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El hechizo del tango tampoco le es ajeno a la Red. Hoy en día el internauta puede
encontrar unas diez comunidades virtuales de "tangueros" (sin contar las páginas
habilitadas por la mayoría de revistas especializadas), que, si bien carecen en su
mayoría de sedes fijas en nuestra geografía tangible, organizan tantos o más
acontecimientos que las instituciones más conocidas y academicistas (como la
Universidad del Tango de Buenos Aires o la Academia Nacional de Tango de la
República Argentina), ya sean festivales, exposiciones, publicaciones o encuentros
internacionales entre sus miembros. Es el caso de Planet Tango, Il Quartiere del
Tango, The Argentina Virtual Tango Page, Tangueros.com… no en vano se escogió
Gardel para un www server de la red argentina.
Sin duda podemos usar el poder de atracción que ejerce el tango para confeccionar
actividades de lengua y cultura en la clase de ELE en torno a este género. Nuestro
deseo es que la información que aquí proporcionamos sea útil al profesor que quiera
introducir a sus estudiantes de español en esa parte de la cultura hispana que es el
mundo del tango.
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Lo primero que acude a nuestra mente al pensar en el tango es una estilizada imagen
de gran carga sexual: un par de bailarines en un amplio salón de baile vestidos con
trajes de noche de la década de 1940, impasibles sus semblantes -aunque con
apariencia de ser conscientes de algo trágico-, mirando cada uno fijamente al
compañero o bien unidos ambos rostros por la mejilla. Son numerosas las acrobacias
que forman parte de sus coreografías, plagadas de "cortes", "entreveros" de piernas,
movimientos de cintura, torso y cabeza… Sin embargo, en su origen el tango bailado
distaba bastante de la danza esencialmente moderna que ahora denominamos de
igual manera, por mucho que el tiempo haya respetado el erotismo y la sensualidad
que aún hoy apreciamos en ella. En efecto, con su aclamada entrada en los teatros el
tango moderno hubo de transformarse en pro de la espectacularidad que su nuevo
público demandaba. Los pasos originales que conservó se hicieron más aparatosos, e
incluso hubo de inventar nuevas piruetas que hicieran la danza más visible desde las
butacas y las galerías de los grandes y glamurosos locales donde se empezaba a
bailar. Así, los bailarines primitivos únicamente movían piernas y pies,
mayoritariamente hacia delante y sin levantarlos mucho, en un continuo y voluptuoso
enredo y desenredo con los de su acompañante, mientras mantenían rígida la mitad
superior de sus cuerpos.
El ámbito en que se consolidó el género también había cambiado. Desde sus primeros
años de existencia urbana (la última década del XIX y las dos primeras del XX), el
baile del tango y la habilidad de sus bailarines se apreciaba de cerca, en pequeños
locales marginales de los arrabales de la periferia de Buenos Aires: tabernas,
prostíbulos, cafés, varietés y "academias". En estos últimos locales, donde sólo
estaba permitido el acceso a los hombres, trabajaban las "milonguitas", muchachas de
alterne que servían bebidas y sacaban a los clientes a bailar los primitivos tangos. Aún
hoy se llama "milonga" en la Argentina a las fiestas desenfadadas y alegres a las que
acude mucha gente.
Muchos son los pueblos que imprimieron su carácter en el tono y las letras de los
primeros tangos clásicos. En primer lugar, encontramos a los gauchos autóctonos,
campesinos y buenos jinetes hábiles en el cuidado del ganado, que en los siglos XVIII
y XIX habitaban en las llanuras del Río de la Plata. A finales del siglo XIX se produce
una crisis económica que, junto con la implantación del ferrocarril y la nueva
legislación rural, les obliga a dejar su tierra y emigrar a las ciudades, despedidos por
los grandes aristócratas ganaderos que siempre les habían asalariado. Al desarraigo
de estos gauchos se fue sumando gradualmente el de la inmensa comunidad de
inmigrantes provenientes del sur de Italia (los populares "tanos"). Fue tan grande la
afluencia de estas gentes que hoy resulta difícil encontrar un argentino cuyo apellido
no sea italiano. Incluso el acento argentino, sobre todo en las zonas más urbanas,
recuerda muchas veces a la entonación rítmica de la lengua de Petrarca. Se les
sumaron inmigrantes turcos, eslavos, "gallegos" (puesto que la mayoría de los
emigrantes españoles a Argentina eran originarios de Galicia, a los españoles aún se
les llama así allí, la mayoría de las veces un tanto despectivamente), nórdicos, judíos
de casi todos los países de Europa, y, por último, los escasos representantes de los
primeros pobladores de aquella tierra de plata: los indios. Ante las necesidades que la
lucha por la supervivencia les planteaba estos exiliados, forjaron una nueva identidad,
que imitaba al gaucho en sus costumbres ancestrales y en su actitud arrogante. En
efecto, la yuxtaposición de éstas a todos sus bagajes anteriores creó la figura
tanguera por excelencia, tan crucial en la historia de Buenos Aires como en la de la
danza maldita: el compadrito.
