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VII.

EL FENÓMENO ELEMENTAL EN LA ENSEÑANZA DE LACAN 1


Mazzuca

Ha sido absolutamente necesario el recorrido de la lectura del trabajo que


Lacan hizo sobre la psicosis paranoica para ubicar de una manera correcta la
cuestión del fenómeno elemental en su enseñanza. Y esto por varias razones. La
más importante, porque ése es -a mi parecer- el único lugar donde lo plantea y -aun
sin hacerlo suyo y criticando la doctrina que lo sostiene - lo utiliza de una manera
sistemática. (74)
En el Seminario 3, en cambio, las referencias son aisladas y esporádicas y
están dirigidas -también a mi parecer- a poner en evidencia su inadecuación y la
falsedad e inutilidad de la teoría que soporta, en síntesis, a depreciarlo y a
descartarlo. Confirmación o no de esta opinión, de hecho, en adelante no lo vuelve a
utilizar.

1. Un cambio de perspectiva

La segunda razón es la de corregir lo que podemos llamar un error de


perspectiva. Cuando nos preguntamos por el fenómeno elemental o, simplemente,
cuando usamos ese término como lo que hemos hecho hasta ahora -utilizando como
referencia principal al Seminario 3-, lo que surge como paradigma del fenómeno
elemental es el automatismo mental de Clérambault o la alucinación verbal del tipo
marrana.
Al proceder de esta manera ignoramos que, desde un prin cipio, Lacan ubicó en
ese lugar de paradigma al fenómeno de la interpretación y, especialmente, a esa
"interpretación elemental" que llamó experiencia de significación personal. Es así
como estudiamos más sistemáticamente el tema de la alucinación pero, en general,
descuidamos las ilusiones de memoria, las experiencias de transformación del
mundo, de extrañeza, los fenómenos de ya visto, de nunca visto o de ya relatado,
etc.; Lacan no los descuida.

1
Tomado de Mazzuca R., Los fenómenos llamados elementales, En Análisis de las alucinaciones, Lacan J., y varios, Editorial Paidós,
Buenos Aires, 1995, p. 103-116.
1
Señala, por ejemplo, la función "de ya relatado" en el relato que hace el
Hombre de los lobos de su episodio alucinatorio infantil; otro ejemplo es el que
recorta la presencia crucial en la elaboración delirante de Schreber de la "ilusión de
memoria" en el momento que separa -al mismo tiempo que articula- las dos etapas
fundamentales de su construcción. El pasaje desde la forma persecutoria a la forma
mesiánica, desde una posición de rechazo hasta la posición de consentimiento a
servir de instrumento al goce divino, está marcado -sostiene Lacan- por un
momento singular, la experiencia de la muerte del sujeto. Y esa experiencia se
presenta en Schreber bajo la forma de una ilusión de memoria: cree recordar, como
Aimée, haber leído en el diario el aviso necrológico.
En síntesis, este conjunto de fenómenos elementales de tipo paranoico, por
llamarlos de alguna manera; han cumplido siempre una función de import ancia en la
clínica lacaniana, desde el comienzo hasta el final. Las epifanías joyceanas son
fenómenos de este tipo.
Y siempre fueron considerados en pie de igualdad, por así decir, con la
alucinación (pronto veremos que esa expresión no es sólo metafórica), en oposición
notable con respecto a toda la psiquiatría clásica. Digo oposición "notable" y digo
"toda" la psiquiatría ya que ése es un rasgo específico y difere ncial de la clínica
lacaniana desde un comienzo, dado que -como vimos- en la tesis ya se reconoce el
parentesco entre unos y otra.
Es muy frecuente que encontremos una afirmación de este tipo: la novedad de
la enseñanza de Lacan en este tema es que al conjunto de fenómenos elementales
agrega la interpretación. Y debo decir que yo mismo la he escrito en varios lugares.
Cuando en realidad es al revés: en el Seminario 3 agrega la alucinación y el
automatismo mental y los trata, sorprendentemente, con la misma teoría de los
fenómenos elementales en la paranoia. No se trata de un prurito de exactitud. La
cuestión es que al proceder de ese modo se nos oculta el verdadero problema que es
el de entender cuál es la operación que Lacan realiza en el Seminario 3.

