Vous êtes sur la page 1sur 19

Los sentidos

• Te sugiero que hagas el siguiente experimento: solo en una


habitación en silencio, ojalá a oscuras, de pie, cierra los ojos, tápate
los oídos y quédate inmóvil durante un rato. ¿Cómo te sentiste? o
¿qué sentiste? Lo más probable es que la respuesta sea: aislado e
indefenso. A lo mejor sentiste la presión en los pies o tal vez frío o
calor. Como te habrás dado cuenta, el tener oídos y ojos bloqueados
produce cierta inseguridad e inestabilidad.

¿Sabes por qué te sucedió eso? Porque estamos acostumbrados, casi de manera
inconsciente, a que los sentidos nos informen de lo que
está pasando a nuestro alrededor. Sin ellos, estaríamos
en riesgo constante al no percibir los peligros.

Tenemos cinco órganos de los sentidos: la piel, que


nos permite el tacto; los ojos, que nos proporcionan la
vista; los oídos, que además de captar los sonidos nos
entregan el equilibrio; la nariz, que nos ayuda a percibir
los olores, función que denominamos olfato; y, la lengua,
que nos da la posibilidad de distinguir una compleja gama
de sabores, el gusto.

¿Te imaginas qué pasaría si perdiéramos alguno o varios


de estos sentidos? Además de la desesperación y la
angustia que nos provocaría la situación, estaríamos
expuestos a una serie de accidentes. Lo más seguro es
que requeriríamos de la ayuda de alguien para sitios WEB
• El Cuerpo Humano
desenvolvernos, por lo menos hasta desarrollar los
sentidos que nos restan y aprender a ser independientes de nuevo.

Los sentidos nos proporcionan la información vital que nos permite relacionarnos
con el mundo que nos rodea de manera segura e independiente. Esto, por medio
de las sensaciones, que son el mecanismo que tiene nuestro cuerpo para procesar
todos los estímulos que recibe: luz, sonidos, sabores, frío o calor, dolor, olores,
incluso las caricias, cosquillas y besos.
¿Cómo sentimos?

Cuando un mensaje se aproxima a la superficie de


nuestro cuerpo, se da a conocer pulsando algo así como
un timbre, que en la práctica es una terminación nerviosa
especializada en esa información, que transforma en
impulso nervioso.
Hay muchos timbres receptores en todo el cuerpo, listos
para detectar señales tanto interiores como exteriores.
Los receptores son células o grupos de células sensibles a
un cambio específico del medio, capaces de producir una
señal o impulso nervioso como respuesta a un estímulo,
que puede ser tactil, auditivo, visual, de temperatura,
etc. ¿Sabías que... La “piel de
gallina” se produce cuando
El estímulo es conducido a la médula espinal o tienes frío, porque
pequeños músculos que
directamente al cerebro, donde se genera la sensación – están adheridos a los
olor, sabor, sonido, temperatura, presión, imagen– en pelitos de la piel tiran de
base al análisis de la información recibida. Cuando es ellos y los ubican en
posición vertical. El aspecto
necesario, se produce una respuesta, que puede ser el es similar a la piel de las
movimiento de la parte del cuerpo afectada –alejar las gallinas.
manos de una fuente de calor excesivo– o la secreción de
una glándula –lágrimas, saliva–. Este proceso es tan sitios WEB
rápido que pareciera que nuestras reacciones son • El Cuerpo Humano

automáticas.

Receptores internos y externos

Los receptores que captan los estímulos provenientes del exterior se denominan
exteroceptores o receptores externos, mientras que los que captan los
provenientes del propio cuerpo se llaman interoceptores o receptores internos.
Los exteroceptores son los que nos permiten tener nuestros cinco sentidos.

Las cualidades o características de los receptores son tres:

Especificidad: cada receptor solo responde, o lo hace con más facilidad, a un tipo
de estímulo en particular. Así, los del ojo reaccionan ante la luz, los del oído a las
ondas sonoras.

Excitabilidad: esta característica se pone en marcha apenas el estímulo pasa el


llamado “umbral de excitación”, que es el nivel mínimo de estimulación necesario
para desatar las reacciones químicas que movilizan el impulso hacia el cerebro,
que genera la respuesta o sensación.

Adaptación: ya dijimos que los receptores se ponen en acción apenas reciben


hasta el más leve estímulo. Sin embargo, en la medida en que este se mantiene
constante, la excitabilidad va desapareciendo y se produce un acostumbramiento,
una adaptación. Por ejemplo, un olor penetrante nos deja de molestar después de
un rato, pues nos acostumbramos hasta prácticamente dejar de percibirlo.
El tacto

Este sentido es fundamental, ya que los


demás se consideran especializaciones del Suavidad:
tacto. Así, para percibir los sabores es Un oso de peluche provoca
una agradable sensación
necesario que el alimento se ponga en contacto con la
por su suavidad, percibida a
lengua. Lo mismo pasa con los olores, que deben tocar la través del sentido del tacto
pituitaria. Vemos un cuerpo cuando la luz que este emite presente en toda la
superficie de nuestra piel.
o refleja toca la retina. Los sonidos deben chocar contra
el tímpano para que se inicie la vibración que nos generará la audición.

Si te preguntan cuál es el órgano más grande del cuerpo, lo más probable es que
respondas que el corazón o tal vez los pulmones. Sin embargo, la respuesta
correcta es: la piel, que además es el órgano de mayor sensibilidad táctil.

A través de la piel percibimos todo tipo de sensaciones, cada una de las cuales
tiene receptores específicos: la sensación táctil –contacto–, la presión, el frío, el
calor y el dolor. Se estima que en la piel humana existen alrededor de cuatro
millones de receptores para la sensación de dolor, 500 mil para la presión, 150 mil
para el frío y 16 mil para el calor.

Los corpúsculos de la piel

La mayoría de las sensaciones son percibidas por medio de los corpúsculos, que
son receptores que están encerrados en cápsulas de tejido conjuntivo y
distribuidos entre las distintas capas de la piel –epidermis, dermis e
hipodermis, desde la superficie hacia abajo–.

Los receptores encargados del tacto o de la sensación de contacto son los


corpúsculos de Meissner, que nos permiten darnos cuenta de la forma y tamaño
de los objetos y discriminar entre lo suave y lo áspero.

Los corpúsculos de Pacini son los que determinan el grado de presión que
sentimos; nos permiten darnos cuenta de la consistencia y peso de los objetos y
saber si son duros o blandos. En algunos casos, el peso se mide de acuerdo al
esfuerzo que nos causa levantar un objeto. Por eso se dice que el peso se siente
por el “sentido muscular”.

Los corpúsculos de Ruffini perciben los cambios de temperatura relacionados


con el calor –nuestra temperatura normal oscila entre los 36 y los 37 grados– .
Especialmente sensible a estas variaciones es la superficie o cara dorsal de las
manos.

