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La condicién mortal Beatriz Sarlo “Elaioanterior,en mayo, Washington ha muertode un cincerde pris tata; en junio, el Gato y Elisa, que estaban viviendo juntos en la casa de Rincén desde que Elisa y Héctor se separaron, han sido secucstra- dass por el ejércto y desde entonces nose tuvo mis noticias de ellos. Y para os mismos dias, aunque sc haya sabido un poco mis tarde, Leto, Angel Leto, ,00?, que desde hacia afos vivia en la clandestinidad, se hha Visto obligado, a causa de una emboscada tendida por la poets, a ‘morderporfin a pasillitade venenoque, porrazones deseguridad, los Jefes desu movimiento distribuyen ala teopa para que, si las sorpren- de, como dicen, cl enemigo, no comprometan, durante las sesiones de tortura, el conjunto de la organizaciéa’. Juan José Saer, Glosa ‘Se sabe que fueron los novelistas del siglo XIX quienes, como respuesta alas preguntas abiertas por la ficcién ante el lector, sintetizaban en clésicos capitulos finales los destinos desus per- sonajes. Esto es bien cierto para Dic~ kens, para Jane Austen, para Stendhal: Balvaco respeié alo largode sus gran- des ciclos, permitiendoelreencuentroy eleruce de carreras diferentes. Lanove- Ja realista cumple de este modo una de sus promesas: Ia de la fundacién de ‘mundos alrededor desujetos o, parade- cirlo brevemente, escena y personaje. Estas dos dimensiones, cuyo conflicto articula, a su vez, ¢l conficto noveles- co, se presentan con la hipétesis de que parcecan completas, ylas clipsis narra- livas sc n una estrategia que hace pa- radéjie=mente posible Ja ilusién de lo pleno. Deseariamos que Julien Sorel no muricra; sin embargo, incluso su rau- rte es més tolerable que la idea de un abrupto vacfo final ene! que se nos hu- bicraconfinadoalaignoranciasobrec! desenlace de esa vida, que habjamos seguido en los repliegues més escon- didos. Siempre supimos mis que Mathilde de la Mole y que Mme. de Rénal; el desenlace no podia dejamos sabiendo menos. Enese punto, lanove- lacumple lo prometido. La muertesor- prendealos personajes de ficciéncomo alos hombres y mujeres: es indeseada, pero también inevitable. Cierrael mun do de la ficci6n pero, desde mucho an- tes, este mundo se habia cerrado, por- «que los actos de Julien conduefan paso paso a un desenlace: cuando irrumpe ena iglesia de Verritres y disparaso- bre laque habfasido suamante, produ- ce un hecho que noadmite retroceso. A partir de él, slo podria haber variantes ‘deun final que la ficci6n yaconvocé de manera irremisible. Por eso, los personajes de las gran- des novelas realistas acumulan sus ac- tas como un pasado que define, en cada giro del relato, sus posibilidades. Este ‘efecto forma parte de lo verosimil rea- lista: la consistencia de los destinos es unaley narrativa, porlaquelos lectores aprendemas a esperar (nos guste 0 10 nos guste) ciertos desenlaces y a dese- char otfos. La invencién se aticne a regulaciones. Y unadecllas (ley de hic 170, si las hay) ¢s la del desenlace. Tic- nesentido leer una novela del siglo XIX desde sudesenlace (aunque no siempre lo aconseje Ia teorfa literaria), porque alli la ficcién se estabiliza. No tiene sentido leer una novela contemporinea desde ese lugar que puede ser tan ines table como cualquier otro: el desenlace no goza de mayores prerrogativas que las del resto del texto. De una novela ‘contemporiinea puedo olvidar el desen- lace sin que 1a narracion se desarticule por completo. Por el contrario, si olvi- do la muerte de Julien Sorel, olvidaré también una conclusién quees fundan- tey que reordena toda la ficeiGn:no hay posibilidad ninguna para cl pequetio ambicioso bonapartista en la sociedad de la restauraciGn. La sociedad no sc engafia, aunque quien le muestre su verdad sea precisamente el ambicioso apasionado que hubiera querido