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Cuajos de amor

Por Mario Anteo

Desconciertan la etimología y definición oficiales del término "familia". La Real


Academia de la Lengua ofrece diez acepciones del vocablo, desde "grupo numeroso de
personas" hasta "conjunto de objetos que presentan características comunes". Ante el
cúmulo de definiciones, al cabo quedamos donde mismo, en Babia, sin saber qué es este
grupo social que a diario me habita.

La etimología de "familia" también es confusa, pues refiere a un "grupo de fámulos", es


decir, de siervos, e ignoro si éstos son una metáfora del hombre al servicio de Dios, o en
realidad la etimología deriva de la servidumbre de los antiguos romanos. Si es lo último,
entonces el término alude al patrimonio del pater familias, quien gobernaba a los suyos
con mano de hierro, allá en tiempos romanos.

En cualquier caso, estos significados de "familia" son ajenos al de "grupo de personas


que se encuentran vinculadas por alguna relación de parentesco en términos del Código
Civil del Estado", que es como la fracción panista del Congreso define a la familia.

Por todo ello, prefiero otorgarle al rejego término un carácter laxo, incluyente, amplio,
de modo que, lo mismo que las palabras "grupo" o "conjunto", indique una pluralidad
de cualquier clase. Así pues y según yo, el vocablo, por decirlo de alguna forma, es un
cajón de sastre que, libre de racismos y discriminaciones, lo alberga todo en santa paz.

Claro que tal gaveta miscelánica debe obedecer a un reglamento que coordine a sus
miembros, pues es obvio que sin leyes o normas los grupos humanos se desintegran o
enferman, causando dolor y miseria, en particular a sus integrantes más desprotegidos.

Los individuos que, por cualesquier razón, comparten un techo y una economía, son la
semilla de una familia. Germinará ésta sólo cuando la convivencia y las tradiciones
compartidas cohesionen al grupo.

Amigos, parientes, colegas, padres, hijos, paisanos, la más variada humanidad de


cualquier sexo, religión y edad, puede reunirse con quien sea y a la hora que sea, y
establecer un grupo social que, si reúne las condiciones de la armonía y la justicia,
cuajará seguramente en una familia feliz.

La familia surge en verdad cuando sus miembros, amorosamente interrelacionados y


con un interés común, constituyen un grupo solidario al calor del hogar, compartiendo
penas y glorias, venturas y desventuras, vacas gordas y flacas.

Así pues, amplia es la tipología familiar. Tenemos, por ejemplo, la horda salvaje en el
estilo del papá de Bambi, que Darwin estudió y que Freud tomó como modelo para el
grupo social que inauguró al tabú del incesto, y del cual surgió la idea de Dios y el
temor al padre.

Está además el harem oriental, popularizado por los cuentos de "Las Mil y una Noches",
así como la "colmena matriarcal", donde una reina todopoderosa, al amparo de la Gran
Diosa Nutriz, dispone de una tropa de lacayos para la reproducción.
Sí, plástico y variado es el abanico de la convivencia: El clan de hermanos, la fratia de
soldados que conquistan tierras lejanas, la cofradía, el gremio, la hermandad de monjes,
y hasta el grupo de apóstoles encabezados por Jesús, por doquier el suero de la
solidaridad y el pegamento del amor procrean familias.

Subrayo la palabra "cuajar". Deriva del vocablo "coágulo", que estrictamente hablando
significa "actuar juntos" (de co + agere). Es decir, un cuajo es el sedimento de la labor
comunitaria, el cemento de la unidad y la fuerza, el caldo de cultivo de la familia.

Así las cosas, una familia es la pareja gay asentada hace veinte años en el respeto y la
concordia, y no ese patético simulacro de familia donde el padre tiene una amante, la
tele absorbe a la madre, el hijo adolescente es un drogadicto y la hija pequeña platica
con un amigo imaginario.

Pues siquiera esta pareja gay en verdad conforma un matrimonio que, con o sin hijos,
fue amasado por la fuerza del amor, mientras que muchas familias "tradicionales"
constan de islas que, en esta sociedad hipócrita y chismolera, simulan una comunicación
y afectos inexistentes.

Una familia cuajada la constituye el grupo de niños vagabundos que, huyendo de la


soledad y la miseria, se reúnen bajo un puente o en una cloaca, y viven juntos y se
ayudan unos a otros, fortaleciendo sus lazos afectivos, organizando los roles de trabajo,
compartiendo los alimentos. Así los llamados niños de la calle cuecen una familia más
sólida y verdadera que la del adolescente millonario que, harto de las peleas de sus
padres, se va estudiar a Estados Unidos.

En fin, una familia que cuaja es una familia de verdad. Tan importante grupo social
requiere siquiera dos individuos que, compartiendo el techo y la sal, asienten una
tradición común, en un ambiente íntimo donde envejezcamos en paz y sonrientes.

Todas las clases de familia merecen nuestro respeto y admiración, y ninguna cuestiona
en lo absoluto nuestras creencias o inclinaciones sexuales o religiosas. Ve moros con
tranchete quien encuentra en estos cuajos de humanidad amorosa una amenaza a la
familia constituida por el padre, la madre y los hijos.

anteo85@hotmail.com

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Fecha de publicación: 16 Dic. 07

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