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gonzalo abril:

3 “los medios y las tecnologÍas”

se confunde a menudo un medio con un dispositivo tecnológico, éste con un conjunto


de operaciones técnicas y, para cerrar el círculo de las identificaciones reduccionistas, el
medio con un canal de transmisión. en nuestra época, tan fuertemente condicionada por la
tecnocracia y por sus idealizaciones, es ineludible la pregunta acerca de la fenomenotecnia,
es decir, acerca del modo en que los instrumentos de trabajo, de comunicación y de conoci-
miento configuran la razón y la cultura, y acerca del modo en que éstas, recíprocamente, su-
ministran el contexto de configuración de aquellos. los medios han de verse como institu-
ciones sociales en las que la dimensión tecnológica, que no es nunca meramente instrumen-
tal, se imbrica con la mediación simbólica: con el lenguaje, con las formas socialmente de-
terminadas de conocer y de sentir, con la organización del espacio y del tiempo. y, en fin,
con el conjunto de las relaciones y de las prácticas sociales.

3.1. la tecnología en su contexto


l. sfez (1988: 18-20) dirige su crítica a las razones históricas por las que el término
“tecnología” es preferido modernamente al de “técnica”: esa preferencia indica que la técni-
ca juega un papel aglutinante para una sociedad que ha estallado. en toda sociedad la técni-
ca está vinculada a la visión global, simbólica, de las relaciones entre los seres humanos y
el mundo. es, incluso, su “afloramiento visible”: así, la antigua técnica de construcción de
máscaras de madera condensa en un punto todo un trenzado de relaciones entre hombres y
dioses, entre vegetal y animal, entre sexos, entre clases, entre oficios: refleja, así, la compo-
sición simbólica de un universo llamado simbólico. toda técnica específica ofrece un esque-
ma más o menos complejo en el que, para una sociedad dada, se leen, como en un libro
abierto, los temores, los deseos, los proyectos y la jerarquía de los fines que se persiguen.
en un universo en el que domina una concepción estable del mundo, gobernada por la
tradición, no hay necesidad de una reflexión específica sobre la técnica, ni esta se hace ob-
jeto de un discurso autónomo. por ejemplo, no hay un discurso teórico sobre la techné ar-
quitectónica en la grecia antigua: la actividad técnica se sostiene sobre los procedimientos
mismos que utiliza y los que sirven para transmitirla, sin reclamar otras justificaciones. el

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discurso teórico sobre la técnica aparece, según sfez, cuando ya no se produce interacción
entre los distintos elementos sociales, cuando se hace sentir “el estallido de las partes”. de
la misma forma que en la modernidad el arte se hace autónomo o las distintas ciencias no
cooperan necesariamente para el bien público, la técnica se cierra sobre sus propios logros
y su discurso se especializa, desgajándose cada vez más de otros niveles de la actividad so-
cial. además: no se hablará de tecnologías sino de la tecnología, de un discurso superior y
omnicomprensivo en tomo al cual los demás discursos socia les girarán como satélites. pero
también cuando se critica la tecnocracia se corre el peligro de sustancializar o cosificar en
negativo aquello que la práctica y la ideología tecnocrática sustancializan positivamente. en
efecto, hay que evitar concebir la técnica separadamente de otras actividades humanas,
como si fuera un destino o una versión laica del dios omnipotente: concepción en la que
coinciden los tecnócratas y algunos antitecnócratas postmodernos. contra las posiciones
crudamente antitecnológicas d. bougnoux (1992: 36-37) interroga: ¿cómo pretender que se
produzcan directamente, sin mediación tecnológica, .cosas tan complejas como la democra-
cia, el espacio público o el bien general (otros dirán: la felicidad)? existen remedios perfec-
tamente técnicos contra ciertas desigualdades sociales: en los salarios, en el urbanismo, en
la salud, en la prevención ecológica, etc. además, junto a las tecnologías duras, impositivas
y centralizadas, existen las de la clase que i. illich denominaba tecnología blanda: aquella
que uno es libre de no utilizar (por ejemplo el teléfono, diferente por ello de la escuela o de
los hospitales...), la que propone sin imponerse, y que se puede eventualmente desviar.
bougnoux invoca la conveniencia de distinguir las relaciones técnicas (relaciones manipula-
tivas de los sujetos con objetos) de las relaciones pragmáticas (es decir, relaciones entre su-
jetos mediadas por la técnica, puesto que en última instancia tras las operaciones técnicas
están en juego los conflictos y las negociaciones de imágenes, lugares y posiciones de po-
der. sólo a partir de esa clarificación será posible resistirse eficazmente a la -instrumentali-
zación de lo social en general-. el desarrollo tecnológico nunca ha sido indiferente a la dis-
tribución del poder social, a la imposición del poder de unos grupos sobre otros y a la resis-
tencia de los sometidos. m. poster (1990: 5) cita los argumentos de c. marvin, para quien la
historia de las comunicaciones electrónicas no es tanto la evolución de meras eficiencias
técnicas cuanto una serie de espacios de confrontación en los que negociar asuntos crucia-
les de la vida social: quiénes están dentro y quiénes fuera, quiénes pueden hablar y quiénes

