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bougnoux, d.

:
“la innovacion tÉcnica y sus usos”

en la medida en que constituyen la parte más visible de los fenómenos que aquí examinamos,
las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación (ntic) son un punto de confrontación
en esta obra. la comunicación interpersonal o frente a frente se prolonga en comunicación mediati-
zada con el teléfono, el minitell1 o internet. nuestra democracia, por otra parte, basada en la publici-
dad de los debates y en la apertura de un espacio público regido, durante el siglo xviii, por la circu-
lación de los escritos, hoy se ve expuesta al tráfico audiovisual, al asalto de las tecnologías de lo di-
recto que producen un cortocircuito en los intercambios más lentos de la grafosfera simbólica (capí-
tulo vii) y, también, debe hacer frente al desafío del mestizaje cultural y de la apertura mundial de
los intercambios (capítulo viii).
la “cuestión de la técnica” o de los medios de comunicación, acecha, por lo tanto, nuestros es-
tudios. todos sentimos que estas nuevas máquinas no pueden no causar efectos sobre las formas del
saber, del vínculo político y social o sobre la cultura en general, pero ¿cuál es el tipo de futuro que
nos van a deparar? es difícil de seguir la huella de la extraña causalidad de los medios de comunica-
ción, y estas nociones -medios, mundo de la técnica- deben ser, en primer término, precisadas.

1. ¿fronteras del mundo tÉcnico?


juzgar a los medios de comunicación es un lugar común. se los acusa de mentirosos y mani-
puladores y los mismos argumentos, retomados hasta la saciedad en los propios medios, parecen ser
circulares. algunos profetas, apocalípticos o integra dos según la divertida presentación de umberto
eco (1985), nos anuncian con regularidad las inauditas transformaciones (catastróficas o radiantes),
debidas a la racionalización científica de las máquinas de comunicación y a su extensión mundial.
¿qué tienen de sesgado o de ingenuamente crítico estas declamaciones escandalosas?

malditos medios
los “apocalípticos” presuponen, rápidamente, un usuario racional, que viviría espontáneamen-
te en la verdad si los malvados medios no llegaran a corromperlo y a alterar, desde afuera, la plena
posesión de sus facultades. la censura hacia los medios de comunicación parece un resurgimiento
de la tecnofobia, que aparece en muchas ocasiones en la historia de la filosofía. el argumento

1 pequeña computadora adicionada a los teléfonos en francia, que permite, por ejemplo, realizar trámites o reservar pa-
sajes de manera directa. (n. de la t.)

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opuesto dice que el dispositivo mediático no encierra en un círculo, desde el exterior, a un sujeto
pensante, que tiene imaginación, deseos, que se comunica y que, por lo tanto, se encontraría adelan-
tado y sería independiente de los malditos medios, porque es seguro de si mismo, vigilante y libre
de toda alienación.
que le falten herramientas para pensar, que la menor de las informaciones supone, en general,
para su extracción que se incorpore o que sea tratada por alguna tecnología y, por lo tanto, un costo
(aunque no la adquiramos de manera directa), esta hipótesis no le resulta nada agradable a nuestro
narcisismo espontáneo de sujetos pensantes. “ego cogito, pienso que -yo soy el que piensa”, esto es
lo que le gusta rumiar al homo sapiens cuando se inspecciona a sí mismo. este pensamiento que
surge de lo intimo del ser no puede más que parecerle innato y libre. ¿rodin no esculpió, siguiendo
este tema, su célebre pensador? este monumento al idealismo muestra al hombre desnudo, concen-
trado en su pensamiento sin la ayuda de ningún libro, cuaderno, lapicera, teclado ni artefacto. no
nos gusta para nada y, hasta cierto punto, no podemos pensar claramente las prótesis técnicas y los
instrumentos (los me dios de comunicación) por los cuales pensamos. sapiens se olvida de y recha-
za a faber con el que, sin embargo, comparte el cuerpo.