En tanto, los corpúsculos de Krause son los encargados de registrar la


sensación de frío, que se produce cuando entramos en contacto con un cuerpo o
un espacio que está a menor temperatura que nuestro cuerpo.

Las distintas impresiones del tacto son transmitidas por los diferentes receptores a
la corteza cerebral, específicamente a la zona ubicada detrás de la cisura de
Rolando.
El dolor

El dolor tiene sus propios receptores, llamados álgidos,


que son terminaciones libres –nervios– presentes en casi
todos los tejidos del cuerpo, en la parte más profunda de la epidermis y
distribuidas entre las cápsulas de los diferentes corpúsculos.

Cuando el estímulo supera los límites normales –frío por debajo de los 0° Celsius,
calor por encima de los 70° C, presión excesiva, punción o desgarradura de la piel–
es captado por estas terminaciones, produciéndose el dolor. Por ejemplo, si la piel
entra en contacto con un papel en llamas, la sensación ya no es de calor, sino de
mucho dolor.

Cuando las células son dañadas, liberan sustancias que provocan un impulso que
surge de las terminaciones nerviosas.

Una vez transmitida la información al cerebro, se liberan endorfinas, que


bloquean el dolor. Lo mismo hacen los analgésicos, por mecanismos diferentes.

Los impulsos dolorosos llegan al cerebro a través de dos tipos de fibras nerviosas,
con distinta velocidad de transmisión: las rápidas, de 12 a 30 metros por segundo
(m/s), y las lentas, de 0,5 a 2 m/s. Es por esto, que existen dos tipos de dolor: el
rápido, que es agudo, breve y muy bien localizado, que hace que reaccionemos
retirando la parte del cuerpo afectada; y el lento, que es un dolor intenso pero
difuso, que se mantiene hasta que se alivia la zona dañada.

Nuestra cobertura
La piel es una envoltura ligera y resistente que cubre por completo nuestro cuerpo.
Mide alrededor de dos metros cuadrados, ocupa más de un tercio de la sangre que
bombea el corazón y pesa entre tres y cuatro kilos, dependiendo de la altura y
contextura de cada persona. Su espesor depende de la región del cuerpo en la que
se encuentre. La piel más fina es la de los párpados.

El color de la piel varía debido a los pigmentos que existen en sus células. La
melanina, que abunda en las personas de raza negra, tiene por función proteger
la piel del sol. Es por eso que las personas de este color provienen de las zonas
tropicales, donde los rayos solares llegan de manera más directa.

La carotina, que es un pigmento amarillo, está presente en la piel de los asiáticos


y tiene por objeto proteger de ciertos rayos solares perjudiciales.
Las personas blancas, que viven en zonas más frías, no tienen pigmentos. Sin
embargo, la melanina sigue presente en las células y se activa con el exceso de luz
ultravioleta. Por eso nuestra piel se oscurece o tuesta en el verano, al exponernos
al sol.

Las pecas o efélides son irregularidades en la distribución de melanina, de origen


familiar y racial, pero con predominio en las áreas expuestas al sol en personas de
piel sensible.
La audición

Los oídos, que se encuentran


parcialmente alojados en el hueso
temporal del cráneo, son los órganos de la
audición y el equilibrio. Nos permiten
percibir los sonidos y el movimiento
gracias a la estimulación de receptores especializados
llamados células ciliadas, que reaccionan o responden
ante las ondas sonoras transmitidas por el aire y el
movimiento de la cabeza.

Las fibras nerviosas que provienen de la vía auditiva y las


estructuras del equilibrio forman el nervio
vestibulococlear, que lleva los impulsos nerviosos al cerebro para su
interpretación.

Anatómicamente, el oído está dividido en tres partes: el oído externo, recubierto


de cilios y glándulas secretoras de cera; el oído medio, por el que pasan
mecánicamente las vibraciones; y el interno, cuyas estructuras traducen las
vibraciones a mensajes nerviosos.

Oído externo: está formado por el pabellón de la oreja o aurícula y el conducto


auditivo externo.

El pabellón de la oreja es la parte visible, un repliegue formado casi completamente


por cartílago, cubierto por piel y adherido al cráneo, con forma de embudo, que
envía las ondas sonoras hacia el conducto auditivo. Este, de unos 2,5 centímetros
de longitud, tiene en su entrada pelos cortos y gruesos; en su interior, glándulas
sebáceas –grasa– y ceruminosas –cerumen–, y al final, una tensa membrana
llamada tímpano, donde llegan las ondas, haciéndola vibrar.

Oído medio: es una cavidad llena de aire en el hueso temporal,


que está entre el tímpano y el oído interno. Ligados al tímpano y también entre sí,
hay tres huesos diminutos: martillo, yunque y estribo, que transfieren las
vibraciones del tímpano al oído interno.

En esta parte es importante la trompa de Eustaquio, canal de unos 4 cm. de


largo que conecta el oído medio con lo alto de la garganta, y cuya función es
equilibrar la presión a ambos lados del tímpano. A cada movimiento de deglución,
se abre la trompa y deja pasar aire al oído medio. Es por esto, que cuando
sentimos los oídos tapados, al tragar se nos destapan.

Oído interno: llamado también laberinto, está compuesto por


un complejo sistema de canales membranosos con un revestimiento
óseo. En esta zona profunda del oído están el centro auditivo,
ubicado en el “caracol”, y el control del equilibrio, que depende
de las estructuras situadas en el vestíbulo y en los “canales
semicirculares”.
La visión

La vista es el más valioso de nuestros


sentidos, ya que es el más especializado y
complejo. Representa tres cuartas partes
del total de nuestras percepciones.

Para que podamos ver, los rayos de luz entran en las


pupilas y se registran en las retinas, en el fondo de los
ojos, donde se crean imágenes invertidas. Estas se
convierten en impulsos eléctricos, llevados a través del
nervio óptico de cada ojo al cerebro, al lóbulo occipital,
donde son interpretados.

Las neuronas –células nerviosas encargadas de la


conducción de los impulsos hacia y desde el cerebro– que
permiten este proceso están ubicadas en la retina y son
de dos tipos: los bastones, que contienen un pigmento
sensible a la luz y son capaces de discernir lo claro y lo
oscuro, la forma y el movimiento; y los conos, que
necesitan más luz que los bastones para ser activados.

Los conos son de tres tipos; cada uno contiene un pigmento que responde a
diferentes longitudes de onda de la luz –verde, rojo y azul–. La combinación de
estas longitudes de onda permite distinguir cada uno de los colores.

Cada ojo ve una imagen ligeramente diferente, pero ambos


campos visuales se superponen parcialmente. Esta zona de visión
binocular permite la percepción en profundidad, la capacidad para
juzgar la distancia de un objeto con respecto al ojo.

