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“La idea es subjetivada. La relación real [...] es concebida como su actividad interior
imaginaria [...] pero mientras que la idea es subjetivada, los sujetos reales [...] se transforman
aquí en momentos objetivos de la idea, no reales, teniendo un sentido diferente [...] son dados
como una mediación aparente [...] son dejados tales como son, pero adquieren al mismo tiempo
el significado de una determinación de la idea, de un resultado, de un producto de la idea”
MARX, K.: Crítica de la filosofía del Estado de Hegel; Méjico, Grijalbo, 1970; p.14
“Es evidente que se toma en sentido contrario el auténtico camino. Lo más simple es lo más
complicado y lo más complicado es lo más simple. Lo que debería ser el comienzo viene a ser el
resultado místico y lo que debería ser el resultado racional llegar a ser el punto de partida
místico” MARX, K.: Crítica de la filosofía del Estado de Hegel; Méjico, Grijalbo, 1970; p.53
“Hegel separa el contenido de la forma [...] El contenido está terminado y existe en muchas
formas que son formas de ese contenido; por el contrario, es evidente que la forma, que ahora
debe pasar por la forma real del contenido, no tiene como contenido al verdadero contenido.”
MARX, K.: Crítica de la filosofía del Estado de Hegel; Méjico, Grijalbo, 1970; p.78.
El modo en que la conciencia es y en que algo es para ella es el saber. El saber es su único
acto. Por esto algo es para ella en la medida en que ella sabe este algo. Saber es su único
comportamiento objetivo. Ahora bien, la autoconciencia sabe la negatividad del objeto, es decir,
el no—ser—diferente del objeto respecto de ella, el no—ser del objeto para ella, porque sabe al
objeto como su autoenajenación, es decir, ella se sabe (el saber como objeto) porque el objeto es
sólo la apariencia de un objeto, una fantasmagoría mentirosa, pero en su ser no es otra cosa que
el saber mismo que se ha opuesto a al mismo y por eso se ha opuesto una negatividad, algo que
no tiene ninguna objetividad fuera del saber; o, dicho de otra forma, el saber sabe que al
relacionarse con un objeto, simplemente está fuera de sí, que se enajena, que él mismo sólo
aparece ante sí como objeto, o que aquello que se le aparece como objeto sólo es él mismo.
De otra parte, dice Hegel, aquí está implícito, al mismo tiempo, este otro momento: que la
conciencia ha superado y retomado en si esta enajenación y esta objetividad y, en consecuencia,
en su ser—otro en cuanto tal está junto a sí.
En esta disquisición tenemos juntas todas las ilusiones de la especulación.
En primer lugar: La conciencia, la autoconciencia, está en su ser—otro, en cuanto tal, junto a si.
Por esto la autoconciencia (o si hacemos abstracción aquí de la abstracción hegeliana y ponemos
la autoconciencia del hombre en lugar de la autoconciencia) en su ser—otro en cuanto tal está
junto a sí. Esto implica, primeramente, que la conciencia (el saber en cuanto saber, el pensar en
cuanto pensar) pretende ser lo otro que ella misma, pretende ser sensibilidad, realidad, vida: el
pensamiento que se sobrepasa en el pensamiento (Feuerbach). Este aspecto está contenido aquí
en la medida en que la conciencia, sólo como conciencia, no se siente repelida por la objetividad
extrañada, sino por la objetividad como tal.
En segundo lugar, esto implica que el hombre autoconsciente, que ha reconocido y superado
como autoenajenación el mundo espiritual (o la existencia espiritual universal de su mundo), lo
confirma, sin embargo, nuevamente en esta forma enajenada y la presenta como su verdadera
existencia, la restaura, pretende estar junto a si en su ser—otro en cuanto tal. Es decir, tras la
superación, por ejemplo, de la Religión, tras haber reconocido la Religión como un producto de
la autoenajenación, se encuentra, no obstante, confirmado en la Religión en cuanto Religión.
Aquí está la raíz del falso positivismo de Hegel o de su solo aparente criticismo; lo que
Feuerbach llama poner, negar y restaurar la Religión o la Teología, pero que hay que concebir de
modo más general. La razón está, pues, junto a sí en la sinrazón como sinrazón. El hombre que
ha reconocido que en el Derecho, la Política, etc. lleva una vida enajenada, lleva en esta vida
enajenada, en cuanto tal, su verdadera vida humana. La autoafirmación, la autoconfirmación en
contradicción consigo mismo, tanto con el saber como con el ser del objeto, es el verdadero
saber y la vida verdadera.
Así, no puede hablarse más que de una acomodación de Hegel a la Religión, al Estado, etc., pues
esta mentira es la mentira de su principio.