el olvido de la técnica y la fábula de epimeteo


es verdad que lo propio de los medios de comunicación, si empezamos por nuestro cuerpo, es
funcionar haciéndose olvidar. se definió la salud como el hecho de que la vida prosiga en el silencio
de los órganos; del mismo modo, la lectura está en su régimen óptimo cuando me olvido del libro
para que mi imaginación vagabundee en el mundo que este me abre; una ruta es ideal cuando se va
con tranquilidad, cuando las ruedas se la tragan; el cine cuando, atrapado por la película, me olvido
de todo lo que tenga que ver con la proyección, etc. así como los signos se borran en lo que desig-
nan, nuestros medios de comunicación funcionan normalmente sin tachaduras. cuando el dedo
muestra la luna hay que ser imbécil -o dedicarse a la semiosis de los medios de comunicación- para
mirar el dedo. este inconsciente tecno-mediático no deja de tener consecuencias sobre las formas y
las clasificaciones de nuestra cultura. ni los medios de comunicación ni las herramientas técnicas
parecen ser “buenas para pensar”. de la misma manera que, en la jerarquía de nuestros valores, el
bachillerato literario o el científico tienen más valor que el técnico, nuestro pensamiento les da un
marco sin dificultades a las formas culturales y simbólicas emergentes, pero con menos facilidad a
las infraestructuras materiales y las redes técnicas que son su soporte. conocemos mejor la historia

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de la literatura que la historia de las librerías o la de la imprenta, mejor la lista de batallas ganadas o
perdidas que los detalles del armamento, mejor las obras de arte que el funcionamiento de los ofi-
cios, museos, medios de comunicaci6n y materiales que aíslan y ofrecen los cuadros para que los
disfrutemos y para que hagamos disertaciones estéticas. siempre se piensa desde lo alto de la pila y
se olvida la base de los instrumentos (los medios de comunicación) que la constituyen. ahora bien,
todo este instrumental técnico, que fue despreciado con regularidad en las reseñas de nuestras ac-
ciones simbólicas, habría surgido directamente de un olvido mayor, de acuerdo con el mito de epi-
meteo, que cuenta platón en el protágoras (320 d- 322 a). en el momento de distribuirle a las espe-
cies vivas cualidades y virtudes en proporciones equilibradas (a unas las garras y los colmillos para
cazar, a otros las pezuñas, las piernas y las escamas para escapar de los depredadores)~ epimeteo
las agota al equipar a cada especie animal y no le deja nada al hombre. cuando ve que el hombre
queda desnudo y desarmado, su hermano prometeo le roba a efestos y a atenea el fuego creador de
todas las artes para ofrecérselo al más desamparado de los animales y es cruelmente castiga do por
este hurto... este mito fue abundantemente comentado por bernard stiegler y es rico en enseñanzas.
nos recuerda que el hombre nace en un estado de desamparo o, como dicen los biólogos, prematu-
ro, y nos muestra que la técnica puede reparar esta deficiencia original; de manera que la debilidad
congénita de la especie humana lleva, paradójicamente, a su superioridad sobre todas las demás. la
técnica es el equivalente de las garras o de las pezuñas de los animales, el instrumento que prolonga
el cuerpo viviente del que exterioriza en cada oportunidad una función, como explica el antropólo-
go andré leroi-gourhan en le geste et la parole: en primer término los usos duros y pesados (el bas-
tón, el martillo, exteriorizan nuestro esqueleto), luego cada vez menos materiales: las máquinas
energéticas prolongan la fuerza de los músculos con la carretilla, la polea, la máquina de vapor; los
instrumentos o máquinas sensoriales afinan y desarrollan nuestras percepciones (las lentes, el mi-
croscopio, el telégrafo óptico, la foto o el cine), las máquinas informáticas, finalmente, de la última
y más actual generación técnica, extienden nuestras funciones intelectuales (memorias de papel,
luego de silicio, calculadoras, computadoras, “redes pensantes”, etcétera).
hay que disociar el adjetivo técnico de los objetos o máquinas materiales. el mundo de las
operaciones técnicas concierne al de la intimidad de nuestra esfera corporal, como señal— marcel
mauss en 1936, en un famoso articulo o en el que se ocupaba de las técnicas del cuerpo (como ha-
cer gimnasia, higienizarse o acunar). esta esfera corporal modela, de manera no menos intima,
nuestros hábitos intelectuales de pensar y clasificar (para mencionar un titulo de georges perea). la

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descomposición alfabética, la lógica, la retórica o las artes de la memoria (que estudió frances ya-
tes) representan máquinas formales o técnicas inmateriales que acompaña ron y secundaron el es-
fuerzo milenario de análisis y síntesis de los conocimientos, antes de que llegaran las computado-
ras.