Los músculos del ojo responden automáticamente a la proximidad o distancia de un


objeto cambiando la forma del cristalino. Eso altera el ángulo de los rayos de luz
que llegan y permite un enfoque más agudo sobre la retina. La elasticidad del
cristalino disminuye con la edad. Lo mismo sucede con la velocidad y la capacidad
de adaptación.
Algunas partes del ojo
• Conjuntiva: membrana mucosa transparente que cubre y humedece la
esclerótica y el interior de los párpados.
• Córnea: membrana dura y transparente situada en la cobertura externa del
globo ocular. Consta de cinco capas.
• Coroides: membrana intermedia pigmentada que oscurece el ojo para que se
destaque la imagen.
• Cristalino o lente: estructura transparente y curva que se encuentra entre el iris
y el cuerpo vítreo.
• Esclerótica: membrana opaca y blanca que ayuda a mantener la forma del ojo.
• Glándulas lagrimales: producen las lágrimas que ayudan a limpiar el ojo.
• Iris: parte de forma circular, situada entre la córnea y el cristalino, que separa
las cámaras anterior y posterior del ojo. La contracción del iris altera el tamaño de
la pupila. Su cantidad de pigmento determina el color del ojo.
• Pupila: abertura circular en el centro del iris, a través de la cual penetra la luz en
el ojo.
• Órbita: cavidad donde se encuentra contenido el globo ocular, formada por los
huesos del cráneo y la cara.
• Retina: membrana donde converge la luz y se forman las imágenes.

Los ojos

Para su seguridad, los ojos están


profundamente hundidos en las cuencas ¿Por qué parpadeamos?
óseas del cráneo. Revistiendo las Los párpados suben y bajan
órbitas oculares, hay una capa de para proteger los ojos de la luz
demasiado fuerte, el polvo y
grasa que amortigua los golpes y proporciona una también para mantenerlos
superficie altamente lubricada para el continuo húmedos.
movimiento del globo ocular.

Son seis los músculos que permiten la movilidad del ojo en ocho direcciones
distintas y lo sostienen. Cuatro de ellos parten del fondo de la órbita y se dirigen en
línea recta hacia adelante -se denominan rectos-. Los otros dos, se insertan en el
globo ocular partiendo del contorno de la órbita, moviendo el ojo en sentido
vertical, por lo que reciben el nombre de oblicuos.

El globo, de 2,5 centímetros de diámetro, tiene tres capas, llamadas túnicas. La


túnica fibrosa exterior tiene dos partes: la córnea, transparente y curvada, y la
esclerótica. La túnica vascular media contiene el iris, el cuerpo ciliar
-ligamentos que sostienen el cristalino del ojo- y el coroides, cuyos vasos
sanguíneos riegan todas las túnicas. La tercera capa, en el fondo, es la retina.

El ojo tiene dos cavidades, la frontal y la del fondo. Las cámaras anterior y
posterior de la cavidad frontal están llenas de humor acuoso, un fluido que aporta
oxígeno, glucosa y proteínas. La cavidad del fondo contiene un gel claro llamado
humor vítreo. Producidas por el cuerpo ciliar, ambas sustancias contribuyen a
lograr una presión interna constante que mantiene la forma del ojo.

Los ojos dependen de estructuras accesorias que los apoyan, mueven, lubrican y
protegen. Estas son los huesos orbitales -que son los que contienen el globo
ocular-, los músculos del globo, las cejas, los párpados, las pestañas y las
glándulas y conductos lagrimales. La visión puede ser afectada si cualquiera de
estas
El olfato

El olfato es el más sensible de los


sentidos, ya que unas cuantas
moléculas –es decir, una mínima
cantidad de materia– bastan para estimular una célula
olfativa. Detectamos hasta diez mil olores, pero como
las estructuras olfativas, al igual que el resto de
nuestro cuerpo, se deterioran con la edad, los niños
suelen distinguir más olores que los adultos.

Además de advertirnos de peligros como el humo y los


gases tóxicos o venenosos, el olfato contribuye con el
gusto, estimulando el apetito y las secreciones Especialización
digestivas. Algunas personas desarrollan el
sentido del olfato para un uso
particular. Un fabricante de
La nariz es el órgano por el cual penetran todos los perfumes puede distinguir cada flor
olores que sentimos desde el exterior. Es un cuerpo por su fragancia, al igual que un
saliente del rostro, ubicado entre la boca y la frente, productor o un catador de vinos
puede diferenciar una cosecha por
por debajo de la cavidad craneana. su olor y sabor.

El olfato está relegado al fondo y a lo alto de la nariz, cuyo interior está constituido
por dos cavidades, las fosas nasales, separadas por un tabique. Cada fosa se
divide en dos partes: la anterior o vestíbulo, cubierta por una membrana mucosa
llamada epitelio olfativo, y la posterior, recubierta por la mucosa nasal, que es
donde se encuentran los receptores olfativos que nos permiten captar los distintos
olores. Cada célula receptora termina en pequeños pelitos, desde seis a 20,
llamados cilios. Estos están conectados a columnas de células que sirven de
soporte a los receptores del olfato.

Percibiendo los olores

La parte interna de la nariz está formada por dos


paredes: la pituitaria amarilla y la pituitaria roja o
rosada. En la amarilla u olfatoria se encuentran los
receptores del olfato, que envían toda la información al
bulbo olfatorio, que es donde se recepciona el
estímulo, transformándolo en impulso nervioso.

La pituitaria roja o respiratoria, llena de vasos


sanguíneos, ayuda a regular la temperatura del aire
que entra y sale de los pulmones, entibiándolo.

Es importante saber que para que un cuerpo tenga olor es necesario que sea volátil;
es decir, que emita pequeñas partículas químicas que se disuelvan en la mucosidad
de la pituitaria. La intensidad de los olores depende de la mayor o menor cantidad
de partículas volátiles emitidas. Los cuerpos provistos de olor se llaman odoríferos,
y los que no lo tienen, inodoros.

Cuando las sustancias olorosas –moléculas de olor– entran en la nariz, se disuelven


en la mucosidad nasal, activando las terminaciones nerviosas de los cilios de las
células receptoras, que generan un impulso. Este viaja a través de las fibras
nerviosas –que son alrededor de 50 millones en cada fosa nasal–, pasando por
agujeros del hueso etmoides, en el bulbo olfativo, donde se conectan con los
nervios olfatorios que transportan la información al lóbulo temporal del cerebro.