2. Una comparación de la tesis y el Seminario 3

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Antes señalé el rasgo peculiar de la enseñanza de Lacan en este tema,
sostenido de punta a punta, avanzando siempre en la misma dirección, trazando el
arco elegante de su trayectoria, según la expresión de Jacques-Alain Miller. Pero
sabemos que en esa trayectoria Lacan suele introducir cambios bruscos que muchas
veces presenta de forma tal que pasan inadvertidos. Nuestro tema no es en esto
una excepción, y delimitar este punto es la dificultad mayor de este trabajo. Hay
continuidad y hasta casi identidad en las proposiciones de Lacan sobre los
fenómenos elementales en la tesis de 1932 y el seminario de 19 55. Y, sin embargo,
son diferentes.
Reencontramos así nuestras preguntas que ahora podemos formular de esta
manera: ¿qué se obtiene al comparar la posición de Lacan en la tesis y el Seminario
3? ¿Es la misma posición? Si difiere, ¿qué ha cambiado? ¿Nos permitirá esto aclarar
a quién critica Lacan en el Seminario 3? ¿A quién dirige sus críticas en la tesis?
El trabajo de lectura que hicimos nos permite destacar que dentro de esa
abigarrada y compleja acumulación de teorías y descripciones, de mecanismos y
fenómenos paranoicos generada por la psiquiatría, Lacan se opone con firmeza a dos
concepciones:
1. Las que postulan una continuidad entre paranoia y personalidad previa. Esto
es decir que consideran tan gradual el surgimiento de la enfermedad, que su inicio
se pierde para toda observación posible.
Entiéndase bien que no se trata de la dificultad empírica para reconocer en
cada caso singular este momento de inicio de la psicosis y, en especial, la de un
observador poco perspicaz o no entrenado. Lo que se postula en estas concepciones
a las que Lacan apunta sus críticas es llanamente la imposibilidad de delimitar una
frontera: el comienzo, llamado insidioso por la psiquiatría y que Kraepelin inscribió
en la definición misma que dio origen al concepto actual (?) de paranoia.
Lacan sostiene en la tesis que las psicosis, incluso la paranoia, tienen un
comienzo, y éste es brusco, por lo tanto claramente reconocible aun cuando haya
pasado inadvertido para el entorno del sujeto, o que el clínico inhábil no logre hacerlo
reconocer en el interrogatorio del enfermo. En ese comienzo brusco se localizan los
llamados fenómenos elementales.

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El Seminario 3 -se puede decir- no sólo mantiene sino acentúa esta posición.
Establece la doctrina de que las psicosis tienen un comienzo absoluto -en oposición a
la prehistoria de las neurosis- y se interroga reiteradamente sobre las circunstancias,
formas y fenómenos del desencadenamiento. No es necesario insistir en este punto
porque es ampliamente conocido. Incluso se ha podido decir que aquello para lo que
mejor funciona este seminario es para explicar los fenómenos de desencadenamiento
y la discontinuidad en el comienzo de la psicosis. (75)
2. Pero aun en relación con las concepciones que admiten esa forma abrupta de
comienzo (y disponen por lo tanto del concepto de fenómeno elemental), Lacan se
opone también firmemente a las que establecen una diferencia de registro entre esos
fenómenos elementales y la manera como se compone el delirio, considerado
secundario.
Ya en la tesis, sin llegar a establecer una identidad entre unos y otros,
comienza a disolver sus diferencias: niega todo carácter deductivo o lógico al delirio
junto con su equiparación a cualquier mecanismo normal, afirma su carácter mórbido
como manifestación directa del conflicto que ha dado origen a la enfermedad y
significándolo una vez desplegado, y explica las peculiaridades de fenómenos
elementales y delirio con los cuatro rasgos que responden a la estructura común de
las formas de pensamiento paranoico.
Obsérvese que han desaparecido los rasgos que definen la oposición entre
fenómeno elemental y delirio: si el delirio no es ya una articulación, ni un agregado
secundario, y es tan primario como los fenómenos iniciales, entonces esa oposición se
torna sin sentido. Ésta es la conclusión que encontramos en el Seminario 3,
formulada esta vez en términos de estructura, "la misma fuerza estructurante".
Habrá que volver sobre el error que implica creer que Lacan afirma allí que el
delirio es un fenómeno elemental. La operación que realiza en esos párrafos del
Seminario 3, que hemos presentado en el apartado 1 de este trabajo, es la de
disolver la oposición que sostiene, justifica y establece el significado del término
"fenómeno elemental", y por lo tanto el término mismo. No sólo el contexto sino la
forma del párrafo lo indica: su formulación en negativo recae esta vez no sobre la
formación delirante sino sobre el fenómeno elemental: "Ya desde esa época subrayo
con firmeza que los fenómenos elementales no son más elementales que lo que

