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DOCUMENTOS APOYO DOCENTE

N° 3 - Diciembre 2005

BASES CONCEPTUALES DEL LIBERALISMO Y SU


IMPACTO –FAVORABLE O DESFAVORABLE-
EN LA DEMOCRACIA

Thomas Griggs Latuz1

1
Profesor Asistente del Departamentos de Gobierno y Gestión Pública, Instituto de Asuntos
Públicos, Universidad de Chile.
Los Documentos de Apoyo Docente son una
Publicación del Departamento de Gobierno y
Gestión Pública del Instituto de Asuntos Públicos
de la Universidad de Chile.

Los DAD tienen como objetivo poner a


disposición de la comunidad académica la
experiencia docente de los/as profesores/as del
Instituto de Asuntos Públicos.

Serie de Documentos de Apoyo Docente.

1. Discusión teórica conceptual sobre la disciplina


2. Revisión bibliográfica y exposición de autores
3. Desarrollo de contenidos de los Programas de las Asignaturas
4. Propuesta de Ejercicios, Análisis de Casos e Instrumentos Metodológicos

Editora
Karina Doña Molina, Académica Instructora
Departamento de Gobierno y Gestión Pública
INAP – UNIVERSIDAD DE CHILE

Comité Editorial
Sr. Alvaro Drapkin, Profesor Asociado
Sr. Omer Robles, Profesor Asistente
Sr. Thomas Griggs, Profesor Asistente

Asistente de Publicaciones
Sr. David Vilches
Administrador Público

Se autoriza la reproducción total o parcial del material publicado, previa cita de la fuente.
BASES CONCEPTUALES DEL LIBERALISMO Y SU IMPACTO

– FAVORABLE Y DESFAVORABLE – EN LA DEMOCRACIA.

Thomas Griggs Latuz2

PALABRA CLAVE

LIBERALISMO – PENSAMIENTO POLÍTICO – TEORÍA POLÍTCA

2
Profesor Asistente del Departamentos de Gobierno y Gestión Pública, Instituto de Asuntos
Públicos, Universidad de Chile.
PRESENTACIÓN

El Documento de Apoyo Docente N°3 ha sido escrito para la asignatura


“Historia del Pensamiento Político”, que se imparte a los/as estudiantes de
primer año de la Carrera de Administración Pública de nuestra Universidad,
y es por esta razón que lo hemos situado en la Serie “Desarrollo de
Contenidos de los Programas de Asignatura”.

El profesor Thomas Griggs, Profesor Asistente del Departamento de


Gobierno y Gestión Pública, aborda de manera clara los elementos teórico
conceptuales más significativos del Liberalismo, en tanto es parte
constitutiva del pensamiento político contemporáneo.

Este documento recoge las bases conceptuales del Liberalismo,


identificando sus alcances teóricos y rasgos relevantes con el objeto de
lograr una mejor comprensión conceptual de parte de los/as estudiantes.

Asimismo, se plantea el desafío de presentar de manera sucinta, pero


contundente, las principales características del Liberalismo en una doble
dimensión, tanto como una doctrina económica y como una teoría
política y explorando aquellos elementos del liberalismo económico que
de una u otra forma afectarían a la democracia de hoy.

La Editora
Thomas Griggs L. 2

Bases Conceptuales del Liberalismo y su Impacto


– Favorable y Desfavorable – en la Democracia.

1. INTRODUCCIÓN

Este documento lo he elaborado para el curso de Historia del Pensamiento


Político, que se imparte en el 2º semestre a los alumnos de primer año de la
Escuela de Gobierno y Gestión Pública de la Universidad de Chile, y, a
grandes rasgos, pretende el logro de los siguientes objetivos:

- Definir las bases conceptuales del liberalismo, sus alcances y los


rasgos más relevantes, de modo de definir el concepto en el
contexto actual de la filosofía política.
- Caracterizar al liberalismo como una doctrina económica y como
una teoría política, relevando aquellos principios que guían la
conducta en uno y otro contexto.
- Explorar y analizar aquellos elementos del liberalismo económico que
afectan, de manera positiva y negativa, a la democracia,
describiendo, en cada uno de ellos, la forma a través de la cual se
materializa esa influencia.

De este modo, a continuación se exponen y analizan aquellos elementos


constitutivos del liberalismo, incluyendo los conceptos propios de la teoría
política y de la doctrina económica. A partir del análisis de ésta última, se
destacan los rasgos del liberalismo económico y de la economía de libre
mercado que son determinantes en la vigencia de la democracia, (o al
menos de la poliarquía, siguiendo el concepto de Dahl para aquellos
sistemas políticos en los que se aspira a lograr un modelo democrático).

