Vous êtes sur la page 1sur 6

1

La Democratización de la Globalización: Una


entrevista con Joseph Stiglitz
Según el Premio Nóbel de Economía, Joseph Stiglitz, es el momento de pasar
de la crítica a la reforma de la globalización. El Profesor Stiglitz estuvo en
Londres en septiembre para el lanzamiento de su nuevo libro, Making
Globalization Work, y habló con Justin Vogler.

“¿Cual es la diferencia entre Diet Coke y Pepsi Max?”, Joseph Stiglitz me


preguntó con una voz perpleja mientras miraba la máquina de bebidas en la
recepción de una Universidad en Londres donde había llegado para dar una
clase magistral. Frenéticamente traté de buscar la respuesta indicada. Estaba
frente al crítico más destacado de la globalización neoliberal en el mundo – el
autor del libro clásico El Malestar en la Globalización, que reveló como las
instituciones financieras de Washington habían administrado mal el ajuste
estructural en Asia y Rusia – y me estuvo bromeando sobre marcas de Coca-
Cola. O así pensaba yo por lo menos.

“Todas estas cosas son distintas acá en Europa”, masculló Stiglitz mientras
puso una moneda en la máquina y optó por Diet Coke. Bueno, evidentemente,
hacer un boicot de la Coca-Cola no es parte de la agenda de Stiglitz, la cual
describe en su último estudio – Making Globalization Work (Haciendo funcionar
la Globalización). Entonces, ¿de que se trata el nuevo libro?

“Realmente he repasado muchas de las áreas en las que he trabajado durante


los pasados 35 años”, me explicó Stiglitz. “He realizado trabajos sobre la
propiedad intelectual, el medio ambiente, las deudas externas, el comercio y
los recursos naturales. Fue el momento de examinar estos asuntos de nuevo
desde la perspectiva de la globalización”.

Stiglitz fue el economista en Jefe del Banco Mundial y Asesor económico del
Ex-presidente estadounidense, Bill Clinton. Actualmente es profesor de
Economía y Finanzas en la Universidad de Columbia en EEUU. Según un
estudio reciente, es el economista que ha publicado más artículos académicos
en los pasados treinta años. Sin embargo, combina su pericia profesional con
una capacidad para comunicar. Así, a pesar de la complejidad de su contenido,
Making Globalization Work es fácil de leer, claro y accesible para el no-experto.
Esto es parte de la visión de Stiglitz de “democratizar la globalización”: explicar
asuntos complejos en un lenguaje simple, para captar a un público más amplio.

“Una de mis críticas a la globalización es que es antidemocrática”, dice el


economista. “Si tomamos en serio tal crítica, entonces tenemos que intentar
involucrar más gente en el debate. Yo formé una ONG, The Initiative for Policy
Dialogue, con este objetivo. El libro es parte del mismo proyecto.”

Al inicio del libro, Stiglitz contrasta el éxito económico del Este de Asia – cuyos
gobiernos mantuvieron una distancia prudente del Fondo Monetario

1
2

Internacional (FMI) – con la inestabilidad económica y creciente brecha en la


distribución del ingreso en América Latina, donde el Consenso de Washington
fue seguido rigurosamente. Alaba a China por su crecimiento y el hecho de que
el gobierno ha “asegurado que los beneficios del crecimiento hayan sido
compartidos por todos.”

Entonces, ¿cómo se puede presentar a China como un modelo de desarrollo y


al mismo tiempo llamar a la democratización de la globalización?

“La democracia no es una condición necesaria, ni suficiente, para el desarrollo


exitoso”, contestó Stiglitz con cuidado. “Aunque yo diría que la democracia
ayuda a lograr el desarrollo sustentable. Para mí la defensa de la democracia
no debería ser instrumental.” Su argumento, a favor de la democracia, no es
que sea buena para el desarrollo económico, sino que es buena para la gente.

“A mi juicio, el desarrollo exitoso requiere buena infraestructura, estabilidad


política y social y el pleno empleo”, siguió Stiglitz. “Las políticas del Consenso
de Washington, como las privatizaciones, pueden ser buenas o malas pero no
son centrales. Básicamente, en América Latina se concentraron en políticas
equivocadas.”

¿Pero no fue la lógica en América Latina de seguir los consejos de Washington


incondicionalmente para poder atraer la inversión extranjera?