Enfermedades
El catarro es la congestión de las mucosas, lo que provoca inflamación, secreción y
la obstrucción de la nariz. Sus causas más comunes son el resfrío común, la rinitis
alérgica y los pólipos.
La rinitis alérgica se produce por una reacción hipersensible en los ojos, la nariz y
la garganta al polen o a otras partículas que lleva el aire.
Los pólipos son tumores benignos que surgen sobre mucosas irritadas por estados
catarrales frecuentes. Pueden ser numerosos y llegan a obstruir la fosa nasal, por
lo que es necesaria su extracción quirúrgica.
La sinusitis, que es una complicación de los catarros intensos o mal cuidados, es
ocasionada por la inflamación de la mucosa en el interior de los huesos de la cara.
A veces se producen derrames purulentos que producen dolor, fiebre y malestar
general.

El gusto

El gusto consiste en registrar el


sabor e identificar determinadas
sustancias solubles en la saliva por
medio de algunas de sus cualidades
químicas. Aunque constituye el más
débil de los sentidos, está unido al
olfato, que completa su función. Esto,
porque el olor de los alimentos que ingerimos asciende
por la bifurcación aerodigestiva hacia lamucosa
olfativa, y así se da el extraño fenómeno, que consiste
en que probamos los alimentos primero por la nariz.
Una demostración de esto, es lo que nos pasa cuando ¿De dónde sale la saliva?
tenemos la nariz tapada a causa de un catarro: al La saliva -que nos permite disolver
los alimentos que ingerimos- es
comer encontramos todo insípido, sin sabor. producida por las glándulas
salivales, que segregan
Este sentido, además, es un poderoso auxiliar de la diariamente entre uno a dos litros.
Tenemos tres pares de estas
digestión, ya que sabemos que las sensaciones glándulas: uno, tras la mandíbula
agradables del gusto estimulan la secreción de la superior, a la altura del oído; otro,
saliva y los jugos gástricos. bajo la lengua, y; el tercero, bajo
la mandíbula inferior.

La lengua es el órgano principal del gusto y también cumple un rol importante en la


articulación de los sonidos, la masticación, la deglución y la succión. También
tenemos sentido del gusto, aunque en menor medida, en el paladar, la garganta y
la epiglotis.

La lengua es un cuerpo carnoso de gran movilidad, ubicado al interior de la cavidad


bucal. Su superficie está cubierta por pequeñas papilas, que son de tres tipos. Las
caliciformes y las foliadas o fungiformes tienen papilas gustativas, mientras que las
filiformes son papilas táctiles y registran la temperatura. Las papilas gustativas son
las más importantes, ya que son estas las que nos permiten tener el sentido del
gusto.
A pesar de lo que nos pueda parecer, percibimos
cuatro sabores: en la parte delantera de la lengua
captamos el sabor dulce; atrás, el amargo; a los
lados, el salado y el ácido o agrio.

El resto de los sabores son sensaciones, producto de


la combinación de estos cuatro, estimuladas por los
olores emanados de los alimentos que consumimos.

Las papilas gustativas están formadas por un racimo


de células receptoras rodeadas de células de sostén o
apoyo. Además, tienen un poro externo pequeño, a
través del cual se proyectan finas prolongaciones de
células sensoriales, que son como diminutos pelillos
expuestos a la saliva que entra por los poros. Un alimento introducido a la boca y
disuelto en la saliva, interactúa con los receptores de los pelillos del gusto y genera
un impulso nervioso que es transmitido al cerebro por medio de uno de los cuatro
nervios craneales –glosofaríngeo, vago, mandibular y facial–.

¿Cómo es tu lengua?
La lengua tiene tres partes: una ósea, el esqueleto osteofibroso; otra muscular, y
la mucosa.

El esqueleto de la lengua está formado por el hueso hioides, ubicado debajo de la


lengua, hacia la parte posterior. Este está unido a los músculos por la membrana
hipoglosa y el septum lingual o septum medium, que es una lámina fibrosa
ubicada al centro de los músculos genioglosos.

Solo uno de los 17 músculos de la lengua es impar, el lingual superior. Los ocho
pares restantes son: los hioglosos, genioglosos, estiloglosos, amigdaloglosos,
palatoglosos, faringoglosos, transversos y linguales inferiores.
La mucosa de la lengua la recubre casi por completo, a excepción de su base,
donde se confunde con la mucosa de las encías.
Los receptores sensoriales

Los receptores sensoriales son células que se adaptaron a captar información externa (por ejemplo, ver
el exterior)e información interna (por ejemplo sentir acidez). Estas células deben captar el estímulo,
"codificarlo" al lenguaje de impulsos nerviosos y enviarlos al SN para que pueda ser procesado y ser útil
para el organismo.

Los receptores pueden ser, o bien neuronas modificadas (células sensoriales primarias) o bien células no
nerviosas (células sensoriales secundarias), que se comunican con neuronas. Las células sensoriales
secundarias se concentran frecuentemente en los órganos sensoriales.

Los receptores se pueden clasificar en:

Quimiorreceptores (cuando su fuente de información son las sustancias químicas -gusto; olfato-),
mecanorreceptores (cuando su fuente de datos proviene de información tipo mecánico - contacto/no
contacto; vibraciones; texturas-). Hay mecanorreceptores especializados; como los estatorreceptores,
que brindan información sobre el equilibrio, o los fonorreceptores que brindan información sobre
vibraciones sonoras. Los termorreceptores perciben el calor o el frío, y los fotorreceptores se
especializan en percibir la energía electromagnética.

Otra forma de clasificarlos es según la posición que ocupen;

Los interoceptores transmiten sensaciones como el hambre, la sed o el dolor visceral. Están ubicados
en los vasos sanguíneos y en las vísceras.

Los propioceptores reciben información del interior del cuerpo, como el oído interno, o los músculos.
Transmiten información de la posición del cuerpo con respecto al campo gravitatorio y con respecto a sí
mismo (flexión de una articulación, por ejemplo).

Los exteroceptores reciben información del exterior del organismo. Lo ponen en contacto con el medio
que lo rodea.

Quimiorrecepción

Los quimiorreceptores se agrupan en especial en la mucosa olfatoria y en las papilas gustativas de la


lengua.

Gusto

El gusto actúa por contacto de sustancias químicas solubles con la lengua. El ser humano es capaz de
percibir un abanico amplio de sabores como respuesta a la combinación de varios estímulos, entre ellos
textura, temperatura, olor y gusto.

La superficie de la lengua se halla recubierta por la mucosa lingual, en la que se encuentran pequeñas
elevaciones cónicas llamadas papilas. Las principales son las papilas caliciformes y fungiformes, que
mediante unos órganos microscópicos denominados botones perciben los sabores; y las papilas filiformes
y coroliformes, que son sensibles al tacto y a las temperaturas. Los botones constan de células de sostén
y células gustativas, que poseen cilios o pelos comunicados al exterior a través de un poro y conectados
con numerosas células nerviosas que transmiten la sensación del gusto al bulbo raquídeo. Considerado
de forma aislada, el sentido del gusto sólo percibe cuatro sabores básicos: dulce, salado, ácido y amargo;
cada uno de ellos es detectado por un tipo especial de papilas gustativas.

