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Baamonde, Presidenta, don Guillermo Jiménez Sánchez, don Vicente Conde Martín de Hijas,
don Javier Delgado Barrio, doña Elisa Pérez Vera, don Roberto García-Calvo y Montiel, don
Eugeni Gay Montalvo, don Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Ramón Rodríguez Arribas, don
Pascual Sala Sánchez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps, Magistrados, ha
pronunciado
la siguiente
SENTENCIA
I. Antecedentes
b) Remitidas las actuaciones al Juzgado de lo Penal núm. 4 de Murcia, éste dictó Auto
de 11 de julio de 2005, por el que señalaba el siguiente día 13 del mismo mes y año para la
realización de la vista oral. En sus conclusiones definitivas las acusaciones reiteran su
calificación de los hechos y solicitan la imposición de una pena de doce meses de prisión,
privación del derecho a la tenencia y porte de armas por dos años y prohibición de
aproximación a la víctima y de comunicarse con ella por dos años, por el delito agravado, y de
diez meses de prisión, privación del derecho a la tenencia y porte de armas por dos años y
prohibición de aproximación a la víctima y de comunicarse con ella por dos años, por el otro
delito. La defensa solicitó la libre absolución del acusado.
A la conclusión del acto de juicio oral, la titular del órgano jurisdiccional ya avanzó el
contenido de la providencia de 22 de julio de 2005, por la que se concedió a las partes
personadas y al Ministerio Fiscal un plazo común e improrrogable de diez días para que,
conforme a lo previsto en el art. 35.2 LOTC, alegaran lo que estimasen pertinente acerca del
posible planteamiento de cuestión de inconstitucionalidad respecto del art. 153.1 CP por
vulneración de la dignidad de la persona (art. 10 CE), y de los derechos a la igualdad (art. 14
CE) y a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE).
que su contenido no es determinante del fallo. También se apunta la posible afectación directa
del fallo en el caso de aplicación de la rebaja de un grado del art. 153.4 CP con el efecto de
alcanzar una pena de prisión inferior a tres meses. Finalmente, se señala que la pena
imponible sería idéntica en el caso de considerar al marido persona especialmente vulnerable
ya que el inciso final del precepto no introduce discriminación alguna en relación al sexo de
los sujetos. El requisito de la convivencia quedaría acreditado en el caso pero faltaría la
acreditación de la especial vulnerabilidad del sujeto pasivo varón.
El precepto presupone así un sujeto activo hombre y un sujeto pasivo mujer, y exige
además una relación, actual o pasada, conyugal o de afectividad análoga. Este elemento
relacional no añade nada significativo a la discriminación por sexo porque tal relación es
concebible también en sujetos homosexuales, en particular tras la entrada en vigor de la Ley
13/2005, de 1 de julio. Dicho de otro modo: las notas definitorias de la agravación son el sexo
de los sujetos del delito y la relación conyugal o análoga entre ellas; no así la convivencia,
cuya eliminación, unida a la limitación del sexo necesariamente masculino del autor apuntan
como bien jurídico adicional a la integridad física y psíquica de las personas a que se refiere el
Título, la proscripción de conductas discriminatorias, expresadas de forma violenta, en un
ámbito muy concreto, el de las relaciones de pareja heterosexuales, por parte del hombre
sobre la mujer.
para el ejercicio de patria potestad, tutela, curatela, guarda o acogimiento, con los efectos
reflejos correspondientes descritos en cuanto a la agravación del párrafo 3º, a la atenuación
del último párrafo y al régimen de alternativas a la ejecución de penas privativas de libertad.
No se cuestiona, por el contrario, la constitucionalidad de la agravación referida a la
condición de persona especialmente vulnerable que conviva con el autor.
Una vez expuesta la evolución del precepto cuestionado, el Auto pasa a relacionar los
preceptos constitucionales que el órgano judicial promotor de la cuestión considera
infringidos.
