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Orden/Desorden

¿Qué es el orden? Una forma re-conocible


 ¿Para quién?
 ¿En qué sentido?
 ¿Con qué instrumentos?
 ¿Con qué sensibilidad?

¿Orden u Ordenes?
 ¿Existe una sola geometría o varias?
 ¿Las formas básicas son universales?
 ¿Es posible el diálogo entre distintas formas de ordenar?
 ¿Hay gradaciones de Orden?

Tiene sentido hablar de “Orden” (Sustantivo-Producto) o más bien de “Ordenar” (actividad-


proceso) o es necesario relacionar ambos. (Desachatar la dicotomía Sujeto/Objeto: el orden no
está allí independiente de mí pero tampoco lo su-pongo).
El ordenar supone actividades perceptivas e intelectivas: involucra tanto la sensibilidad como el
lenguaje.
“Podría servir de ayuda el recordar a Korzybski y hacer hincapié en que cualquier cosa que
digamos que es el orden, no lo es. Es más de lo que decimos, y es capaz de desplegarse de
infinitas maneras diferentes. Intentar atribuir el orden solamente al objeto o al sujeto resulta
demasiado limitado. Es ambos y ninguno, e incluso algo que va más allá de todo esto: un proceso
dinámico en el que se ven implicado el sujeto, el objeto y el ciclo de percepción-comunicación
que los une y relaciona.”(Pág. 138)

Orden y Categorización:

A) Distinción: Similitudes/Diferencias: Percepción de las diferencias y creación de


similitudes a partir de las diferencias (comparación).
B) Categorización: Selección/Colección Creación de Orden/Formas
Las nociones de Similitud/Diferencia pueden aplicarse RECURSIVAMENTE a sí
mismas: Diferencias Semejantes y Similitudes Diferentes.
C) Orden de Ordenes: La noción de Orden también puede aplicarse recursivamente.
Grados de orden y de libertad.
(escaneado Pág. 129-133)