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han de callar, quién tiene autoridad y puede ser creído. la introducción del teléfono, por
ejemplo, sirvió para algo más que posibilitar la comunicaci6n a distancia: amenaz6 las rela-
ciones de clase entonces vigentes al extender los limites de quién podía hablar a quién; alte-
ró al mismo tiempo las formas de cortesía y las posibilidades de romance. contra la opinión
de sfez que antes citábamos, preferimos insistir en la necesidad de distinguir conceptual-
mente la tecnología y la técnica: la propia etimología del primero de estos términos diferen-
cia la techné, la dimensión instrumental, de su logos, es decir, el modo de conocimiento, de
lenguaje, de concepción más o menos implícita del mundo que todo procedimiento técnico
involucra. r. williams (1992: 184) subraya el aspecto cognitivo de las tecnologías: una téc-
nica es una habilidad particular, o la aplicación de una habilidad (...) en contraste, una tec-
nología es, en primer lugar, el marco de conocimientos necesarios para el desarrollo de di-
chas habilidades y aplicaciones y, en segundo lugar, un marco de conocimientos y condicio-
nes para la utilización y aplicación práctica de una serie de ingenios.
en su momento, el acierto de m. mcluhan consistió en enfatizar el poder constructivo
de las tecnologías en el orden sociocultural: su capacidad de modificar el conocimiento, las
relaciones pragmáticas y la cultura en su conjunto. su desacierto fue no entender que las in-
novaciones tecnológicas requieren ya como presupuesto un contexto cultural que haya de-
mandado y condicionado los desarrollos técnicos implicados por las propias tecnologías. la
periodización de la historia de la comunicación conforme a una secuencia de innovaciones
técnicas (comunicación oral - escritura - imprenta medios electrónicos...), procedimiento
habitual en los manuales, responde frecuentemente a un determinismo técnico como el que
late en los ensayos macluhanianos. por ejemplo, contra la tesis de mcluhan (1973) que ve la
imprenta como raíz de ese nuevo orden cultural al que denomina “galaxia gutenberg”, hay
que pensar que la imprenta se desarrolla y expande cuando se ha consolidado un contexto
cultural de escritura secularizada; es decir, cuando la concepción de la palabra como expre-
sión sagrada ha decaído y se ha hecho admisible un manejo funcional y operativo de los
signos como el que se realiza tecnológicamente en la impresión por tipos móviles. en un
proceso más próximo históricamente, la aparici6n de la cinematografía, r. williams (citado
por m. schudson, 1993:224-225): advierte algo similar: durante las dos últimas décadas del
xix, cuando apareció la tecnología cinematográfica y fueron posibles “nuevas clases de
composición móvil y dinámica”, en el campo de la literatura august strindberg escribía una

