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“Todas estas cosas son distintas acá en Europa”, masculló Stiglitz mientras
puso una moneda en la máquina y optó por Diet Coke. Bueno, evidentemente,
hacer un boicot de la Coca-Cola no es parte de la agenda de Stiglitz, la cual
describe en su último estudio – Making Globalization Work (Haciendo funcionar
la Globalización). Entonces, ¿de que se trata el nuevo libro?
Stiglitz fue el economista en Jefe del Banco Mundial y Asesor económico del
Ex-presidente estadounidense, Bill Clinton. Actualmente es profesor de
Economía y Finanzas en la Universidad de Columbia en EEUU. Según un
estudio reciente, es el economista que ha publicado más artículos académicos
en los pasados treinta años. Sin embargo, combina su pericia profesional con
una capacidad para comunicar. Así, a pesar de la complejidad de su contenido,
Making Globalization Work es fácil de leer, claro y accesible para el no-experto.
Esto es parte de la visión de Stiglitz de “democratizar la globalización”: explicar
asuntos complejos en un lenguaje simple, para captar a un público más amplio.
Al inicio del libro, Stiglitz contrasta el éxito económico del Este de Asia – cuyos
gobiernos mantuvieron una distancia prudente del Fondo Monetario
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Una diferencia entre Making Globalization Work y la mayoría de las obras sobre
la globalización es que el autor ha pensado largamente sobre el diseño de
mecanismos para forzar a los Estados poderosos a respetar reglas
internacionales. Stiglitz dice, por ejemplo, que para asegurar que EEUU
participe en un régimen internacional para el combate del calentamiento global,
las emisiones de carbón deben ser tratadas como una externalidad de mercado
(Market Externality). Cualquier país que emita demasiado carbón debe
enfrentar sanciones comerciales bajo las reglas de la Organización Mundial de
Comercio (OMC).
Pero, ¿no es cierto que las sanciones comerciales nunca han sido eficaces?
No sirvieron contra Cuba, o el Irak de Saddam Hussein. Entonces, ¿cómo van
a funcionar contra las superpotencias económicas mundiales?
El profesor confía en que ya existe una presión fuerte dentro de EEUU para
que Washington colabore con el resto del mundo para frenar el calentamiento
global. “Podríamos argumentar que si todos los americanos se opusieran a la
regulación de las emisiones de gases invernaderos, las sanciones comerciales
probablemente no funcionarían”, dice. “Pero, no es así y la amenaza de
sanciones sobre algunas de nuestras exportaciones podría ser suficiente para
cambiar la política en Washington.”
Sin embargo, ¿no está Stiglitz siendo demasiado optimista sobre la disposición
de EEUU respecto al multilateralismo? De hecho, en Making Globalization
Work el mismo expresa su preocupación de que Washington ya está perdiendo
interés en las negociaciones multilaterales y optando por acuerdos bilaterales
con países chicos como México, Perú y Chile. ¿Si cargamos a la OMC con
temas como el medio ambiente y las relaciones norte-sur, no podría ocurrir que
EEUU simplemente va a abandonarla?
“La OMC tiene un marco jurídico que permite el uso de las sanciones
comerciales para castigar las políticas comerciales injustas”, observa Stiglitz
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con firmeza. “No estoy cargando a la OMC. El mecanismo ya está, es una parte
intrínseca de lo que ya hemos logrado.”
Stiglitz dice, sin embargo, que existen tres problemas gigantes con el interés de
la Casa Blanca por los acuerdos comerciales bilaterales. Primero, porque “son
normalmente aún más desequilibrados, más injustos para los socios chicos, y
dan aún más poder a los grandes grupos de interés norteamericanos”, que los
acuerdos en la OMC. Segundo, “el desarrollo debe ser un aprendizaje de los
mecanismos de mercado, los acuerdos bilaterales distorsionan los mercados.
Tercero, y para Stiglitz lo más importante, es que los acuerdos bilaterales están
destruyendo el sistema de comercio multilateral que ha estado bajo
construcción por más de medio siglo. Los acuerdos bilaterales están basados
en el principio de discriminación, lo cual es contrario a las reglas comerciales
multilaterales que están basadas en el principio de la nación más favorecida
(most favoured nation principle), dice.
Le recordé a Stiglitz que Chile está entre los países que más acuerdos
comerciales bilaterales ha firmado. Sin embargo, como país chico, Chile tiene
un gran interés en la consolidación de un marco jurídico comercial internacional
institucionalizado. Según el análisis de Stiglitz, al firmar tantos acuerdos
bilaterales, Chile está debilitando a la OMC y efectivamente disparando contra
sus propios pies.
“Así es, precisamente”, respondió el Premio Nóbel quien había hablado con
Ricardo Lagos en el 2002, antes de que Chile firmara el TLC con los Estados
Unidos. “Le dije a Lagos que debía estudiar el texto con mucho cuidado”,
cuenta Stiglitz. “Que debía analizar exactamente lo que Chile iba a recibir y lo
que iba a pagar, que no soñara con que el país creciera automáticamente y que
los inversionistas llegarían sólo con la firma del TLC.
Si está en desacuerdo con que un país como Chile firmara TLCs bilateralmente
con países del Norte, ¿qué pasa con los intentos de formar bloques entre los
países del Sur, como por ejemplo Mercosur? ¿Es un paso en la dirección
indicada o es sólo otro caso del bilateralismo minando el régimen multilateral?
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Argentina en la bancarrota
Pero, ¿no será que Stiglitz está siendo demasiado selectivo en relación a
cuándo promover mecanismos de mercado? En su libro alaba al Presidente
argentino, Néstor Kirchner, por la manera en que enfrentó al FMI en la
renegociación de la deuda externa. ¿Pero no hay un doble estándar aquí?
Cuando Washington abandona los principios de mercado está siendo
imperialista, pero cuando los argentinos lo hacen son héroes.
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La enseñanza de la economía
El título del primer capítulo del libro de Stiglitz es: “Otro Mundo es Posible”. Con
esto en mente – y cumpliendo con un encargo de Sergio Prudant, Director de la
Carrera de Socioeconomía de la Universidad de Valparaíso – pregunté: ¿Cómo
deberíamos enseñar economía en las universidades para promover cambios
sociales positivos?
Estas son lecciones básicas que, para Stiglitz, son esenciales para cualquier
estudiante de economía de primer año. Sin embargo, su libro contiene
evidencia de que muchos de los economistas más influyentes hoy, todavía no
las han asumido. “La globalización cambiará”, concluye el Premio Nóbel. “El
sistema actual no puede continuar. Podría cambiar debido a una crisis mundial
o podría cambiar porque nos acercamos a los problemas de manera
sistemática y racional. La esperanza que inspira mi libro, es que optemos por la
segunda opción.”