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Tema 5

El Paleolítico medio en la Península Ibérica.

José Manuel Maíllo Fernández

1. Introducción.

Con el término Paleolítico medio nos referimos a un momento


histórico caracterizado por la aparición de los neandertales, con todo
lo que ello ha aportado a la imaginería de nuestra sociedad,
sobretodo en lo referente a su extinción y el contacto con los Homo
sapiens sapiens, nuestra especie, que les sucedemos en Europa. Pero
el Paleolítico medio es mucho más que este contacto, supone un
periodo aún poco conocido en sus inicios y poseedor de fuertes
controversias en sus momentos finales, pero que aportan los restos
materiales de la cultura de una especie extinta y, en tantos aspectos,
muy poco diferente a la nuestra.
Lo primero que debemos conocer es de qué hablamos cuando
nos referimos a Paleolítico medio desde un punto de vista cultural.
Historiográficamente se ha asociado en Europa el término Paleolítico
medio al de Musteriense, que es el tecnocomplejo más común y
conocido en Europa. Sin embargo, esta visión reductora simplifica un
registro arqueológico mucho más rico y variado. Por ejemplo, el inicio
del Paleolítico medio se asocia a la aparición de tecnocomplejos o
industrias líticas que presentan esquemas operativos de lascas frente
a la elaboración de macroutillaje y piezas bifaciales (bifaces) y que,
en algunos casos, no entran dentro de la clasificación estándar de lo
que definimos como Musteriense. Además, en algunas regiones de
Europa se siguen tradiciones diferentes, como ocurre con las
industrias micoquienses en Europa central.
También se asocia el Paleolítico Medio a un tipo humano
concreto, el neandertal. Así ocurre en la mayoría de los yacimientos
en los que aparecen restos de neandertales; por tanto, los
yacimientos que presentan industrias atribuibles al Musteriense y no
presentan restos humanos se atribuyen al Neandertal su autoría. Esta
premisa, aunque válida como norma general, puede acarrear serios
problemas de interpretación en algunas regiones. Por ejemplo, en
Próximo Oriente los neandertales y los humanos modernos conviven
durante varios milenios y la única industria que se halla en los
yacimientos es Musteriense.
En la Península Ibérica casi la totalidad de industrias se pueden
incluir dentro del denominado Complejo Musteriense y así será
tratado en este tema.

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2. Cronología del Paleolítico Medio en la Península Ibérica.

Debemos apuntar, en primer lugar, que son varios los métodos


radiométricos empleados para datar yacimientos del Paleolítico
medio. El Carbono 14 sólo puede ser empleado hasta el 50.000 B.P.,
por lo que es necesario el uso de otros métodos como la
Termoluminiscencia o el ESR. El hecho de tener que trabajar con
diferentes métodos hace que sea complicado correlacionar las fechas
obtenidas en cada uno de ellos.
El inicio del Paleolítico medio en la Península Ibérica viene dado
por la aparición de industrias de lascas frente a las formadas por
macroutillaje correspondientes al Achelense. Estas industrias de
lascas se pueden rastrear en algunos yacimientos desde fechas muy
tempranas de finales de Riss o entre los OIS 11-9 (probablemente
más cercanas al último de ellos). Los yacimientos donde se empieza a
vislumbrar este tipo de industria son la Gran Dolina de Atapuerca
(unidades TD-10 y TD-11) en Burgos y los niveles superiores de
Bolomor (Alicante). El primer yacimiento se data en estos niveles
entorno a 372-337.000 B.P. y se caracteriza por una industria sobre
lasca con empleo de métodos Levallois y sin restos de macroindustria.
Por su parte, la Fase IV de Bolomor (niveles VII-I) se caracteriza por
una industria de formato pequeño (en relación con etapas anteriores)
y donde predominan las raederas, estando el utillaje muy retocado (lo
que sería indicativo de su reutilización). Cronológicamente se ubica el
estadio isotópico 5e o en el Riss-Würm. El nivel II se ha datado por
Termoluminiscencia (TL) en 121.000 ± 18.000 B.P.
Resumiendo, el Paleolítico medio hunde sus raíces en el
Pleistoceno medio (dominado por el Achelense) y se caracterizará,
como ocurre en el resto de Europa, por innovaciones en la tecnología
lítica, una actividad cazadora plenamente desarrollada, ocupación
estable del territorio, por la elevada movilidad o por la aparición clara
de comportamientos rituales y simbólicos.
El final del Paleolítico medio en la Península Ibérica también es
objeto de un intenso debate por parte de la comunidad científica. El
fin del Paleolítico medio y, por ende, de los neandertales está ligado a
la aparición de los Humanos modernos, nuestra especie, lo que hace
más relevante este debate científico. En la Península encontramos un
marco muy interesante, por un lado tenemos un Musteriense que
desaparece en muchas regiones del tercio septentrional entorno al
40.000 B.P. (aunque con algunas excepciones) y, por otro, una
pervivencia de este tecnocomplejo hasta pasado el 30.000 B.P. en la
zona meridional, como ya avanzó al final de la década de los ochenta
del siglo XX G. Vega a partir de sus trabajos en la cueva granadina de
La Carihuela. En el tercio norte, además, encontramos yacimientos
Auriñacienses de dataciones muy tempranas. Lo que llevó a J. Zilhão

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a plantear el modelo de la Frontera del Ebro que será
convenientemente tratada en el siguiente tema.