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2. ANÁLISIS CONCEPTUAL

Un intento por definir el concepto de liberalismo debe enfrentarse a un


conjunto de obstáculos de distinta complejidad, los que están
determinados por las distintas interpretaciones que se le han dado a la
misma palabra y, sobre todo, por los distintos usos que se ha hecho de ella.
En efecto, al amparo del liberalismo, a lo largo de la historia occidental
contemporánea, se han adoptado distintas medidas o decisiones, de
diversa naturaleza, incluso contradictorias, y sin embargo, se han justificado
en los principios del liberalismo o bien en el espíritu que debería subyacer
en dicha doctrina.

Muestra de lo anterior es la cantidad significativa de definiciones que


existen acerca de este concepto, las que aportan distintas perspectivas y
elementos para abordar su estudio, que ponen énfasis en dimensiones
también distintas y que han contribuido a la pérdida de identidad del
término.

Ejemplo de esto, es lo que plantea R. Dworkin (Dworkin, 1983)en su intento


por abordar lo que es el liberalismo, quien da cuenta de las distintas
visiones que existen a su alrededor y, como resultado, lo vago que resulta
estudiar el fenómeno. Incluso señala que tiene certeza que existe algo que
es el liberalismo, aun cuando a veces se hace popular la idea de que no
hay tal.

Incluso, Giovanni Sartori (Sartori, 1992) llega a señalar que entre los términos
que designan a los sistemas o regímenes políticos, el de liberalismo es el

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que más se escapa a los intentos de definirlo, ya sea porque a veces se


hace referencia al concepto prescindiendo enteramente del vocablo, lo
que entrega una excesiva libertad de interpretación, y otras veces se sigue
la pura palabra, lo que deja sin consideración los significados secundarios,
partidistas o sectarios del término.

Sin perjuicio de lo anterior, es posible encontrar en los distintos autores que


han emprendido la tarea de definir y estudiar el concepto, un
denominador común, según el cual existirían algunos elementos que son
propios del liberalismo y que están presentes en el liberalismo singular que
precede a todas las demás variaciones que experimentó posteriormente el
concepto. Existiría, por lo tanto, aquello que Dworkin llama “las posiciones
políticas constituyentes”, que se valoran por sí mismas y que constituyen la
esencia de la teoría del liberalismo. Además, es necesario reconocer las
posiciones derivadas, que se valoran como estrategias para lograr las
posiciones constituyentes y que pueden ser objeto de una definición más
amplia y, por lo mismo, discutible.

Una primera aproximación al Liberalismo la entrega el mismo Sartori (Sartori,


1992), quien señala que el liberalismo, originalmente, significaba rule of law,
el gobierno de la ley, el Estado Constitucional, y en el cual la libertad se
entendía como la libertad de la opresión política, y no como el libre
comercio ni el libre mercado, como parece entenderse hoy en día.

En este sentido, es necesario reconocer que el liberalismo nace como


expresión de la confianza en que el poder estatal, cualquiera que sea su
tamaño será, en primer lugar, un garante de la libertad individual. Por lo
tanto, es posible que un Estado Liberal se convierta en un Estado grande,

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incluso puede existir un Estado liberal que sea omni interventor, pero lo
importante es que cumpla con una condición esencial: que sea un Estado
constitucional, en la acepción garantista del término.

Otro elemento constituyente del liberalismo es su defensa por el individuo,


una defensa que se sustenta en la propiedad del sujeto, pero en una
propiedad que es garantía, y que no tiene mucho que ver con una visión
económica de la vida. En este sentido, el liberalismo defiende al individuo
y a cualquier libertad individual, las cuales le son propias a los sujetos. De
este modo, los miembros de un Estado son ciudadanos provistos de
derechos y de voz, que viven al interior de estructuras sociales que
dispersan el poder y que permiten la existencia de grupos intermedios y
equilibradores. Y la autoridad política está para hacer respetar la
constitución y las leyes, las que protegen al individuo y su propiedad.

El liberalismo, conforme a esta definición, se centra en el problema de la


libertad externa, es decir, y dicho de un modo muy grueso, en impedir que
un ser humano sea enviado a prisión a causa discrecional de un déspota.
Esta es la razón por la cual el liberalismo es contrario a cualquier
concentración de todo el poder, sea este político o bien económico, pues
dicha concentración implica que el individuo, y cualquier libertad
individual, se pueden perder. Por lo tanto, los individuos sólo podrían ser
efectivamente ciudadanos al interior de estructuras sociales que dispersen
el poder y que permitan una variedad de poderes intermedios que actúen
a su vez como poderes equilibradores, eliminando el riesgo de transgredir
impunemente las libertades civiles.