medios de comunicación, entornos


tanto el mito como la entrevista antropológica nos invitan a no cortar la evolución biológica
de las génesis técnicas, o la biosfera de la tecnósfera: producimos una técnica que a su vez nos pro-
duce; las herramientas prolongan y acompañan la hominización. las fronteras del mundo técnico se
dejan circunscribir con dificultad. en primer término porque las técnicas más íntimas parecen perte-
necernos y formar parte de nuestra naturaleza. los mismos que le hacen la guerra a las prótesis arti-
ficiales de la computadora, al surgimiento de lo virtual y a las amenazas del cálculo numérico en
general, en los que proyectan todos los fantasmas de una deshumanización a través de las máqui-
nas, no pensarían en denunciar herramientas como el alfabeto, los mundos virtuales de la escritura
o el simple cálculo aprendido en la escuela primaria que, sin embargo sirven de base para los desa-
rrollo contemporáneos. luego, porque todo juicio sobre la “técnica” tomado en un bloque nos colo-
ca en la situación de ser juez y parte: ¿desde qué metanivel de observación, libre de toda incidencia
técnica, podemos evaluarla con tranquilidad? estamos demasiado estrechamente involucrados con
las maquinaciones y los engaños de la “técnica”, desde las de los cuerpos, descriptas por mauss,
hasta las modernas redes de comunicación, irriga das por corrientes débiles que parecen ramificar
las de nuestras propias neuronas. el mundo técnico se deja aprehender cada vez menos de frente; la
frontera entre lo vivo y la naturaleza, por una parte, y el conjunto de los artefactos humanos, por
otra, se ha vuelto difícil de trazar. por lo tanto, tenemos que volver a la división, demasiado simple,
que presentamos en el capítulo i: no hay que confundir, decíamos, las relaciones pragmáticas (de
interacción entres sujetos) con las relaciones técnicas en las que el sujeto domina al objeto. ahora
conviene que describamos cómo las técnicas atraviesan la biosfera, la semiósfera y el mundo social,
interpersonal y colectivo y llegan hasta nosotros, con frecuencia, incrusta das en relaciones pragmá-
ticas. como la etimología nos invita a hacerlo, hay que considerar a los medios de comunicación si-
guiendo el modelo del ecosistema o de los instrumentos con los cuales interactuamos según una
causalidad compleja o no lineal.

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2. acerca de la causalidad tÉcnica
varios escollos y malentendidos amenazan nuestras numerosas investigaciones sobre la efica-
cia simbólica y social de las herramientas técnicas. la cuestión principal gira en torno del determi-
nismo. si bien los medios de comunicación constituyen el ecosistema de nuestras representaciones
o de nuestras ideas, sabemos que este no actúa sobre sus huéspedes de manera lineal: el entorno
propone, el individuo dispone y, a la inversa, sucede que el individuo propone y su entorno dispone;
el sujeto de una relación ecológica no tiene las manos libres, está obligado a hacer con. asimismo,
las interacciones entre el medium y el mensaje son complejas, y las artimañas de la causalidad téc-
nica no podrían ser lineales en los campos psicológicos, simbólicos o sociales. una visión menos
simplista de la innovación técnica y de la lógica de los medios de comunicación permitirá corregir
las visiones proféticas de los vendedores que, en el campo de los ntic, sobre todo, nos prometen
maravillosas relaciones sociales como producto de herramientas que se proclaman como revolucio-
narias o capaces de “cambiarnos la vida”.

autorizar más que determinar


corregiremos este discurso exageradamente mecanicista si volvemos a la primacía de la rela-
ción (examinada en el capitulo ii) y si recordamos que nuestras relaciones técnicas están necesaria-
mente incrustadas en relaciones pragmáticas que las preceden y las rigen. existe hoy un acuerdo en
sostener que si la herramienta autoriza, raramente determina . estos dos verbos corresponden, res-
pectivamente, a causalidades negativas y positivas: la causalidad positiva enuncia que “si a, enton-
ces b”; la negativa se limita a constatar que “si no a, entonces no bÈ y corresponde con bastante
justeza a lo que pensamos cuando hablamos de condición necesaria pero no suficiente. parece claro,
por ejemplo, que la invención de la tipografía móvil, realizada por gutenberg (alrededor de 1460)
aceleró formidablemente la difusión del libro y, por consiguiente, el acceso directo de los lectores a
múltiples mensajes, llevando a cierta privatización de los saberes. por lo tanto, habría promovido, si
no provocado, el cisma protestante (lutero fijaba carteles con sus tesis en 1517), pero también el li-
bre examen y, por lo tanto, el surgimiento del racionalismo y, luego, de la filosofía de las luces.
pero estos efectos sólo pudieron “prender” en un entorno trabajado por otros facto res. la invención
de la imprenta suponía, por ejemplo, la del papel barato (es imposible multiplicar las tiradas con
mate riales tan costosos como el papel vitela o el pergamino de origen animal), sino también la in-
fraestructura de las redes bancarias, la demanda ya bien desarrollada de lectores, etc. la herramienta

