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Introducción
El Señor Jesucristo fue conocido aun por sus detractores como un hombre que
era un amante de la verdad y que enseñaba verazmente el camino de Dios. En
él no había engaño, ni hipocresía, sino un amor profundo por la verdad que él
enseñaba. Para él el sincretismo religioso era imposible, pues no podía haber
comunión de la luz con las tinieblas. Las doctrinas y filosofías de hombres
En Juan 17:17 Jesús dijo que la verdad era la Palabra de Dios: “Santifícalos en tu
verdad; tu palabra es verdad”. Entonces vemos que Jesús amaba la Palabra de Su
Padre, pues era (…y es) la única verdad. En Juan 8:32 Jesús dice: “y conoceréis la
verdad, y la verdad os hará libres”. Ella nos hace Libres de la esclavitud del
pecado, de la ignorancia, y de la condenación y de la muerte eterna si proviene
de la fuente correcta que es Dios. También Jesús dijo: “Yo soy el camino, la verdad
y la vida, nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6). Claramente Jesús es
excluyente. Sólo él es el camino, sólo él es la verdad, y sólo él es la vida. Sus
palabras son palabras de vida eterna (Juan 6:68). Por eso tenemos que analizar o
discernir si las enseñanzas recibidas son palabras de Cristo y de sus apóstoles, o
palabras meramente de hombres profanos. El Apóstol Pablo nos aconseja que
nos “examinemos a nosotros mismos si estamos en la fe; probaos a vosotros mismos”
para no terminar reprobados (2 Cor. 13:5,6).
En Efesios 4:15 el apóstol Pablo dice: “Para que ya no seamos niños fluctuantes,
llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que
para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la
verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo”. Acá
Pablo amonesta a los creyentes de Éfeso a que no se dejen mover o inquietar
con doctrinas diversas por la estratagema de hombres que para engañar,
emplean con astucia las artimañas del error. En buena cuenta, para no desviarse
de la verdad por la mentira, uno debe amar la verdad de todo corazón. Si no
hay un amor profundo por la verdad revelada, uno puede ser víctima de la
apostasía fácilmente. Pero para amar la verdad uno tiene que estar seguro de
que es verdaderamente la Palabra de Dios, es decir, que es la prístina y
fidedigna revelación de Dios que surge de la Biblia. Sin un convencimiento
sólido y profundo de la verdad es imposible permanecer incólumes y firmes.
Dice Pedro así: “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis
bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el
día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones” (2 Pedro
1:19). Así que es la Palabra de Dios la que es segura y por tanto se nos manda a
estar bien atentos a ella para que nos alumbre cuando se nos presenten las
tinieblas espirituales.
“También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos
peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos,
soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural,
implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo
bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de
Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita.
Es importante entender que Pablo dice que en los días finales los hombres
tendrán sólo apariencia de piedad o de santidad, pero que en realidad serán
hombres ególatras, egoístas, impíos, amadores de deleites más que de Dios,
opositores a la verdad, hombres que son de entendimiento corrupto, réprobos
de la fe. Nótese que aquellos que se oponen a la Palabra de Dios son aquellos
que tienen el entendimiento corrupto, aquellos que se han dejado influenciar
por las fábulas y mentiras de este mundo malo. Parecerán religiosos, pero
mentirán por su conducta depravada.