Según el órgano promotor de esta cuestión, el legislador español habría realizado una
decidida apuesta por la acción positiva, dirigida no a la mujer como tal, sino a la mujer como
víctima de la violencia de género, definida restrictivamente en cuanto se circunscribe a la
sufrida en el seno de una relación matrimonial o asimilada heterosexual, presente o pasada,
aun sin convivencia y consistente en todo acto de violencia física o psicológica, incluidas las
agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de
libertad (art. 1.1 LO 1/2004). Sin embargo, las medidas penales como la cuestionada, que
endurecen la respuesta punitiva en atención a la diferenciación sexual de los sujetos del delito,
no tendrían el carácter de “acciones positivas”. Para sostener esta afirmación se reproducen
las consideraciones del Informe del Consejo General del Poder Judicial al Anteproyecto de la
que es ahora Ley Orgánica 1/1004, donde se rechaza la procedencia de la adopción de
medidas de acción positiva en ámbitos, como el penal o el orgánico judicial, en los que no
exista un desequilibrio previo y no exista escasez de los bienes a los que accede la mujer.
Según el órgano promotor, no se alcanza a comprender cómo favorece la igualdad de
oportunidades para la mujer, en la línea señalada por el Tribunal Constitucional (STC
229/1992), el castigo más severo de conductas como la enjuiciada cuando son cometidas por
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un hombre. Aún más incomprensible resulta esa hipótesis si se tiene en cuenta la insistencia
del intérprete constitucional en la idea de eliminación de trabas para la mujer, más como
agente de su realización personal que como sujeto protegido, lo que significa un superior
respeto a la dignidad de la mujer como persona capaz de regir sus propios destinos en
igualdad de condiciones, una vez eliminados esos obstáculos de acceso, a través de una
política de promoción, que no de protección.
agravado del art. 153.1 CP no tanto por la diferencia real de sustraer un tramo de pena
alternativa de la consideración del Juez en la determinación de la pena, de extender el máximo
de la pena potestativa de inhabilitación o de agravar el régimen de alternativas, sino por la
propia naturaleza penal de las medidas, que introduce un elemento cualitativo fundamental,
presente en reformas que pudieran parecer simbólicas en su aspecto cuantitativo o en su
aplicación práctica.
riesgo para la seguridad jurídica en cuanto que el enunciado normativo ha de marcar, en todo
caso, una zona indudable de exclusión de comportamientos, lo que constituye un presupuesto
imprescindible para garantizar la previsibilidad de la aplicación de la norma sancionadora,
"vinculada a los principios de legalidad y de seguridad jurídica, aquí en su vertiente subjetiva,
que conlleva la evitación de resoluciones que impidan a los ciudadanos programar sus
comportamientos sin temor a posibles condenas por actos no tipificados previamente" o
menos severamente castigados (STC 11/2004, de 12 de julio, con cita de las SSTC 137/1997,
de 21 de julio; 151/1997, de 29 de septiembre; 236/1997, de 22 de diciembre; 273/2000, de 15
de noviembre; y 64/2001, de 17 de marzo).
agravaciones de tendencia, en los que un elemento subjetivo del injusto debe identificarse y
probarse para afirmar la antijuridicidad básica o agravada. Si bien no han faltado voces que
han advertido acerca de los riesgos que este tipo de normas penales encierran de deslizarse
por la pendiente del Derecho penal de autor, con la consiguiente atenuación del principio de
culpabilidad consagrado en nuestra Constitución (STC 76/1990, de 26 de abril).
La Ley Orgánica 1/2004 añade nuevas medidas que pueden incluirse entre las
antidiscriminatorias respecto de los delitos de lesiones (agravadas en relación con el tipo
básico del art. 148.4; agravadas en relación con el tipo básico de maltrato familiar del art.
153.1), de amenazas (consideración como delito y no falta las de carácter leve en el art. 171.4)
y coacciones (consideración como delito y no falta las de carácter leve en el art. 172.2). En
ninguno de estos casos se utiliza la expresión "violencia de género" y en todos, por tanto, se
reproduce la dificultad interpretativa de afirmar el móvil discriminatorio que se desprendería
de la definición legal de dicha expresión.