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subyace a la construcción del delirio. Son tan elementales como lo es, en relación a
una planta, la hoja ...(76) (la bastardilla me pertenece). Se está discutiendo el valor
del término "elemental". La conclusión de que el delirio "también él es un fenómeno
elemental", como he tenido la oportunidad de subrayarlo para otras fórmulas del
Seminario 3, (77) es irónica. Por otra parte, insistir en el delirio como fenómeno
elemental no haría sino oscurecer la función de la metáfora delirante.
El párrafo está destinado a hacer desaparecer ese término para sustituirlo por
"estructura". O -mejor dicho- a sostener que, desde el momento en que contamos
con el término "estructura" ya no es necesario el término "elemental": es la
estructura la que es "irreductible a todo lo que no sea ella misma". (78).
Esta afirmación ha sido utilizada a veces no en el sentido de que con ella
Lacan disuelve el concepto de fenómeno elemental sino que reformula su
significado: éste pasaría a designar aquellos fenómenos que muestran, en el registro
mismo de lo observable, los rasgos irreductibles de la estructura -no está mal y se
le puede sacar provecho a este uso-. Pero es innecesario, ya que para eso
disponemos del término "fenómeno psicótico" utilizado por Lacan en el seminario.
Podemos usar uno u otro término; lo importante -si la noción de elemento
debe ser entendida como estructura, ya sea que la entendamos como estructura de
la palabra o como estructura del significante- es percatarse de que han caído todas
las oposiciones que daban sentido y contenido al viejo término de fenómeno
elemental: todas esas oposiciones se subvierten. Donde antes, por ejemplo, se
podía afirmar que el fenómeno elemental es una manifestación mórbida, ahora se
trata de la normalidad. En relación con la estructura del significante también cambia
de signo la negación que antes recaía sobre el carácter lógico; si no, ¿cómo entender
lo que Lacan formula más adelante -y que parece ser la antítesis del 32- que la
psicosis es un ejercicio de rigor? Se ve entonces que dentro del movimiento mismo de
una continuidad, hay una profunda modificación.

