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CAPITULO 3: APUNTALAMIENTOS POLÍTICOS, EL EJE EEUU-JAPÓN

(Susan Strange)
Las bases para la cooperación financiera internacional son más débiles que en los años setenta y ochenta.
Los puntos débiles de los fundamentos del sistema financiero internacional: el ritmo de las innovaciones
tecnológicas en el mundo de las finanzas ha sido muy acelerado y la magnitud y la relevancia ha crecido
ostensiblemente en el ámbito económico, la capacidad política para ajustarse a estos cambios ha ido
decreciendo.
A la hora de dirigir las finanzas internacionales: no hay un solo par de manos que se ocupe de hacerlo.
Los apuntalamientos políticos y la cooperación son de vital importancia a la hora de solucionar futuros
problemas. La inactividad no es debida a razones técnicas o económicas sino, fundamentalmente, a
razones políticas. Lo mismo sucede con la actuación internacional a la hora de tomar medidas parra evitar
el calentamiento del planeta, proteger el medio ambiente etc.. En todos estos temas el sistema político
internacional, basado en el principio de la soberanía de los Estados territoriales, se encuentra en un
retraso con respecto a una economía de mercado mundial, de gran poder, pero con poco sentido de la
responsabilidad social o moral.
Otro tema es como y por qué el equilibrio de poder entre la economía de mercado y la autoridad política
conferida a estos estados ha cambiado tanto durante la segunda mitad del siglo XX (globalización).
Dos de estas relaciones clave destacan sobre el resto. Una es la relación entre EEUU y Japón y la otra la
relación entre Francia y Alemania. Ambas afectan a los procesos de decisión de organizaciones
internacionales como son el FMI y la Unión Europea.
UNA HISTORIA DE DOS DÉFICIT.
La posguerra japonesa debe la mayor parte de su prosperidad a los EEUU. Estos últimos, como fuerza
ocupante después de la guerra, fueron más autoritarios pero también más indulgentes con los japoneses
que con los europeos. Se llevó a cabo una reforma agrícola y se rompió con el Zaibatsu. No sólo se
permitía a los japoneses exportar libremente a EEUU mientras se mantenían las barreras japonesas a las
importaciones EEUU, sino que se permitía, que los japoneses no dieran entrada a las empresas extranjeras
(incluidas la yanquis).
Todas las administraciones estadounidenses, desde 1949 en adelante, eran totalmente concientes de que
Japón era una posición avanzada y la línea de frente de EEUU contra China y Rusia. Japón sabía que
contaba con la protección de EEUU y que no tenía necesidad de invertir dinero en defensa y protección
armamentística.
A medidos de los años 60, EEUU adquirió conciencia del creciente déficit en balance de pagos. Al mismo
tiempo, el comercio japonés experimentaba un gran crecimiento y Japón había entrado a formar parte del
GATT, del FMI, y de la OCDE.
Los estadounidenses no encontraron ningún motivo para que los japoneses no siguieran las misma normas
que los demás: la liberalización de los controles de capital y el acceso de empresas y productos de EEUU
al mercado japonés. Los japoneses se mostraron reacios a aceptarlas, y continuaron conservando intacto
su mercado interno, al mismo tiempo que sacaban el máximo provecho de la apertura de las economías
estadounidense y europea. EEUU se resarció en parte tramando la devaluación del dólar en 1971. Sin
embargo, las importaciones aumentaron y las empresas japonesas siguieron compitiendo con las
empresas estadounidenses. El superávit japonés y el déficit EEUU seguían aumentando. Crecieron las
reservas monetarias de Japón, gran parte de las cuales se invirtió en bonos del Estado de EEUU. En los 80
EEUU invirtió cada vez más en defensa (con préstamos de Japón).
Se había establecido una conexión entre los déficit fiscal y comercial de EEUU. Éste último reaccionó
presionando a Japón con el fin de reducir el déficit comercial. En 1988 EEUU llegó a una serie de acuerdos
bilaterales de restricción voluntaria de exportación que culminaron con la ley Super 301, mediante la cual
aquellos países cuya política comercial era calificada de desleal pasaban a formar parte de una lista
negra.
Un año después se produjo el final de la Guerra Fría, EEUU proporcionaba seguridad y Japón pagaba por
ella (En la guerra del Golfo Japón contribuyó con 13.000 millones de dólares a los costos de la operación),
Japón pagaba casi tres cuartas partes de los costos no salariales de las bases de EEUU en Japón.
Había otros signos de que el acuerdo implícito se estaba deshaciendo y ello podría tener consecuencias
negativas para el sistema financiero global. En 1989 una bajada en la bolsa de Tokio inició una serie de
caídas que habían reducido un 50% el valor de las acciones. De esta manera la “economía de burbuja”
estalló y el largo boom japonés de la posguerra dio lugar a una recesión que perduraría a lo largo de los
90.
Tenemos que remontarnos a 1987 y al colapso de las bolsas de Londres y NY del 19/10 colapso que más
tarde se extendería a la bolsa de Tokio. El superávit por Cta. Cte. De Japón ascendió a 96.000 millones de
dólares, tres veces más que en el 83. Los bancos japoneses invirtieron la mayor parte de ese superávit en
activos en dólares. Dejar que estos activos perdieran valor no favorecía a sus intereses ni al interés
nacional.
El Acuerdo del Plaza que tuvo lugar en 1986 entre los ministros de Finanzas del G-5 fue aparentemente
efectivo para controlar la revalorización del dólar. Sin embargo el acuerdo del Louvre en febrero de 1987,
fracasó a la hora de estabilizar los tipos de cambio.
Después de la crisis del “Lunes Negro” el MOF japonés seguía preocupado por si los inversores privados
japoneses dejaban de invertir en activos en dólares, pues eso haría que el dólar se devaluase todavía más
y que el yen se reforzase, lo cual perjudicaría a las industrias exportadoras.