Además, la agravación actúa en una selección de tipos que no puede calificarse sino
de sorprendente, al haberse excluido en la Ley Orgánica 1/2004 los delitos contra la libertad
sexual, de privación arbitraria de libertad o, lo que sería más llamativo, todos los delitos
contra la vida independiente y los más graves contra la integridad física, psíquica y moral,
reduciendo la agravación a las lesiones de menor gravedad, a las amenazas y a las coacciones
leves. De donde se deduce que no parece que pueda calificarse de objetiva y razonable la
diferencia, de carácter absolutamente excepcional en el ordenamiento y, en especial, en el
sector penal del mismo, que se limita a una selección arbitraria de infracciones, alterando la
coherencia interna del sistema que pretende preservar la proporcionalidad entre la gravedad
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En todo caso, la conexión del art. 153.1 CP y el art. 1.1 de la Ley Orgánica 1/2004
debería partir de una interpretación no literal y arriesgada, que no despejaría todas las dudas
de inconstitucionalidad. Con respecto a este tipo de medidas se han apuntado dos líneas de
interpretación posibles. Conforme a la subjetiva, que incidiría en la motivación del sujeto
activo, la justificación de la agravante se situaría en el ámbito de la culpabilidad, exigiéndose
prueba en el caso concreto del móvil discriminatorio, puesto que la presunción del móvil en el
maltrato ocasional sólo del hombre a la mujer sería contrario a los derechos a la igualdad y a
la presunción de inocencia. También se ha apuntado una explicación de la agravante desde el
plano de la antijuridicidad y no de la culpabilidad, a partir del desvalor adicional del resultado
del maltrato por razón de la pertenencia de la víctima a un colectivo “oprimido”, dando
prioridad no al móvil discriminatorio en sí mismo sino al efecto que el delito realizado con
esa motivación produce en el sujeto pasivo; en tal caso la duda de constitucionalidad no
desaparece toda vez que la diferencia valorativa traería causa de su sexo.
El caso límite para contrastar las anteriores reflexiones sería el de los malos tratos
recíprocos, donde la ley castiga más al hombre que a la mujer porque en la agresión del
hombre a la mujer o existiría un móvil discriminatorio presunto o, en el mejor de los casos,
precisado de prueba, sólo posible en esa agresión, o se valoraría, como implícito, un desvalor
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adicional discriminatorio, ausente por decisión del legislador en la agresión contraria. De tal
modo que al hombre o se le castiga más por lo que es que por lo que hace, o se presume en lo
que hace algo que no se corresponde necesariamente con la totalidad de casos, afirmaciones
demasiado problemáticas para justificar razonable y objetivamente la desigualdad.
abuso de superioridad es una agravante "relacional" en cuanto que reclama una comparación
de fuerzas y capacidades de ataque y defensa en el sujeto activo y pasivo, respectivamente. Si
no puede presumirse en el hombre una superior capacidad de ataque o de debilitación de la
defensa por el solo hecho de serlo, tampoco puede presuponerse una capacidad limitada o
disminuida de defensa en la mujer, por el hecho de serlo. Ni siquiera por la común
implicación de uno y otro en una relación, actual o pasada, de pareja, como nota añadida al
sexo. Asumir lo contrario implicaría el reconocimiento jurídico, como presupuesto fáctico de
agravación, de un estereotipo según cual tales son las posiciones respectivas de hombre y
mujer en sus relaciones afectivas, lesionándose así gravemente el derecho a la dignidad de la
mujer.