Las casi 10.000 papilas gustativas que tiene el ser humano están distribuidas de forma desigual en la
cara superior de la lengua, donde forman manchas sensibles a clases determinadas de compuestos
químicos que inducen las sensaciones del gusto. Por lo general, las papilas sensibles a los sabores dulce
y salado se concentran en la punta de la lengua, las sensibles al agrio ocupan los lados y las sensibles al
amargo están en la parte posterior.

Los compuestos químicos de los alimentos se disuelven en la humedad de la boca y penetran en las
papilas gustativas a través de los poros de la superficie de la lengua, donde entran en contacto con
células sensoriales. Cuando un receptor es estimulado por una de las sustancias disueltas, envía
impulsos nerviosos al cerebro. La frecuencia con que se repiten los impulsos indica la intensidad del
sabor; es probable que el tipo de sabor quede registrado por el tipo de células que hayan respondido al
estímulo.

Luego de una exposición prolongada a determinado sabor, las papilas gustativas se saturan, y dejan de
mandar información, por lo cual, al cabo de un tiempo determinado se deja de percibir el sabor.

Olfato

Con el olfato se perciben las sustancias químicas volátiles transportadas por el aire.

La nariz, equipada con nervios olfativos, es el principal órgano del olfato. Los nervios olfativos son
también importantes para diferenciar el gusto de las sustancias que se encuentran dentro de la boca. Es
decir, muchas sensaciones que se perciben como sensaciones gustativas, tienen su origen, en realidad,
en el sentido del olfato. Por otro lado, la percepción de olores está muy relacionada con la memoria;
determinado aroma es capaz de evocar situaciones de la infancia, lugares visitados o personas queridas.

Ciertas investigaciones indican la existencia de siete olores primarios: alcanfor, almizcle, flores,
menta, acre y podrido. Estos olores primarios corresponden a siete tipos de receptores existentes en
las células de la mucosa olfatoria. Las investigaciones sobre el olfato señalan que las sustancias con
olores similares tienen moléculas del mismo tipo. Estudios recientes indican que la forma de las
moléculas que originan los olores determina la naturaleza del olor de esas moléculas o sustancias. Se
piensa que estas moléculas se combinan con células específicas de la nariz, o con compuestos químicos
que están dentro de esas células.

Las sustancias químicas entran por las fosas nasales, cuyos techos están tapizados por la pituitaria, que
además de calentar el aire que se dirige a los bronquios, tiene una región de 1 cm2 de color amarillo.
Esta región es tiene células epiteliales de sostén y, entre ellas, los quimiorreceptores, que son también
llamados células de Schultze. Las células de Schultze son neuronas bipolares cuyas dendritas terminan
en forma de cilias que se orientan hacia la cavidad nasal. Los axones atraviesan la lámina cribosa del
etnoide, para llegar a los bulbos olfatorios (derecho e izquierdo).

Mecanorreceptores

Hay mecanorreceptores especializados que nos permiten mantener el equilibrio y poder oír. Ambos tipos
están ubicados en el oído.

Oído

El oído se divide en tres partes;

• Oído externo

Comprende el pabellón auricular o auditivo - la "oreja"- (lóbulo externo del oído) y el conducto auditivo
externo, que mide tres centímetros de longitud. El conducto auditivo medio posee pelos y glándulas
secretoras de cera.

Su función es canalizar y dirigir las ondas sonoras hacia el oído medio.

• Oído medio

Es un conducto estrecho, o fisura, que se extiende unos quince milímetros en un recorrido vertical y otros
quince en recorrido horizontal

Es hueco, lleno de aire, limitando de un lado por el tímpano y del otro por la ventana oval y la ventana
redonda, que lo comunican con el oído interno. Está en comunicación directa con la nariz y la garganta a
través de la trompa de Eustaquio, que permite la entrada y la salida de aire del oído medio para
equilibrar las diferencias de presión entre éste y el exterior.
Hay una cadena formada por cuatro huesos pequeños y móviles (huesecillos) que atraviesa el oído
medio. Estos cuatro huesos reciben los nombres de martillo, yunque, lenticular y estribo. Los cuatro
conectan acústicamente el tímpano con el oído interno, transmitiendo las vibraciones del tímpano
amplificadas a la fenestra ovalis.

• Oído interno

El oído interno o laberinto se encuentra en el interior del hueso temporal que contiene los órganos
auditivos y del equilibrio, que están inervados por los filamentos del nervio auditivo. Está lleno de líquido
y tiene tres cavidades: el vestíbulo, dividido en dos partes, utrículo y sáculo; los tres canales
semicirculares, órgano del sentido del equilibrio, (están llenos de endolinfa); y el caracol o cóclea,
largo tubo arrollado en espiral donde se encuentran las células receptoras de los sonidos, provistas de
cilios, cada una de las cuales está adaptada para la recepción de sonidos de un tono determinado.

Las fibras nerviosas que salen del caracol y de los canales semicirculares se reúnen para formar el nervio
acústico, que sale del sáculo por un tubo que atraviesa el hueso temporal hasta la cavidad craneana.

Cómo se oye

Las ondas sonoras, en realidad cambios en la presión del aire, son transmitidas a través del canal
auditivo externo hacia el tímpano, en el cual se produce una vibración. Estas vibraciones se comunican al
oído medio mediante la cadena de huesecillos (martillo, yunque y estribo) y, a través de la ventana oval,
hasta el líquido del oído interno. El movimiento de la endolinfa que se produce al vibrar la cóclea,
estimula el movimiento de un grupo de proyecciones finas, similares a cabellos, denominadas células
pilosas. El conjunto de células pilosas constituye el órgano de Corti. Las células pilosas transmiten
señales directamente al nervio auditivo, el cual lleva la información al cerebro. El patrón de respuesta de
las células pilosas a las vibraciones de la cóclea codifica la información sobre el sonido para que pueda
ser interpretada por los centros auditivos del cerebro.

El rango de audición, igual que el de visión, varía de unas personas a otras. El rango máximo de audición
en el hombre incluye frecuencias de sonido desde 16 hasta 28.000 ciclos por segundo. El menor cambio
de tono que puede ser captado por el oído varía en función del tono y del volumen. Los oídos humanos
más sensibles son capaces de detectar cambios en la frecuencia de vibración (tono) que correspondan al
0,03% de la frecuencia original, en el rango comprendido entre 500 y 8.000 vibraciones por segundo. El
oído es menos sensible a los cambios de frecuencia si se trata de sonidos de frecuencia o de intensidad
bajas.