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creada por gutenberg tuvo consecuencias innegablemente revolucionarias (entre las cuales puede fi-
gurar, quizás, la revolución francesa), pero su enunciado se encontraba incluido en un concierto de
usos sociales preexistentes y en una multitud de parámetros técnicos o menos técnicos.
otro ejemplo de “causalidad negativa”, necesaria pero no suficiente, seria la innovación resu-
mida por jack goody con el titulo de razongráfica: lo que denominamos razón, basada, en especial,
en el principio de no contradicción, supone imperativamente superficies de inscripción. sin escritu-
ra o en un régimen oral, el pensamiento o la tradición critica bautizados razón no habrían tenido
ninguna posibilidad de aparecer ni de implantarse, sostiene goody a partir de sus investigaciones
antropológicas. la matemática y la lógica silogística, en especial, necesitan que se vean y, por lo
tanto, que se planteen, sus operaciones. pero si la escritura es la condición sine qua non, ese ele-
mento infaltable de nuestra tradición racionalista, sin embargo, no la determina: nuestra razón es,
en su base, grafica, pero no bastará con desarrollar la escritura para desarrollar la razón. esos otros
parámetros son los que se olvidan cuando se decide de manera tecnocrática y a veces, con grandes
gastos, incluir una herramienta en un medio social: introducir, por ejemplo, la computadora en la
escuela, sin ninguna otra medida que la acompañe (sin una correspondiente formación de los maes-
tros) o exportar tal tecnología -fabrica, hospital o administración moderna- a tal país del tercer
mundo. estas “transferencias de tecnologías” producen raramente los efectos pensados, puesto que
falta la reflexión suficiente sobre las condiciones de la eficacia técnica.

la pragmatica incluyente
afirmar que la herramienta autoriza sin determinar es volver a encontrarnos con la distinción
familiar entre enunciado y enunciación, extendida en este caso al dominio de los objetos. ninguna
técnica lleva su sentido completamente contenido en su interior, tampoco un enunciado está dotado
de sentido fuera de la enunciación. la intuición central de la pragmática lingüística afirma que el
sentido no reside ni en las palabras ni en las oraciones, sino s—lo en las intenciones de los usuarios
que las intercambian y las formulan. asimismo, una innovación técnica programa, sin dudas, ciertos
usos, pero estos, de regreso, desvían, modifican o adaptan la herramienta a los mundos propios del
usuario. del mismo modo que la enunciación dirige y recicla el enunciado, plantearemos que el uso
constituye una creación continua de la herramienta o de la innovación.
la difusión de la innovación técnica ilustra una ley general que la pragmática ha puesto de re-
lieve: un “mensaje” (que puede ser la invención del teléfono por edison, del cinematógrafo por los