La parte argumentativa del Auto se cierra con un resumen de las tesis expuestas. En
este resumen se concluye que la norma cuestionada establece una diferencia de trato en
función del sexo del sujeto activo y pasivo, cuya justificación corresponde al legislador, y que
las hipótesis justificativas que se han ensayado para acomodar la norma a los preceptos
constitucionales no satisfacen las exigencias de los arts. 14, 24.2 y 10 CE, considerando en
particular que no puede reconocerse un criterio objetivo suficientemente razonable, de
acuerdo con los criterios o juicios de valor generalmente aceptados. Y ello porque la
prevención general no justifica, por sí sola, una diferencia de trato en sede penal, por razón de
sexo; la norma no tiene naturaleza “promotora” de la mujer y no puede ampararse en la
noción de “acción positiva” como justificación de la desigualdad; la norma tampoco se
justifica como “protectora” de la mujer como tal o como víctima de la violencia. Por otra
parte, la norma entendida como medida antidiscriminatoria tendría una finalidad legítima,
pero la forma en que se ha articulado no justifica la desigualdad constatada. En definitiva, la
introducción de la desigualdad, por la naturaleza penal de la norma y no por la incidencia
punitiva concreta, se considera que significa un coste fáctico inasumible para los valores
constitucionales.
Respecto a los primeros, se aduce que la Magistrada Juez, al final del plenario,
sometió a las partes la cuestión de inconstitucionalidad y les dio traslado para alegaciones,
pero omitió toda mención al precepto cuestionado, señalando la vulneración de los arts. 10, 14
y 24 CE sin otra especificación, lo cual motivó que el letrado defensor del acusado se refiriera
a cuestiones ajenas a las finalmente planteadas. Y si bien con posterioridad se dictó una
providencia reiterando a las partes el trámite de alegaciones acordado, tal providencia no se
dictó con la finalidad de subsanar las deficiencias de la anterior resolución y abrir un nuevo
plazo de alegaciones, sino como mero recordatorio de lo anteriormente acordado, dictándose
el 29 de julio Auto de elevación de la cuestión. Con esta forma de proceder, el órgano judicial
no habría realizado la audiencia a las partes y al Ministerio Fiscal en los términos previstos en
el art. 35.2 LOTC, incumpliendo las exigencias procesales del art. 37.1 LOTC (ATC
118/2005, de 15 de marzo).
relaciones de pareja, donde los condicionantes socioculturales que actúan sobre el género
masculino y femenino sitúan a la mujer en una posición de subordinación.
pues en el “tipo de relaciones de que se trata” y el “sexo de los que las mantienen o las han
mantenido” guarda relación con la producción de “ataques a bienes y derechos de
constitucionales de innegable transcendencia” y con que “tales actos constituyan uno de los
mayores fenómenos delincuentes de nuestro tiempo”. Por ello su toma en consideración no
puede tildarse de carente de justificación, no habiéndose restringido el fin que con esa
agravación punitiva se persigue a la protección de las mujeres en las relaciones de pareja sino
que se ha extendido a todas las víctimas que reclaman especial protección sin distinción de
sexo, y en virtud de la técnica punitiva empleada se ha ofrecido a los Jueces y Tribunales la
posibilidad de que valoren la incidencia que tales condiciones han tenido en el caso concreto,
permitiendo una respuesta punitiva a cada caso específico, por lo que las consecuencias de la
disparidad normativa no son desproporcionadas.
Con fecha 23 de febrero de 2006 se presentó escrito del Presidente del Congreso de los
Diputados comunicando el Acuerdo de la Mesa de la Cámara por el cual no se personaba ni
formulaba alegaciones en el presente proceso constitucional, poniendo a disposición del
Tribunal las actuaciones que pudiera precisar.
pretendida contraposición de los sexos para ocupar cada uno de ellos los lados activo y pasivo
del delito.
Con base en las alegaciones expuestas, el Abogado del Estado interesa la inadmisión,
y en su defecto, la desestimación de la cuestión promovida.
9. Con fecha 1 de marzo de 2006 el Fiscal General del Estado presentó un escrito en el
que da por reproducidas las alegaciones vertidas en su anterior escrito de 24 de octubre de
2005, interesando que se dicte Sentencia en la que se declare que la norma cuestionada no
incurre en ninguna vulneración de los arts. 10, 14 y 24.2 CE.