3. El Neandertal.

Se suele denominar como la primera especie europea, aunque


los límites geográficos en los que habitó superan ampliamente este
espacio, ya que se han documentado restos de Neandertales en
Próximo Oriente y Asia. Pero la mayor parte de restos descubiertos lo
han sido en el continente europeo. Filogenéticamente los
Neandertales derivan de las poblaciones de Homo heidelbergensis,
produciéndose el cambio entorno a los 200.000 años y perdurando en
la Península Ibérica hasta pasado el 30.000 B.P.
El primer hallazgo de Homo Neanderthalensis se produjo en la
Península Ibérica, concretamente en la cantera de Forbes en Gibraltar
en 1848. Sin embargo, tuvo que esperar hasta el descubrimiento del
esqueleto de Feldhofer en Alemania para ser reconocido.
Morfológicamente (figura 5.1), el cráneo de los Neandertales
era grande y bastante alargado con una capacidad craneal de 1600
cm3. Presentaba una serie de características propias como un
occipital muy abultado (también denominado moño occipital o
chignon). El torus supraorbital estaba bien marcado y formaba un
arco por encima de las órbitas oculares. En cuanto a la cara debemos
comentar que se haya proyectada hacia delante, provocando que la
nariz se amplíe, quedando muy destacada del resto de la cara
(progmatismo mediofacial), mientras que los pómulos quedan
retrasados. La mandíbula, que no tiene mentón, es grande y robusta.

<aquí figura 5.1.tif>


< Figura 5.1: Cráneo de Neandertal (modificado a partir de Stringer y
Gamble, 1996).>

En cuanto al esqueleto postcraneal debemos comentar que se


produce un acortamiento de las extremidades en relación con el
Homo heidelbergensis, aún así tenían una estatura media de 170 cm.
La pelvis era más ancha y el torax más voluminoso. Su peso variaría
entre los sesenta y los noventa kilogramos.
En la Península Ibérica los restos de Neandertal son abundantes,
pero fragmentarios. En la mayoría de los casos se trata de piezas
dentarias o apendiculares, como ocurre en El Castillo o El Salt. En
otros yacimientos, los restos, aunque escasos, pertenecen a otras
partes del esqueleto, ya sea craneal o postcraneal como ocurre con
los restos de Bolomor, según algunos autores los restos más antiguos
de Homo neanderthalensis de la Península o el húmero de Tossal de la
Font, en Gibraltar (con el resto del primer cráneo de esta especie), el

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frontal infantil de La Carihuela o la mandíbula de Zafarraya (datada
en menos de 30.000 B.P.). En otros yacimientos como Cova Negra el
registro fósil es más abundante. Su larga secuencia musteriense ha
aportado un gran número de restos entre los que destacan dos
parietales, algunas piezas dentarias, un fémur completo y un radio
entre otros.
Pero recientemente se ha descubierto un conjunto antropológico
de Homo neanderthalensis en el yacimiento de El Sidrón (Asturias).
En las excavaciones que se vienen realizando por el profesor J. Fortea
y su equipo se han recuperado más de ochocientos restos óseos de
esta especie que corresponden, al menos, a cinco individuos (uno
infantil, dos adolescentes y otros dos adultos). Un dato a tener en
cuenta de esta acumulación es que está en posición derivada, es
decir, no es la original. Este hecho justifica el alto índice de fractura
de los restos, aunque existen algunos en posición anatómica como
son el pie de un ejemplar adolescente y parte de la columna de un
individuo inmaduro. Además, algunos restos presentan marcas de
corte, con lo que han sufrido un tratamiento por parte de los humanos
y que quizás, a modo de hipótesis, sean el agente causante de la
acumulación. Recientemente se han realizado unos análisis de
ADNmit de uno de los restos de Neandertal de este yacimiento. Los
resultados obtenidos abogan, como en los resultados de otros fósiles
europeos, por una separación radical entre los ADN mitocondriales de
los neandertales y los humanos modernos, con una edad genética de
los primeros entorno a los 200.000 años. Como ya hemos comentado,
el yacimiento sigue en proceso de excavación, por lo que se
presupone uno de los yacimientos clave para el conocimiento de las
poblaciones Neandertal de la Península.

4. Caracterización industrial del Musteriense.

Las industrias del Paleolítico medio vienen definidas por la


generalización de la producción de lascas frente a las industrias de
macroútiles como los bifaces de etapas anteriores y las de carácter
laminar que van a sucederlos. Pero ello no significa que no existan
bifaces durante el Musteriense (una de las facies se caracteriza por
este hecho) y que no existan industrias del Paleolítico medio con un
marcado componente laminar, como ocurre en el norte de Europa o
en la cornisa cantábrica.
Los conjuntos musterienses se clasifican teniendo en cuenta la
proporción de los diferentes tipos de útiles en el total del conjunto.
Los útiles más característicos, los que forman el stock básico del
Paleolítico medio, son las raederas, los denticulados, las muescas y
las puntas musterienses (figura 5.2), a los que se unen otras piezas
como las denominadas del Paleolítico superior (por ser típicas de

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éste) como los raspadores, los buriles o los perforadores y piezas
características de regiones o fases específicas como pueden ser los
hendedores. Ninguno de ellos, por sí mismo, es característico del
Musteriense o del Paleolítico medio, ya que lo encontramos en otros
periodos del Paleolítico. El estudio de la globalidad de los utensilios y
la proporción de cada grupo tipológico nos dará la clave para
clasificarlo.

