundo físico todo es consecuencia de los cambios dados con
anterioridad (causalidad eficiente) y no de una supuesta causalidad final
inscrita en las cosas. La totalidad del mundo material puede tratarse como
un sistema mecánico, y no hay necesidad alguna de introducir o considerar
otra clase de causas que las eficientes. La causalidad final es una concepción
teleológica y no es adecuada para la física. Ello lleva a rechazar la idea
aristotélica de la existencia de almas o principios vitales ocultos en los seres
vivos, y de formas substanciales en los seres inertes. Los principios
puramente cuantitativos, materiales y mecánicos que utilizamos para explicar
los seres no vivos nos sirven también para explicar los seres vivos.

Con sus tesis mecanicistas Descartes intenta fundamentar la física moderna,


física que, a diferencia de la aristotélica, es esencialmente matemática.
Otro elemento importante del mecanicismo cartesiano se refiere a su
concepción de los animales y las plantas como máquinas. Los animales no tienen
mente y pueden ser explicados en términos de materia en movimiento
(mecánicamente). Sin embargo su conducta parece que descansa en estados
mentales (ingenuamente, nos parece que el perro se escapa porque tiene miedo, o
que sigue a su amo porque le quiere, que sabe encontrar el alimento que ayer
escondió porque tiene memoria e inteligencia). Descartes consideró que las
atribuciones de estados mentales que hacemos en estos casos es injustificada
puesto que podemos explicar esta conducta que aparentemente depende de una
mente sin referirnos a la mente. Y concluyó de este modo tras observar que los
ingenieros de su época habían construido artefactos (máquinas, artificialia) en las
que las parte físicas estaban dispuestas de tal forma que parecían darles conducta
final. Pero en estos casos está claro que dicha conducta no descansa en una mente
sino que es responsabilidad de sus componentes físicos. Los animales no tienen
mente, aunque parezcan tenerla, como los autómatas no tienen mente aunque
parezcan tenerla. En el caso de los autómatas el responsable de su conducta
aparentemente mentalista y final es el hombre, que los ha fabricado; en el caso de
los animales, el responsable es la propia naturaleza y en último término Dios, que
es la causa última del mundo.

En el hombre hay que distinguir aquella conducta que depende exclusivamente


del cuerpo (procesos físicos como la respiración, la digestión, la circulación de la
sangre) y que puede explicarse mecánicamente, de aquella conducta que depende
de nuestra mente (como el lenguaje y la ciencia) y que nunca podrá explicarse en
términos de materia en movimiento (es decir mecánicamente).

EL MECANICISMO CARTESIANO: EL MODELO DEL UNIVERSO-RELOJ

En la descripción que hace Descartes del Mecanicismo, la metáfora de


referencia la constituye el reloj, máquina usual ya, y muy atractiva, durante el
siglo XVII. Un reloj consta básicamente de materia en movimiento. Los engranajes,
las ruedas dentadas, las piezas, son la materia. Las piezas se transmiten el
movimiento de unas a otras. En el universo sucede exactamente lo mismo: los
planetas (la materia) transmiten el movimiento desde las órbitas exteriores a las
interiores. Además, igual que en el caso de los relojes, este movimiento no es
aleatorio o arbitrario, sino que está regido por leyes matemáticas perfectamente
determinadas. Así, Descartes concibe el Universo (mejor dicho, la parte extensa
del Universo), como un gigantesco mecanismo de relojería.

Pero en la imagen mecanicista del cosmos falta un elemento. ¿Quién


construye y pone en marcha el reloj? ¿Quién construye y pone en marcha el
Universo? La respuesta es obvia: en el caso del reloj, su autor es el relojero. La
función del relojero consiste en construir perfectamente el reloj (de modo que no
atrase ni adelante) y darle cuerda (ponerlo en marcha, hacer que las leyes del
movimiento comiencen a actuar). En el caso del Universo, Descartes deposita en
Dios el papel de relojero universal. La función de Dios en el Universo queda,
desde el punto de vista estrictamente mecanicista, reducida a la creación de las
sustancias finitas (pensamiento y extensión) y, en el caso de la segunda, a crear no
sólo la materia, sino también el movimiento que afectará a ésta y las leyes que
determinarán dicha relación.