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nueva clase de escena dramática con cambios rápidos de localización, secuencias de imáge-
nes y lo que podríamos llamar disolventes.. y con todo, no hay razón para creer que strind-
berg influyera a los primeros cineastas o que el primer experimento cinematográfico influ-
yera en strindberg; ambos, en cambio, formaban parte y respondían a un movimiento cultu-
ral más profundo.
¿cómo separar, pues, la aparici6n de una técnica del contexto cultural que la hace via-
ble o necesaria para una sociedad determinada? incluso más allá de las condiciones cultura-
les, la innovaci6n técnica se produce cuando logra tener sentido también en los planos cien-
tífico, econ6mico y político, señala d. bougnoux (1992: 43) citando a i. stengers. y ejempli-
fica la interacci6n entre la tecnología y el contexto econ6mico y social refiriéndose nueva-
mente a la imprenta:
en china la escritura ideográfica multiplica hasta varios millares el número de caracte-
res. la imprenta requiere enormes capitales, es un asunto de estado cuyo desarrollo refuerza
de rebote al poder central; en occidente la invención de la imprenta de caracteres móviles
desconcentra y libera la circulación del libro, democratizando el acceso al saber. la inven-
ción de gutenberg no se limita por otra parte a los caracteres de plomo, supone la fabrica-
ción del papel que sustituye a los otros soportes, importantes redes bancarias, una clientela
o una demanda social, una cultura humanista, también, que se apropia del libro impreso, el
cual a su vez la desarrolla, etc.

3.2. tecnologías, usos y prácticas


la relación entre las técnicas y sus usos sociales es semejante a la que, según la con-
cepci6n estructuralista del lenguaje, se da entre la lengua, sistema abstracto, y el habla, ac-
tualización concreta de la palabra. esa es la analogía que propone d. bougnoux (1992: 41):
a la lógica de los útiles se añade la de la lógica de los usuarios, que se compone con
aquélla y, de rebote, la modifica. acaso convendría pensar .la técnica como una lengua (y
toda lengua, sin duda, como el primero de nuestros útiles técnicos), cuyo uso sería, como el
de la palabra, creación, desvío y generación)..
el filósofo wittgenstein (1988: 27) propuso la célebre metáfora del lenguaje como una
.caja de herramientas. estamos ahora ante la metáfora inversa: las herramientas como len-
guaje. en todo caso convendrá recuperar la metáfora fuera del modelo estructuralista antes

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mencionado, que es demasiado formalista y abstracto. porque las maneras de utilizar las
tecnologías, como los modos de hablar, no derivan sólo, ni directamente, de un sistema de
alternativas funcionales potenciales (sea el aparato técnico, sea la lengua), sino que se ven
determinadas por contextos de uso, por fuerzas selectivas de carácter econ6mico, político o
simb61ico, por las posiciones (sociales) y las disposiciones (psicosociales) de los sujetos,
etc. aun cuando día a día presenciamos cambios significativos en el uso social de las técni-
cas de comunicaci6n, es notable la tendencia a concebir que su utilizaci6n actual es poco
más o menos la misma que en el momento de su invenci6n. 0 para ser más precisos, la ten-
dencia a identificar los usos históricamente institucionalizados de las tecnologías con sus
posibilidades técnicas abstractas. un buen ejemplo contra este prejuicio es la historia de los
orígenes de la telefonía que relata y comenta i. de sola pool (1992: 88-90): cuando el teléfo-
no se convirtió en realidad había concepciones de uso alternativas. una era la que hoy nos
resulta más familiar: la comunicaci6n interpersonal. otra, que luego sería asumida por la ra-
diofonía, era la retransmisión. durante los años setenta del pasado siglo, y por iniciativa del
propio bell, existió una telefonía de entretenimiento: en 1876 y 1877, a fin de ganar dinero
por su nueva invención, bell hizo un circuito de conferencias. en sus charlas, llevaba con él
a alguien que declamaba un discurso dramático o que cantaba por el teléfono (...) en parís,
londres, newark (nueva jersey), budapest y otros lugares, los empresarios crearon servicios
para transmitir a sus suscriptores entretenimiento por teléfono. el que duró más tiempo fue
el telephon hirmondo en budapest, cuya fórmula de música, noticias, anuncios públicos, in-
formes de mercado y tiempo fue la de muchas emisoras de radio veinte años mas tarde.
se puede observar que algunos de estos usos han sido recuperados recientemente
como servicios informativos telefónicos, y que el teléfono de placer ha conocido peculiares
reverdescencias en las líneas eróticas y psíquicas que se anuncian en televisión (líneas que
sin embargo no responden al modelo masivo de la retransmisión, sino al de la comunica-
ción personal). lo cierto es que ya en su época temprana el negocio telefónico basado en la
comunicación interpersonal prosperó, mientras que las retransmisiones fracasaron. y no
precisamente por la mala calidad técnica de éstas: después de todo, observa de sola pool,
las primeras radios o fonógrafos no proporcionaban una fidelidad acústica mucho mayor. la
razón fue económica: no había un mercado suficiente: si algunos empresarios cometieron el
error de pensar que podrían tener éxito las retransmisiones por teléfono, bell y sus socios