<aquí figura 5.2.tif >


< Figura 5.2: Útiles típicos del Paleolítico Medio.>

• Raederas: son utensilios realizados sobre lasca o sobre


hoja con retoque continuo. El tipo de retoque es lo que va
a dar la caracterización al útil. Si tiene retocado un lado
se denomina simple y si tiene los dos lados retocados es
doble. Si por el contrario es el filo distal y transversal el
que está retocado hablaremos de raederas transversales.
Bajo esta diferenciación básica, dependiendo de la
morfología del lado retocado encontraremos raederas
rectas, convexas o cóncavas, ya sean simples, dobles o
transversales.
Las raederas, por lo general presentan su retoque en el lado
dorsal o superior, cuando esto no ocurre y el retoque está sobre la
cara bulbar hablaremos de raederas sobre cara plana, también
puede ser alterno, bifacial, etc.
• Muescas y Denticulados: son utensilios muy comunes en
el Paleolítico medio, especialmente en la facies
denticulada, aparecen siempre en todos los conjuntos en
mayor o menor proporción. Las muescas son utensilios
sobre lasca u hoja que presentan una muesca sobre uno
de los filos, mientras que los denticulados presenta varias
de estas muescas en un mismo filo adyacentes entre sí.
Cada una de las denticulaciones pueden realizarse
mediante un solo golpe (denominándose de tipo
clactoniense) o por medio de retoque continuo.
• Puntas musterienses: son instrumentos realizado sobre
lasca u hoja en los que el retoque de sus lados
desemboca en una morfología triangular. El retoque
puede afectar a todo el lateral o solamente a una parte
de este.
La caracterización industrial de este tecnocomplejo viene dado
por las denominadas facies musterienses. Fueron definidas por F.
Bordes a mediados del s. XX y han servido para clasificar, con mayor
o menor fortuna, las industrias de los diferentes yacimientos,
basándose en la clasificación estándar y el tratamiento estadístico de

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los diferentes utensilios, en lo que erróneamente se denomina
método Bordes. Gracias a ello identificó las siguientes facies en el
Musteriense:
• Musteriense de Tradición Achelense (MTA). Define
conjuntos musterienses con bifaces, pero con cronologías
claramente dentro del Würm. Presenta dos subtipos A y B
(siendo el segundo más evolucionado). El MTA A se
caracteriza por la existencia de bifaces de tipo cordiforme
y triangulares, un índice medio de raederas (entre el 20-
45%) y desarrollo amplio de los útiles de tipo Paleolítico
Superior (raspadores, buriles) y un porcentaje bajo de
cuchillos de dorso. Por su parte el MTA B se caracteriza
por la presencia muy baja de bifaces, gran desarrollo de
los cuchillos de dorso, desarrollo laminar de su industria y
descenso de los útiles musterienses, a excepción de los
denticulados. Es muy escaso en la Península Ibérica.
• Charetiense. Se subdivide en dos grupos: Quina y
Ferrasie. El tipo Quina se caracteriza por la casi ausencia
de los métodos Levallois en su producción, con lascas
cortas y espesas. Presenta una fuerte proporción de
raederas con retoque tipo quina. Por su parte el tipo
Ferrasie presenta una fuerte presencia de piezas Levallois
y gran proporción de raederas (pero pocas con retoque
quina).
• Musteriense Típico: no presenta características definidas y
supuso uno de los grupos más conflictivos. Se caracteriza
grosso modo por la ausencia de bifaces, bajo porcentaje
de cuchillos de dorso, porcentaje moderado de raederas,
variable de denticulados y puntas musterienses. Puede
tener presencia o no de métodos Levallois. Esta facies ha
supuesto de facto un auténtico cajón de sastre en donde
se clasifican todas aquellas industrias que no encuadran
dentro de las otras facies. Así tendremos Musteriense
típico rico en raederas, rico en denticulados...
• Musteriense de Denticulados. Se define,
fundamentalmente, por un alto porcentaje de
denticulados y muescas y con escasa representación de
otros tipos.
• Vasconiense o tipo Olha. Se definió como una facies
regional de la cornisa cantábrica y del País Vasco francés
para explicar las industrias Musterienses con hendedores
de yacimientos como El Castillo, Olha, Gatzarria, Pendo o
Cueva Morín. La profesora V. Cabrera refutó la existencia
de dicha facies a mediados de los años ochenta al no
tener estas industrias más rasgos comunes que los

