Vous êtes sur la page 1sur 2

Cómo restaura Dios?

Horacio Latté

Ministerio: Unción y Renuevo


Buenos Aires, Argentina
www.latte.com.ar

Cuando Dios restaura a alguien, sea una familia, un matrimonio, una persona, lo que Él
restaura siempre se mejora, crece, se multiplica y, sobre todo, supera el estado de
“arreglado”. Cuando Dios restaura mejora el estado anterior. En el Nuevo Testamento
restaurar se utiliza para dar la idea de algo dañado o roto que puede volver a usarse para lo
cual fue diseñado; pensémoslo en relación con el pasaje de Mateo 4:21 que habla de las
redes rotas. Una red rota no es útil para pescar, y restaurarlas significa que vuelven a ser de
utilidad para la pesca.

Para nosotros, ser restaurados implica que volvemos a ser de utilidad en el cuerpo de Cristo.
Solemos decir: “úsame, Señor, úsame para tu Reino, úsame para tu Iglesia.”
Y el Señor dice,: “pero así, roto, sin restaurar, no sos útil, debes restaurarte, arregla esa red,
y después volverás a ser útil en mi servicio. Cuando llegamos al Señor siempre lo hacemos
llenos de barro, si nos arrepentimos, somos perdonados y comenzamos una vida nueva.
Luego viene el perfeccionamiento, que no es hecho por nosotros... ni es a fuerza de obra
humana.sino por gracia; la gracia de Dios.

Dice en Filipenses 1:6: "Estay convencido de esto: El que comenzo tan buena obra en
ustedes la ira perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús" Jesús va a perfeccionar esto que
inició en nosotros el día que llegamos a Él. La palabra dice que la perfeccionará, o sea que
va a llevar un tiempo. No dice inició la buena obra y ya está todo perfecto. No es así; la
palabra nos enseña que vamos siendo perfeccionados en un tiempo que, sin duda, es Su
tiempo.

Cuando nos convertimos a Jesucristo, vamos renunciando a ciertas cosas que no sabíamos
que al Señor no le agradaban; renunciamos a confiar en las prácticas de curar el empacho,
tirar el cuerito, y a todas esas cosas que el Señor abomina. Pero, qué sucede con las
conductas o sentimientos que no podemos controlar, que quisiéramos deponer, pero que no
podemos cambiar como: la ira, la agresión, los malos pensamientos, el estancamiento
espiritual, el autoritarismo, la amargura, las respuestas agresivas u ofensivas, y otros tantos
desatinos.

Quisiéramos renunciar a esta clase de actitudes y cambiar, pero no pasa nada; entonces nos
preguntamos ¿qué está pasando conmigo? ¿de dónde provienen estas reacciones? ¿habrá
alguna causa que me provoque actuar así? Yo quiero agradar a Dios, quiero, realmente,
poder tener una vida nueva con mi familia, pero sigo enojándome, sigo sintiendo ira, digo
palabras que luego lamento haber dicho, y entonces pregunto: ¿qué pasa, Señor, conmigo?
El Señor nos da una clave en el Salmo 19.12: "¿Quien está consciente de sus propios
errores? !Perdoname aquellos de los que no estoy consciente!"

Podemos hacerle este tipo de preguntas al Señor, podemos pedirle estas cosas al Espíritu
Santo de esta manera: “Señor, no puedo entender por qué cometo estos errores….. Yo no lo
sé, el Espíritu de Dios lo sabe…… Líbrame de lo que yo no conozco……ilumina, Espíritu
Santo, porque yo no sé lo que pasa, pero quiero ser librado de lo que a Ti no te agrada”. El
Espíritu Santo va a alumbra el lugar oscuro donde están escondidas y guardadas las cosas
feas, las que quedaron ocultas, las que están tapadas. En una oportunidad hablé del sótano
de la casa de mi infancia,… al cual yo nunca quería bajar porque era oscuro, húmedo,.lleno
de telarañas, y siempre pensaba que ahí me iba a encontrar algún fantasma, algún
monstruo.

Así es nuestro “sótano” interior, al que hay que bajar con la luz del Espíritu Santo, para ver
qué hay en la parte más oscura, en la más oculta; ver qué es lo que nos hace actuar como
nosotros no queremos. Debemos encontrar esas cosas misteriosas a las cuales tememos, y
no obstante están en nuestro corazón. Debemos llegar de la mano del Espíritu Santo,
porque es mejor hacer este recorrido con EL que ir solos. Podemos ver cristianos que no
están en pecado, que son obedientes a Dios y le aman sinceramente, pero se sienten mal.