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hermanos lumiere o del minitel por france telecom) sólo se propaga si se deforma cuando es reto-
mado o usado sucesivamente. el programa trazado por el inventor en su origen, dibuja, por cierto,
un marco de referencia, pero este juega también como espacio de variaciones o de modulaciones
que no pudieron ser completamente previstas ni concebidas de antemano: en el espíritu del inven-
tor, el teléfono tenía que servir para llamar al personal doméstico, o para transmitir a domicilio las
arias de la ópera; el cine ten’a como objetivo principal la descomposición científica del movimien-
to; y los ingenieros que promovieron el minitel no habían imaginado las mensajerías rosas... esen-
cialmente incompletas cuando son puestas o enunciadas en el mercado, nuestras herramientas fun-
cionan como esponjas de usos diferentes y llegan a su madurez relativamente tarde. por consiguien-
te, es importante desacoplar los objetos técnicos de una filial o una filiación demasiado duramente
científica e insistir en su apertura al trabajo artesanal, ese arte o esa ciencia del usuario. las herra-
mientas modernas nos llegan colmadas de instrucciones o parámetros científicos, pero se sumergen
en el mercado, en el discurso de la publicidad y de los medios de comunicación, así como en un
imaginario o un sueño social que, como todo sueño, no habla ni de manera clara ni con una sola
voz. documentado en la obra clásica de elizabeth eisenstein, el ejemplo de la imprenta muestra que
en sus inicios fue rica en efectos sociales y culturales contradictorios y que una multitud de otros
facto res dieron a la invención de gutenberg su configuración y fecundidad históricas. estas ideas
deberían cuidarnos de confundir “la” técnica con el espectro aplastante del destino; la historia, aun
cuando más no fuera la de nuestras herramientas, es generalmente menos lineal de lo que creemos.

3. el tiempo tÉcnico
por lo tanto, caracterizaremos el mundo de los objetos técnicos como lo que se mueve y no
puede dejar de transformarse. pero la duración necesariamente corta de objetos sometidos a una re-
novación incesante se encuentra inserta en el largo plazo, o el tiempo mas lento, de los usos socia-
les y de las relaciones pragmáticas ya tejidas entre los hombres. una innovación, por definición
siempre joven, debe llegar a un acuerdo con usuarios mucho mas viejos o dotados de rutinas y de
hábitos que van a frenar o a modificar la trayectoria del tiempo técnico.

ritmos técnicos y tiempo humano(s)


nuestra sociedad, como lo veremos mejor en el capitulo vi, está abierta y es sensible a la in-

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formación, ese valor equivoco que incorpora, en especial, la innovación científica y técnica. esta
apertura, que a veces se identifica con la medida del progreso y del desarrollo, nos lleva hacia de-
lante, pero también es un factor de obsolescencia y, por lo tanto, de pérdida de seguridad y de senti-
do. apreciamos las acciones siempre mas sofisticadas de la tecnósfera, pero la renovación de los ob-
jetos, la modificación del entorno y de las relaciones, descalifica nuestros antiguos saberes, despla-
za nuestros puntos de referencia familiares y constituye un incontrovertible factor de ansiedad, es-
pecialmente en el mundo del trabajo, en el que la innovación técnica, drogada por la competencia y
la carrera por las ganancias, se traduce con frecuencia en pérdidas de empleos o penosas reconver-
siones. la cadena de producción industrial impone su ritmo, que aplasta el tiempo necesariamente
más aleatorio y más lento de la acción individual. carlitos enfrentado con la máquina en los tiempos
modernos ilustra, más allá de los perjuicios de la taylorización y del trabajo en cadena, la siempre
amenazadora falta de sincronía entre el tiempo técnico y el tiempo humano.
la historia de cada persona parece tejida con diversos tipos de tiempos, desde la sucesión ace-
lerada y casi cinematográfica de las informaciones hasta el tiempo casi inmóvil de la religión y de
las creencias. las novedades informativas no dejan de desplazarse unas a otras en un turn-over ince-
sante. de la misma manera, justo por debajo de ellas, la innovación técnica tira, porque está rota, o
manda al museo de las artes y tradiciones populares, a la novedad de ayer: mi computadora, mi
auto y mi fax difícilmente serán usados más de cinco o seis años. por el contrario, el mensaje de las
grandes religiones a través de uno o dos milenios sin alteraciones notables; seguimos admirando las
obras de arte nacidas en los siglos pasados (miguel angel no desplazó a giotto y no fue desplazado
por los impresionistas ni por la vanguardia, por más que hayan proclamado ruidosamente su “nove-
dad”).
contrariamente al tiempo muy lento, casi inmóvil, de los grandes relatos que estructuran el
orden simbólico o la relación técnica, el tiempo técnico orienta la duración según una flecha irre-
versible. lo étnico (o lo cultural) y lo técnico marcan dos maneras opuestas de vivir el tiempo: la
cultura alienta el retorno a las fuentes, los renacimientos, los redescubrimientos periódicos de obras
olvidadas y amuebla nuestra vida con lo antiguo, a tal punto que el concepto mismo de cultura pa-
recería inseparable de esta profundización retr6grada del tiempo. las ciencias y las técnicas, por el
contrario, no se cargan con un gran bagaje histórico y nos llevan a vivir online, siempre en punta. el
ejemplo del armamento y de las máquinas de guerra muestra profundamente esta exigencia de no-
vedad perteneciente a los objetos técnicos en general, que mantienen una especie de guerra en cá-