Al igual que su predecesor gaucho, el nuevo personaje urbano del compadrito era
orgulloso, temerario, independiente y acostumbrado a usar el "facón" en cualquier
situación que albergara para él alguna contrariedad. Sentía pasión por las carreras de
caballos y solía gastarse verdaderas fortunas apostando por sus favoritos. Incurría en
el adulterio y el crimen con la misma facilidad con que mentía o se emborrachaba, y
siempre estaba preparado para responder con el cuchillo a cualquier amenaza a su
honra, como en el caso del tango El Ciruja (1926), con letra de Alfredo Marino, en el
cual el compadrito tiene noticia de que es engañado y actúa en consecuencia,
informándonos previamente de la vida que ha llevado antes de cometer su crimen:
(…)
Recordaba aquellas horas de garufa (juerga)
cuando minga (nada) del laburo (trabajo) se pasaba,
meta punguia (con pequeños hurtos), el codillo escolaseaba (hacía cola para apostar en las
carreras)
y en los burros (caballos) se ligaba (conseguía) un metejón (enamoramiento apasionado);
cuando no era tan junado (vigilado) por los tiras (policías)
la lanceaba (robaba) sin temer el manyamiento (observación detenida),
una mina (hembra) le solfeaba (robaba) todo el vento (dinero)
y jugó con su pasión.
Los tangos cantados, que empiezan a cobrar fuerza ya bien entrado el siglo XX -sobre
todo a raíz de la grabación por parte de Carlos Gardel, entonces cantor de folklore
campero, del tango Mi Noche Triste (1917)- no dejan de ofrecer testimonios de las
vidas al límite de estos pintorescos personajes, héroes románticos en pugna con el
progreso, la nueva moral establecida y las imposiciones del sistema laboral urbano.
En El Ciruja hemos podido observar cómo el amor y lo económico van estrechamente
unidos: la pérdida de cada uno de los amantes acarrea dificultades económicas para
el otro; significativamente, él conoce a la causante de su derrota en el recinto donde
se juega sus ahorros regularmente. Afirman los estudiosos que esto está relacionado
con las singulares relaciones sentimentales hombre/mujer de la época y los barrios de
los compadres, que en ocasiones rozaban lo profesional. No era poco corriente que la
miseria llevara a las mujeres a prostituirse, y en muchos casos eran los mismos
maridos o novios los que hacían de intermediarios entre sus parejas y los clientes. A
ello se le añadía la gran vocación de alcahuete que ya de por sí tuvo siempre el
compadrito de leyenda, cuyo sueño dorado siempre fue encontrar a una mujer que le
eximiera de trabajar de por vida (véase la letra del tango "Todavía hay otarios" (1928):
"hoy la muchacha que peina de ungüento / también por el aro de formar (pagar) entró./
Pasen adelante / que hay muchos otarios (clientes)/ alcanza pa’ todas / no hay que
arrebatar. / Pasen las mujeres de vida galante / que aquí es el mercado mejor pa’
sacar").
De todas formas, tuviera "cargas" familiares o no, el compadre siempre era rey del
tango y la soberbia en algún prostíbulo de su suburbio, hasta el punto incluso de
elegirlo como "oficina" cuando se convertía en "cafishio", el inevitable proxeneta que
aparece en muchos de los tangos cantados entre 1890 y 1940, embaucador de
honradas muchachas y "milonguitas" de buena fe. Sin embargo, la nueva moralidad
"maleva" (típica de los arrabales) ve con mejores ojos su modo de vida que el de
muchas de sus víctimas. Así, son numerosos los tangos que critican la vida licenciosa
y superficial de la muchacha que sucumbió a los requerimientos de su "cafishio" o su
"bacán" (hombre con dinero que la mantiene). Además, la movilidad social de que
podía disfrutar la mujer de esta manera era objeto de las más violentas reprimendas, y
se entendía asimismo como una traición a los propios orígenes, como en el clásico
"Margot" (letra de C. E. Flores), escrito en 1917:
Desde lejos se te embroca (se adivina),
yo no sé si es la mirada,
la manera de sentarte,
y tu traje de colores
de muchachos seguidores
haragán ni prepotente,
ni un cafishio veterano
Yo me acuerdo, no tenías
ya no sos mi Margarita,
a un lujoso reservado del Petit o del Julien (dos cabarets de Buenos Aries),
Yo adivino el parpadeo
de las luces que a lo lejos
van marcando mi retorno.