ocul- térsela; y, al mismo tiempo, el senti- miento triunfa, no porque el amor pue- davencerningin obsticulosino porque 5 €1 nico obstéculo insalvable: lejos de aniquilarlas, la pasi6n exacerba las diferencias. Sobre este doble conflicto, la ejecucién de Julien Sore! ensefia to- do lo que, en cl curso de la novela, Ju- lien no quiso reconocer nunca del todo. Enesterégimen novelistico,cl desenla- ce es siempre inevitable. Las novelas dc Sacr no pertcnecen obviamente a este régimen. Construi- das, como lo hubiera deseado Borges, sobrelaparadojade Zenén, muestranlo que puede hacerse fragmentando y ex- pandiendo el tiempo: en Glosa, una ho- aes el tiempo que pasan juntos Leto y el Matemético, caminando alo largo de veintitin cuadras de lacalle San Martin, en la ciudad de Santa Fe. Esos, mis 0 menos, sesenta minulos transcurren sobreimprimi€ndose sobre otros tiem- pos: el de la fiesta de cumpleatios de Washington Noriega que el Matemiéti- co glosa, segiin otras glosas, para Leto ‘que, como ¢l Matematico, estuvo au- Sente del festejo, ¢s sGl0 uno de esos tiempos pasados. Interrumpiéndolo, hay otros pasados y, sobre tod, otros tiem- pos que, para el narrador y para cl Iec- tor, on futuras pasados: Leto y el Mate- ‘mético caminan una maiana de prima- vera de 1960 6 1961, pero wn narrador sabe que dieciocho afios después cl Ma- temélico recordard esa mafiana, ysabré ‘que un afio antes, cosas terribles suce- dieron con Leto, con uno de los melli- 0s Garay, con Elisa. Y ese futuro ya pasado irrumpe en el recorrido de 1961 por Ia calle San Martin, cortando el tiempo e introduciendo otra temporali- dad de calidad diferente porque, encll2, los destinos de algunos hombres y mu- Jeres yase han jugado. ‘Loimborrable, la Gitima novela de Saet publicada cn 1993, s¢ inicia con esta frase: “Pasaron, como veniit di- ciendo hace un momento, veinte afios: anochece”. Pasuron veinte afios desde lamafanacn que Leto y el Matemético conversaroncon Tomatis intcrrumpicn- do su caminata por lacalle San Martin. Lo imborrable empieza, entonces, €n 1981, como lo indica su primera frase que cita ¢ invierte la primera frase de otra novela de Ser, El limonero real: “Amanece”. Ellectorlee, reconoce, pe- ro también se pregunta: ;qué“venia di- ciendo, hace un momento” Tomatis? Ese “hace un momento” es cuando la novela todavia no habia empezado. {Déndeestiese momento queLoimbo- rable no incorpora sino como blanco que precede al comienzo del texto? {Dénde esti el tiempo que no ha sido todavia escrito? ,Qué hizo enese tiem- po Tomatis, el narrador y personaje de Lo imborrable? La novela encventra & ‘Tomatis pocos meses después del final de Glosa, mejor dicho pocos meses después de que sucedieran los hechos que ni Leto ni el Matemaético conocen, pero que el narrador de Glosa revels a ‘sus lectores.Lo imborrableabre el aba- nico y dejaverfranjas de tiempo queto- avi no conociamos: si Glosa anticipa las muertes de Leto, el Gato y Elisa, mostrando hechos que pertenecen a la temporalidad deNadie nada nunca, cor- tando el pasado de 1961 con el futuro, pasado de 1976, Lo imborrable narra hechos contempordneos alatemporali- dad de Glosa y de Nadie nada nunca ero que csas novelas no habian mos- trado cuando desplegaronsu propioaba- nico de tiempo. Los personajes, en este caso Tomatis, aparecen bajo una luz desconocida porquesemueven en fran- jas de ticmpo inscriptas en el pasado por las que las novelas anteriores no se hhabian detenido. En la paradoja que amaba Borges, Ios lectores sabemos que Aquiles no al- canzard jamés 2 la tortuga: cada pasode Aquilesabrelaposibilidad de que sein- tercalen otros pasos. La literatura pone ‘en evidencia las ilusiones del tiempo y cel espacio, subrayasucualidad subjeti- ‘va, mos dice que sumateriacs ¢l recuer- do. Las veintitin cuadras recorridas por {a calle San