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no. pronto reconocieron que el mercado inicial de los teléfonos consistía en las empresas de
negocios y los individuos muy ricos que tenían actividades en más de un lugar (...) la pri-
mera decisión de mercado contra el teléfono del placer ha dejado su huella en el sistema ac-
tual. se ha logrado con conmutadores, guías telefónicas y baja banda de frecuencia, y se ha
perfeccionado y tarifado para conversaciones cortas.
el ejemplo nos habla, pues, de que las posibilidades técnicas de la telefonía fueron se-
lectivamente desarrolladas para permitir ciertos usos sociales los que se han institucionali-
zado tecnológicamente en detrimento de otros posibles. esa institucionalización, fuertemen-
te condicionada en sus orígenes por intereses económicos, lleva consigo también la consoli-
dación de ciertas expectativas sociales de utilización y de los correspondientes hábitos co-
municativos, incluso de nuevas formas de sociabilidad: la telefonía es el instrumento funda-
mental de las relaciones interpersonales a distancia características de la vida contemporá-
nea, desde las conversaciones de negocios hasta los coloquios amorosos. llega pues el mo-
mento de proponer una distinción conceptual que integre las observaciones anteriores, y
que presentará la forma de una ecuación: los usos son a las técnicas lo que las prácticas a
las tecnologías. damos por buenas, a este respecto, las definiciones de j. jouet (1993: 371):
la distinción entre las nociones de uso y de práctica de estos objetos [las nuevas técnicas de
comunicación] es a menudo tenue, pues los términos son frecuentemente empleados en la
literatura el uno por el otro. el uso es sin embargo más restrictivo y remite a la simple utili-
zación en tanto que la práctica es una noción más elaborada que abarca no solamente el em-
pleo de las técnicas (el uso) sino también los comportamientos, las actitudes y las represen-
taciones de los individuos que se relacionan directa o indirectamente con el útil.
las relaciones que, siguiendo a bougnoux, denominábamos pragmáticas, es decir, las
relaciones intersubjetivas mediadas por la técnica, deben ser asimiladas al nivel de las prác-
ticas. por ejemplo, los modos de comunicaci6n interpersonal que se ejercen a través del te-
léfono no son sino prácticas institucionalizadas en el proceso mismo de constituci6n del
medio telef6nico que antes comentábamos. el siguiente cuadro, cuyos términos se ordenan
según una relación lógica de inclusión, pretende mostrar que un medio de comunicación,
aun comprendiendo necesariamente el uso de ciertas técnicas a un nivel instrumental, se de-
fine en el nivel institucional como un complejo de tecnología(s) y práctica(s):
utilizamos la expresi6n “complejo”, y no “sistema”, para subrayar, por un lado, la

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inestabilidad y el dinamismo de las tecnologías y las prácticas, cuyo carácter “institucional”
ha de verse como un proceso abierto. para dar a entender, también, la heterogeneidad inter-
na de unas y otras. por ejemplo, las prácticas condensadas en tomo al medio televisual so-
nora productivas (las de los emisores del discurso televisivo) ora consumidoras (las de los
televidentes). algunas son prácticas emergentes, como el uso del zapping para producir un
texto televisivo fragmentario y singular; otras son pervivencias de experiencias y prácticas
mediáticas precedentes, como la de escuchar la televisi6n (sin mirarla) mientras se cocina,
siguiendo el modelo receptivo radiofónico, etc.

