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El calentamiento global no es ficción, ya impacta al planeta

Los estragos del cambio climático


Walter Vergara - Juan Pablo Ruiz / Especial para El Espectador

Hasta hace 10 años hablar de “calentamiento global” era motivo de


controversia. Hoy es evidente que el clima del planeta se está calentando.
Proyecciones del Panel Intergubernamental de Cambio Climático estiman
que la temperatura media a nivel global aumentará entre 1,5 y 5,8 grados
durante este siglo. Los cinco años más calientes de los últimos cien años se
registraron en la década de los 90 y el año 2005 se perfila como el más
caliente hasta ahora registrado.

Como consecuencia de este calentamiento se registran y prevén efectos de


magnitud: el derretimiento de la capa polar ártica y de los glaciares de alta
montaña, el incremento en el nivel medio del mar con inundación de áreas
costeras, islas y arrecifes, la afectación de los ecosistemas y el
empobrecimiento de la biodiversidad global que aceleran la tasa de
extinción de especies y aumentan la temperatura de la superficie de los
mares relacionados con la intensidad de los huracanes.

Reflexionar sobre el cambio climático parece un ejercicio futurista, pero es


algo que ya vivimos y debemos enfrentar. Veamos en detalle algunos
impactos que de manera directa nos afectan:

Aumento en el nivel del mar Caribe: Se estima que el nivel medio del mar
Caribe esté aumentando entre 3 y 8mm por año (en 100 años a esta tasa, el
nivel sería entre 30 y 80cm superior al actual). Este aumento de nivel no
sólo amenaza ecosistemas, comunidades e infraestructuras en las costas,
sino que va a inducir a la salinización de los acuíferos costeros e insulares,
poniendo en peligro el suministro y la calidad del agua potable. Dado que la
mitad de la población de las islas y países bajos del Caribe vive a menos de
2km de la costa, se podría producir un desplazamiento masivo de
poblaciones a lo largo de la cuenca.

Aumento en la temperatura del mar: Amenaza la vida marina, en particular


la de los corales, los cuales mueren si son expuestos a altas temperaturas
por tiempos considerables. Se elimina un ecosistema con importantes
servicios ambientales, tales como protección de zonas costeras, turismo y
productividad de la pesca. Este año, en Puerto Rico, se han presentado
eventos de mortandad (blanqueo) de corales en una extensión y con
intensidad que no se había experimentado con anterioridad. Algo similar se
ha detectado en áreas costeras de Colombia y en el Archipiélago de San
Andrés y Providencia.

Acidificación del mar: El aumento en la concentración de dióxido de carbono


está resultando en la acidificación del mar (más ácido, menor pH), lo que a
su vez reduce la habilidad de los organismos marinos de calcificar, de
formar esqueletos. Esta acidificación del océano no tiene paralelos en la
historia y podría eventualmente producir un cataclismo en los ecosistemas
marinos.

Calentamiento en las montañas: Los hábitats tropicales de alta montaña en


los Andes son muy vulnerables al cambio climático. Los glaciares tropicales
están retrocediendo a tasas asombrosas. Por ejemplo, el glaciar de
Chacaltaya, en Bolivia, en los últimos 60 años ha perdido 70% de su área y
95% de su volumen. Este glaciar desaparecerá en menos de 20 años. Algo
similar está sucediendo y empieza a documentarse para el Nevado del
Tolima y la Sierra Nevada de Santa Marta. Nuestros páramos están
cambiando de carácter, perdiendo su función de reguladores del ciclo del
agua, exponiéndose a mayores y más intensos incendios forestales,
perdiendo su riqueza de fauna y flora y alterando su capacidad de
almacenar agua y carbono. Al desaparecer los glaciares, el suministro de
agua y el paisaje se afectan de manera irreversible.

Impactos en la salud: Un clima más cálido resulta en una mayor exposición


a enfermedades tropicales y a impactos inducidos por variabilidad climática.
Por ejemplo, el huracán Match dejó en América Central una estela de
aumento en los casos de cólera, malaria, dengue y leptoespirosis. En
particular, la malaria y el dengue están aumentando su rango geográfico y
los vectores que permiten su expansión están incrementando su presencia.

Huracanes: Las últimas dos temporadas han visto un aumento considerable


en la intensidad de huracanes en la cuenca del Caribe y otras zonas
costeras de América. El aumento en la intensidad de los huracanes ha ido
de la mano con aumentos en la temperatura de las aguas de superficie del
mar Caribe y el Golfo de México. Análisis a nivel global reportados
recientemente muestran una relación directa entre los dos parámetros.
Mayor temperatura en el agua provee energía latente a huracanes y
ciclones. El costo de los impactos en infraestructura y pérdidas de vida han
aumentado exponencialmente.