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hendedores, por lo que actualmente se interpretan como
producto de necesidades propias de estos grupos y no
como una facies en sí.
Muchas han sido las hipótesis para explicar el significado de la
variabilidad tipológica del Musteriense, es decir, para explicar las
diferentes facies. Por ejemplo, para F. Bordes, cada una de las facies
se correspondía con una etnia diferente, con un pueblo. L. y S. Binford
abogaban por una explicación funcional de las mismas: cada una de
las facies las podía haber realizado una misma etnia, pero las
necesidades funcionales de los mismos en ese momento es la que
genera la diversidad. P. A. Mellars, por su parte, defendió una
secuencia cronológica de las facies.
Actualmente, debemos reconocer que estamos lejos de saber el
verdadero significado de las facies musterienses definidas por F.
Bordes. A grandes rasgos existen, pero ninguna de las hipótesis que
se han planteado pueden resolver, por si mismas, este problema. Por
ello, las facies se siguen empleando como meros instrumentos de
organización, es decir, sirven para poder conocer la composición de
un conjunto musteriense. Pero ya casi nadie le da el significado para
el que originalmente fueron definidas.
Nuevas son las vías de estudio que intentan diferentes
aproximaciones al Musteriense y a sus facies. Dentro de la industria
lítica debemos destacar el estudio de las cadenas operativas con las
que se confeccionan los diferentes útiles musterienses. Varios son los
esquemas operativos más representativos en la Península Ibérica:
Discoide, Levallois, y Quina.
• Discoide: se trata de un esquema operativo muy
extendido en la Península Ibérica, de hecho, la mayoría de
los yacimientos del Paleolítico medio peninsulares
presentan, en mayor o menor proporción, restos de este
tipo de producción. Básicamente se trata de extraer
lascas a partir de núcleos con dos superficies (figura 5.3).
Representa un esquema de talla bastante complejo en su
definición y variabilidad. La mayoría de los autores lo
definen como compuesto por dos superficies asimétricas,
con la línea de intersección entre éstas como
característica esencial de este tipo de esquema y,
además, presenta gran flexibilidad en el concepto y en la
gestión del volumen del núcleo. Presenta dos direcciones
de talla: tangencial o cordal y centrípeta. La técnica
empleada durante todo el proceso es la percusión directa
con percutor duro. El esquema operativo Discoide
presenta varios métodos, de ellos, destacaremos el
unifacial (una superficie sirve como plano de percusión y
otra como plano de lascado durante todo el proceso) y el

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bifacial (ambas caras pueden tener ambas funciones
durante la secuencia de talla).

< aquí figura 5.3.tif >


<Figura 5.3: Métodos discoides (modificado con permiso del autor a partir
de Terradas, 2003).>

• Levallois: supone el esquema estrella de producción de


lascas durante el Paleolítico medio por el hecho de haber
sido muy pronto identificado y valorado con el rango de
marcador cultural, de hecho, en la lista tipológica de F.
Bordes, los tres primeros útiles no están retocados ya que
son la lasca Levallois, la lasca Levallois atípica y la punta
Levallois. Se caracteriza por una serie de criterios
tecnológicos de los que debemos destacar tres: la
existencia de convexidades laterales y distales antes de
extraer una lasca Levallois; que el eje de percusión debe
ser paralelo o subparalelo al eje que forma la arista que
separan el plano de percusión del plano de lascado y que
la técnica empleada sea la percusión directa con percutor
duro (figura 5.4). Existen varios métodos dentro de la
concepción Levallois y se pueden dividir en lineales o
recurrentes. En el primer grupo, que se caracteriza por
sacar una sola lasca por superficie preparada (figura 5.4),
y está formado por los métodos de Lasca preferencial y el
de puntas Levallois. En el segundo grupo, denominado
recurrente porque se puede sacar más de una lasca
levallois por serie, está compuesto por los métodos
Levallois recurrente unipolar, bipolar y centrípeto (figura
5.5).
• Quina: es un tipo de esquema operativo en el que dos
ejes morfológicos guían el desarrollo de la producción,
estos son el eje longitudinal (de mayor tamaño) y un eje
perpendicular al primero (de menor tamaño). Debe tener,
como mínimo dos superficies de explotación. Éstas son
adyacentes y secantes (figura 5.6). Para la producción de
lascas una de las dos superficies proporciona lascas en
dirección paralela a el eje longitudinal (el de mayor
longitud), mientras que la segunda superficie proporciona
lascas a partir del eje menor, pero la dirección de
obtención de las mismas es secante en relación con el eje
de este lado menor. Las superficies no están
jerarquizadas, es decir, pueden intercambiar sus papeles
durante todo el proceso de talla. Los soportes obtenidos
son espesos, sobretodo, en la zona del talón.

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Actualmente, tanto la tipología como la tecnología son las
herramientas básicas para conocer, identificar y reconstruir los
procesos tecnológicos de los diferentes tecnocomplejos musterienses.

< aquí figura 5.4. tif >


<Figura 5.4: Características y preparación del método Levallois y
desarrollo del método lineal de lascas (modificado a partir de Boëda,
1988).>

< aquí figura 5.5.tif >


< Figura 5.5: Desarrollo de los métodos Levallois recurrentes (a partir
de Boëda, 1988).>

<aquí figura 5.6.tif >


<Figura 5.6: Método Quina y comparación con los métodos Levallois y
Discoide (modificado a partir de Bourguignon, 1997).>

5. Dispersión geográfica del Musteriense.

Los yacimientos musterienses en la Península Ibérica son muy


numerosos en casi todas las regiones. En primer lugar, debemos
distinguir los diferentes tipos de yacimientos en relación con su
naturaleza, así tendremos yacimientos en cueva o abrigo y al aire
libre (figura 5.7). Los primeros se suelen localizar dentro de la región
caliza peninsular, mientras que los segundos se ubican,
generalmente, en los cursos fluviales. En relación con el periodo
anterior (Paleolítico inferior) debemos decir que destaca el uso de
cuevas y abrigos en relación con éste, donde los hábitats realizados
en cuevas o abrigos son muy escasos.