La sensibilidad del oído a la intensidad del sonido (volumen) también varía con la frecuencia. La
sensibilidad a los cambios de volumen es mayor entre los 1.000 y los 3.000 ciclos, de manera que se
pueden detectar cambios de un decibelio. Esta sensibilidad es menor cuando se reducen los niveles de
intensidad de sonido.

Las diferencias en la sensibilidad del oído a los sonidos fuertes causan varios fenómenos importantes.
Los tonos muy altos producen tonos diferentes en el oído, que no están presentes en el tono original. Es
probable que estos tonos subjetivos estén producidos por imperfecciones en la función natural del oído
medio. Las discordancias de la tonalidad que producen los incrementos grandes de la intensidad de
sonido, es consecuencia de los tonos subjetivos que se producen en el oído. Esto ocurre, por ejemplo,
cuando el control del volumen de un aparato de radio está ajustado. La intensidad de un tono puro
también afecta a su entonación. Los tonos altos pueden incrementar hasta una nota de la escala
musical; los tonos bajos tienden a hacerse cada vez más bajos a medida que aumenta la intensidad del
sonido. Este efecto sólo se percibe en tonos puros. Puesto que la mayoría de los tonos musicales son
complejos, por lo general, la audición no se ve afectada por este fenómeno de un modo apreciable.
Cuando se enmascaran sonidos, la producción de armonías de tonos más bajos en el oído puede
amortiguar la percepción de los tonos más altos. El enmascaramiento es lo que hace necesario elevar la
propia voz para poder ser oído en lugares ruidosos.

Equilibrio

Los canales semicirculares y el vestíbulo están relacionados con el sentido del equilibrio. En estos
canales hay pelos similares a los del órgano de Corti, y detectan los cambios de posición de la cabeza.

Los tres canales semicirculares se extienden desde el vestíbulo formando ángulos más o menos rectos
entre sí, lo cual permite que los órganos sensoriales registren los movimientos que la cabeza realiza en
cada uno de los tres planos del espacio: arriba y abajo, hacia adelante y hacia atrás, y hacia la izquierda
o hacia la derecha. Sobre las células pilosas del vestíbulo se encuentran unos cristales de carbonato de
calcio, conocidos en lenguaje técnico como otolitos y en lenguaje coloquial como arenilla del oído.
Cuando la cabeza está inclinada, los otolitos cambian de posición y los pelos que se encuentran debajo
responden al cambio de presión. Los ojos y ciertas células sensoriales de la piel y de tejidos internos,
también ayudan a mantener el equilibrio; pero cuando el laberinto del oído está dañado, o destruido, se
producen problemas de equilibrio. Es posible que quien padezca una enfermedad o un problema en el
oído interno no pueda mantenerse de pie con los ojos cerrados sin tambalearse o sin caerse.

Termorrecepción (y mecanorrecepción otra vez)

El Tacto

El tacto, en realidad, puede recibir dos tipos de datos; temperatura y presión, porque tiene
termorreceptores y mecanorreceptores.

A través del tacto, el cuerpo percibe el contacto con las distintas sustancias, objetos, etcétera. Los
receptores se estimulan ante una deformación mecánica de la piel y transportan las sensaciones hacia el
cerebro a través de fibras nerviosas. Los receptores se encuentran en la epidermis, que es la capa más
externa de la piel, y están distribuidos por todo el cuerpo de forma variable, por lo que aparecen zonas
con distintos grados de sensibilidad táctil en función del números de receptores que contengan.

Existe una forma compleja de receptor del tacto en la cual los terminales forman nódulos diminutos o
bulbos terminales; a este tipo de receptores pertenecen los corpúsculos de Pacini, sensibles a la presión,
que se encuentran en las partes sensibles de las yemas de los dedos. El tacto es el menos especializado
de los cinco sentidos, pero a base de usarlo se puede aumentar su agudeza; como los ciegos, para leer
las letras del sistema Braille.

El sistema en el que se basa el tacto es que cualquier deformación de la piel comprime corpúsculos, que
envía el impulso al SN.

Fotorrecepción

La vista

El ojo es el órgano de la visión en los seres humanos y en los animales. Los ojos de las diferentes
especies varían desde las estructuras más simples, capaces de diferenciar sólo entre la luz y la
oscuridad, hasta los órganos complejos que presentan los seres humanos y otros mamíferos, que pueden
distinguir variaciones muy pequeñas de forma, color, luminosidad y distancia. En realidad, el órgano que
efectúa el proceso de la visión es el cerebro; la función del ojo es traducir las vibraciones
electromagnéticas de la luz en un determinado tipo de impulsos nerviosos que se transmiten al cerebro.

El ojo humano

El ojo en su conjunto, llamado globo ocular, es una estructura esférica de aproximadamente 2,5 cm de
diámetro con un marcado abombamiento sobre su superficie delantera. La parte exterior, o la cubierta,
se compone de tres capas de tejido: la capa más externa o esclerótica tiene una función protectora y se
prolonga en la parte anterior con la córnea transparente; la capa media o úvea tiene a su vez tres partes
diferenciadas: la coroides - muy vascularizada - continúa con el cuerpo ciliar, formado por los procesos
ciliares, y a continuación el iris, que se extiende por la parte frontal del ojo. La capa más interna es la
retina, sensible a la luz.

La córnea es una membrana resistente, compuesta por cinco capas, a través de la cual la luz penetra en
el interior del ojo. Por detrás, hay una cámara llena de un fluido claro y húmedo (el humor acuoso) que
separa la córnea de la lente del cristalino. En sí misma, la lente es una esfera aplanada constituida por
un gran número de fibras transparentes dispuestas en capas. Está conectada con el músculo ciliar, que
tiene forma de anillo y la rodea mediante unos ligamentos. El músculo ciliar y los tejidos circundantes
forman el cuerpo ciliar y esta estructura aplana o redondea la lente, cambiando su longitud focal.
El iris es una estructura pigmentada suspendida entre la córnea y el cristalino y tiene una abertura
circular en el centro, la pupila. El tamaño de la pupila depende de un músculo que rodea sus bordes,
aumentando o disminuyendo cuando se contrae o se relaja, controlando la cantidad de luz que entra en
el ojo.

Por detrás de la lente, el cuerpo principal del ojo está lleno de una sustancia transparente y gelatinosa
(el humor vítreo) encerrado en un saco delgado que recibe el nombre de membrana hialoidea. La presión
del humor vítreo mantiene distendido el globo ocular.