¿Qué se puede hacer?


Primero que todo, debemos reconocer que la forma como usamos el
ecosistema global y local no es sustentable. Hay que actuar de inmediato,
porque aun así, será tarde para evitar algunos impactos. Por ejemplo, la
inercia térmica que hemos inyectado al mar continuará su expansión por
muchos años, tal vez siglos. Lo mismo acontecerá con los glaciares
tropicales. Es posible la desaparición de la gran mayoría de los corales en el
mar Caribe y que tengamos que vivir tormentas y huracanes más intensos.
Debemos evitar que la situación empeore, lo cual acontecerá si no tomamos
actitudes contundentes.

Sólo acciones globales y locales drásticas podrían reducir y transformar las


tendencias actuales. Con la economía más poderosa del mundo, la de los
Estados Unidos, en posición contraria al resto de la comunidad internacional
y por fuera del protocolo de Kyoto, esto se dificulta. Sin embargo, no hay
alternativa. Tarde o temprano, aun los Estados Unidos tendrán que
reconocer la necesidad de reducir emisiones de gases invernadero.

Todos tenemos que redireccionar la estrategia de desarrollo. Es necesario


cambiar los patrones del uso de los recursos naturales, modificando el
patrón de crecimiento por uno de mejora en la calidad de vida (lo cual no es
estrictamente lo mismo); reducir el consumo de combustibles fósiles y
reemplazar su uso con fuentes alternas que no contribuyan a la emisión de
gases invernadero; aumentar la eficiencia en el uso de energía y usar
energías renovables y producir menos basura cambiando hábitos de
consumo.

Dado que aun en el caso de que se consigan reducciones substanciales en


el uso de energía y la emisión de gases invernadero, la concentración de
éstos en la atmósfera sólo se estabilizara a mediano plazo, es urgente
tomar medidas que nos permitan adaptarnos a los impactos inducidos por el
cambio climático. Colombia ha sido muy activa en el contexto del protocolo
de Kyoto y como actor en el contexto internacional de reducción de gases
invernadero. El país ha formulado y está en proceso de ejecutar un
portafolio ambicioso de actividades, entre las que se incluyen:

• La planta de energía eólica (uso del viento), propiedad de las Empresas


Públicas de Medellín, situada en La Guajira, con capacidad de 20 MW y un
programa social dirigido a la población indígena del área.

• El proyecto de reducción de gases invernadero en plantas de tratamiento


de agua que está por iniciar su construcción por parte de la Corporación
para la Defensa de la Meseta de Bucaramanga.
• La fijación de carbono a través del impulso a sistemas silvopastoriles para
ganadería en áreas de pasturas degradadas, en un proyecto regional
Colombia, Costa Rica y Nicaragua con posibilidades de expansión en
diversas áreas del territorio nacional.

• Un proyecto hidroeléctrico, a filo de agua, es decir, sin represa, en la


cordillera central, cuenca del Amoyá, que generará energía limpia con una
capacidad instalada de 80 MW.

• El programa integrado de adaptación a nivel nacional, preparado por el


IDEAM y el Banco Mundial, con participación de Coralina, Invemar y el
Instituto Nacional de Salud, enfocado en las áreas más vulnerables a
impactos climáticos. Se trabajará en ecosistemas de alta montaña, áreas
insulares y costeras, y prevención de la expansión del rango de
enfermedades tropicales como el Dengue y la Malaria.

Para ayudar en la determinación de las medidas de adaptación, el IDEAM


llegó a un acuerdo con el Simulador de la Tierra, un moderno equipo de
simulación del clima global, con capacidad de resolución regional muy
detallada. Se tienen ahora proyecciones de los cambios en temperatura y
precipitación para el territorio nacional, que se esperarían en el contexto de
escenarios de emisión globales de gases invernadero. Con esta información
se están formulando medidas específicas de adaptación.

El desafío por el cambio climático es severo y sin precedentes. Además


tiene el potencial de afectar la vida de todos los habitantes y especies del
planeta. Colombia deberá continuar con programas que le permitan
adaptarse a esos cambios irreversibles y al mismo tiempo aportar a los
esfuerzos de la comunidad global para reducir las emisiones de gases
invernadero. Tanto a nivel local como global, falta mucho por hacer, pero
debemos empezar por nosotros mismos, pues nuestro comportamiento
cotidiano también genera impactos que se enmarcan en la globalidad.

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