En 1988 el MOF decidió bajar deliberadamente los tipos de interés en Japón. Esto hizo que no fuera
rentable mantener los beneficios en el país e incitaba a invertirlos en el exterior. De ahí derivaron dos
consecuencias importantes: el abaratamiento del dinero disparó la inflación, aceleró el incremento de los
precios de los activos y contribuyó a hacer estallar la “burbuja económica”. En segundo lugar, las
empresas y los inversores japoneses se embarcaron en una compra desenfrenada de activos en EEUU
En julio de 1988, Estados Unidos convenció al Banco de Japón para que respaldase el Acuerdo de Basilea,
que suponía adoptar unas reglas más estrictas sobre la adecuación de capital de los bancos en relación a
sus activos (préstamos). Por el bien del sistema financiero global, había llegado el momento de aumentar
los estándares de adecuación de capital en las economías más importantes.
El acuerdo era impreciso. En Japón, la ratio capital-activos situada en 1/8 significaba que, los bancos
tenían que vender parte de los activos ocultos y, al mismo tiempo, debían emitir más acciones para
aumentar el capital a fin de avalar los préstamos en cartera. Este “doble infortunio” desencadenó la caída
de las cotizaciones en Tokio, que comenzó a finales de 1989, y también contribuyó a la explosión de la
“economía de burbuja”
El dinero fácil dio lugar a un boom de la propiedad inmobiliaria y también del mercado bursátil.
El desmoronamiento del mercado bursátil a principios de la década de los 90, hizo que los dólares
regresasen rápidamente a Japón con el fin de conservar la solvencia de los bancos y el buen
funcionamiento de las empresas.
Esta parte de la historia está directamente relacionada con los dos déficit de EEUU: el comercial y el
fiscal. En los años 80 El déficit fiscal estuvo financiado por los inversores privados japoneses. De manera
similar, el déficit comercial fue equilibrado con la inversión de capital japonés (principalmente procedente
del sector privado) en Estados Unidos.
En 1992 la respuesta parecía encontrarse en atacar el déficit comercial mediante el encarecimiento del
yen respecto al dólar.
Las empresas japonesas solicitaban préstamos en dólares para expandir la producción dentro de las
barreras comerciales de Estados Unidos. La mitad del déficit en la balanza de pagos estadounidense era
atribuible a Japón.
A finales de 1995, la economía de Estados Unidos habia conseguido salir de la recesión mientras que la
economía japonesa seguía en ella. El cambio político significativo fue que la financiación del déficit fiscal
de Estados Unidos ya no dependía de la entrada de capital privado procedente de Japón, sino de la
entrada de capital público japonés.
Se convirtió así en el mayor prestamista del gobierno estadounidense.
En 1996 el cambio en la naturaleza de las preferencias de las instituciones japonesas, en favor de las
Letras del Tesoro Estadounidense a corto plazo, en lugar de los títulos a largo plazo, hizo que la balanza de
pagos por cuenta de capital de Estados Unidos se volviese muy vulnerable al cambio de las condiciones de
mercado, a las tasas de interés relativo y a las expectativas sobre los tipos de cambio.
Mientras el cambio político se produce con una lentitud exasperante (como en Italia), los cambios
económicos debilitan la influencia de las burocracias japonesas sobre la industria y las finanzas. El
aumento del valor del yen en 1995/96 aceleró el traslado de la capacidad industrial de muchas empresas
japonesas hacia China, Malasia, Tailandia y Corea del Sur.
La escuela revisionista desafiaba que Japón era otro tipo de economía política capitalista, con pequeñas
diferencias respecto al modelo estadounidense.
En 1997 debido al crecimiento económico estadounidense aumentaron los ingresos fiscales y se disipó la
sombra del déficit fiscal.
Las relaciones Estados Unidos-Japón han sido, especialmente desde 1990, una historia de desconfianza
mutua creciente y de percepciones erróneas.
TAMBIÉN EN LOS AÑOS TREINTA IMPORTABA LA POLÍTICA
Actualmente, ningún líder hegemónico es lo suficientemente fuerte o rico para desempeñar el papel sin
ayuda. En cambio, podemos depositar nuestras esperanzas en las posibilidades de un liderazgo colectivo
que sustituya a una hegemonía estatal. El problema de la estabilidad hegemónica tiene dos partes: la pri-
mera consiste en cómo prevenir una crisis económica global. La otra consiste en salir de ella una vez que
se ha iniciado.
Para resumir las lecciones de la historia, muchas de las cuales tienen un aire contemporáneo:
• Los problemas pueden empezar fácilmente en un país pequeño.
• En la mayoría de las ocasiones se sabe cuándo los fondos extranjeros pasan de ser activos a largo plazo
a ser activos más líquidos y más a corto plazo.
• El apoyo internacional en forma de nuevos préstamos debe hacerse de forma rápida, amplia y de
manera que se puedan utilizar inmediatamente. No deben ser ayudas otorgadas sólo de cara a la galería.
• Dicho apoyo debe proceder, en primer lugar, de los gobiernos; los bancos comerciales también pueden
ser vulnerables y, por consiguiente, constituir un riesgo a la hora de respaldar a otros países o a otros
bancos.
• Los gobiernos deben dar una apariencia de total unidad y determinación. Un banco central
independiente no constituye el mejor instrumento para una política a la hora de actuar de forma rápida y
decisiva contra los mercados.
• Los bancos centrales tienen también una tendencia inherente a preferir la deflación en lugar de la
inflación, y a considerar que es más importante la estabilidad monetaria que el mantenimiento de los
puestos de trabajo y la continuidad de los negocios que atraviesan dificultades.

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