< aquí figura 5.7.tif >


<Figura 5.7: Mapa de dispersión del Paleolítico medio en la Península
Ibérica. 1. Caldeirao; 2. Fuminha; 3. Columbeira; 4. Salemas; 5. S. A.
Tojal; 6. Figueira Brava; 7. Escoural; 8. Foz de Exarrique; 9. Vilas
Ruivas; 10. Devils Toser; 11. Gorhan’s Cave; 12. Zafarraya; 13. Las
Grajas; 14. El Martinete; 15. Carihuela; 16. Solana de Zamborino; 17.
Zájara I; 18. Vermeja; 20. Perneras; 21. Cova Beneito; 22. Cova Negra;
23. Cova Bolomor; 24. Arriaga; 25. Pinilla del Valle; 26. Los Casares;
27. Eudoviges; 28. Cuesta de la Bajada; 29. Abríc Romaní; 30.
Gabasa; 31. Ermitons; 32. Mollet; 33. L’Arbreda; 34. Millán; 35. La
Ermita; 36. Peña Miel; 37. Atapuerca; 38. Cueva del Conde; 39. El
Sidrón; 40. La Cuevona; 41. Esquilleu y El Abarrió; 45. El Castillo; 46.
Cueva Morín; 47. El Pendo; 48. Hornos de la Peña; 46. Axlor; 47.
Lezetxiki; 48. Arrillor; 49. Amalda.>

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El Musteriense de la cornisa cantábrica se relaciona,
tradicionalmente, con el suroeste francés ya que encontramos ciertas
similitudes en su industria y tipología con algunos yacimientos del
norte de los Pirineos. Encontramos en esta zona yacimientos con
amplias secuencias estratigráficas como pueden ser La Viña o El
Conde en Asturias, Cueva Morín, El Castillo, El Pendo o El Esquilleu en
Cantabria o Lezetxiki, Arrillor o Axlor en el País Vasco. En cuanto a su
caracterización industrial la mayoría pertenecen al Musteriense de
Denticulados, Charetiense o Típico. Son típicos en algunos
yacimientos los hendedores formando, lo que se denominó,
Vasconiense.
El valle del Ebro presenta un importante número de yacimientos
musterienses que fueron estudiados en su mayoría por L. Montes y P.
Utrilla, debemos destacar de este área los yacimientos de Peña Miel
en La Rioja con varios niveles de Musteriense tipo Quina o Roca dels
Bous l´Estret de Tragó en Lérida o Los Moros de Gabasa en Huesca
(también con Musteriense Quina), todos ellos en cueva o abrigo,
también el yacimiento al aire libre de Cuesta de la Bajada en Teruel.
En la zona de Levante debemos destacar los yacimientos de
Ermitons (con musteriense Quina) L´Arbreda (Girona), Abric Romaní
(donde destaca el Musteriense de denticulados) y Mediona I
(Barcelona), Cova Negra (Valencia) con importantes niveles de
Musteriense tipo Quina y con talla tipo Quina también, El Salt, Cova
Beneito y Bolomor (Alicante). Por su parte en Andalucía encontramos
importantes yacimientos como La Solana de Zamborino, La Carihuela
(donde encontramos numerosos niveles clasificados como
Musteriense Típico) o Cueva Horá (Granada), La Grajas y Zafarraya
(Málaga) o Gorham´s Cave y Devil´s Tower (Gibraltar).
En Portugal los yacimientos también son muy numerosos. En
cueva debemos citar los yacimientos de Furninha, Columbeira,
Figueira Brava o Caldeirão, mientras que al aire libre yacimientos
como Vilas Ruivas o Foz de Enxarrique son los más destacados. Por
último, la Meseta presenta un gran número de yacimientos
musterienses, como viene siendo la tónica. En cueva citaremos
Atapuerca (TD10 y TD 8), La Ermita, Cueva Millán (ambas con
Musteriense tipo Quina) y Valdegoba (Burgos) y Los Casares
(Guadalajara); al aire libre tenemos el yacimiento de Arriaga II con
una ocupación humana asociada a restos de elefante. Además
disponemos de un gran número de yacimientos al aire libre fruto de
prospecciones más o menos abundantes como ocurre, por ejemplo,
con los yacimientos de Porzuna (Ciudad Real).