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mara lenta en el mercado: un ejército equipado con armas de fuego va a ganarle, generalmente, a
tribus que se hayan quedado en la edad de las flechas (el adverbio generalmente modaliza esta afir-
mación, para considerar factores no técnicos sino pragmáticos de la guerra, como el conocimiento
del terreno o la motivación de los combatientes).

trinquetes de irreversibilidad y efecto jogging


decimos que la historia de las técnicas en general tiene el ritmo de los umbrales que tienen el
papel de trinquetes de irreversibilidad. la invención de gutenberg ha muerto para los copistas de la
edad media; de la misma manera, la introducción de la informática y de las calculadoras marginali-
za de manera ineludible los ábacos y las cuentas hechas en el papel; los caballos no hacen más de
postas desde que existe el telégrafo óptico y el ferrocarril; los cd y los aparatos de alta fidelidad
mandaron al granero al gramófono de la infancia. en todas partes donde se introduzca la competen-
cia, la acción debe seguir. pero nada prohíbe, fuera de las esferas del beneficio y en las márgenes
del juego, del deporte o de la cultura personal, la permanencia de la caligrafía, de la equitación o de
los discos de 78 de pasta accionados a la manivela. y todavía se ve en los mercados de extremo
oriente que los ábacos resisten heroicamente a sar y a ibm. régis debray señala que los desplaza-
mientos en automóvil tendían a reemplazar los desplazamientos a pie, pero que los peatones, cuan-
do no podían caminar se ponían a correr y bautizó este arcaísmo como “efecto jogging”. por lo tan-
to, llamaremos técnica en general al conjunto de los objetos o de las operaciones que no pueden no
progresar porque se exponen al torneo permanente de la competencia o, como diría popper, de la
falsabilidad. pero en los alrededores de este vector técnico que tiende a alcanzar la línea recta, la
profundidad y los meandros del tiempo social merecerían ser mejor escrutados. ¿cuánto tiempo y
cuántos relevos necesita tal innovación nacida en la tecnosfera para infiltrar y penetrar con su ley la
esfera simbólica? ¿en cuántos siglos el hombre occidental se convirtió en “gutenbergiano” y cuán-
tos siglos faltarán para que se asimilen plenamente la electricidad, la televisión o las “nuevas tecno-
logías”? en general, la mirada que posamos en estos fenómenos es hipermétrope: vemos mejor de
lejos que de cerca, mejor a gutenberg que a internet. y si bien siempre resaltamos (a veces llegamos
a la fascinación) la existencia de nuevas herramientas, percibimos con menos claridad sus alcances
sociales, imaginarios o culturales. dos escollos amenazan a la mediología (un pensamiento de la efi-
cacia de los medios de comunicación y de las herramientas relacionales: éste debe cuidarse del re-
duccionismo o del determinismo técnico y no puede seguir complaciéndose en un lamento pasatis-

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ta. saludamos una anticipación visionaria de sensibilidad mediológica en el capitulo notre-dame de
paris, “esto matará a aquello”, sin que por eso suscribamos la tesis de víctor hugo; no es verdad, en
efecto, que el libro de papel haya matado a la catedral de piedra, ni la fe cristiana, y este ejemplo
nos enseña que la historia de las técnicas y la de las ideas tienen relaciones necesarias, pero más
complicadas. en el campo de los cultos, en particular, el retorno de los arcaísmos “pregutenbergia-
nos” puede apoyarse en la televisión o en la difusión de los videocasetes; las comunidades de rezo,
los movimientos carismáticos, los predicadores electrónicos o, más inquietantes aún, los integris-
mos fanáticos son totalmente compatibles con las “nuevas tecnologías” y con un desarrollo elevado
de los conocimientos científicos y técnicos. este retorno lacerante de los arcaísmos refuta de mane-
ra bastante cruel a las filosofías del progreso inspiradas en las luces y en todos los que creían en el
surgimiento pleno del capitalismo y de la colonización, que la apertura de las escuelas conduciría al
cierre de las iglesias y a la extinción de las prisiones.

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