El artículo 153.1 CP afirma lo siguiente: “El que por cualquier medio o procedimiento
causare a otro menoscabo psíquico o una lesión no definidos como delito en este Código, o
golpeare o maltratare de obra a otro sin causarle lesión, cuando la ofendida sea o haya sido
esposa, o mujer que esté o haya estado ligada a él por una análoga relación de afectividad aun
sin convivencia, o persona especialmente vulnerable que conviva con el autor, será castigado
con la pena de prisión de seis meses a un año o de trabajos en beneficio de la comunidad de
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treinta y uno a ochenta días y, en todo caso, privación del derecho a la tenencia y porte de
armas de un año y un día a tres años, así como, cuando el Juez o Tribunal lo estime adecuado
al interés del menos o incapaz, inhabilitación para el ejercicio de la patria potestad, tutela,
curatela, guarda o acogimiento hasta cinco años”.
2. Antes de entrar en el estudio del fondo del asunto debemos examinar el vicio de
procedibilidad denunciado tanto por el Fiscal General del Estado como por el Abogado del
Estado, contrarios ambos a la admisión a trámite de la presente cuestión por considerar
incumplidos algunos de los requisitos establecidos en el art. 35 LOTC – en su redacción
anterior a la LO 6/2007, de 24 de mayo –. Este examen es pertinente, según nuestra
jurisprudencia, porque la tramitación específica de admisibilidad de la cuestión del art. 37.1
LOTC no tiene carácter preclusivo: cabe apreciar en Sentencia, con efecto desestimatorio, la
ausencia de los requisitos procesales y de fundamentación requeridos para el válido
planteamiento de la cuestión de inconstitucionalidad (por todas, STC 166/2007, de 4 de julio,
FJ 5, y las allí citadas).
se basaban la acusación pública y la acusación particular para solicitar la condena del acusado
tanto en las conclusiones provisionales como en las definitivas. En el acta firmada por todas
las partes consta que la titular del Juzgado otorgó el trámite de audiencia de forma oral al
finalizar el juicio, después de que las partes acusadoras, al elevar a definitivas las
conclusiones, acabaran de citar el precepto cuestionado como el único que sustentaba sus
pretensiones. Además, en su posterior providencia de 22 de julio de 2005 la Magistrada
reiteraba a las partes el acuerdo adoptado en el juicio oral de traslado para alegaciones acerca
del planteamiento de la cuestión, con cita del precepto legal cuestionado y de las normas
constitucionales que éste podría vulnerar. De este modo se cumplían los únicos requisitos
exigibles en dicho trámite, según dijimos en la STC 42/1990, de 15 de febrero, sin que sobre
recordar con la misma que el otorgamiento de la audiencia efectuado en forma imprecisa
constituye “un defecto que carece de suficiente entidad para ser elevado a causa de
inadmisibilidad que impida el examen del fondo cuestionado si … la indeterminación es sólo
relativa, pues las partes han podido conocer el planteamiento de inconstitucionalidad
realizado por el Juez y, atendidas las circunstancias del caso, situarlo en sus exactos términos
constitucionales” (FJ 2).
3. El Auto de cuestionamiento cumple las dos exigencias impuestas por el art. 35.1
LOTC: la aplicabilidad de la norma legal al caso y la adecuada formulación del juicio de
relevancia. Notoria la aplicabilidad, en cuanto que los hechos objeto de enjuiciamiento en el
proceso a quo fueron calificados por el Ministerio Fiscal y por la acusación particular como
típicos del delito previsto en el artículo cuya constitucionalidad se cuestiona (art. 153.1 CP),
hemos de considerar fundado el juicio de relevancia realizado por el órgano de
enjuiciamiento, pues en absoluto observamos “que sea notorio que no existe el nexo causal
entre la validez de la norma legal cuestionada y la decisión a adoptar en el proceso a quo”
(STC 100/2006, de 30 de marzo, FJ 2). Considera al respecto el Auto de cuestionamiento que,
de estimarse constitucional el precepto, la pena de prisión imponible al agresor tendría, en
aplicación de la agravación de realización de la agresión en el domicilio común contemplada
en el art. 153.3 CP, un mínimo de nueve meses y un día, mientras que si el precepto se
reputara inconstitucional por vulnerar el art. 14 CE no podría aplicarse esta pena. La
exposición de esta diferencia constituye un argumento suficiente de relevancia de la presente
cuestión, aunque no especifique la Magistrada cuestionante cuál sería la solución penal en
esta segunda alternativa.
