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A partir del siglo XVII empieza a proliferar una literatura en la que se presenta las
máquinas como instrumentos capaces de asegurar a los hombres la felicidad en la
tierra y, quizá también, fuera de ella. Se describen sociedades y ciudades ideales que
existieron en el pasado o que se prevén para el futuro y en las que la máquina es un
factor de optimización de las relaciones entre los hombres; también entre los hombres
y la naturaleza. El sueño -retrospectivo o prospectivo- de una vida mejor, es aquí un
sueño de artefactos. La construcción utópica aparece saturada de imágenes de
tecnicidad. La "Nova Atlantis" (1624), de Francis Bacon (1561-1626) puede
considerarse como el primer gran documento de este tipo. Los estudiosos e
historiadores de la utopía han señalado a menudo el papel de mediación de tales
obras.
Naturalmente, las utopías científicas y técnicas son expresión directa o indirecta de la
gran revolución intelectual que se produjo en el siglo XV, prosiguió en el siglo XVI, y se
consolidó definitivamente en el siglo XVII. Entre sus exponentes más importantes se
debe citar, en primer término, a Galileo Galilei (1564-1642) y a Francis Bacon, aunque
antes de ellos, hombres como Alberti, Piero Della Francesca, Leonardo Da Vinci, y otros
pensadores, científicos, arquitectos y artistas abrieron la vía hacia la superación de la
tradicional oposición entre el saber práctico y el saber teórico, entre el saber técnico y
el saber científico. La cultura organicista que se contenta con la aproximación empieza
a ser substituida por la cultura instrumental que tiene el gusto, e incluso el fervor, de la
precisión.
Una importancia no menor revisten aquí los autómatas, de los que se encuentran
ejemplos en numerosos períodos de la historia. Aquí nos interesan los que fueron
creados en el siglo XVIII por F. Von Knauss, J. de Vaucanson, M. Von Kempelen, y
otros. Se trató de autómatas con semblantes antropomórficos y zoomórficos,
altamente mecanizados, destinados por lo general a los festejos de la corte. Estas
realizaciones ofrecen una versión frívola y divertida de la máquina y contribuyen, sin
quererlo, a superar la imagen, tan difundida entonces, de la máquina como objeto
aterrador. Aquí la técnica imita el comportamiento de la naturaleza; el ser técnico se
presenta como ser vivo y de esta manera nace la sospecha, más tarde convertida en
certeza, de que existe una correspondencia isomórfica entre naturaleza y artificio: si la
naturaleza es artificiable, y el artificio naturalizable, se cae el mito del abismo
insalvable entre lo que ha sido hecho por la naturaleza y lo que ha sido hecho por el
hombre. La observación de la naturaleza se convierte en un factor fecundante de la
técnica y, a su vez, la observación de la técnica ayuda a comprender mejor la
naturaleza.
Pero hay más: asociando la máquina a la figura humana, como sucede con los
autómatas antropomórficos, se favorece la tendencia a considerar la máquina como
modelo de los seres vivientes, tendencia que más tarde J.O. de la Mettrie (1709-1751)
llevará hasta sus consecuencias más extremas en la teoría de l'homme machine
(1747). El tema será recogido, con matices diversos, por C.A. Helvetius (1715-1771),
por P.H. D'Holbach (1723-1789) y por muchos otros exponentes del materialismo
mecanicista. Ha de quedar claro que esta es sólo una primera batalla contra el
dualismo. Luego las cosas se harán más complejas, y el desarrollo del materialismo
reconocerá la necesidad de completar el homme machine con el homme sensible.
También en las representaciones visuales de las máquinas, en los siglos XVI-XVIII, se
advertía la necesidad de ambientar las figuras en un contexto culturalmente familiar.
Por lo general, la finalidad de dichas imágenes era esencialmente didáctica: se trataba
de explicar el funcionamiento, la instalación y la utilización de las dotaciones técnicas
de una industria todavía en sus albores. Aunque no eran más que "instrucciones de
uso", la máquina estaba representada en ellas no abstractamente aislada -como ocurre
hoy-, sino integrada en un ambiente, es decir, con una "escenografía" adecuada.
Con todo, a menudo se olvida, o por lo menos no se insiste bastante en ello, que la
perspicacia de la concepción de Marx se explica a través de la mediación de Hegel. El
pensamiento de Marx sobre la relación necesidad-trabajo-consumo aparece
fuertemente condicionado por la reelaboración hegeliana del pensamiento de Smith y
de Ricardo sobre este tema. Según Hegel, el hombre, como ser necesitado, se ve
obligado a mantener una relación práctica con la naturaleza externa, frente a la cual
debe forzosamente actuar para conformarla y desbastarla. Para ello hace intervenir
instrumentos, es decir, objetos aptos para someter a otros objetos que les son hostiles.
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El ludismo (luddism en inglés) fue un movimiento obrero que adquirió auge en
Inglaterra a partir de 1811, y cuyas acciones se basaban en la revuelta espontánea y
desorganizada, atacando con frecuencia a los instrumentos de producción. Sus
seguidores se llamaban ludistas o luditas (luddites en inglés), nombre que tomaron del
semilegendario líder del movimiento, Ned Ludd. El movimiento ludista tuvo una vida
relativamente corta. Pronto muchos de los dirigentes obreros comprendieron que no
eran las máquinas sino los empresarios sus enemigos. Gran Bretaña conoció cuatro
grandes oleadas ludistas entre 1811 y 1816 y posteriormente el movimiento se
extendió por toda Europa.
Junto a la puesta a punto de teorías filosóficas sobre la máquina y su papel respecto al
hombre y a la sociedad, algunas iniciativas promocionales y legislativas sancionan, a lo
largo del Siglo XIX, el paso de la artesanía a la producción industrial.
Esta concepción puede ser válida referida a algunas clases de objetos presentes en la
Great Exhibition, no así si se toman en consideración otras secciones, como las
dedicadas a las máquinas, a los instrumentos técnicos y alos muebles de serie, en las
cuales hallamos objetos que representan un momento muy significativo en el
desarrollo del diseño industrial. por ejemplo, el instrumento musical del francés A. Sax
(de donde deriva el saxofón), la locomotora de T. R. Crampton, las máquinas agrícolas,
los instrumentos quirúrgicos, los telescopios, las armas y los muebles para escuelas.
En el terreno legislativo, por último, merecen ser destacadas algunas iniciativas que
han tenido una influencia directa en la fisonomía de los objetos técnicos y que han
contribuido a transformar el cometido del diseño industrial. En las dos últimas décadas
del siglo XIX, en varios países se establece la obligación de cubrir con un cárter los
engranajes de las máquinas-herramientas, con el fin de prevenir los accidentes
laborales. Las primeras leyes para una reglamentación de la higiene y de la seguridad
en el trabajo son promulgadas en Austria entre 1883 y 1885, en Alemania en 1891, en
Inglaterra entre 1891 y 1895 y en Francia en 1893. De esta manera, la configuración
técnica del objeto queda oculta por una configuración formal, constituyéndose así una
dicotomía que no quedará limitada solamente al campo de las máquinas herramientas.
Al contrario, se convertirá en característica dominante de casi todas las tipologías de
objetos de la civilización industrial. Nace así la "carrocería", es decir, un envoltorio
añadido muy a menudo tratado como una forma, sin ninguna relación - o muy escasa -
con el contenido.