“Bueno, resulta interesante que una de las consecuencias de la independencia


de Asia ha sido que han atraído más inversionistas extranjeros”, contestó el
economista. “No obstante, uno de los problemas en América Latina fue que
mucha gente vio la inversión extranjera como una solución en sí. Pero si
vemos, por ejemplo, el caso de Corea del Sur; ellos se desarrollaron muy
rápido y casi sin capital extranjero. La noción de que la panacea viene desde
afuera es, creo yo, equivocada.” En fin, el capital nacional es probablemente
mucho más importante que la inversión extranjera.

El énfasis en las exportaciones es otra área que Stiglitz examina críticamente.


Destaca la caída en el crecimiento brasileño después de que se privilegiaron
las industrias exportadoras en los años 90 y se refiere, con sarcasmo, al
modelo de “export-led non-growth”.

En su libro, Stiglitz describe a Chile como “una de las economías mejor


administradas en el mundo”. Pero, ¿no es que el éxito chileno contradice su
crítica de las políticas del Consenso de Washington?

“Muchos dicen que Chile siguió el Consenso de Washington”, observa Stiglitz.


“Yo le pregunté esto a Ricardo Lagos y él me dijo: “No. Chile fue exitoso porque
no siguió la receta del FMI.” Por supuesto, Chile aceptó algunos aspectos de
las reformas neoliberales pero, crucialmente, los mezcló con sus propias
políticas. En su evaluación del éxito chileno, Stiglitz subraya la importancia del
buen manejo macroeconómico, los controles sobre flujos de capitales, el hecho
de que las privatizaciones fueran controladas y parciales, y la existencia de un
organismo para coordinar la política industrial.

2
3

El OMC y el comercio justo

Una diferencia entre Making Globalization Work y la mayoría de las obras sobre
la globalización es que el autor ha pensado largamente sobre el diseño de
mecanismos para forzar a los Estados poderosos a respetar reglas
internacionales. Stiglitz dice, por ejemplo, que para asegurar que EEUU
participe en un régimen internacional para el combate del calentamiento global,
las emisiones de carbón deben ser tratadas como una externalidad de mercado
(Market Externality). Cualquier país que emita demasiado carbón debe
enfrentar sanciones comerciales bajo las reglas de la Organización Mundial de
Comercio (OMC).

Pero, ¿no es cierto que las sanciones comerciales nunca han sido eficaces?
No sirvieron contra Cuba, o el Irak de Saddam Hussein. Entonces, ¿cómo van
a funcionar contra las superpotencias económicas mundiales?

“Las sanciones comerciales han tenido buenos resultados en algunos casos”,


responde Stiglitz. “Fueron muy eficaces contra Sud África y Rhodesia.
Sanciones comerciales, o por lo menos la amenaza de que serán aplicadas,
fueron una parte importante del Protocolo de Montreal de 1987 sobre el
agotamiento de la capa de ozono (Montreal Ozone Depletion Protocol). Lo ideal
sería si hubiera suficiente consenso sobre el asunto de fondo, y que la pura
amenaza de sanciones bastara para respaldar un régimen sobre el
calentamiento global.”

De hecho, nunca han sido aplicadas sanciones bajo la Convención de


Montreal. No obstante, Stiglitz argumenta que si se permite que EEUU emita
gases invernaderos sin restricción, se les está dando una ventaja comercial
injusta. Dice que las empresas en Europa y Japón deben hacer lobby a sus
gobiernos para que actúen contra la competencia injusta.

El profesor confía en que ya existe una presión fuerte dentro de EEUU para
que Washington colabore con el resto del mundo para frenar el calentamiento
global. “Podríamos argumentar que si todos los americanos se opusieran a la
regulación de las emisiones de gases invernaderos, las sanciones comerciales
probablemente no funcionarían”, dice. “Pero, no es así y la amenaza de
sanciones sobre algunas de nuestras exportaciones podría ser suficiente para
cambiar la política en Washington.”

Sin embargo, ¿no está Stiglitz siendo demasiado optimista sobre la disposición
de EEUU respecto al multilateralismo? De hecho, en Making Globalization
Work el mismo expresa su preocupación de que Washington ya está perdiendo
interés en las negociaciones multilaterales y optando por acuerdos bilaterales
con países chicos como México, Perú y Chile. ¿Si cargamos a la OMC con
temas como el medio ambiente y las relaciones norte-sur, no podría ocurrir que
EEUU simplemente va a abandonarla?

“La OMC tiene un marco jurídico que permite el uso de las sanciones
comerciales para castigar las políticas comerciales injustas”, observa Stiglitz

3
4

con firmeza. “No estoy cargando a la OMC. El mecanismo ya está, es una parte
intrínseca de lo que ya hemos logrado.”