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CP queda excluido el tramo comprendido entre tres y seis meses de prisión que sí forma parte del
marco penal del art. 153.2 CP.
A) El círculo de sujetos activos del delito se describe en el tipo por “el que” y por que la
ofendida “sea o haya sido esposa, o mujer que esté o haya estado ligada a él por una análoga
relación de afectividad aun sin convivencia”. Aunque la Magistrada cuestionante admite al
respecto que cabría incorporar también una autoría femenina al delito, dado que la expresión
“el que”, utilizada en el art. 153.1 CP y en numerosos artículos del Código Penal, tiene un
significado neutro que no designa exclusivamente a personas de sexo masculino, y dado que
la relación conyugal o de afectividad descrita en el precepto cuestionado es posible entre
mujeres, termina sosteniendo que el sujeto activo del delito ha de ser un varón. Sustenta esta
interpretación en la referencia expresa como sujeto pasivo del delito a “la ofendida que sea o
haya sido esposa, o mujer que esté o haya estado ligada a él [al autor] por una análoga relación
de afectividad” y en el propósito de la ley que genera la norma de combatir la violencia que,
“como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de
poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre éstas por parte de quienes sean o
hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones
similares de afectividad, aun sin convivencia” (art. 1.1 Ley Orgánica 1/2004).
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Esta diferenciación no sólo es más pronunciada que la que supondría una lectura del
primer inciso del art. 153.1 CP con un sujeto activo neutro por tratarse de una doble
diferenciación (de sujeto activo o de sanción y de sujeto pasivo o de protección), sino también
porque incorpora la que resulta más incisiva de las dos (de sujeto activo). Es mayor la
intensidad de la diferenciación cuando se refiere a la sanción que cuando se refiere a la
protección, siquiera sea porque cuando la sanción constituya la privación de un derecho
fundamental, y significativamente del derecho a la libertad, se tratará de una diferenciación
relativa al contenido de los derechos fundamentales, al contenido de la libertad. Procede
recordar que las normas penales con pena privativa de libertad “suponen un desarrollo del
derecho a la libertad … . El desarrollo legislativo de un derecho proclamado en abstracto en la
Constitución consiste, precisamente, en la determinación de su alcance y límites en relación
con otros derechos y con su ejercicio por las demás personas, cuyo respeto, según el art. 10.1
CE, es uno de los fundamentos de orden político y de la paz social. Pues bien, no existe en un
Ordenamiento jurídico un límite más severo a la libertad que la privación de la libertad en sí.
El derecho a la libertad del art. 17.1, es el derecho de todos a no ser privados de la misma,
salvo «en los casos y en la forma previstos en la Ley»: en una Ley que, por el hecho de fijar
las condiciones de tal privación, es desarrollo del derecho que así se limita. En este sentido el
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Código Penal y en general las normas penales, estén en él enmarcadas formalmente o fuera de
él en leyes sectoriales, son garantía y desarrollo del derecho de libertad en el sentido del art.
81.1 CE, por cuanto fijan y precisan los supuestos en que legítimamente se puede privar a una
persona de libertad. De ahí que deban tener carácter de Orgánicas” (STC 140/1986, de 11 de
noviembre, FJ 5).