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Ya en esta definición se deja ver uno de los principales elementos del


liberalismo, cual es la distinción entre un teoría política y una teoría
económica, que originalmente estuvo regida por los mismos principios,
pero que en algunos casos ha seguido distintos caminos e interpretaciones,
lo que, como se señaló al comienzo, ha contribuido a la complejidad en la
definición del concepto. Sin perjuicio de esto, es necesario tener presente
que la distinción entre un sistema político y un sistema económico liberal,
no significa separarlos, aun cuando la relación se conciba de un modo
flexible, que permita la posibilidad de llegar a definiciones intermedias y
mixtas.

Una definición más precisa de liberalismo es la que entrega Sartori (Sartori,


1992), para quien este concepto, en su connotación histórica fundamental,
“es la teoría y la praxis de la protección jurídica, por medio del Estado
constitucional, de la libertad individual”. Diferencia este concepto de
liberalismo “solo” o puro, de la liberal democracia, que ésta es una más de
las aplicaciones que ha tenido el liberalismo, o dicho de otra manera, es
un sistema político distinto basado en los principios originarios del
liberalismo.

Una de las consideraciones que se planteó al comenzar este documento,


fue la complejidad que encierra el concepto en virtud de sus elementos
compuestos, por lo que, siguiendo el esquema de Dworkin, se hace
necesario distinguir entre los elementos propios del liberalismo, es decir,
aquellos que se refieren a su forma pura y distintiva, y los secundarios o
derivados, que se relacionan con la progenie del liberalismo, como el
liberalismo democrático.

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En relación con la moral constituyente del liberalismo, se puede relevar la


exigencia de igualdad de derechos para los ciudadanos y la necesidad
de contar con leyes iguales, que promuevan un tratamiento igualitario de
los individuos frente a problemas de naturaleza similar. En este sentido, las
igualdades que en algunos sistemas políticos promueven las autoridades,
terminan por ser contradictorias con el concepto de liberalismo, pues no
respetan la acción de los individuos y terminan por transformarse en modos
desiguales de igualar.

En este sentido, resulta útil destacar lo que plantea Dworkin, para quien la
fuerza del liberalismo es una cierta concepción de igualdad. Sin embargo,
también es necesario señalar que para el autor no podría plantearse que
el liberalismo constituye una moral política auténtica y coherente, pues
desde el S. XVIII la palabra liberalismo se ha utilizado para referirse a
distintos grupos de posiciones políticas, entre los que no se encuentra una
evidente similitud de principios. Esto, se explicaría por los complicados
accidentes de la historia, en los cuales los intereses de distintos grupos, la
retórica política vigente y otros factores aislados desempeñaron distintos
papeles.

Aun cuando la moral política constituyente del liberalismo sea difícil de


precisar, del análisis de la definición que dan distintos autores se pueden
reconocer algunos elementos comunes que podrían ser determinados
como parte de esa moral. En efecto, se reconoce como propio del
liberalismo algo que se repite a lo largo de las distintas definiciones que
existen en relación con este cuerpo teórico: su inclinación por el Estado
constitucional, con una autoridad central nacional que tenga poderes
claramente definidos y determinados por el derecho, que esté sometido a

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un alto grado de control de parte de los gobernados y que, en especial,


proteja y promueva una elevada libertad civil.

Dicho de otro modo, la esencia del liberalismo está en reivindicar


permanentemente la libertad individual, la cual es formal por cuanto está
estrechamente ligada a la estructura misma y a la dignidad de la
persona3. Así, el liberalismo proporciona el fundamento de la dignidad
igual de los hombres, así como también proporciona el fundamento de un
conjunto de normas que se relacionan con los procedimientos necesarios
para garantizar la libre competencia de los individuos en la búsqueda de
la felicidad en la construcción del poder estatal.

El liberalismo, según lo anterior, postula la necesidad de una estructura


representativa del Estado, de una democracia meramente política,
garante sustancial de las actividades individuales extra políticas.

Los propósitos del liberalismo pueden resumirse en la protección de las


libertades civiles, como la libertad de pensamiento, de expresión y de
asociación, la seguridad de la propiedad y el control de las instituciones
políticas por medio de una opinión pública informada. Y estos propósitos
deben realizarse mediante la adopción de formas de gobierno
constitucional, por cuanto el centro de la autoridad política debe
corresponder a los poderes legislativos representativos y todas las ramas
del gobierno deben ser responsables ante un electorado que tiende a
incluir a toda la población adulta.