Son las mismas que alumbraron
con sus pálidos reflejos
hondas horas de dolor.
Y aunque el olvido,
que todo destruye,
haya matado mi vieja ilusión,
guardo escondida una esperanza humilde
que es toda la fortuna de mi corazón.
si yo te pidiera cuenta
de tanto mal que has causado
a esas pobres mujercitas
en tus noches de champán,
ya ni volviendo a la cuna
donde empezó tu existencia
pagarías tanto daño
al que te llamó "gotán".
Carlos Gardel (1881-1935), que vivió entre los dos mundos y las dos "guardias" y fue
una de las primeras estrellas pop del siglo XX, tuvo mucho que ver en esta
"prostitución" metafórica del tango. Fueron su voz prodigiosa y sus grandes dotes de
artista dramático los que a la vez prepararon al público porteño para aquella
metamorfosis y consagraron el tango como gran género académico. Como hemos
podido apreciar más arriba, sus canciones son muestra de cómo las letras tangueras
abandonan el lunfardo y se hacen literarias; muestra, en definitiva, de la dignificación y
cosmopolitización del tango. A esta dignificación contribuyó en gran medida su letrista
Alfredo Le Pera, brasileño al que conoció en París a finales de los 20, del cual poca
cosa más sabemos sin apelar a sus exquisitas letras. Todos los estudiosos del tango
están de acuerdo en que, de no haber muerto con Gardel aquel fatal día de Junio de
1935, el tango sería muy distinto al que hoy conocemos.
Como mencionamos más arriba, Gardel es considerado el fundador del tango-
canción, por su grabación en 1917 del popular Mi Noche Triste. En lo vocal, Gardel
era el heredero del cantor de la "guardia vieja" por su gran habilidad casi operística (el
mismo Caruso alabó su registro) y, además, por su manera desinhibida, casi coloquial
de cantar. En ocasiones añadía diálogos de frescura popular porteña a los tangos
mientras los cantaba, e incluso mientras los grababa. Por ambas cosas le llamaban, y
aún le llaman, "El Mudito". Sigue siempre presente en anécdotas sobre el Buenos
Aires de principio de siglo, y, en suma, en la historia sentimental de su población.
Cuentan los argentinos que Gardel no sólo está vivo aún, sino que cada vez canta
mejor, convirtiéndolo así en el símbolo patrio por antonomasia, trascendiendo incluso
el ámbito bonaerense.
Tras Gardel, los nuevos medios a la disposición de los músicos del tango continuaron
cambiando el "gotán". El vocalista de los cuarenta, o "estribillero", no había ya de
tener una voz tan sonora y penetrante, puesto que los micrófonos eléctricos
empezaron a estar a la orden del día. Eran numerosas las retransmisiones de
conciertos-recital de tango por radio, a la imagen de los eventos realizados en
Norteamérica por el Radio City Music Hall. Un nuevo tono vocal relajado, intimista y
melancólico hizo su aparición en los microsurcos al uso. Por influjo de las Big Bands
jazzísticas americanas, los instrumentos tradicionales (guitarra, bandoneón) se
antojaron escasos a músicos y público, por lo cual se formaron cuartetos y sextetos
añadiendo contrabajos, violines y pianos, y quizás más bandoneones, a las piezas
nuevas y a muchas de las clásicas. Como sabemos, el baile se estilizó para
asemejarse más a las piruetas a lo Ginger y Fred, y los salones más elegantes
programaron y remusicaron tangos que en su día convocaron sólo a los "otarios" y
"malevos".