Nuestro punto de partida en relación con el sexo del sujeto activo ha de ser, en suma,
el que aporta el órgano cuestionante, porque es el que presenta un mayor grado de
diferenciación y es con ello la diferencia más incisiva con la perspectiva del principio de
igualdad, dado que incluye la más severa relativa al sujeto activo, y porque se refiere a los dos
elementos personales del tipo (sujeto activo y sujeto pasivo). Sólo si esta norma resultara
inconstitucional habríamos de analizar la que deriva de la interpretación alternativa respecto
del sexo del sujeto activo (tanto hombre como mujer), a los efectos de cumplir nuestra tarea
de “explorar las posibilidades interpretativas del precepto cuestionado, por si hubiera alguna
que permitiera salvar la primacía de la Constitución” (SSTC 76/1996, de 30 de abril, FJ 5;
138/2005, FJ 5; 233/1999, de 16 de diciembre, FJ 18; 202/2003, de 17 de noviembre, FJ 6;
273/2005, de 27 de octubre, FJ 8; 131/2006, de 21 de abril, FJ 2; 235/2007, FJ 7).
De acuerdo con nuestra doctrina sobre el art. 14 CE, sintetizada en la STC 200/2001, de
4 de octubre, FJ 4, y recogida posteriormente, entre otras muchas, en las SSTC 39/2002, de 14
de febrero, FJ 4; 214/2006, de 3 de julio, FJ 2; 3/2007, de 15 de enero, FJ 2, y 233/2007, de 5 de
noviembre, FJ 5, dicho precepto constitucional acoge dos contenidos diferenciados: el principio
de igualdad y las prohibiciones de discriminación. Así, cabe contemplar “en su primer inciso
una cláusula general de igualdad de todos los españoles ante la Ley, habiendo sido
configurado este principio general de igualdad, por una conocida doctrina constitucional,
como un derecho subjetivo de los ciudadanos a obtener un trato igual, que obliga y limita a
los poderes públicos a respetarlo y que exige que los supuestos de hecho iguales sean tratados
idénticamente en sus consecuencias jurídicas y que, para introducir diferencias entre ellos,
tenga que existir una suficiente justificación de tal diferencia, que aparezca al mismo tiempo
como fundada y razonable, de acuerdo con criterios y juicios de valor generalmente
aceptados, y cuyas consecuencias no resulten, en todo caso, desproporcionadas” (STC
200/2001, FJ 4). En palabras conclusivas de la STC 222/1992, de 11 de diciembre, “los
condicionamientos y límites que, en virtud del principio de igualdad, pesan sobre el legislador
se cifran en una triple exigencia, pues las diferenciaciones normativas habrán de mostrar, en
primer lugar, un fin discernible y legítimo, tendrán que articularse, además, en términos no
inconsistentes con tal finalidad y deberán, por último, no incurrir en desproporciones
manifiestas a la hora de atribuir a los diferentes grupos y categorías derechos, obligaciones o
cualesquiera otras situaciones jurídicas subjetivas” (FJ 6; también SSTC 155/1998, de 13 de
julio, FJ 3; 180/2001, de 17 de septiembre, FJ 3).
de la norma (FJ 8) y la adecuación a dicho fin de la diferenciación denunciada (FJ 9), tal como se
apuntaba anteriormente con cita de la STC 222/1992, de 11 de diciembre.
protección de un bien, no sólo no resulta funcional para tal protección, sino que se revela
incluso como contraproducente. Así, si la pretensión fuera sin más la de combatir el hecho de
que la integridad física y psíquica de las mujeres resulte menoscabada en mucha mayor
medida que la de los varones por agresiones penalmente tipificadas, o, de un modo más
restringido, que lo fuera sólo en el ámbito de las relaciones de pareja, la reducción de los
autores a los varones podría entenderse como no funcional para la finalidad de protección del
bien jurídico señalado, pues mayor eficiencia cabría esperar de una norma que al expresar la
autoría en términos neutros englobara y ampliara la autoría referida sólo a aquellos sujetos.
Expresado en otros términos: si de lo que se trata es de proteger un determinado bien, podría
considerarse que ninguna funcionalidad tiene restringir los ataques al mismo restringiendo los
sujetos típicos.
desplegarse con el tipo penal de pena más grave (art. 153.1 CP) y frente a la constatación de
que ello se hace a través de un instrumento preventivo idóneo, cual es la pena privativa de
libertad. Tal protección es protección de la libertad y de la integridad física, psíquica y moral
de las mujeres respecto a un tipo de agresiones, de las de sus parejas o ex parejas masculinas,
que tradicionalmente han sido a la vez causa y consecuencia de su posición de subordinación.