Bilateralismo: Enemigo del Multilateralismo

Stiglitz dice, sin embargo, que existen tres problemas gigantes con el interés de
la Casa Blanca por los acuerdos comerciales bilaterales. Primero, porque “son
normalmente aún más desequilibrados, más injustos para los socios chicos, y
dan aún más poder a los grandes grupos de interés norteamericanos”, que los
acuerdos en la OMC. Segundo, “el desarrollo debe ser un aprendizaje de los
mecanismos de mercado, los acuerdos bilaterales distorsionan los mercados.
Tercero, y para Stiglitz lo más importante, es que los acuerdos bilaterales están
destruyendo el sistema de comercio multilateral que ha estado bajo
construcción por más de medio siglo. Los acuerdos bilaterales están basados
en el principio de discriminación, lo cual es contrario a las reglas comerciales
multilaterales que están basadas en el principio de la nación más favorecida
(most favoured nation principle), dice.

Le recordé a Stiglitz que Chile está entre los países que más acuerdos
comerciales bilaterales ha firmado. Sin embargo, como país chico, Chile tiene
un gran interés en la consolidación de un marco jurídico comercial internacional
institucionalizado. Según el análisis de Stiglitz, al firmar tantos acuerdos
bilaterales, Chile está debilitando a la OMC y efectivamente disparando contra
sus propios pies.

“Así es, precisamente”, respondió el Premio Nóbel quien había hablado con
Ricardo Lagos en el 2002, antes de que Chile firmara el TLC con los Estados
Unidos. “Le dije a Lagos que debía estudiar el texto con mucho cuidado”,
cuenta Stiglitz. “Que debía analizar exactamente lo que Chile iba a recibir y lo
que iba a pagar, que no soñara con que el país creciera automáticamente y que
los inversionistas llegarían sólo con la firma del TLC.

“Por desgracia Lagos ignoró mis consejos. Al final, el Tratado contemplaba la


liberalización forzada del mercado de capitales chileno y, si no me equivoco,
limita también la autonomía chilena con respecto a su política tributaria. Para
mí éstas son infracciones a la soberanía chilena y Santiago no las debería
haber aceptado.”

Si está en desacuerdo con que un país como Chile firmara TLCs bilateralmente
con países del Norte, ¿qué pasa con los intentos de formar bloques entre los
países del Sur, como por ejemplo Mercosur? ¿Es un paso en la dirección
indicada o es sólo otro caso del bilateralismo minando el régimen multilateral?

Stiglitz sigue preocupado por la desintegración del sistema mundial de


comercio. Además, me explicó que las economías del Sur muchas veces no
tienen tanta diversidad de productos y por eso hay menos oportunidades para
explotar las ventajas comparativas. “Por otra parte”, dice, “los bloques dan una
oportunidad para que las economías nacionales aprendan a ser más efectivas

4
5

en el mercado global. Esto es lo que pasó en la Unión Europea. Hemos visto,


sin embargo, que los acuerdos Norte-Sur tienden a ser muy injustos porque
EEUU negocia muy duro. Entonces podría ser que, en un acuerdo Sur-Sur, los
países en desarrollo tengan una oportunidad de expandir sus mercados en una
cancha más equilibrada, con reglas más justas.”

¿Y supuestamente la creación de bloques Sureños incrementa el poder de


negociación del Sur? ¿No fue eso lo que vimos en Mar del Plata cuando los
países de Mercosur condicionaron la creación de un Área de Libre Comercio de
las Américas a que Washington dejara de subsidiar su sector agrícola?

“Exactamente”, me respondió Stiglitz. “Pero lo importante es ver cómo EEUU


intenta romper las filas y negociar con los países latinos uno por uno, primero
con Chile y ahora con Perú y Colombia.” Además, la política comercial
norteamericana está basada en la coerción no en la solidaridad. Una vez que
un país firma un acuerdo con Washington, los demás países sienten que si no
lo hacen, arriesgan la pérdida de sus mercados.

“Estamos volviendo al principio de la nación menos favorecida”, bromea el


profesor. “Al final no conviene que gente se sume a tu equipo por temor. La
política actual está generando mucha hostilidad hacia los EEUU. Uno de los
argumentos a favor del ALCA fue que ayudaría a construir un barrio amistoso y
pacífico. Ahora estamos construyendo un barrio de enemigos silenciosos.”