3 Al respecto, resulta interesante lo que plantea Cerroni, Umberto, en “Política: Método, Teoría,
Procesos, Sujetos, Instituciones y Categorías”, Siglo XXI editores, México, 1992, quien sostiene
que la libertad moderna, y por extensión, la libertad que defiende el liberalismo, es puramente
formal en cuanto está ligada a la estructura misma de la persona, constituyéndose Kant en un
punto de referencia ineludible (e insuperado). (Nota del Autor)

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Con todo, se puede señalar que el liberalismo también se utiliza para hacer
referencia a una posición política intermedia entre el socialismo y el
conservantismo, que está a favor de la reforma, pero que se opone al
radicalismo.

Otro uso, y que será visto más adelante, es aquel que asimila al liberalismo
con democracia, en contraste con otras formas de gobierno, como el
comunismo o el fascismo. En este sentido, liberalismo significa la
conservación de las instituciones populares de gobierno, como el sufragio
universal y un poder ejecutivo responsable ante el electorado. En este
sentido, que constituye una interpretación bastante amplia del liberalismo,
éste no puede identificarse con la ideología de ninguna clase social ni con
ningún programa limitado de reforma política.

Orígenes del Liberalismo

En relación con el surgimiento y consolidación del liberalismo como teoría


política, es necesario destacar la estrecha relación que existe entre la
consolidación del Estado constitucional y la clase media. En efecto, el
liberalismo se vale de esta clase social para realizarse y materializarse en la
sociedad. Es esta clase la que lo promueve, pues ve en él el impulso y la
justificación para participar definitivamente de la economía y
transformarse en agentes generadores de recursos4.

4 En la misma línea de pensamiento está Pantoja Bauzá, en “El Estado Constitucional de


Derecho” y en “El estado Liberal de Derecho”, Caps. 3 y 4 de su derecho Administrativos.
Clasicismo y Modernidad”, Ed. Jurídica, 1994. El autor ilustra ampliamente el vigor y la
dedicación con que el estado, por medio del consejo de Estado y de la Administración
Pública, intervino en la protección y fortalecimiento de los derechos individuales (Nota del
Autor).

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Ahora bien, esta relación no parece suficiente como para sostener la


crítica marxista que existe al liberalismo, en el sentido que este último
habría transformado al Estado como un instrumento o herramienta para
beneficiar los intereses de esa clase social, pues más que ser el Estado el
instrumento de una clase, fue ese mismo Estado el que en el marco de su
constitucionalismo incorporó al quehacer de la economía a esta clase
para hacerla más eficiente. Lo que sí importa destacar es que esta clase
fue el principal vocero de estos ideales. Además, esta clase hizo que el
liberalismo fuese menos revolucionario de lo que sus orígenes
pronosticaban, y su visión y sus métodos fueron claramente moderados. En
efecto, el liberalismo es, en sus orígenes, un movimiento revolucionario, que
cuando se vio establecido resolvió conservar la obra política lograda, pero
erradicó la revolución de su obra (Sabine, 1998).

A medida que pasó el tiempo, la reforma política liberal debió dejar de ser
sólo una ideología y se materializó en un conjunto de medidas tendientes a
la reconstrucción institucional y a la materialización de sus principios. Sus
primeras medidas, y que dan cuenta de lo que el liberalismo busca, fueron
la modernización de la administración, el mejoramiento de los
procedimientos legales, la reorganización de los tribunales, etc.

Los ideales del liberalismo fueron la consecuencia de la Era Revolucionaria,


pero sus realizaciones fueron el resultado de un alto nivel de inteligencia
práctica aplicada a problemas específicos.

El liberalismo, en general, fue un movimiento que se extendió por Europa


occidental y Estados Unidos, mas fue sólo en Inglaterra donde logró, a lo
largo del Siglo XIX, el estatus de una filosofía y una política nacional. Allí fue

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donde aportó los elementos y principios necesarios para una transición


ordenada y pacífica, para lograr la libertad de la industria y los derechos
ciudadanos para la clase media y para lograr que esos derechos se
extendieran a la clase trabajadora y se le protegiera de los excesos de la
industria. Tal vez la causa que explique de mejor modo el porqué el
liberalismo tuvo gran éxito en Inglaterra, esté en el hecho que el liberalismo
inglés, aun cuando representaba los intereses de los industriales, fue una
teoría del bienestar general de toda la comunidad nacional(Sabine,
1998)5.

El liberalismo, desde sus principios, fue menos doctrinario que su teoría y


debió, en pos de su materialización o aplicación práctica, conciliar
diversos intereses, que lo llevaron a ser una teoría que sirvió de puente
intelectual entre el individualismo de su primer periodo, herencia de la
filosofía de la Era Revolucionaria, y su reconocimiento de la realidad y los
intereses sociales y comunales. Así, el propósito del liberalismo posterior fue
la conservación de las libertades civiles y políticas que encarnaba el
individualismo y su adaptación a los cambios progresivos del industrialismo.