3.3. tecnología comunicativa y experiencia


en la investigaci6n de la comunicación masiva ha predominado un modelo conceptua-
lista que subraya la función cognoscitiva de los medios, su capacidad de producir, reprodu-
cir y transmitir conocimientos, pero que subestima el papel de los medios en la conforma-
ción de la percepción y la sensibilidad. como ha hecho notar martín-barbero (1987 a: 56-
63), una de las aportaciones decisivas de walter benjamin al pensamiento contemporáneo
sobre la cultura y la comunicación reside en haber propuesto la reflexión sobre las (nuevas)
condiciones de la experiencia en la sociedad de los medios: [benjamin] fue el pionero en
vislumbrar la mediación fundamental que permite pensar históricamente la relación de la
transformación en las condiciones de producción con los cambios en el espacio de la cultu-
ra, esto es, las transformaciones del sensorium de los modos de percepción, de la experien-
cia social. pero para la razón ilustrada la experiencia es lo oscuro, lo constitutivamente opa-
co, lo impensable. para benjamin por el contrario, pensar 1a experiencia es el modo de ac-
ceder a lo que irrumpe en la historia con las masas y la técnica. no se puede entender lo que
pasa culturalmente en las masas sin atender a su experiencia (...)
benjamin se da entonces a la tarea de pensar los cambios que configuran la moderni-
dad desde el espacio de la percepción mezclando para ello lo que pasa en las calles con lo
que pasa en las fábricas y en las oscuras salas de cine y en la literatura.
así, en su decisivo ensayo de los años treinta sobre la reproducción técnica de la obra
de arte, benjamin (1982) observó que con los modernos medios reproductivos (y fundamen-
talmente con el cine) se acrecienta en las masas “el sentido para lo igual en el mundo y el
deseo del acercamiento”. el cine hizo posible una nueva manera de mirar: desacralizadora,

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dispersa y analítica. contrariamente, la experiencia artística tradicional se caracterizaba por
la contemplación ensimismada de la singularidad y de la distancia “aurática” de las obras,
una experiencia que delataba aún la relación parasitaria del arte con los rituales y con las
prácticas religiosas. el estudio de la comunicación masiva no puede ignorar el camino
abierto por benjamin, sobre todo si trata de explicar el papel de los medios en la conforma-
ción de la modernidad. pues ésta no ha consistido sólo en la imposición de la raz6n ilustra-
da sobre el sentimiento (precipitadamente identificado con la pura irracionalidad), ni en el
triunfo de lo público sobre lo privado, sino también en el acondicionamiento de la experien-
cia estética y de los afectos, en la política del cuerpo y de la sensibilidad. propiciando en
ocasiones el sometimiento de los sujetos a la reproducción de “las condiciones de la propie-
dad, de la explotación y de la guerra”, como denunció benjamin (1982) respecto a la “este-
tización de la política” fomentada por el nazismo. pero haciendo posible también, como el
propio benjamin vislumbraba, la liberación de exigencias igualitarias y emancipatorias
opuestas al modelo cultural de la burguesía, el modelo del lector racional y solitario del que
se ha tratado en el cap. i, 3.6, que es al mismo tiempo el modelo dualista en el cual el espíri-
tu se escinde del cuerpo, la razón de lo irracional, la interioridad de la exterioridad.

3.3.1. la experiencia espacio-temporal


muchos estudios han examinado las modificaciones en la experiencia social del espa-
cio y del tiempo inducidas por las tecnologías comunicativas. la concepci6n de la moderni-
dad de a. giddens (1993), a que ya nos hemos referido, tiene que ver muy directamente con
ello: la era moderna se caracteriza por haber reorganizado los tiempos y espacios sociales
más allá del marco de la experiencia local-territorial inmediata y de la interacción personal.
la función de las tecnologías en el desanclaje (disembedding) y la abstracción del espacio-
tiempo se hace evidente ante ejemplos como la generalización del uso del reloj y la estan-
darización mundial del tiempo (a partir de 1884). como el propio giddens (1991: 141) seña-
la, en las sociedades modernas la división de nuestras actividades está fuertemente influen-
ciada por la experiencia de los relojes y del tiempo del reloj. sin relojes, y sin la medida
precisa de las actividades y, consecuentemente, su coordinación en el espacio, las socieda-
des industrializadas no podrían existir (...) la medida del tiempo por los relojes está hoy es-
tandarizada en el globo, posibilitando los complejos sistemas de transporte y comunicacio-