Martin son tiempo y espa- io que se parcelan para que entren otros tiempos futuros, cn otros espacios diferentes:entre uncxtremoy clotrode lacalle San Martin se incrustan anchas franjas del mundo narrative de Saer. A ‘veces, sonsimplementemenciones:Re- laci6n de abanclonado, del padre Que- ‘sada, que Washington Noriega ha reci- bido de Marcos Rosemberg (Saer cita as{Elentenadoy Cicatrices);otras,son trabajos sobre la misma materia narra- tiva, perolevemente modificada, como ‘Saer acostumbra hacer casi desde un comienzo. YY, segiin Io que me interesa seguir ahora, también son sintesis fulgurantes dealgunos recorrides: afios después dc sa mafiana de 1961 el narrador sabe que Pichén Garay y cl Matemético se ‘encuentran en Europa, afincados defi- nitivamente; Tomatis sobrevive, abs- traido en una especie de cmbrutcci- ‘miento banal; Washington Noriega ha muerio; el Gato Garay y Elisa (los per- sonajes de Nadie nada nunca) han de- saparecido, en 1978, secuestrados por 1 ejército; Leto se suicida para no cact vivo en manos de la policia. Silaexperienciade lecturatiene al- ‘gin sentido, deberia anotar que esa in- formacién, someramente puesta en la pagina 154 de la primera edicién de Glosa, fue reveladorade hasta qué pun- 0 una categoria en crisis, el personaje, habfaafectado mi recorrido por la obra de Saer. Encl péirrafo breve y severo de Glosa, seclausuraban tres destinos que hasta entonces (desde mediados de los. alos sesenta, cuando uparece Cicatri- ces) estaban abiertos. En una obra que ‘nunca ha desmentido su radicalidad ¢s- tética y cuya perfeccién se funda en la coherencia de 1a experimentaci6n na rrativa, de pronto, como un golpe de timbales quesedestaca porsubrevedad de reldmpago, el pathos de la probable muerte del Gato y Elisa, de la segura muerte de Angel Leto, irrumpe clausu- randouna historia que es anterioraGlo- sa. Lasoleada mafiana de octubre ono- viembre en la que Leto y el Mateméti- cose entregan a la glosa de la fiesta de ‘cumpleaiios de Washington Noriega, se ensombrece no s6lo con a muerte de Noricga (fatal y predecible, inscriptaen cl curso de la naturaleza) sino con la violencia de las desapariciones (ins- ccriptas en el curso des figurado y mons- truoso de lo social). LQuiere decir (me pregunté al leer la pagina 154 de Glosa) que durante afios yohabiapensado equivocadamen- te que el Gato y Elisa y quizés Leto se- guian viviendo enun tiempo, es verdad, sin existencia narrativa? Saer no habja vuelto a ellos, pero tampoco habia na- rado © mencionado su muerte: esta- ‘ban, por fo tanto allf, en un abstracto tiempo virtual, totalmentesubjetivo, in- teriorizado por los lectores. En Nadie ‘nada munca se sabe que e1 Gato y Elisa ‘estén cercados por un peligro (real y aaleg6ricamente), pero no hay més anun- clos que ese cercamiento; y de Leto, era ificil imaginar que su destino iba a cumplirseencl momento que mordiera su pastilla de veneno, durante la noche dela emboscada. Sélo un breve“Argu- mento”, deLa mayor (1976), incitabaa pensarque Leto moririadecsaformaen Glosa. Desconocer estos destinos man- tenfa la ficcin abierta: haba futuro na- rrativo en Elisa y el Gato y Leto. El cumplimiento de sus muertes, cierra la ficcién como invenci6n de un futuro y 3610 Ia puede hacer posible como rela~ to de un pasado: lo que otros recuerden dcellos, lo queunnarrador puedaescri- birsobreesos afios blancos que transcu- mrenenas vidasde los personajes cuan- do las novelas no sc hacen cargo de ellos. Es cierto: en Lo imborrable Sacr dispuso algunas de esas astillasde tiem- po qucantes permanecfanocultas y hoy forman|a trama de la vida de Tomatis; maiiana un nuevo texto podri decir lo {que desconocemos sobre Leto, Elisa 0 el Gato. Enesa|fnea infinitamente divi- sible quees el tiempo saeriano, siempre habr& un punto por el que todaviano ha transcurrido