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Por todo ello, prefiero otorgarle al rejego término un carácter laxo, incluyente, amplio,
de modo que, lo mismo que las palabras "grupo" o "conjunto", indique una pluralidad
de cualquier clase. Así pues y según yo, el vocablo, por decirlo de alguna forma, es un
cajón de sastre que, libre de racismos y discriminaciones, lo alberga todo en santa paz.
Claro que tal gaveta miscelánica debe obedecer a un reglamento que coordine a sus
miembros, pues es obvio que sin leyes o normas los grupos humanos se desintegran o
enferman, causando dolor y miseria, en particular a sus integrantes más desprotegidos.
Los individuos que, por cualesquier razón, comparten un techo y una economía, son la
semilla de una familia. Germinará ésta sólo cuando la convivencia y las tradiciones
compartidas cohesionen al grupo.
Así pues, amplia es la tipología familiar. Tenemos, por ejemplo, la horda salvaje en el
estilo del papá de Bambi, que Darwin estudió y que Freud tomó como modelo para el
grupo social que inauguró al tabú del incesto, y del cual surgió la idea de Dios y el
temor al padre.
Está además el harem oriental, popularizado por los cuentos de "Las Mil y una Noches",
así como la "colmena matriarcal", donde una reina todopoderosa, al amparo de la Gran
Diosa Nutriz, dispone de una tropa de lacayos para la reproducción.
Sí, plástico y variado es el abanico de la convivencia: El clan de hermanos, la fratia de
soldados que conquistan tierras lejanas, la cofradía, el gremio, la hermandad de monjes,
y hasta el grupo de apóstoles encabezados por Jesús, por doquier el suero de la
solidaridad y el pegamento del amor procrean familias.
Subrayo la palabra "cuajar". Deriva del vocablo "coágulo", que estrictamente hablando
significa "actuar juntos" (de co + agere). Es decir, un cuajo es el sedimento de la labor
comunitaria, el cemento de la unidad y la fuerza, el caldo de cultivo de la familia.
Así las cosas, una familia es la pareja gay asentada hace veinte años en el respeto y la
concordia, y no ese patético simulacro de familia donde el padre tiene una amante, la
tele absorbe a la madre, el hijo adolescente es un drogadicto y la hija pequeña platica
con un amigo imaginario.
Pues siquiera esta pareja gay en verdad conforma un matrimonio que, con o sin hijos,
fue amasado por la fuerza del amor, mientras que muchas familias "tradicionales"
constan de islas que, en esta sociedad hipócrita y chismolera, simulan una comunicación
y afectos inexistentes.
En fin, una familia que cuaja es una familia de verdad. Tan importante grupo social
requiere siquiera dos individuos que, compartiendo el techo y la sal, asienten una
tradición común, en un ambiente íntimo donde envejezcamos en paz y sonrientes.
Todas las clases de familia merecen nuestro respeto y admiración, y ninguna cuestiona
en lo absoluto nuestras creencias o inclinaciones sexuales o religiosas. Ve moros con
tranchete quien encuentra en estos cuajos de humanidad amorosa una amenaza a la
familia constituida por el padre, la madre y los hijos.
anteo85@hotmail.com