Reflexionando un poco nos daremos cuenta de que nuestras primeras nociones de orden
dependen de nuestra habilidad para percibir similitudes y diferencias. De hecho, hay pruebas
evidentes de que nuestra visión, así como los otros sentidos, trabaja mediante una selección de
similitudes y diferencias. Esto puede demostrarse mediante una serie de experimentos de
laboratorio y de ilusiones visuales, pero el lector lo verá más fácilmente mediante su propia
experiencia directa. Eche una mirada a la habitación y fíjese en cómo su campo global de visión
es particularmente sensitivo al cambio y a las diferencias de sensación. Un pequeño movimiento
repentino aparece rápidamente captado en la esquina del ojo. Por el contrario, el centro del
campo de visión proporciona una distinción mucho más detallada de formas concretas que son
relativamente constantes. Mientras que el fondo hace patentes pequeños cambios y movimientos,
es el centro del campo el que proporciona información detallada de, por ejemplo, una cara.
En la introducción se señaló que, si el campo central resulta dañado, todavía es posible extraer
un significado del campo visual, aun cuando se pierda la capacidad para integrar formas y
distinguir los pequeños detalles. Sin embargo, cuando resulta dañado el fondo, la información del
campo central pierde su significado. Esto sugiere que la percepción comienza recogiendo
diferencias, que son los datos primarios de la visión, para luego utilizarlas en la construcción
de similitudes. El orden de la visión pasa primero por la percepción de diferencias, y después
por la creación de similitudes a partir de estas diferencias.
En el pensamiento tiene lugar un proceso similar, que comienza con la formación de
categorías. Esta categorización incluye dos acciones: selección y colección. Según la raíz
latina común a ambas palabras, seleccionar significa «reunir a un lado», y coleccionar significa
«reunir juntos». Así pues, las categorías se forman cuando ciertas cosas resultan seleccionadas,
a través de la percepción mental de sus diferencias con un fondo más general. Volviendo al
ejemplo de la visión, puede notarse la presencia de un animal contra un fondo de bosque o una
moneda puede destacarse sobre una alfombra estampada por el destello de su reflejo.
La segunda fase de la categorización consiste en colocar juntas algunas de las cosas
seleccionadas (por su diferencia con el fondo) al no considerarse sus diferencias como
importantes, mientras que se sigue considerando como importante su diferencia común con el
fondo. De esta manera, varios pájaros de tamaño y postura diferentes resultarían abstraídos
todos juntos del fondo general, un árbol, sin que se prestara una atención especial a las
diferencias particulares entre ellos. Sin embargo, estos pájaros son clasificados claramente en
una categoría diferente a la de las ardillas que puedan hallarse en el mismo árbol. Así pues, la
categorización incluye las acciones combinadas de selección y colección.
Al observar una bandada de pájaros en un árbol, la categoría de pájaros se forma al reunir
cosas que se distinguen simultáneamente de aquellas que no pertenecen a esta categoría, como,
por ejemplo, las ardillas. Así se forman grupos de categorías, y esto, a su vez, influye en la
manera en que las cosas se seleccionan y coleccionan. Selección y colección se convierten
así en las dos partes inseparables de un único proceso de categorización.
Esta determinación de similitudes y diferencias puede continuar de manera indefinida. En el
marco de las similitudes entre los pájaros podrán detectarse diferencias entre pequeños pájaros
pardos y grandes pájaros negros. Así pasa a distinguirse entre gorriones y cuervos, o se forman
nuevas categorías que seleccionan hembras o machos, pájaros que están volando o que se han
posado, que cantan o guardan silencio. Los grupos de categorías cambian según se dé
importancia a determinadas diferencias y se ignoren otras según se destaquen unas similitudes y
se pasen otras por alto. De hecho, el proceso de categorización es una actividad dinámica que
puede cambiar en multitud de formas, al seleccionarse nuevos órdenes de similitud y diferencia.
Las leyendas de los primeros tiempos de la civilización, junto con mitos contemporáneos
procedentes de tribus de África y América del Norte, sugieren que la categorización es una mane-
a de ordenar el universo tan primitiva como importante. Por ejemplo, se encomienda a los dioses
la tarea de dar nombre a los distintos animales y plantas, para establecer así un orden en el
universo. Estas leyendas indican también que las similitudes y diferencias que se seleccionan
dependen de un contexto en el que van incluidos toda la actividad y el orden de la tribu. Un
pueblo categoriza a los diferentes animales según su influencia e importancia para la vida de la
tribu. Los animales pueden seleccionarse e identificarse según su alimentación, forma y color,
hábitos o utilidad. Así, un grupo de pastores africanos utiliza una serie de palabras que muestran
su sensibilidad a las variaciones de color de su ganado. Además, los nombres de los distintos
colores de este ganado se usan en la descripción de otros objetos. Los esquimales, por su parte,
tienen otras prioridades para la supervivencia, y disponen de toda una serie de palabras para
describir las diferentes condiciones del hielo y la nieve.
Queda claro que toda la acción de la categorización está inseparablemente unida a la
percepción-comunicación, que opera dentro del contexto global de una estructura social
dinámica.
La mayoría de las categorías nos son bien conocidas, y las utilizamos de manera casi
inconsciente. Sin embargo, a veces surgen nuevas categorías, como resultado de algún cambio
importante en la manera de ver el mundo o al ampliarse nuestra experiencia. Se forman
categorías que antes no existían y nuevos grupos de similitudes y diferencias pasan a
considerarse relevantes. Esto implica claramente que la percepción se utiliza de manera creativa
en un contexto en constante cambio.
La creación de categorías nuevas descansa en la percepción, que tiene lugar tanto en la
mente como a través de los sentidos. Para comprender la naturaleza creativa del proceso, y
también para desarrollar un tema que será utilizado a lo largo de este libro, introducimos ahora el
concepto de inteligencia. Hoy en día, la palabra inteligencia se usa de manera bastante imprecisa,
pero puede encontrarse parte de su fuerza original en la raíz latina, intelligere, que tiene el sentido
de «reunir en medio». Hace pensar en la expresión «leer entre líneas». En este sentido, la
inteligencia es la capacidad de la mente para percibir lo que existe «en medio» y crear categorías
nuevas. Esta noción de inteligencia, que actúa como el factor creativo clave en la formación
de categorías nuevas, puede ponerse en contraste con el intelecto. De hecho, intelecto es el
participio pasado de intelligere, por lo que podría interpretarse como «lo que ha sido recogido».
Así pues, el intelecto es más o menos fijo, pues se basa en un esquema de categorías ya
existente. Mientras que la inteligencia es un acto de percepción creativo y dinámico, que tiene
lugar a través de la mente, el intelecto es algo más limitado y estático. Puede subrayarse esta
distinción mediante la afirmación de que el test del CI mide más bien un coeficiente de intelecto
que de inteligencia.
Así pues, las categorías surgen por un juego libre de la mente, en el cual las nuevas
formas se perciben mediante una acción creativa de la inteligencia, y se van fijando de
manera gradual en sistemas de categorías. Este sistema de categoría permanecerá fluido y
abierto al cambio siempre que la mente misma esté abierta a la acción creativa de la
inteligencia.
La experiencia de Helen KeIler y de su profesora, Anne Sullivan, resulta un buen ejemplo de
todo este proceso. Cuando Helen KeIler experimentó su relámpago perceptivo, vio la similitud
esencial entre las distintas experiencias de agua. Anne Sullivan había jugado en ello un papel
fundamental, al ayudar a Helen a separar estas experiencias del fondo global dado por la
experiencia. El momento de comprensión de Helen fue la percepción de su primera categoría.
Pero esto fue mucho más allá de una simple asociación de momentos básicamente semejantes,
porque resultó que tenía un nombre que lo hacía comunicable y que podía ser utilizado para
simbolizar la categoría en el pensamiento y convertirla en concepto. Claramente, el acto de
percepción de Helen no podía basarse en una experiencia previa, o en hechos almacenados en
su intelecto, sino que fue un acto puro de inteligencia. Más tarde, todo esto se almacenó en al
memoria de Helen; pasó a formar parte de su infraestructura tácita y a contribuir a la formación de
su intelecto.
La categorización puede quedar apresada en los mismos tipos de problemas que hemos
tratado en los dos primeros capítulos. Es posible que las categorías queden tan rígidamente
establecidas en el intelecto que, para mantenerlas, la mente se ocupe en un juego sucio.
Está claro que las categorías cambian a medida que lo hace el contexto. Sin embargo,
cuando estas categorías están empotradas en toda la estructura del lenguaje y la sociedad,
se hacen rígidas y persisten de manera inapropiada en el nuevo contexto. Esto trae como
resultado una forma de fragmentación en la que, debido a una división mal hecha, se ignoran
conexiones nuevas entre las categorías; y dentro de las categorías se pasan por alto diferencias
significativas, proporcionando así una uniformidad falsa. Sólo cuando la inteligencia opera de
manera libre y creativa puede la mente abandonar las estructuras de categoría rígidas, y ser, por
tanto, capaz de comprometerse en la formación de órdenes nuevos.