Argentina en la bancarrota

Lo que llama la atención es que Joseph Stiglitz es, en el fondo, un economista


ortodoxo. Lejos de rechazar los mecanismos de mercado, su objetivo es hacer
que los mercados funcionen mejor. Su principal argumento, en contra de los
derechos a la propiedad intelectual, nos da un buen ejemplo. Dice que las
patentes secuestran el conocimiento y así obstruyen las fuerzas del mercado.
Su solución es un sistema de premios para innovadores. Así se podría motivar
a la Investigación y Desarrollo y, al mismo tiempo, permitir que el conocimiento
corra libremente. Esto, a la vez, conduciría a más innovación y a la generación
de más conocimiento. Otro efecto secundario importante es que tal sistema
dejaría libre a los países más pobres para fabricar productos farmacéuticos,
sobre todo medicamentos para el tratamiento del VIH, por el costo de
producción sin tener que pagar la comisión de las patentes.

Pero, ¿no será que Stiglitz está siendo demasiado selectivo en relación a
cuándo promover mecanismos de mercado? En su libro alaba al Presidente
argentino, Néstor Kirchner, por la manera en que enfrentó al FMI en la
renegociación de la deuda externa. ¿Pero no hay un doble estándar aquí?
Cuando Washington abandona los principios de mercado está siendo
imperialista, pero cuando los argentinos lo hacen son héroes.

“Todo sistema legal en cualquier país reconoce que existen circunstancias en


que la gente no puede pagar sus deudas”, explica Stiglitz. “A veces la
oportunidad de iniciar de nuevo puede ser más importante que hacer respetar

5
6

los contratos. Todo acuerdo debe tener una cláusula de escape de la


bancarrota, esto es lo que estoy diciendo en el caso de Argentina”.

“Kirchner no podría cumplir con sus obligaciones internacionales sin inflingir


sufrimiento a millones de argentinos.” El argumento de Stiglitz es que debe
existir un mecanismo internacional para que un país, como Argentina en el
2001, pueda declararse en bancarrota y así recibir fondos y un plazo de gracia
para poder recuperarse.

La enseñanza de la economía

El título del primer capítulo del libro de Stiglitz es: “Otro Mundo es Posible”. Con
esto en mente – y cumpliendo con un encargo de Sergio Prudant, Director de la
Carrera de Socioeconomía de la Universidad de Valparaíso – pregunté: ¿Cómo
deberíamos enseñar economía en las universidades para promover cambios
sociales positivos?

“Hay leyes económicas y hay que empezar enseñándolas”, dice el profesor.


“Pero, por desgracia, muchos profesores sólo presentan los modelos simples,
los que asumen que el acceso a la información y la competencia son perfectos.
Hay que explicar que tales modelos son útiles porque son fáciles de explicar,
pero que sus suposiciones fundacionales son claramente equivocadas. Es
importante que el estudiante piense profundamente sobre las diferencias entre
los modelos y el mundo real.”

Además Stiglitz subraya la importancia del Estado. “En los cursos


introductorios, en vez de hablar sobre el sector privado, que al parecer es lo
que todo el mundo quiere enseñar, deberíamos destacar la importancia de las
políticas públicas y lo que el gobierno debe estar haciendo. Los mercados son
buenos para algunas cosas, pero otras cosas hay que dejarlas al Estado.”
Además, los estudiantes tienen que entender tres puntos importantes: el
concepto de trade-offs, que cualquier decisión económica produce resultados
positivos y negativos; que hay un punto cuando el análisis económico termina y
el análisis político empieza; y finalmente, que es inevitable y totalmente
legítimo, que haya desacuerdo sobre valores”.

Estas son lecciones básicas que, para Stiglitz, son esenciales para cualquier
estudiante de economía de primer año. Sin embargo, su libro contiene
evidencia de que muchos de los economistas más influyentes hoy, todavía no
las han asumido. “La globalización cambiará”, concluye el Premio Nóbel. “El
sistema actual no puede continuar. Podría cambiar debido a una crisis mundial
o podría cambiar porque nos acercamos a los problemas de manera
sistemática y racional. La esperanza que inspira mi libro, es que optemos por la
segunda opción.”

Justin Vogler es Cientista político y Periodista freelance. Imparte la asignatura


de Ciencias Políticas en la Carrera de Socioeconomía de la Universidad de
Valparaíso. Una versión más reducida de este artículo fue publicada en inglés
en Opendemocracy.com

Vous aimerez peut-être aussi