6. Subsistencia.

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Las evidencias de hábitat de los Neandertales en la Península
Ibérica nos muestra que colonizaron muy diferentes regiones y
ecosistemas, desde las costas mediterráneas, a la fachada atlántica,
la Meseta o en las inmediaciones de las grandes cordilleras ibéricas.
Según los restos encontrados en los diferentes yacimientos
(sobretodo los ubicados en cueva), en los que abundan fragmentos
óseos de herbívoros, podemos asegurar que el aporte de la carne era
un factor fundamental en la dieta de estos grupos. Pero antes de
valorar qué animales consumían los neandertales tenemos que tener
en cuenta que las cuevas y abrigos también eran habitadas por otros
depredadores como las hienas y que también pueden ser los
causantes de parte o toda la acumulación ósea que encontramos en
los yacimientos. Por ello, se realizan estudios tafonómicos severos
cuya finalidad es la de discernir entre el aporte de los humanos y el
resto de depredadores que habitaban en los mismos lugares.
La panoplia de especies consumidas por los neandertales es
variada, no sólo en cuanto al número de especies representadas de
manera general, sino dentro de cada yacimiento. En yacimientos
situados cerca de valles y lugares más o menos abiertos, las especies
más representadas son el ciervo, el caballo y los bóvidos (bisonte/uro)
como ocurre en Cueva Morín o El Castillo. Mientras que en aquellos
yacimientos en zonas de roquedo como Zafarraya, Los Casares,
Amalda, Axlor o Esquilleu, las especies propias de este biotopo, como
la cabra montés o el rebeco, son las más numerosas. Es interesante
constatar que en el Esquilleu estas especies aparecen en mayor
proporción que en Amalda y Axlor por ejemplo. En éstos, la cabra se
acompaña, en proporciones importantes, del ciervo y los bóvidos
respectivamente. Otro ejemplo de la diversidad de especies
consumidas por los neandertales pueden ser los yacimientos de Cova
Negra y La Carihuela en donde existe un gran de restos de tortuga y
lagomorfos.
Uno de los debates más apasionados en torno al mundo de los
neandertales es sobre la obtención de las especies que consumen, de
cómo las obtienen. Es mediante caza o, por el contrario, obtenían el
aporte cárnico mediante carroñeo. Tradicionalmente se ha venido
argumentando que los neandertales no eran unos cazadores muy
hábiles y que obtendrían la carne a base de merodear por su territorio
y aprovechar cualquier animal muerto de forma natural o abatido por
otra especie. Los utensilios cinegéticos como lanzas o picas serían
armas defensivas más que ofensivas, ya que se emplearían para
ahuyentar y mantener a distancia a otras especies carroñeras como la
hiena. Pero ya desde el Pleistoceno medio encontramos yacimientos
con evidencias de lanzas de madera listas para ser arrojadas, como
ocurre en Shöningen. En algunos yacimientos sirios se han
encontrado restos de équidos con fragmentos de puntas clavados

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entre sus vértebras y, además, los estudios experimentales sobre las
lanzas y las puntas líticas abogan por el empleo intensivo de la caza
por parte de los neandertales. El hecho de que abatiesen a sus presas
no invalida, en ningún caso, el hecho de que puedan realizar también
actividades de carroñeo cuando la oportunidad se presentaba. En
este sentido se pueden interpretar algunas puntas Levallois y/o
musterienses halladas en numerosos yacimientos peninsulares como
La Carihuela, Axlor o El Castillo.
No debemos confundir el hecho de que cazasen con el régimen
de la obtención de las presas, es decir entre caza y estrategia
oportunista. Muchos autores piensan que los neandertales cazaban lo
primero que se le ponía a tiro en su merodeo por el territorio de
adquisición. Sin descartar este hecho, muy normal por otro lado, se
observa como, en algunos yacimientos, especies catalogadas como
peligrosas o de difícil captura, como la cabra montés, están muy
representadas, por lo que existen también estrategias de
especialización en la caza. Ejemplos más claros los podemos
encontrar en yacimientos europeos como el de Mauran con el bisonte.
La megafauna está presente en algunos yacimientos, siendo
más común en las primeras fases del Paleolítico medio, en conjuntos
asociados a la transición con el Paleolítico inferior, como el caso del
yacimiento madrileño de Arriaga II, con una pequeña ocupación
humana en torno a los restos de un elefante. Pero también se han
encontrado en momentos muy tardíos del Paleolítico medio como los
fragmentos de elefante (Elephas antiquus) recuperados en el
yacimiento portugués de Foz de Enxarrique. Otros animales de gran
talla, como los rinocerontes, tampoco son desconocidos en contextos
musterienses como ocurre en El Castillo o el Abric Romaní. El hecho
de que en algunas ocasiones sean piezas dentarias las recuperadas,
con poco aporte cárnico, puede indicar su adquisición mediante
carroñeo.
Sin duda, además del consumo cárnico, los grupos de
Neandertales se alimentaron de otro tipo de alimentos como puede
ser el pescado, como así atestiguan los restos de ictiofauna
encontrados en yacimientos como El Castillo, o de vegetales. El
problema que encontramos en los yacimientos es que los restos
vegetales desaparecen con el paso del tiempo no dejando ningún tipo
de huella. Sin embargo, el uso de estos alimentos pueden ser
inferidos a partir de comparaciones etnográficas o por la relación con
cierto tipo de utensilios que han podido ser empleados en este tipo de
actividades. En este sentido podemos enfocar los diferentes moldes
de palos cavadores recuperados en el yacimiento catalán del Abric
Romaní, en cuyos niveles J y D aparecen este tipo de piezas. El
empleo de los mismos podría estar enfocado al acondicionamiento del
propio yacimiento o a la adquisición de tubérculos y raíces, ya que

1
este tipo de utensilio es empleado por grupos cazadores-recolectores
en la actualidad.