El liberalismo se transformó en una fuerza intelectual de gran importancia


práctica en la política del S.XIX, y aun cuando no alcanzó las proporciones
de un partido político, diseminaba ideas a la luz de las cuales se barría con
mucho andamiaje político anticuado, por lo que la legislación, la
administración y el proceso judicial sufrían transformaciones que aspiraban
a alcanzar un mayor grado de eficiencia y un comportamiento más
democrático.
5
Al respecto, cabe señalar que Sabine reconoce otras causas, como que el desnivel entre
las clases sociales y económicas en Inglaterra no coincidió exactamente con las líneas entre
los partidos políticos (Nota del Autor).

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Como se señalara, el liberalismo ha sido una teoría que ha estado sujeta a


diversas interpretaciones y aplicaciones prácticas, y las más diversas
transformaciones políticas y económicas se han hecho al amparo de sus
principios y postulados, lo que contribuye a la complejidad en encontrar
una definición unívoca del concepto.

Uno de los grupos que se formó al amparo de la doctrina liberal y que


revitalizó el concepto, dándole una visión y aplicación más
contemporánea al concepto, es aquel que nació en el periodo del New
Deal, y que se caracterizó por favorecer la menor desigualdad y la mayor
estabilidad económica, con libertades políticas y civiles más abundantes.
Este grupo representa el concepto contemporáneo de lo liberal y de lo
que serían sus fines políticos (Dworkin,1983).

Las fuerzas que formaron ese grupo y lo mantuvieron unido, han cambiado
en varios sentidos, por lo que el liberalismo del New Deal ha perdido cierta
vigencia y se ha relativizado la importancia que tiene como fuerza política.

El mismo Dworkin reconoce que, hasta antes de la guerra de Vietnam, los


políticos que se llamaban liberales tenían ciertas posiciones de grupo o
comunes, a saber:

- Mayor igualdad económica


- Internacionalismo
- Libertad de palabra
- Anti-censura
- Mayor igualdad entre razas (anti-segregación)
- Separación profunda entre la iglesia y el Estado

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- Mayor protección a los acusados de crímenes


- Eliminación de los delitos morales (drogas y delitos sexuales)

Estas son las llamadas causas liberales, y quienes las promovían se


distinguían de otro grupo político, que podía llamarse conservador.

Alcances económicos del liberalismo

Uno de los elementos que contribuye a la complejidad del concepto, es el


uso que se le ha dado en materia económica y las múltiples medidas que
se han adoptado al amparo de sus postulados. Claramente el liberalismo
tiene un componente económico importante, que es inherente a su misma
definición y que refleja la forma a través de la cual el liberalismo se ha ido
materializando.

Es la introducción de la libertad como valor a los distintos sistemas sociales


lo que determinó el liberalismo económico, cuya vigencia abarca un
periodo superior a los dos siglos, pues nace a inicios del S. XIX (o finales del
S. XVIII) y se extiende hasta la actualidad.

Tal vez el principal elemento de esta teoría sea la asociación del concepto
de libertad, propio del liberalismo, con el de comercio, y el crecimiento del
comercio a partir de la libertad se transformó en una estrategia para
alcanzar la prosperidad.

Detrás de estos postulados, está lo planteado por A.Smith, quien recoge


varias de las ideas ya planteadas por William Petty, Dudley North y John

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Locke, y les da un cuerpo más orgánico y propio de lo que constituye el


liberalismo económico.

El liberalismo económico, en sus inicios, recoge los postulados de la


teología protestante deísta, que sostiene la existencia de un Dios aparte de
cualquier revelación, que aún habiendo creado el mundo, no interviene
en los asuntos del hombre y la naturaleza. Por lo tanto, esta es una teología
que rechaza la revelación, los milagros y la inmortalidad, aceptando sólo
las creencias religiosas que tienen un sustento en la realidad. Este Dios
protestante tiene escasa relación con la providencia divina y ninguna con
la gracia. Por lo tanto, Dios no se preocupa de ningún hombre en
particular, y cada individuo es responsable de si mismo y de los suyos
(Cantolla, 1994).