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nes internacionales de los que dependen nuestras vidas actualmente.
“la máquina clave de la edad industrial moderna no es la máquina de vapor, es el re-
loj”, ha escrito j. attali (citado por servan schreiber, 1985: 129). ahora bien, el reloj y su mé-
trica temporal no se impusieron sin una compleja constelación de cambios materiales y
simb61icos: de la economía tradicional al industrialismo, de la vinculación de la experien-
cia temporal con los eventos de la comunidad y con los ciclos cosmológicos a su dependen-
cia de los ritmos de la producción industrial, de la socialización por iniciación a la sociali-
zación por aprendizaje, etc. (cuestiones que se abordarán, nuevamente, en el cap. iii, 1.3).
así se hizo posible, por cierto, el tipo de periodización que sustenta la secuencia temporal
de los periódicos. observaciones análogas podrían hacerse respecto a la modificación de la
experiencia espacial en relación con las técnicas métricas, topográficas y cartográficas; y
naturalmente en relación con el desarrollo de los modernos sistemas de transporte que
“acortaron” el espacio vivido y dieron nuevo sentido a los viajes, a los itinerarios, a la per-
cepción de lo local y lo foráneo. la modificación de la experiencia espacio-temporal aparece
en el centro de la descripción de los medios de comunicación masiva que j. habermas
(1987, ii: 552) propone: [los medios] liberan a los procesos de comunicación de la provin-
cialidad que suponen los contextos limitados en el espacio y en el tiempo y hacen surgir es-
pacios de opinión pública implantando la simultaneidad abstracta de una red virtualmente
siempre presente de contenidos de comunicación muy alejados en el tiempo y en el espacio
y poniendo los mensajes a disposición de contextos multiplicados.
actualmente las nuevas tecnologías comunicativas están alterando radicalmente las
condiciones de la experiencia temporal heredadas de la modernidad industrial. la instanta-
neidad en el acceso a información en las tecnologías on line, pero también en medios más
viejos como el teletexto, cuestiona potencialmente el sistema de información sometido a
periodicidad y consecuentemente el modelo cronológico de “oleada” que rige la prensa pe-
riódica. la tendencia actual prescribe que, por ejemplo, no habremos de esperar a la hora en
que el periódico llegue al kiosco: nos bastará con entrar en cualquier momento en la red in-
formática para buscar la información que deseamos. efectos como la instantaneidad, la ace-
leración o la simultaneidad van inscribiéndose en nuestra experiencia cotidiana. pero frente
a las visiones acríticas que se limitan a celebrar la victoria sobre la vieja tiranía de las dis-
tancias espacio-temporales, algunos autores observan consecuencias menos euforizantes.

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por ejemplo, p. virilio (1992: 40-41) habla de la nueva tiranía del .tiempo real “que favore-
ce la extensión de la desocupación en la misma medida en que incrementa la velocidad de
los intercambios, y que nos aleja de los próximos en la misma medida en que nos aproxima
a los lejanos”. con la comunicación en tiempo real las relaciones sociales en su conjunto, y
la vida urbana en particular, experimentan mutaciones inquietantes:
el interface en tiempo real sustituye entonces a ese intervalo de espacio real que en
épocas anteriores había construido y organizado la historia y la geografía de la sociedad
(...). si la revolución de los transportes del siglo pasado ya causó una mutación del territorio
urbano sobre el conjunto del continente europeo, la actual revolución de las transmisiones
interactivas provoca a su vez un cambio del ambiente en el que la imagen pública tiende
progresivamente a prevalecer sobre el espacio público. la vieja ciudad se convierte poco a
poco en una metaciudad, una aglomeración más teletópica que no tópica y territorial, donde
las habituales relaciones de contigüidad ceden el puesto a las interrelaciones a distancia (...)
allí donde la motorización de los transportes y de la información (el automóvil, el cine, etc.)
provocó en su día una movilización general de las poblaciones arrastradas al éxodo del tra-
bajo y del ocio, los medios de transmisión instantánea provocan, por el contrario, una iner-
cia creciente (...) teleadquisiciones, teletrabajo a domicilio, cocooning, smart house, smart
building: (. . .) -urbanización del tiempo real. que no es otra cosa que la del cuerpo mismo
del ciudadano, .ciudadano terminal. sobreequipado de prótesis de todo tipo, y cuyo modelo
patológico es la .minusvalía motorizada., parapléjica o tetrapléjica.
desde otra perspectiva critica se ha señalado también que la instantaneidad y el tiem-
po real son convenciones, "efectos de realidad” que sobre todo tienden a simular en la rela-
ción con la máquina la continuidad temporal que se experimenta en presencia de un interlo-
cutor real. vittadini (en bettetini y colombo, 1995: 167) escribe:
a pesar del término utilizado para definirlo, el “tiempo real” no tiene ningún referente
real. se trata de un tiempo convencionalmente establecido en dos segundos, que define el
término más allá del cual se supone que la comunicación ya no se percibe como interactiva.
la casi inmediatez de la respuesta del sistema no se plantea desde la óptica de una simula-
ción de los tiempos de la conversación interpersonal (...), sino que desarrolla la función de
mantener el contacto con el usuario, de confirmar la existencia de una relación de conse-
cuencialidad entre la acción del individuo y la reacción del sistema. los nuevos medios tra-