Una representación formal del orden

La generación de categorías es uno de los aspectos de la formación del orden, pero no va lo


suficientemente lejos. Aunque tiene en cuenta una gran cantidad de grupos de categorías que
dependen de contextos generales, no está todavía lo suficientemente desarrollada y determinada
en sí misma. Sin embargo puede lograrse un esquema más definido aplicando las nociones de
similitud y diferencia a sí mismas, en una serie de niveles.

Así pues, se propone aquí que una noción concreta de orden puede entenderse en términos
de diferencias similares y similitudes diferentes. Consideremos el ejemplo de una línea. Nos la
podemos plantear como caracterizada, o incluso construida, a partir de una serie de segmentos
iguales en contacto: a, b, c, d, e, f, etc. La característica de la línea es que la diferencia entre a y
b es semejante, o incluso igual, a la diferencia entre b y c, y entre c y d, y así sucesivamente. El
orden de la línea viene definido por una única diferencia semejante

De la misma manera, es posible analizar una curva, por ejemplo un círculo, aproximándolo a un
polígono de muchos lados. La diferencia entre los segmentos ahora incluye no sólo a las
longitudes, que son todas iguales, sino también a los ángulos, también todos iguales. Así pues el
círculo queda definido por una única diferencia semejante.

Cuando las longitudes de los segmentos van disminuyendo de manera progresiva, de modo que
la diferencia entre segmentos sucesivos es todavía semejante, lo que resulta es una espiral.