3. Una dificultad en la lectura: las referencias clínicas

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Otro punto en el que se puede reconocer una continuidad y, dentro de ella un
brusco cambio, es el de las distinciones de las entidades clínicas. En la tesis, Lacan ha
delimitado con claridad el grupo de las paranoias y debe decirse que opera con ella
sin desfallecimiento alguno. En referencia a un tal Valkenburg, por ejemplo, comenta:
"Los casos que comunica no parecen poder ser considerados como psicosis paranoicas
verdaderas".(79) Pero en el seminario, en su pasaje al plural, "las psicosis", las
referencias clínicas se mezclan: no sólo paranoia y esquizofrenia, sino dentro de los
delirios paranoia y psicosis alucinatoria. Gran parte de la dificultad de lectura tiene su
origen en esto.
Por ejemplo, siempre dentro de la segunda clase que venimos comentando e
inmediatamente a continuación de nuestros párrafos canónicos, Lacan señala que
todo el discurso en torno a la paranoia lleva la marca del desconocimiento de la
estructura. Y para apoyar la argumentación que inicia en ese párrafo relata, en el
siguiente, un caso de Abraham: el del sujeto que juntó piedras durante meses, y se
trata de un demente precoz.
Si pasamos ahora al conjunto de esa clase para observar cuál es el contexto en
el que fueron pronunciados esos tres párrafos que llamé canónicos, podemos ver sin
ambigüedad que se ubican dentro de lo que Lacan denominó el discurso de la
paranoia. Reproduce la famosa definición de Kraepelin y luego la va refutando punto
por punto. Agrega que no hay discurso de la locura más manifiesto que el de los
psiquiatras en el tema de la paranoia. Y entonces inmediatamente dice: "Hay algo
que me parece ser exactamente el quid del problema".(80) ¿Y cuál es el quid del
problema que ha impedido a la psiquiatría y a la psicología académica formular con
rigor suficiente los conceptos sobre la paranoia? Lacan sigue: "Si leen, por ejemplo, el
trabajo que hice sobre la psicosis paranoica, verán que enfatizo allí lo que llamo,
tomando el término de mi maestro Clérambault, los fenómenos elementales", (81) es
decir nuestros tres párrafos. ¿Están destinados entonces a superar, o por lo menos a
señalar y esclarecer, el quid de la impasse en relación con la paranoia?
Podría entenderse así la referencia a Clérambault, que consideró a la paranoia -
casi por fuera de la psicosis- como psicosis pasional o como conjunto de rasgos de
carácter. Pero la cuestión es que cuando Lacan nombra a su maestro no se refiere a

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esa parte de su obra sino al fenómeno elemental en su relación con el delirio.
Entonces no se trata ya de la paranoia porque, como vimos,
Clérambault discute esa relación en la psicosis alucinatoria crónica.
En verdad, a Lacan esto no le importa; se desliza continuamente de una forma
clínica a otra. Pero tratándose de Lacan, que nunca dejó de aconsejar e l respeto a las
variedades clínicas, no podemos pensar que se trata de un descuido. Menos todavía
por no ser puntual sino permanente a lo largo del seminario. Por otra parte, acaba de
achacar parte del problema a una insuficiente subdivisión clínica. Esto debe responder
a un propósito. Lo único que parece interesarle a Lacan en estas primeras clases (que
por sus críticas a la psiquiatría y a la psicología académicas evocan el ambiente del
comienzo de la "Cuestión preliminar") es introducir la estructura en el campo de la
psicosis, y esto en toda su amplitud y sin limitaciones en la variedad de las formas
clínicas.
El lector puede verificar qué fácil sería leer nuestros tres párrafos si se tratara
solamente de la paranoia y, lógicamente, si se omitiera a Clérambault. Si se
encuentran estructuras análogas a nivel de la composición, de la motivación, de la
tematización del delirio, y a nivel del fenómeno elemental, ¿qué dificultad se
presentaría cuando el fenómeno elemental de que se trata es la interpretación
delirante, la experiencia de transformación del mundo, o la significación personal?
Esto sería igual que en la tesis: tanto en el fenómeno elemental como en el delirio
nos moveríamos siempre en el registro de la significación. Pero si el fenómeno
elemental que está en juego es el automatismo mental, es muy diferente del de la
tesis. Más todavía, no tiene nada que ver; es otra cosa.
4. La interpretación, ¿hermana de la alucinación? Creo que nadie ha destacado
que en realidad se trata de una homonimia. El término "elemental" no es el mismo si se
aplica en el campo de la paranoia y en el resto de las psicosis. En la paranoia fenómeno
elemental significa lo que ya sabemos que Lacan define en la tesis. En el resto, es decir,
aplicado fundamentalmente a los fenómenos alucinatorios, tiene el empleo que le da
Séglas para diferenciar las alucinaciones elementales (ruidos, chispas, etcétera) de las
alucinaciones objetivadas y verbales. Es un uso generalizado en la psiquiatría. Lo vimos
en el delirio de Magnan. Y también en nuestra cita de Jaspers. Casi diría que es el único
empleo. Se lo ve bien en la cita de Jaspers, y en su distinción entre percepciones