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bajan dentro de un paradigma que impone la velocidad como valor (colombo, en bettetini y
colombo, 1995: 246). puede ocurrir entonces que el acostumbramiento al efecto de “tiempo
real” modifique la capacidad de espera, el sentido de la pausa, la demora, la tolerancia psi-
cológica del silencio... en un contexto de prácticas tecnológicas que pretende la instantanei-
dad obsesivamente, ¿la impaciencia ante la tardanza de la máquina no puede llegar a con-
vertirse en una expectativa más general, referida también a la relación interhumana? es dig-
no de atención el efecto de “urgencia” vinculado a la práctica de la telefonía portátil. en el
uso tradicional del teléfono, la efectuación y recepción de llamadas estaba sujeta a la orga-
nización del tiempo-espacio doméstico y laboral. el contestador telefónico ha permitido una
administración más personalizada del tiempo-espacio. pero la permanente disponibilidad
comunicativa del usuario del “móvil” rompe de hecho con las mediaciones institucionales y
personales del tiempo-espacio y reduce todas las llamadas telef6nicas a un mismo nivel de
significaci6n: todas son inaplazables. todas son tratadas por el dispositivo tecnológico mis-
mo como urgentes. en su uso privado, el móvil obliga al usuario a la expectativa de la ur-
gencia y a prestar atención preferente a los interlocutores distantes. pero en su uso como
instrumento laboral juega, además, el papel de un grillete electrónico que asegura la cons-
tante disponibilidad del empleado frente a la “voz de su amo”. los griegos diferenciaban el
cronos, tiempo métrico, del kair tiempo de la coyuntura y la oportunidad. la telefonía móvil
elimina, al menos en la recepción, toda posibilidad de kairs. en el orden espacial, la telefo-
nía móvil supone la superposición o la contaminación de distintos ámbitos comunicativos.
en la alcoba, el teléfono tradicional permitía conversaciones íntimas, fuera de toda otra pre-
sencia o reclamo perturbador. en el despacho o la oficina podían desarrollarse conversacio-
nes telefónicas profesionales o particulares en un régimen de relativa privacidad. la telefo-
nía celular desterritorializa al usuario de esos ámbitos de sociabilidad y trastorna radical-
mente el sentido de la inmediatez física. lo próximo y lo lejano se pueden redefinir en cual-
quier momento, en cualquier lugar, por efecto de un inexcusable pitido electrónico.
colombo señala que los instrumentos “nómadas” de comunicación, el teléfono móvil
o el walkman, desarrollan dos funciones que están en las antípodas, como, por un lado, la
de mantener una situación de continuo contacto con la "comunidad comunicante" (...) y, por
otro, la de aislar totalmente del entorno físico circundante. los nuevos espacios comunicati-
vos no se dejan describir bien ni siquiera por la metáfora de la red,, que como el laberinto,

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siguen siendo modelos mecánicos y básicamente bidimensionales. la difusión vía éter y la
extensión masiva de terminales hacen pensar más bien en “un modelo energético de repre-
sentación, inspirado en el magnetismo o en la gravitación” (colombo, 1995: 253-254).

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