Partiendo de este principio, A. Smith se propuso demostrar que una


economía funciona mejor cuando está basada en las poderosas fuerzas
del propio interés y de la competencia, que cuando depende de una
autoridad central que regula y promueve el desarrollo de las distintas
actividades propias de la economía. Más aún, llegó incluso a señalar que
las fuerzas naturales del propio interés podían estar al servicio del bien
común cuando los gobiernos u otros monopolios poderosos no interferían
en las acciones voluntarias de cada uno de los seres individuales. Dentro
de la amplia gama de principios que defendió como propios del
liberalismo se cuentan: la libertad de comercio; la no intervención del
Estado en el sistema económico; el individuo como mejor juez de su propio
interés, que al desear provecho para sí mismo, contribuye a mejorar la
sociedad entera; la división del trabajo; la idea que en caso de ser más

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económicos, los bienes deben ser comprados al exterior; y el principio de


la no estimulación artificial de cualquier actividad.

Según el liberalismo económico, el Estado debería preocuparse en forma


preferente de mantener la libre competencia, pues sólo ella es congruente
con la libertad natural y puede asegurar a cada individuo la recompensa
plena a sus esfuerzos y su aporte al bien común.

Este liberalismo, por lo tanto, cree en un orden natural, en el cual el


gobierno será más eficaz mientras menos entrabe la acción de los
particulares, pues la acción de cada individuo contribuye al bien común,
pues una “mano invisible” hace que cada individuo, al buscar su propio
provecho, contribuya a un fin que no formaba parte de sus propósitos, esto
es, perseguir el interés de toda la sociedad.

Así, el derecho natural le reconoce al gobierno tres funciones o deberes:


defensa contra la agresión extranjera, administración de justicia y
mantención de obras e instituciones públicas que no son susceptibles de
ser sostenidas por grupos privados. En otras palabras, el liberalismo
económico espera de un gobierno paz interior y exterior, justicia,
educación y un mínimo de empresas públicas que se hagan cargo de
algunos sectores de la economía. En todo lo demás, parecen ser más
eficaces y eficientes los individuos.

Con esto, nació la idea de mercado como un espacio en el que confluyen


y conviven los intereses económicos generales con los particulares y, junto
a la competencia, proveen las necesidades de la sociedad. Ello permitió

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que se separara definitivamente la economía como disciplina del ámbito


moral, donde había permanecido.

De este modo, el liberalismo económico, principalmente a partir de A.


Smith, vino a proponer un análisis del sistema económico a partir del
derecho natural y de la teología, lo que puede ser una de las razones más
importantes por las que esta doctrina encontró rápido éxito y ha logrado
mantenerse, con un cúmulo de variables por cierto, hasta hoy.

El liberalismo y la democracia

Una de las interpretaciones que se hace del liberalismo, tiende a hermanar


de manera evidente a esta doctrina política con la democracia,
observándose un conjunto de principios o postulados que son comunes a
ambas y que hacen difusa la frontera entre ambos conceptos.

En efecto, el liberalismo y la democracia requieren para existir de la


vigencia del derecho de asociación voluntaria, por cuanto él es un reflejo
de la libertad individual. Según esto, para gobernar a una comunidad con
multitud de asociaciones, siendo todas potenciales centros de poder, el
gobierno debe ser un espacio de consulta continua, de discusión y de
negociación, con la aceptación de que un Estado debe contentarse con
objetivos limitados y con el empleo de medios también limitados.

Un gobierno debe ser, antes que todo, un conjunto de instituciones


destinadas a reglamentar la reflexión y la discusión pública y a sopesar las

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demandas contrarias con el fin de elaborar una política pública


aceptable.

El liberalismo exige que el gobierno actúe sobre un consenso que nunca va


a ser total, que actúe siguiendo el mandato de una mayoría, al mismo
tiempo que prestando la debida atención a las minorías que no
representa, entregar y resguardar a las minorías para que puedan
organizarse y hacer propaganda libremente, con el compromiso que esas
minorías respetarán la línea divisoria entre la oposición y la subversión, y
ambas partes se autolimitarán y se abstendrán de alterar la información
pública con antecedentes que resulten falsos y tengan intención de
perjudicar a la contraparte.

Además, el liberalismo pide que se acepte que el ejercicio del poder no


sea perpetuo, que una oposición organizada resulta fundamental, y que
sólo a través de la utilización de métodos legítimos se le puede dejar fuera
del poder. Exige una serie de instituciones constitucionales que apoyen
esta moral política, y requiere de una comunidad con un sentido de su
propia solidaridad y preocupación por el interés público, con una
población educada en su totalidad y, probablemente, con cierta
experiencia en el funcionamiento de ciertas instituciones.

De lo anterior, resulta evidente que tanto el liberalismo como la


democracia dependen de instituciones y conductas sociales similares, de
una moral pública similar, o al menos, de un espíritu comunitario semejante,
lo que lleva a que ambos conceptos hoy vayan, para su materialización
práctica, de la mano.