La retina es una capa compleja compuesta sobre todo por células nerviosas. Las células receptoras
sensibles a la luz se encuentran en su superficie exterior detrás de una capa de tejido pigmentado. Estas
células tienen la forma de conos y bastones y están ordenadas como los fósforos de una caja. Situada
detrás de la pupila, la retina tiene una pequeña mancha de color amarillo, llamada mácula lútea; en su
centro se encuentra la fóvea central, la zona del ojo con mayor agudeza visual. La capa sensorial de la
fóvea se compone sólo de células con forma de conos, mientras que en torno a ella también se
encuentran células con forma de bastones. Según nos alejamos del área sensible, las células con forma
de cono se vuelven más escasas y en los bordes exteriores de la retina sólo existen las células con forma
de bastones.

El nervio óptico entra en el globo ocular por debajo y algo inclinado hacia el lado interno de la fóvea
central, originando en la retina una pequeña mancha redondeada llamada disco óptico. Esta estructura
forma el punto ciego del ojo, ya que carece de células sensibles a la luz.

Funcionamiento del ojo

En general, los ojos de los animales funcionan como unas cámaras fotográficas sencillas. La lente del
cristalino forma en la retina una imagen invertida de los objetos que enfoca y la retina se corresponde
con la película sensible a la luz.

Como ya se ha dicho, el enfoque del ojo se lleva a cabo debido a que la lente del cristalino se aplana o
redondea; este proceso se llama acomodación. En un ojo normal no es necesaria la acomodación para
ver los objetos distantes, pues se enfocan en la retina cuando la lente está aplanada gracias al ligamento
suspensorio. Para ver los objetos más cercanos, el músculo ciliar se contrae y por relajación del
ligamento suspensorio, la lente se redondea de forma progresiva. Un niño puede ver con claridad a una
distancia tan corta como 6,3 cm. Al aumentar la edad del individuo, las lentes se van endureciendo poco
a poco y la visión cercana disminuye hasta unos límites de unos 15 cm a los 30 años y 40 cm a los 50
años. En los últimos años de vida, la mayoría de los seres humanos pierden la capacidad de acomodar
sus ojos a las distancias cortas. Esta condición, llamada presbiopía, se puede corregir utilizando unas
lentes convexas especiales.

Las diferencias de tamaño relativo de las estructuras del ojo originan los defectos de la hipermetropía o
presbicia y la miopía o cortedad de vista.

Debido a la estructura nerviosa de la retina, los ojos ven con una claridad mayor sólo en la región de la
fóvea. Las células con forma de conos están conectadas de forma individual con otras fibras nerviosas,
de modo que los estímulos que llegan a cada una de ellas se reproducen y permiten distinguir los
pequeños detalles. Por otro lado, las células con forma de bastones se conectan en grupo y responden a
los estímulos que alcanzan un área general (es decir, los estímulos luminosos), pero no tienen capacidad
para separar los pequeños detalles de la imagen visual. La diferente localización y estructura de estas
células conducen a la división del campo visual del ojo en una pequeña región central de gran agudeza y
en las zonas que la rodean, de menor agudeza y con una gran sensibilidad a la luz. Así, durante la noche,
los objetos confusos se pueden ver por la parte periférica de la retina cuando son invisibles para la fóvea
central.

El mecanismo de la visión nocturna implica la sensibilización de las células en forma de bastones gracias
a un pigmento, la púrpura visual o rodopsina, sintetizado en su interior. Para la producción de este
pigmento es necesaria la vitamina A y su deficiencia conduce a la ceguera nocturna. La rodopsina se
blanquea por la acción de la luz y los bastones deben reconstituirla en la oscuridad, de ahí que una
persona que entra en una habitación oscura procedente del exterior con luz del sol, no puede ver hasta
que el pigmento no empieza a formarse; cuando los ojos son sensibles a unos niveles bajos de
iluminación, quiere decir que se han adaptado a la oscuridad.

En la capa externa de la retina está presente un pigmento marrón o pardusco que sirve para proteger las
células con forma de conos de la sobreexposición a la luz. Cuando la luz intensa alcanza la retina, los
gránulos de este pigmento emigran a los espacios que circundan a estas células, revistiéndolas y
ocultándolas. De este modo, los ojos se adaptan a la luz.

Nadie es consciente de las diferentes zonas en las que se divide su campo visual. Esto es debido a que
los ojos están en constante movimiento y la retina se excita en una u otra parte, según la atención se
desvía de un objeto a otro. Los movimientos del globo ocular hacia la derecha, izquierda, arriba, abajo y
a los lados se llevan a cabo por los seis músculos oculares y son muy precisos. Se ha estimado que los
ojos pueden moverse para enfocar en, al menos, cien mil puntos distintos del campo visual. Los
músculos de los dos ojos funcionan de forma simultánea, por lo que también desempeñan la importante
función de converger su enfoque en un punto para que las imágenes de ambos coincidan; cuando esta
convergencia no existe o es defectuosa se produce la doble visión. El movimiento ocular y la fusión de
las imágenes también contribuyen en la estimación visual del tamaño y la distancia.

Estructuras protectoras

Diversas estructuras, que no forman parte del globo ocular, contribuyen en su protección. Las más
importantes son los párpados superior e inferior. Estos son pliegues de piel y tejido glandular que pueden
cerrarse gracias a unos músculos y forman sobre el ojo una cubierta protectora contra un exceso de luz o
una lesión mecánica. Las pestañas, pelos cortos que crecen en los bordes de los párpados, actúan como
una pantalla para mantener las partículas y los insectos fuera de los ojos cuando están abiertos. Detrás
de los párpados y adosada al globo ocular se encuentra la conjuntiva, una membrana protectora fina que
se pliega para cubrir la zona de la esclerótica visible. Cada ojo cuenta también con una glándula o
carúncula lagrimal, situada en su esquina exterior. Estas glándulas segregan un líquido salino que lubrica
la parte delantera del ojo cuando los párpados están cerrados y limpia su superficie de las pequeñas
partículas de polvo o cualquier otro cuerpo extraño. En general, el parpadeo en el ojo humano es un acto
reflejo que se produce más o menos cada seis segundos; pero si el polvo alcanza su superficie y no se
elimina por lavado, los párpados se cierran con más frecuencia y se produce mayor cantidad de
lágrimas. En los bordes de los párpados se encuentran las glándulas de Meibomio que tienen un tamaño
pequeño y producen una secreción sebácea que lubrifica los párpados y las pestañas. Las cejas,
localizadas sobre los ojos, también tienen una función protectora, absorben o desvían el sudor o la lluvia
y evitan que la humedad se introduzca en ellos. Las cuencas hundidas en el cráneo en las que se
asientan los ojos se llaman órbitas oculares; sus bordes óseos, junto al hueso frontal y a los pómulos,
protegen al globo ocular contra las lesiones traumáticas producidas por golpes o choques.

Clasificación de los receptores


Para que entendamos la capacidad completa de percepción y respuesta que
posee todo organismo vivo, nos centraremos en el cuerpo humano y veremos
la localización de tales receptores que han de transmitir los impulsos nerviosos,
con la correspondiente información para el sistema nervioso central.