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engañosas y percepciones delirantes: cuando se trata de las primeras, dice "fenómeno
elemental"; cuando se trata de las últimas, dice "síntoma elemental". Pero sólo éstas
son vivencias primarias del delirio.
Usar el término "elemental" para designar los fenómenos primarios de la paranoia
es -tengo la impresión- un invento de Lacan. Que responde al mismo movimiento de la
tesis: insistir en el comienzo abrupto de la paranoia y en su desarrollo por brotes es una
manera de acercar la paranoia a las psicosis alucinatorias. Por otra parte, usar el
término "fenómeno elemental" para los fenómenos paranoicos deja a Lacan sin un
término específico para designar los fenómenos elementales en el campo de la
alucinación. Deberá inventar el de "fenómenos de franja" -en la intersección entre
significante y real por fuera de lo imaginario- para sustituirlo.
Ya dije y retomo: aplicar al automatismo mental la doctrina del fenómeno
elemental en la paranoia es otra cosa que la tesis. ¿Qué puede haber de análogo
entre el automatismo mental y el delirio? Sólo el término "estructura" puede
responder. Y el interés de Lacan, dijimos también, es mostrar la validez de su
aplicación en todo el campo de la psicosis. Ahora podemos agregar que es la manera
de preparar el terreno para su unificación bajo el concepto de forclusión del nombre
del padre. Esto es conocido. Lo que quiero destacar, en cambio y e n relación con el
tema específico de este trabajo, es la traducción o repercusión, o correlato de esta
unificación en el registro de los fenómenos.
En la tesis, Lacan había declarado el parentesco de la interpretación con las
alucinaciones, pero conservaba su diferenciación. Todavía. En el Seminario, en
cambio, comienza a aplicar rasgos que antes eran privativos -y casi la esencia- de la
interpretación, como por ejemplo la significación personal, a ambos fenómenos por
igual, alucinaciones e interpretaciones: "Lo que está en juego no es la realidad. El
sujeto admite... que esos fenómenos son de un orden distinto de lo real... Pero a
diferencia del sujeto normal... él tiene una certeza: que lo que está en juego desde
la alucinación hasta la interpretación - le concierne. Esto constituye lo que se
llama, con o sin razón, fenómenos elementales" (82) (la bastardilla me pertenece).
Destaquemos, de paso, que, al usar el término, simultáneamente lo pone en duda:
con razón o sin ella.

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Y si quedara alguna duda de que la alucinación sería considerada el paradigma
del fenómeno elemental, en la primera clase leemos: "En el sujeto psicótico, en
cambio, ciertos fenómenos elementales, y especialmente la alucinación que es su
forma más característica". (83)
Es curioso que cuando Lacan, al comienzo de esa clase, hace referencia a que
Freud divide en dos partes el campo de la psicosis, paranoia y esquizofrenia, lo hace
sin tomar partido, simplemente lo reconoce como un hecho de Freud. No mucho
antes, sin embargo, en su respuesta a J. Hyppolite, él también diferenciaba una de
otra y con fórmulas que "pueden esclarecer las estructuras psicopatológicas y hacer
comprender a la vez la nosografía" se ocupaba de "la alucinación en tanto que se
diferencia radicalmente del fenómeno interpretativo".(84)
Vimos que en el Seminario 3 esa diferencia queda disimulada tras rasgos
comunes. El movimiento se completará en la "Cuestión preliminar". Allí sin duda la
alucinación verbal constituye el paradigma del síntoma psicótico. Pero cuando
examina y clasifica las diferentes formas de las alucinaciones verbales relatadas por
Schreber, distinguiendo en ellas -por su texto- fenómenos de código y fenómenos de
mensaje, ubica entre las primeras, con toda tranquilidad, el fenómeno interpretativo
elemental, llamándolo esta vez significación de significación: en la que su grado de
certidumbre toma un peso proporcional al vacío enigmático que se presenta
primeramente en el lugar de la significación misma.(85)
He aquí la experiencia de significación tratada no como pariente sino como una
alucinación. Si Lacan se había propuesto desdeñar las clasificaciones escolásticas
donde las diferencias se establecen por la distinción de facultades o por el grado de
creencia o de audición -si el sujeto escucha mucho o poquito dice en algún lugar-
soportadas por conceptos poco rigurosos, y sustituirlas por las que se derivan de la
estructura misma del significante que encontramos en el perceptum, aquél parece
constituir el mejor ejemplo de la seriedad de la tarea.