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Sin perjuicio de lo anterior, es posible también reconocer algunas


diferencias entre ambos conceptos, diferencias que tienen más bien un
carácter filosófico y que son difíciles de distinguir en la práctica, pero que
son importantes para diferenciar uno de otro concepto.

Estas diferencias pueden resumirse en los siguientes aspectos (Sartori, 1992):

a) El liberalismo se centra en el individuo, mientras que la democracia se


centra en la sociedad.
b) El liberalismo tiene un ímpetu vertical, y favorece la diferenciación que
genera preeminencia, mientras que la democracia es de difusión
horizontal.
c) El liberalismo es una técnica de control y limitación del poder, mientras
que la democracia es la inserción del poder popular en el Estado.
d) La mayor preocupación del liberalismo es la forma del Estado, es
decir, busca determinar cómo o a través de qué métodos se forman
las normas, mientras que para la democracia el problema
fundamental es el qué, es decir, cuál es el objeto y contenido de esas
normas.

Aspectos económicos del liberalismo que impactan, favorable y


desfavorablemente, la Democracia.

Históricamente, el desarrollo de la democracia y de sus valores ha estado


asociado a la economía de mercado, que resulta ser el producto de la
ideología liberal aplicada a la economía. Dicho de otro modo, una
condición altamente favorable para las instituciones democráticas es una
economía de mercado en la que las empresas económicas están

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principalmente en manos de privados y no en las manos del Estado. Esto,


por cuanto el tipo de sociedad que produce y los niveles de crecimiento
económico que alcanza, son suficientes como para hacer de este modelo
económico el más adecuado para el desarrollo de un país.

Sin embargo, esta relación encierra una paradoja (Dahl, 1999)6: una
economía de libre mercado y capitalista inevitablemente genera
desigualdad en los recursos políticos de que disponen los ciudadanos.
Quienes son desiguales en términos económicos, difícilmente serán iguales
en términos políticos.

En relación con los elementos de la economía liberal de mercado que


favorecen la democracia, es necesario señalar que un estudio de R. Dahl
(Dahl, 1999) ha demostrado que la democracia (poliárquica) ha
sobrevivido en países con predominio de una economía de mercado
capitalista, y nunca ha sobrevivido en un país con predominio de una
economía que no fuera de mercado. Esto se explica porque los mercados
permiten controlar y coordinar las decisiones de las entidades económicas.
En efecto, los sistemas en que innumerables decisiones económicas se
toman por innumerables actores independientes y en competencia, y
todos ellos actuando desde un interés propio y guiados por la información
que les proporciona el mercado, es un sistema que produce bienes y
servicios en forma mucho más eficiente que cualquier otra alternativa

6
En este texto, el autor revisa cuáles son los elementos que favorecen la vigencia de la
democracia y cuáles son los que la perjudican, poniendo en riesgo su vigencia y
exponiendo a un país a un golpe de Estado. Uno de los elementos que el autor destaca
como favorable para la democracia es la economía de mercado, por cuanto ha
demostrado ser el mejor modelo, o al menos el que alcanza los mejores niveles de
crecimiento, lo que permite que un país se desarrolle y su población confíe en las
instituciones políticas vigentes (Nota del Autor).

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conocida. De este modo, el capitalismo ha conducido a los países al


crecimiento económico, y este crecimiento es favorable a la democracia.

En este sentido, se puede señalar que el crecimiento económico favorece


la democracia por cuanto disminuye los niveles de extrema pobreza,
mejora las condiciones de vida y ayuda a reducir los conflictos sociales y
políticos. Además, el crecimiento económico proporciona a los gobiernos
reservas para hacer frente a crisis de carácter económico, o para invertir
en educación y estimular la presencia de una ciudadanía educada y
culta.

Por otra parte, la economía de libre mercado crea un estrato social que es
altamente funcional a la democracia, por cuanto se crea un grupo
intermedio de pequeños propietarios, que buscan educación, autonomía,
libertad personal, derechos de propiedad, un Estado de derecho y
espacios de participación en el gobierno.

Asimismo, al descentralizar las decisiones económicas en muchas personas


o grupos de estas, la economía de mercado evita la necesidad de contar
con un gobierno central poderoso, lo que siempre significará el riesgo de
que se instale un gobierno autoritario y, por lo tanto, antidemocrático.

Pero así como la economía de libre mercado evita la instalación de un


gobierno autoritario, ella exige de la presencia de un Estado coordinador,
que sea participativo y que genere mecanismos de información eficientes
y confiables, que orienten las decisiones de los actores que participan del
quehacer económico. Y este Estado responde a las características propias

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de la democracia, pues se trata de un Estado abierto, que se somete al


escrutinio público y que goza de una alta legitimidad entre la población.