Desde el punto de vista de los supuestos diferenciados debe recordarse que el precepto
más grave sólo selecciona las agresiones hacia quien es o ha sido pareja del agresor cuando el
mismo es un varón y la agredida una mujer (art. 153.1 CP), en la interpretación del Auto de
cuestionamiento, y que equipara a las mismas las agresiones a personas especialmente
vulnerables que convivan con el autor. Como ya se ha apuntado, podrán quedar reducidos
estos casos de diferenciación si se entiende que, respecto a estos últimos sujetos pasivos, el
sujeto activo puede ser tanto un varón como una mujer, pues en tal caso el art. 153.1 CP podrá
abarcar también otros casos de agresiones en el seno de la pareja o entre quienes lo fueron: las
agresiones a persona especialmente vulnerable que conviva con el agresor o la agresora.
De la variedad de recursos que pone el legislador en manos del juez penal merece la
pena destacar, en suma, que, cuando la agresión entre cónyuges, ex cónyuges o relaciones
análogas sea entre sujetos convivientes distintos a los del primer inciso del art. 153.1 CP
–sujeto activo varón y sujeto pasivo mujer– y la víctima sea una persona especialmente
vulnerable, dicha agresión será penada del mismo modo que la agresión del varón hacia quien
es o fue su pareja femenina, que por las razones expuestas cabe entender como de mayor
desvalor. Asimismo, el legislador permite calibrar “las circunstancias personales del autor y
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las concurrentes en la realización del hecho” con la imposición de la pena inferior en grado
(art. 153.4 CP), que, si es privativa de libertad, coincide con la propia del art. 153.2 CP.
Tampoco se trata de que una especial vulnerabilidad, entendida como una particular
susceptibilidad de ser agredido o de padecer un daño, se presuma en las mujeres o de que se
atribuya a las mismas por el hecho de serlo, en consideración que podría ser contraria a la idea
de dignidad igual de la las personas (art. 10.1 CE), como apunta el Auto de planteamiento. Se
trata de que, como ya se ha dicho antes y de un modo no reprochable constitucionalmente, el
legislador aprecia una gravedad o un reproche peculiar en ciertas agresiones concretas que se
producen en el seno de la pareja o entre quienes lo fueron, al entender el legislador, como
fundamento de su intervención penal, que las mismas se insertan en ciertos parámetros de
desigualdad tan arraigados como generadores de graves consecuencias, con lo que que
aumenta la inseguridad, la intimidación y el menosprecio que sufre la víctima.
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Que en los casos cuestionados que tipifica el art. 153.1 CP el legislador haya apreciado
razonablemente un desvalor añadido, porque el autor inserta su conducta en una pauta cultural
generadora de gravísimos daños a sus víctimas y porque dota así a su acción de una violencia
mucho mayor que la que su acto objetivamente expresa, no comporta que se esté sancionado
al sujeto activo de la conducta por las agresiones cometidas por otros cónyuges varones, sino
por el especial desvalor de su propia y personal conducta: por la consciente inserción de
aquélla en una concreta estructura social a la que, además, él mismo, y solo él, coadyuva con
su violenta acción.
12. Aun considerando que el sujeto activo del inciso cuestionado del art. 153.1 CP ha
de ser un varón, la diferenciación normativa que impugna el Auto de cuestionamiento por
comparación con el art. 153.2 CP queda reducida con la adición en aquel artículo de la
“persona especialmente vulnerable que conviva con el autor” como posible sujeto pasivo del
delito. La diferencia remanente no infringe el art. 14 CE, como ha quedado explicado con
anterioridad, porque se trata de una diferenciación razonable, fruto de la amplia libertad de
opción de que goza el legislador penal, que, por la limitación y flexibilidad de sus previsiones
punitivas, no conduce a consecuencias desproporcionadas. Se trata de una diferenciación
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FALLO
Ha decidido