7. Estructuras.

Como ya hemos comentado más arriba, los Neandertales


habitaron un gran número de ecosistemas diferentes, así como la
naturaleza de sus lugares de habitación también son diversos. Éstos
podían ser en cuevas/abrigos o bien al aire libre. Como ocurre en el
resto de Europa, en la península Ibérica los neandertales también
acondicionaron los lugares donde montaban sus lugares de
habitación, bien para hacerlos más cómodos, bien para adaptarlos a
sus necesidades.
El resto arqueológico más común que evidencia este
reacondicionamiento en los lugares de habitación es el hogar o
estructura de combustión. En muchas ocasiones encontramos la
estructura del fuego, en otras ocasiones, las más numerosas, su
evidencia como son los restos de carbón o el sedimento rubefactado
a causa del calor de los hogares. Restos de estructuras de
combustión, como ya hemos dicho, los encontramos en algunos
yacimientos peninsulares como El Castillo o Cova Negra cuyas
estructuras de combustión son simples y sin preparación del suelo.
Pero el yacimiento con mayor número de restos de estructuras de
combustión es el Abric Romaní. En los niveles de este yacimiento
podemos encontrar hogares de diferentes tipologías, siendo,
esencialmente, de tres: simples (sin acondicionamiento del suelo), en
depresiones naturales (aprovechando la topografía del yacimiento) y
en estructura (generalmente con hoyo excavado sobre el que se
realiza el fuego y delimitado mediante piedras y/u otro tipo de
estructura).
Otros tipos de estructuras son las de habitación, es decir,
aquellas que modifican el espacio para acondicionarlo a las
actividades realizadas por los grupos prehistóricos, bien para
resguardarse, dormir o realizar algún tipo de actividad como procesar
la biomasa, preparar pieles o confeccionar instrumentos. En la
Península Ibérica contamos con dos ejemplos, uno en cueva como es
la de Cueva Morín y otra al aire libre como es la de Vilas Ruivas.
En el nivel 17 de Cueva Morín se documentó, durante las
excavaciones dirigidas por J. González Echegaray y L. G. Freeman,
una especie de recinto parcialmente destruido por las excavaciones
de J. Carballo y el Conde de la Vega del Sella (figura 5.8a). Presentaba
un contorno arqueado que cierra el acceso al interior de la cueva
mediante el apilamiento de piedras. La separación entre este recinto
y el resto de la cueva era muy neta, ya que, aún en las zonas en las
que no se conservaban piedras, el color del sedimento era

1
radicalmente diferente. El recinto debía de tener una extensión
entorno 6,6 m2 y el borde de la zona en la que se conservaba medía
más de tres metros y medio de longitud. Para los excavadores era
clara la constatación de una estructura, sin embargo, las dudas
surgieron a la hora de definirla. Concluyeron que no era una cabaña,
sino un área donde se debían tratar las pieles de las piezas abatidas,
según se podría desprender de los utensilios líticos y óseos
encontrados en el interior.
Vilas Ruivas se localiza en el valle del Tajo, a techo de la terraza
+32 m. y con una datación entorno a 50-60.000 B.P (figura 5.8b). En
los 50 m2 que se excavaron, en la intervención dirigida por L. Raposo,
se localizaron dos arcos formados por cantos de cuarcita y cuarzo
amontonados, de dimensiones que sobrepasan, en la mayoría de los
casos, el decímetro. El mayor de los arcos se abre al Oeste y contiene
dos estructuras de combustión en el interior, ambas delimitadas por
piedras de las que algunas se han fracturado por el calor del hogar.
Alrededor de los hogares se localizaron varios agujeros de poste. El
arco menor está mejor definido y contiene en su interior una
estructura de combustión también delimitada por cantos de menor
tamaño. La industria lítica asociada estaba compuesta por algunos
núcleos Levallois y discoides, lascas y pocos utensilios (raederas y
denticulados sobretodo). Una vez desestimada la acumulación de las
piedras por medios naturales, la interpretación más plausible es que
se trate de una serie de paravientos.

< aquí figura 5.8.tif >


<Figura 5.8: Estructuras a) Cueva Morín, nivel 17 (según González
Echegaray y Freeman, 1973); b) Vilas Ruivas (según Stringer y
Gamble, 1996).>

Existen otros yacimientos en los que existen estructuras más o


menos evidentes y cuya interpretación resulta más complicada de
realizar como en el yacimiento de Arriaga II, ubicado en las terrazas
del Manzanares en Madrid. En este yacimiento, junto a los restos de
un elefante, en cuyos alrededores se produjo una pequeña ocupación
humana, apareció un pequeño agujero de morfología cilíndrica.

8. El Musteriense Final.

Lo primero que debemos definir es qué entendemos por


Musteriense final. No se caracteriza por un tipo de industria
determinada, ni tampoco por un tipo humano determinado, sino que
su definición viene dada por un hecho cronológico. Habitualmente,
entre los prehistoriadores se vienen denominando a los conjuntos
musterienses de menos de 50.000 años como Musteriense final. Por