En relación con aquellos elementos de la economía de libre mercado que


afectan negativamente a la democracia, es posible mencionar los altos
niveles de desigualdad política que genera este sistema económico, lo
que limita el potencial democrático y genera desigualdad en la
distribución de los recursos políticos (Dahl, 1999: 199)7.

En efecto, dado que esta economía promueve el desempeño individual


como mecanismo para la generación y obtención de recursos, y siendo
éstos escasos en relación con las necesidades de una comunidad, siempre
existirán grupos o un estrato social que no tendrá acceso a ellos,
generándose una situación de desigualdad al interior de una comunidad.

Debido a esta desigualdad en recursos económicos y sociales, algunos


ciudadanos obtienen una influencia significativamente mayor que otros
sobre las decisiones políticas y las acciones del gobierno. De este modo, los
ciudadanos no son iguales políticamente, por lo que la fundamentación
moral de la democracia, que es la igualdad política entre los ciudadanos,
se ve seriamente vulnerada.

Como ya se señalara, el capitalismo y la economía de libre mercado es


una herramienta efectiva para terminar con gobiernos autoritarios, por
cuanto apela a la iniciativa individual para el desarrollo económico y
elimina la trascendencia que puede tener un Estado en el manejo de la

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Por recursos políticos se entiende todo aquello a lo que tenga acceso una persona o grupo y
de lo que puedan valerse para influenciar directa o indirectamente la conducta de otras
personas. Ejemplos de recursos políticos son el dinero, las armas, fuerza física, prestigio,
carisma, información, educación, orden legal, etc. (Nota del Autor)

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economía. En este sentido, la economía de libre mercado favorece el


surgimiento de una clase social auto formada, que se educa y que busca,
de una u otra forma, emerger de la condición en que se encuentra. Por lo
tanto, es también una clase que tratará de influir, a través de los más
diversos medios, en las decisiones que adopte el gobierno, para que este
actúe a su favor. De este modo, el gobierno se ve enfrentado a un
conjunto de demandas que tiene que atender, de la manera más
eficiente posible, pues si no lo hiciera, estaría poniendo en riesgo su
legitimidad.

Esta sobrecarga de demandas pondrá a un gobierno democrático frente


al desafío de tener que atender un cúmulo de peticiones elevado,
producto de las aspiraciones de los ciudadanos por participar de un modo
activo en el sistema económico, y el gobierno deberá, observando niveles
lo más adecuado posibles de justicia y equidad, y ciñéndose
exclusivamente a lo dispuesto y permitido en la ley, responder a la mayor
cantidad de demandas posibles. Cabe hacer presente que la
incapacidad de gobierno para atender estas demandas, representaría
una crisis de legitimidad para el gobierno, mas no, al menos en el corto
plazo, para el sistema democrático, pues este seguirá siendo una garantía
para que el mercado funcione correctamente y limite los poderes de las
autoridades políticas de un país.

En consecuencia, y a modo de conclusión, se puede señalar que el


liberalismo y la economía de libre mercado, requieren para su existencia
de un sistema democrático, no puede darse en un régimen autoritario o
totalitario, donde las libertades individuales se vean amenazadas por
alguna autoridad que goce de un poder excesivo. Es en la democracia

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donde la economía de libre mercado encuentra el espacio necesario


para vivir.

Así también, la democracia se alimenta y necesita de una economía de


libre mercado, sin perjuicio que deba buscar los mecanismos para
enfrentar sus negativas consecuencias. Pero el libre mercado le entrega a
la democracia ciudadanos más comprometidos con el sistema, dispuestos
a participar y a reconocer la vigencia y legitimidad de las instituciones
políticas.

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3. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

1. Cantolla, Enrique (1994). “Evolución del Pensamiento Económico”


Ediciones Emérida, Santiago.
2. Cerroni, Humberto (1992). “Política: Método, Teoría, Procesos, Sujetos,
Instituciones y Categorías”, Siglo XX Editores, Madrid.
3. Dahl, Robert (1999). “La Democracia” Ediciones Taurus, Buenos Aires.
4. Dworkin, Ronald (1983). “El Liberalismo”. En Stuart Hampshire (compil),
“Moral Pública y Privada”, FCE, 1ª edición, México.
5. Sabine, George (1998). “Historia de la Teoría Política”, FCE, México,
primera edición 1937, segunda reimpresión de la tercera edición en
español.
6. Sartori, Giovanni (1992). “Elementos de Teoría Política”, Alianza Editorial,
Madrid.

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