5. Breves conclusiones

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Estoy de acuerdo entonces con quienes sostienen que en las transformaciones
de la enseñanza de Lacan el concepto de fenómeno elemental desaparece porque no
resiste la introducción de la estructura en el análisis de los fenómenos de la psic osis.
Pero no me parece que esa desaparición haya que localizarla en la "Cuestión
preliminar": se produce en el mismo Seminario 3.
Finalmente, podemos volver a la pregunta con que se abrió este trabajo: ¿por
qué, entonces, la hemos seguido -y probablemente continuaremos- utilizando?
Parte de la respuesta pasa -en mi opinión- por la resistencia a utilizar los
términos "fenómeno psicofísico" y, sobre todo, "síntoma psicótico". No hemos
escapado todavía a cierta inercia (prelacaniana) a identificar el síntoma con el campo
de las neurosis y el retorno de lo reprimido.
No es éste el uso de Lacan. Ni al principio, ni al final. Seguramente no lo es co n
Joyce, el síntoma. Pero tampoco en la "Cuestión preliminar" cuando, al rechazar el
cómodo concepto jaspersiano de proceso psíquico, (86) argumenta que en ninguna
parte el síntoma, si se lo sabe leer, aparece más claramente articulado en la
estructura: ¿fenómeno llamado elemental?

NOTAS:

74. Al año siguiente de la tesis, Lacan vuelve a referirse breve mente al tema para señalar su oposición "a
los partidarios de un núcleo de la convicción delirante que sería un fenómeno de automa tismo mental. Por el
contrario, agrega, "para decirlo con precisión, ningún fenómeno psíquico es puramente automático... No puede
ser cuestión de asimilar a ellos los fenómenos siempre cargados de signi ficación personal que constituyen la
originalidad de las formas elevadas de la psicopatología (psicosis propiamente dichas)". "Presentación general de
nuestros trabajos científicos", De la psicosis paranoica..., ob. cit., pág. 348.
75. E. Laurent, Estabilizaciones en la psicosis, Buenos Aires, Manantial, 1989, págs. 9-10.
76. Lacan, J., El Seminario, Libro 3, ob. cit., pág. 33
77. Se trata de la fórmula "Nada se parece tanto a una sintomatología neurótica como una sintomatología
prepsicótica", frecuentemente utilizada con respecto a las dificultades para el diagnóstico diferencial. Si se la
entendiera literalmente justificaría la indefinición diagnóstica: nada más alejado del propósito de Lacan. "Algunas
cuestiones sobre la prepsicosis", Clínica diferencial de la psicosis, Buenos Aires, FCE, 1988, pág. 8.
78. Lacan, J., El Seminario, ob. cit., pág. 33.
79. Lacan, J. "De la psicosis...", pág. 128.
80. Lacan, J., El Seminario, ob. cit., pág. 33.
81. Ibíd.

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82. Ibíd., págs. 110-1.
83. Ibíd., pág. 26.
84. Lacan, J., Escritos, ob. cit., pág. 374.
85. Ibíd., pág. 520
8 6 . Ib í d . , p á g . 5 1 9 .

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