1
tanto, es una división arbritaria para poner en relación los conjuntos
industriales de esta cronología en relación con el Paleolítico Superior y
para diferenciarlo de momentos anteriores del Musteriense que se
denomina Paleolítico medio clásico.
En la Península Ibérica, el Musteriense final, lejos de ser un
mero marcador cronológico, toma un papel muy destacado en cuanto
al final de los Neandertales y el origen de Paleolítico superior. El
panorama que encontramos en la Península Ibérica aporta datos para
este momento de un interés científico importante. Para ello
dividiremos geográficamente la Península Ibérica en dos zonas: la
cornisa cantábrica y el resto de la Península.
La cornisa cantábrica dispone de numerosos yacimientos con
esta cronología como La Viña, El Conde, La Güelga (Asturias), El
Castillo, Cueva Morín, Esquilleu, Covalejos, El Mirón (Cantabria) y
Lezetxiki, Axlor o Arrillor en el País Vasco.
Los conjuntos industriales que encontramos en estos
yacimientos presentan algunos elementos realmente sorprendentes
ya que podemos definir como innovaciones culturales, sobre todo, si
lo ponemos en relación con la transición entre el Paleolítico medio y el
superior como veremos en el siguiente tema. Estas innovaciones son
de carácter tecnológico y de carácter simbólico.
• Innovaciones de carácter tecnológico: en los conjuntos
musterienses cantábricos observamos una pequeña
producción laminar entre el conjunto lítico tallado. Este
conjunto laminar, de hojitas en su mayoría, se observa
en yacimientos como El Castillo, Morín, El Esquilleu,
Covalejos o Lezetxiki. Se trata de producir hojitas bajo
métodos que en algún yacimiento son oportunistas
(aprovechan fragmentos líticos desechados y su
producción es escasa) o bien están obtenidas a partir
de esquemas de producción plenamente desarrollados
(figura 5.9). Las hojitas obtenidas no son muy
numerosas, pero algunas de ellas (como en El Castillo
y Cueva Morín) están retocadas en utensilios muy
similares a las hojitas Dufour (características del
Auriñaciense arcaico como veremos en el siguiente
tema).

< aquí figura 5.9.tif >


<Figura 5.9: Industria laminar del nivel 20e de El Castillo.>

• Innovaciones de carácter simbólico: este tipo de


manifestaciones se han venido asignando al
comportamiento de los Humanos modernos, pero no es
raro en el Musteriense. En la cornisa cantábrica, y para

1
estos momentos, encontramos dos yacimientos con
importantes restos que deben ser clasificados en este
campo. El primero de ellos lo encontramos en el nivel
21 de El Castillo en donde fue recuperado un
fragmento de núcleo en cuyo dorso cortical
aparecieron cinco puntos: cuatro alineados y uno
opuesto a ellos (figura 10). Estas puntuaciones sólo
pueden ser de origen antrópico y debemos descartar
que estén asociadas a labores de talla, ya que su
morfología y características difieren sensiblemente de
las producidas en las labores de desbastado lítico. El
significado de la pieza se nos escapa, como suele
ocurrir siempre que el valor dado entre los emisores y
receptores de un código no perduran, pero tenemos
que descartar cualquier significado práctico de la
misma.
En el yacimiento de Lezetxiki, en los niveles III y IVc, se
recuperaron una serie de piezas que tampoco tienen un
significado utilitario aparente. Se trata de dos conchas
pulimentadas y con posibles huellas de preparación para ser
suspendidas a modo de colgantes.

< aquí figura 5.10.tif >


<Figura 5.10: Canto con puntuaciones del nivel 21 de El Castillo
(Cabrera et alii, 2004).>

El resto de la Península Ibérica también ha aportado una serie


de importantes yacimientos para estos momentos como, por ejemplo,
Abric Romaní, Ermitons en Cataluña, Cova Negra en el País
Valenciano, La Carihuela, Zafarraya en Andalucía, los yacimientos de
Gibraltar, Foz de Enxarrique o Figueira Brava en Portugal.
Desde un punto de vista industrial el Musteriense final del resto
de la Península Ibérica no se caracteriza por ningún aspecto
innovador relevante, tal vez, el aumento de sílex frente a otro tipo de
rocas empleadas para la talla en comparación con ocupaciones
anteriores en yacimientos como La Roca des Bous (Lérida) puede ser
un elemento diferenciador o el empleo de puntas de Chatelperrón en
algunos yacimientos del noreste como Ermitons o Belvis (este último
en al norte de los Pirineos).
Sin embargo, es muy relevante desde un punto de vista
cronológico. Esto es, el Musteriense final del resto de la Península
Ibérica (sobretodo de su tercio sur) perdura hasta los 30.000 B.P. en
muchos yacimientos andaluces y portugueses. Con esta situación, J.
Zilhão plantea el modelo de la Frontera del Ebro. Dicho autor
considera que la biomasa del sur del Ebro es muy diferente de la

1
encontrada al norte de dicho río (más en común con la del resto de
Europa), por lo que no resultaba atractiva para los primeros humanos
modernos. Esta situación, aunque válida en líneas generales se está
viendo modificada por algunos yacimientos con dataciones muy
recientes al norte del Ebro como ocurre con Esquilleu o Roca dels
Bous. Esta hipótesis encuadra perfectamente con la idea de muchos
autores de que las penínsulas de la ribera mediterránea europea
sirvieron como refugio para los últimos neandertales.
La situación arriba expuesta presenta unas implicaciones muy
significativas. Por un lado un Musteriense tardío en el sur de la
Península Ibérica que perdura hasta los 30.000 B.P., un Musteriense
con innovaciones significativas en la cornisa cantábrica y una
ocupación Auriñaciense en el noroeste de la Península en la misma
horquilla cronológica, lo que plantea una marco de difícil estudio en la
Transición entre el Paleolítico Medio y el Superior y que será tratada
en el siguiente tema.

9. Bibliografía

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