Ahora bien, habría una diferencia fundamental entre el trabajo de un relojero


y la creación divina. Un reloj, en tanto obra humana, y por muy perfecto que fuera,
podría, con el tiempo, atrasar o adelantar, o detenerse. El movimiento de sus
piezas, levemente disminuido por el rozamiento de las mismas, acabaría por cesar.
En este momento se precisaría la intervención del relojero para volver a darle
cuerda. Pero, ¿y en el caso del Universo? ¿sería necesaria la intervención de Dios,
de tarde en tarde, para volver a ajustar las leyes del movimiento? Descartes razona
del siguiente modo: si la respuesta fuera afirmativa, ello significaría que Dios no es
perfecto, puesto que las leyes creadas por él se desajustarían. Si Dios es un ser
perfecto (como ha demostrado que lo es), el producto de su creación también ha de
serlo, de modo que el acto de creación divina produciría, de golpe, toda la materia
necesaria, todo el movimiento necesario y unas leyes matemáticas perfectas que no
volverían a desajustarse jamás. Tras el acto de la creación, el universo, sometido a
unas leyes inexorables, perfectas y no deteriorables, acabaría produciendo el
cosmos que conocemos, con sus planetas, sus órbitas y sus movimientos de
rotación y traslación. La diferencia fundamental entre Dios y un simple relojero es,
pues, que el reloj creado por el primero (el Universo) es perfecto en sus elementos
desde el comienzo, por lo cual no se precisa la posterior intervención de su autor en
el curso de las cosas.

LOS PROBLEMAS DEL MECANICISMO CARTESIANO

En esta descripción, que supone un adelanto extraordinario en la concepción


científica del Universo (puesto que, según ella, nuestro conocimiento y predicción
del comportamiento de las cosas puede alcanzarse de modo definitivo, a través del
establecimiento de las leyes mecánicas), hay, sin embargo, un problema
filosófico-teológico de fondo, que no pasó desapercibido para la Iglesia (ni
tampoco para Descartes). El peligro implícito en la descripción mecanicista del
Universo, tal como Descartes la formuló, es el de un materialismo extremo que,
en sus límites, podría conducir, incluso, al ateísmo, ya que el papel de Dios queda
relegado al de un simple constructor, que, una vez producida su obra, es totalmente
innecesario para el transcurrir de ésta. Según el modelo mecanicista Dios no se
necesita en absoluto para explicar los fenómenos del cosmos. Únicamente
recurrimos a él como principio lógico y ontológico, es decir, como supuesto
demiurgo o creador original (y para no caer en una regresión al infinito de causas
y efectos) que, tras producir el mundo, y dada la perfección de las leyes y la
incorruptibilidad de la materia, bien podrían haberse echado a dormir para el resto
de la eternidad, sin dar nuevas noticias al hombre de su existencia. El científico
podría explicar cualquier fenómeno físico sin el recurso a Dios, cosa que resultaba
totalmente inaceptable para las doctrinas oficiales de la época. Consecuentemente,
Descartes fue acusado de materialismo y de incitación al ateísmo. Él trató de salvar
la situación mediante su dualismo antropológico, pero, aunque en vida logró
escapar a los procesos inquisitoriales, a su muerte sus obras fueron prohibidas. El
dualismo antropológico supone concebir al hombre como una duplicidad de
sustancias, como ya sabemos. ¿Cómo se consigue escapar con ello al materialismo?
Esto es ya objeto de otro artículo.

LAS LEYES CARTESIANAS DEL MOVIMIENTO

En el modelo de Descartes, el Universo, como hemos dicho, está formado por


materia, movimiento y unas leyes básicas e inmutables que explican la relación
entre aquéllos. En tanto creación perfecta de un ser perfecto, el Universo, según
Descartes, no puede deteriorarse. Ello supone, lógicamente hablando, que la
cantidad de materia y la cantidad de movimiento creados por Dios al principio
deben mantenerse siempre constantes (Descartes adelanta los principios de la
termodinámica, aunque él mismo rechazara los conceptos de fuerza y energía, por
considerarlos mágicos y misteriosos, y, por tanto, no matematizables). Las leyes
mecánicas propuestas Descartes como leyes esenciales del movimiento son tres, y,
en su conjunto, suponen una formulación completa del principio de inercia y del
modelo físico del Cosmos que fue llevado a su cénit por Isaac Newton un siglo más
tarde. Son las siguientes:
Ley de la inercia. Un cuerpo no cambia su estado de movimiento o reposo a
menos que choque con otro.

Ley de la dirección del movimiento. Todos los cuerpos se mueven en línea


recta, a menos que choquen con otros.

Ley de la conservación del movimiento: La cantidad de movimiento se


mantiene constante entre dos cuerpos que chocan, por lo cual, la cantidad total de
movimiento en el Universo se mantiene constante.

Artículo reelaborado y ampliado a partir del contenido en:

http://www.e-torredebabel.com/Historia-de-la-filosofia/Filosofiamedievalymoderna/Descartes/Descartes-
Mecanicismo.htm

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