En un espacio tridimensional, la línea puede salirse del plano de la espiral, y una serie de
diferencias semejantes dará lugar a una hélice.
De esta manera puede construirse toda una clase de curvas en la que las diferencias entre
segmentos consecutivos son todas iguales. Los ejemplos ofrecidos hasta el momento son bas-
tante simples, pero haciendo la diferencia constante tan compleja como se quiera, puede
enriquecerse la geometría de las curvas.
Incluso las trayectorias de la mecánica newtoniana vienen determinadas de esta manera. La
primera ley de Newton dice que el movimiento natural es aquel en el que todos los segmentos
son iguales entre sí -movimiento en línea recta o descanso. La segunda ley muestra que la
proporción de cambio de este movimiento es igual a la fuerza externa. En el caso de una fuerza
constante, como la gravedad, esto quiere decir que las diferencias entre pequeños segmentos
de velocidad sucesivos son todas similares, e incluso iguales.
Así este concepto de orden hace posible apreciar en su totalidad la metáfora newtoniana de la
manzana y la luna: el orden de diferencias semejantes en el movimiento de caída de la
manzana es similar al orden de diferencias semejantes en la óribita de la luna. La mecánica de
Newton, que opera con fuerzas externas constantes, está por tanto incluida en la definición de
orden mediante diferencias semejantes. Una extensión del esquema permite que se traten
también casos de movimiento más complejos.
Ejemplo de ordenes, complejidad y zoom:

Parece ser que el movimiento de un cuerpo admite dos descripciones diferentes, siendo al
mismo tiempo de segundo grado y de grado más elevado. Para ver esto hace falta un ejemplo
más concreto. Piénsese en una pelota que rueda suavemente por una colina. Si la colina es lisa,
como si de un plano inclinado se tratara, la pelota, abandonando la posición de descanso, rodará
colina abajo en línea recta. Si se le da un pequeño empujón hacia un lado, rodará siguiendo una
curva. Pero en cualquiera de los dos casos, el movimiento tiene un orden de segundo grado
Supongamos ahora que la colina es tremendamente irregular, con salientes, rocas, collados y
hondonadas. La trayectoria de la pelota dependerá de manera sensible de dónde se a suelta
exactamente y cómo se la pone en movimiento. Si se le, da un ligero impulso hacia un lado
cuando se la suelta, podría encontrar un obstáculo que la desvíe. Una trayectoria típica de la
pelota ondulará y girará, pasando por una serie de complejas desviaciones, mayores o menores.
Naturalmente, las diferencias semejantes de velocidad en los pasos sucesivos ya no serán
constantes. La pelota se topa con una fuerza siempre cambiante, debido a las irregularidades de
la colina, de modo que las diferencias de velocidad cambian constantemente. Puesto que los
cambios en estas diferencias de velocidad también se hallan sujetos a cambios complejos,
parecería que el orden del movimiento ha de ser muy alto, sin duda más alto que un segundo
grado.
Por otra parte, si se conocieran todos los detalles de la ladera de la colina, y quedaran
determinados cada uno de los salientes y los baches, entonces se necesitarían sólo dos datos de
información para poder definir la trayectoria. Una vez definidos la posición inicial de la pelota y su
velocidad puede establecerse una trayectoria única bajando la colina. Un valor ligeramente
diferente a la posición y la velocidad iniciales pueden producir una trayectoria muy diferentes; sin
embargo, sólo se necesitan dos datos de información. En este sentido, la trayectoria es también
de segundo grado.
Esta paradoja aparente puede resolverse fácilmente mediante la propuesta de que la noción
de orden depende, en realidad, del contexto. Así pues, en un contexto en el que no se tengan en
cuenta los detalles de la forma de la colina, el movimiento resulta ser de muy alto grado. Pero en
un contexto en que se conozcan todos los pequeños detalles de la ladera, el orden será de
segundo grado, porque sólo se necesitan dos datos de información para definir cualquiera de las
trayectorias. Claramente, ambas clases de orden son relevantes y ambas corresponden, cada
una a su manera, a la realidad de la curva. Esto indica que el orden no es ni subjetivo ni objetivo,
ya que, cuando se revela un nuevo contexto, aparece una noción de orden diferente.
Al traspasar el límite en el que la colina se hace demasiado irregular, el movimiento de la pelota
parecerá ser de grado infinito, es decir, lo que familiarmente denominaríamos fortuito. De aquí
que todo el tratamiento anterior sugiera que existe una conexión entre el azar, la casualidad y el
caos por una parte y el orden por la otra.

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