Eran los tiempos del gran Aníbal Troilo (1914-1975), el legendario "Pichuco", un
bandoneonista cuyas bandas y composiciones levantaron pasiones parecidas a las
despertadas por "El Mudito". En vida contaba que, al carecer en su infancia humilde
de bandoneón, practicaba con la almohada, imaginándose el sonido. Con su primer
"fueye", comenzó a trabajar como "sonorizador" musical de películas mudas, un oficio
muy habitual entre los músicos jóvenes de los años 20 y 30 (al igual que en España,
el sonoro tardó en llegar a la Argentina), aunque bastante mal pagado. Desde 1928,
comenzó a colaborar esporádicamente con diferentes orquestas de grandes virtuosos
(Ferri, Gobbi, Vardaro-Pugliese, Cobián…). En 1937 debutó con orquesta propia y
desde entonces no dejó de descubrir a verdaderos genios del arte porteño: Ernesto
Baffa, Raúl Garello, Osvaldo Manzi, como instrumentistas, y a diversos "estribilleros"
que luego triunfarían como solistas: Roberto Goyeneche, Nelly Vázquez, Edmundo
Rivero, Alberto Marino, Tito Reyes… Con la misma nostalgia con que los americanos
recuerdan las radiaciones en directo de los éxitos de Miller, los "viejitos" porteños
recuerdan emocionados sus voces, sus versos y la maravillosa música acompasada
que les acompañaba en aquellas veladas radiofónicas de los cuarenta y los
cincuenta.
Tras los cuarenta y el peronismo, una cierta abulia se adueñó de los círculos
tangueros, quizás debida en parte a una huida de lo autóctono, una especie de
complejo de inferioridad ante los productos musicales que ofrecían las primeras
multinacionales del disco. No se compuso entonces ni la mitad de tangos que en los
veinte, y muchos de los cabarets que basaban su subsistencia en ellos hubieron de
cerrar. La música que había de triunfar en los tiempos convulsos que siguieron fue la
del pop anglosajón, la gran homogeneizadora de gustos musicales del siglo XX.
Sin embargo, había aún creadores en el ámbito musical porteño, representados todos
por Astor Piazzolla (1921-1992), innovador del género y símbolo internacional del
nuevo tango. Gran estudioso de la música contemporánea (se educó en
conservatorios de todo el mundo, desde París a Nueva York), aplicó sus esquemas a
las viejas pautas populares de ambas "guardias". Eso le enfrentó con los viejos
puristas, y aún hoy es poco escuchado y comprendido por la mayoría de oyentes
asiduos a las antiguas disposiciones armónicas del género. Cuentan en Argentina
que, aún no hace ni diez años, un taxista se negó a llevar a Piazzolla a su casa y, al
inquirir éste la causa de su negativa, le dio por toda respuesta "Yo era hincha de
Pichuco". A propósito de esta anécdota resulta irónico recordar que Astor tocó en su
juventud como bandoneonista aventajado en la misma orquesta de Pichuco. Para
entender el prejuicio popular porteño con respecto a Piazolla debe tenerse en cuenta
que el ritmo de la historia musical se ha disparado y parece haber borrado toda
muestra de continuidad entre un modo de sentir el tango y otro.
Al fin y al cabo, tanto el tango como el mundo de sugestiones que le rodea, tal y como
han llegado al fin del milenio, e incluso si se pretenden fieles a sus raíces culturales,
distan mucho del sistema de significaciones idiosincráticas de los primeros tangos,
casi tanto como una obra de Piazzolla de otra de Pichuco. Lo atestigua el hecho de
que nunca habrá un acuerdo entre las diferentes clases de receptores del género.
Fascinados, sus entusiastas hemos ido haciendo y rehaciendo nuestra imagen de él,
recreando su brillante pasado creativo hasta convertirlo en un mero panteón de
letristas, músicos y vocalistas. Los profanos en la materia, por el contrario, optan por
unas actitudes, una estética, unos compases estándar y unos clásicos versioneados
hasta la saciedad. Ambos grupos poseen, sin embargo, la capacidad de sentirlo y
vibrar con él, y en ese sentimiento es donde hoy en día podemos encontrar la
verdadera naturaleza del tango.
Bibliografía
-El Barrio del Tango / Il Quartiere del Tango: barrio virtual de aficionados al tango.
Lista de profesores de tango e información sobre recitales, bailes y milongas en toda
Italia: http://www.geocities.com/Paris/Musee/9244
-El Tango: Club español de tangueros, con lista de profesores e información sobre
eventos, congresos y publicaciones. Intercambios con aficionados de la Argentina.
Espacio dedicado a la historia con un gran archivo fotográfico:
http://www.artplus.es/tango
-La Casa del Tango: Página argentina mantenida por el cantante de tango Rodrigo
Flores. Información resumida sobre la historia del género y sus personalidades:
http://www.geocities.com/SoHo/Cafe/3637.
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(el) Bajo
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Mina
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