A) Exteroceptores:
Localizados en la piel y órganos proyectados al exterior (oído, ojo, nariz, boca).
Tienen como finalidad informarnos de la situación instantánea en el medio
externo.

B) Propioceptores
Se encuentran en los músculos somáticos, en los tendones y en las
articulaciones.
Por medio de ellos recibimos los mensajes de los cambios de posición, estados
de tensión, relajación y normalidad o anormalidad funcional.

C) Visceroceptores
Están estratégicamente situados en el medio interno del organismo.
Indican las variaciones que se producen en el interior del organismo en general
y en el estado o actividad de las vísceras en particular.
Sentidos especiales
Las terminaciones nerviosas periféricas tienen dos tipos estructurales: 1) terminaciones
de los axones, que transmiten impulsos desde el sistema nervioso central (SNC) hacia
los músculos esqueléticos y lisos (terminaciones motoras) o hacia las glándulas
(terminaciones secretoras), y 2) terminaciones de las dendritas, denominadas
terminaciones sensitivas o receptoras, que perciben los diversos estímulos y los
transmiten hacia el sistema nervioso central. Estos receptores sensitivos se clasifican en
tres tipos según el origen del estímulo, exteroceptores, propioceptores, e interoceptores,
y son componentes de las vías aferentes somáticas viscerales generales especiales.

Los exteroceptores, que están localizados cerca de la superficie corporal, están


especializados para percibir los estímulos provenientes del ambiente externo. Los
receptores sensibles a temperatura, tacto, presión y dolor son componentes de las vías
aferentes somáticas generales; se describen en la primera parte de este capítulo. Hay
otros exteroceptores especializados en percibir la luz (sentido de la visión) Y el sonido
(sentido de la audición); más adelante en este capítulo se habla de estos receptores, que
son componentes de las vías somáticas aferentes especiales. Los estímulos del olfato y
el gusto se perciben en terminaciones nerviosas únicas situadas en las vísceras de los
sistemas respiratorios y digestivo, respectivamente; estos exteroceptores se clasifican
como la modalidad aferente visceral especial. Los receptores para el olfato (sentido del
olfato) se describieron en el cap15, y los receptores del gusto en el cap16.

Los propioceptores son receptores especializados localizados en las cápsulas de unión,


los tendones y de las fibras intrafusales dentro de los músculos (cap8). Estos receptores
aferentes somáticos generales trasmiten la información sensitiva hacia el SNC, que en
este sitio se traduce en información que se relaciona con la percepción del cuerpo en el
espacio y en movimiento. Ciertos receptores del mecanismo vestibular (equilibrio)
localizados dentro del oído interno se especializan en recibir los estímulos asociados
con los vectores del movimiento dentro de la cabeza: esta información se trasmite hacia
el cerebro para su procesamiento en percepción de los movimientos y correcciones del
equilibrio. Se hablará de los mecanismos vestibulares más adelante, en este mismo
capítulo.

Los interceptores son receptores especializados que perciben la información sensitiva


desde el interior de los órganos del cuerpo; por tanto, la modalidad encargada de esta
función es aferente visceral general.

Receptores periféricos especializados (22-1e)

Las terminaciones dendríticas de ciertos receptores sensitivos localizados en diversas


regiones del cuerpo, como músculo, tendones, piel, fascia y cápsulas articulares, se
especializan en recibir estímulos particulares. Estas adaptaciones ayudan a la dendrita a
reaccionar a un estímulo particular. Estos receptores se clasifican en tres clases:
mecanorreceptores que reaccionan al tacto (fig. 22-1e), termorreceptores que
reaccionan al frío y al calor, y nociceptores que reaccionan al dolor causado por tensión
mecánica, extremos de diferencia en la temperatura y sustancias químicas. Aunque en
general, sólo un estímulo particular desencadena la actividad de estos receptores
especializados, cualquier estímulo de intensidad suficiente desencadenará la acción de
cualquier receptor.

Mecanorreceptores

Los mecanorreceptores reaccionan a los estímulos mecánicos que pueden deformar al


receptor o a los tejidos que lo rodean. Los estímulos que desencadenan la acción de
mecanorreceptores son tacto, estiramiento, vibraciones y presión.

Mecanorreceptores no encapsulados

Las terminaciones nerviosas peritriciales, (22-1eD) que constituyen la forma más


simples de mecanorreceptores, son amielínicos, carecen de células de Schwann y no
están cubiertos por una cápsula de tejido conectivo.

Estas terminaciones nerviosas se encuentran localizadas en la epidermis y en la córnea,


sitios en los que reaccionan a los estímulos asociados con el tacto y la presión (fig. 22-
1eD). Hay otras terminaciones nerviosas peritriciales envueltas alrededor de la base y el
tallo de los folículos pilosos. Funcionan en la percepción del tacto asociada con la
deformación del pelo. Las terminaciones nerviosas peritriciales son sensitivas. Unas
cuantas terminaciones nerviosas desnudas funcionan como nociceptores o como
termoreceptores.

Los discos de Merkel son mecanorreceptores ligeramente más complejos (fig. 22-1eA).
Especializados en la percepción del tacto discriminatorio, estos receptores están
compuestos por una terminación nerviosa amielínica ampliada relacionada con las
células de Merkel que son células epiteliales cutáneas especializadas (fig 14-1e).

Estos receptores se encuentran localizados principalmente en la piel lampiña y en las


regiones del cuerpo más sensibles al tacto.

Receptores internos y externos

Los receptores que captan los estímulos provenientes del exterior se denominan exteroceptores o
receptores externos, mientras que los que captan los provenientes del propio cuerpo se llaman
interoceptores o receptores internos. Los exteroceptores son los que nos permiten tener nuestros
cinco sentidos.

Las cualidades o características de los receptores son tres:

Especificidad: cada receptor solo responde, o lo hace con más facilidad, a un tipo de estímulo en
particular. Así, los del ojo reaccionan ante la luz, los del oído a las ondas sonoras.

Excitabilidad: esta característica se pone en marcha apenas el estímulo pasa el llamado "umbral de
excitación", que es el nivel mínimo de estimulación necesario para desatar las reacciones químicas
que movilizan el impulso hacia el cerebro, que genera la respuesta o sensación.
Adaptación: ya dijimos que los receptores se ponen en acción apenas reciben hasta el más leve
estímulo. Sin embargo, en la medida en que este se mantiene constante, la excitabilidad va
desapareciendo y se produce un acostumbramiento, una adaptación. Por ejemplo, un olor
penetrante nos deja de molestar después de un rato, ya que nos acostumbramos hasta
prácticamente dejar de percibirlo

Vous aimerez peut-être aussi