un relato. (“Ese grumo, pensaba Leto, tenia una sola cualidad: eraimborrable”.) Se puede imaginar la expansiénde un punto y lainclusién de otros tiempos pasados y futuros dentro de los circulos que, como una piedra que coc enel agua, se formanalrededor de ese punto que la ficcién activa dén- dole el espesor de una temporalidad densa por la que el relato se desplaza comosi fuera un espacio. Sinembargo, hay unsaber que ya no puede ser elimi- nado: Leto-ha muerto, Elisa y el Gato han desaparecido: lo que ellos fueron, queda resignificado porestos datos du- 10s, que en Glosa aparecen comprimi- dos, enese pérrafo dela pagina 154,co- mo indicadores de una voluntad: lo que ¢lMateméticosabesobrecllosdebescr ‘conocido por ¢! lector de manera répi- a, brutal, eficaz como informaci6n tras- mitida. El relato dice lo que tiene que dccir, en una sola frase, donde se mez- cla la muerte natural de Washington Noriega y las formas de 1a muerte poli tiea de Leto, et Gato y Elisa. Dice en- tonces loque tiene que deciry calla, sin més. Por la precisiGn comunicativa de la frase, no hay posibilidad de distraer- se dela informacién que trasmite: esa frase, justamente, no tienc expansiones mayores, s6lo un par de incidentales, dos comentarios intercalados. La co- municacién de la desuparicién y ta ‘muerte tiene, en un texto arborescente como cl de Glasa, el tono concentrado de los enunciados que desnudan lo que comunican. DeTomatis todaviapodemos espe- rarlo todo, ya que ha quedado allf, sus- pendido en el final de Lo imbarrable ‘cuando ha decidido tomarse la primera copa después de meses de abstimencia; ha logrado abandonar la inmovilidad, ha enterrado a'su madre y ha salido de sucasaen a quese habfa encerrado,en clfinal de Glosa, parabeber vino, mirar televisi6n y murmurar obscenidades. De Leto, e! Gato y Elisa, en cambio, s6- Jo podemos esperar lo que ensus vidas de personajes ya se ha cumplido con el catécter clausurado y definitive de 1o {que ha tocado Ia muerte o la desapari- cidn. Quizds, alguien podria decir, Eli- say el Gatono han muerto: sondesapa- recidos, sucucrpo hasido sustrafdoala vida de un modo més perverso que el del asesinato 0 el suicidio durante una ‘emboscada dela represién. Perolaradi- calidad del desaparecido (esa condi- ciénsiniestraque amontoné a hombres -y mujeres en un limbo subterrénico) los hha dejado marcados para siempre. Recordar (releer) Nadie nada mun- ca, implica, después de Glosa, unsaber sobre el Gato y Elisa que no puede de- jardeafectaros:es, enparte, una histo- Tiadonde dos desaparecidos se encuen- ‘ran en una casa sobre el rio, intercam- bianalgunas frases, se aman, omen un asado con Tomatis. Las acciones queel Gato realiza, esos movimientos disten- didos y ausentes con los que se despla- zaenel aire t6rrido del verano, no te- nfan inscripto necesariamente exe final on. a? Lai hasta que, en la pagina 154 de Glosa, leo que él y Elisa han desuparecido, Si todo parecfaamenazarlos (desde laale- gorfa de los caballos muertos hasta los suefios de una ciudad asolada por la este), esaamenaza no habfaterminado de cerrarse sobre ellos en Nadie nada munca; se cierra, en cambio, con el chasquidoseco de undato (algo quede- be saberse duramente, fuera, casi, del régimen moroso de la ficciénsaeriana) en Glosa. La desaparicién no estaba inscripta en los actos del Gato y Elisa ‘que conoct en Nadie nada nunca: pasa- bancosas extrafias asu alrededor, cifras de hechos que transcurrfan muy cerca, perocllos estabanallienlacasasobrela ‘costa del rio que todavia craunlugarso- Tamente rodeado, no penetrado, por la violencia. Lo que supe del Gato y Elisa cra, Ieyendo Glosamedoy cuenta, muy poco, Lo que ahora sé, después deGlo- $a, €8 casi tan poco como antes pero la desaparicién lo ilumina de modo defi-

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