Pasan mucho tiempo en estado de angustia o tienen temores,.. ansiedad, problemas de


relación en su familia: con los hijos o con los esposos; problemas de relación en los trabajos,
problemas de relación en la Iglesia y entonces, ¿qué pasa?, ¿son cristianos, son obedientes,
pero qué sucede? Sucede que hay sufrimientos y heridas que no los toca la conversión. Con
el primer paso de la conversión no es suficiente; hay heridas profundas, sentimientos que
necesitan una curación especial por parte del Espíritu. Algunos dicen: “Bueno, si usted sigue
así, y todavía está triste y no anda bien su vida, será porque no ora lo suficiente, ore más,
tiene que hacer más oraciones”. En fin, alabado sea el Señor si podemos orar más, pero con
orar más, tampoco alcanza.

Otros dicen: “Lo que pasa es que usted no tiene fe, por eso las cosas no le van bien, tiene
una fe muy débil”. O peor aún, se les crean demonios por todos lados: demonio de tristeza,
demonio de angustia, demonio de depresión, y esto provoca mayor desilusión, porque no
pueden entender los errores ocultos, se sienten aún más afligidos, terminan creyendo que
realmente no están orando bien o que están poseídos. Hay una enorme cantidad de
personas que aman al Señor, que conocen las Escrituras y, no obstante, no pueden evitar
aquello que hacen, dicen o piensan, como mentir,… tener ataques de ira o ser muy críticos
de los demás.

Pablo en Romano 7:15 expresa claramente esta situación cuando dice: "No entiendo lo que
me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco". “Yo no quería tratar a mis hijos
de la misma manera que lo hicieron conmigo... Es algo que aborrezco, pero lo hago”. “Yo no
quiero para mi matrimonio la misma relación que tuvieron mis padres, pero no entiendo por
qué razón voy en camino a hacer exactamente lo mismo”. Estas son algunas expresiones de
este fenómeno que parece incontrolable e inexplicable.

Romanos resume esto que a veces les sucede a las personas, que no entienden por qué
siguen viviendo cosas desagradables y siguen sintiendo emociones que no les gustaría
sentir; por qué no se pueden llevar bien con los demás; por qué no pueden tratar mejor a las
personas; por qué viven en un estado de ansiedad permanente. Pero hay Buenas Nuevas.
El Espíritu Santo es capaz de develar esta situación, si se le permite llegar al interior, a los
recuerdos, a las emociones sin oponer resistencia. Tiene que llegar a su interior, tiene que
tocar sus recuerdos, tiene que alcanzar sus emociones.

Si las heridas del alma no reciben tratamiento adecuado, se infectan,.. se inflaman, provocan
más dolor; enferman el espíritu, contaminan al resto, se dispersan y contagian a otros. Una
restauración se produce luego de una -a veces dolorosa- remoción. Hay que estar dispuesto
y dejar que Dios remueva lo que infecta nuestra vida. Tantas veces una muela –cuya raíz
está infectada- tiene como solución la vía “incomoda” de ser extirpada para que no vuelva a
molestar ni a contaminar al resto.

Es cierto que, por temor al “tirón” o al hecho mismo de perder la muela, buscamos paliativos
que son soluciones momentáneas. En lo espiritual, esos paliativos suelen ser actos de
religiosidad o sobre esfuerzos o “buenas obras” que puedan compensar lo que “hacemos y
no entendemos”. Las heridas del corazón no hay que taparlas, tenemos un Dios que no nos
avergüenza. Delante de Dios podemos poner todo tal cual está, pero lo que no hay que
hacer es tratar de tapar, decir: “Bueno, yo siento esto pero no, mejor dejémoslo. No
hablemos del asunto. Prefiero no hablar. Esto es horrible. Mejor no acordarse”.

Cuando una persona puede recordar en paz, cualquier cosa que le haya pasado en su vida,
aún lo desagradable, es porque ha recibido sanidad, porque ha podido perdonar, porque
está en paz. Pero cuando alguien, para poder hablar de su vida, de su historia, tiene que
dejar espacios en blanco que son innombrables, que son “irrecordables”, es porque ahí algo
pasó. Y hay que llegar con el Espíritu Santo para que nuestra vida, nuestra historia sea tal,
que podamos asumirla; podamos saber que hemos sido de determinada manera, que
hemos conocido al Señor, que hemos tenido una familia en la que nacimos, que nos ha
pasado tal o cual cosa.

Si no podemos dar testimonio de que, aunque hayamos sufrido, el Señor nos permite tener
paz en nuestra vida, no le estamos siendo útil al cuerpo de Cristo. Si vamos al médico
porque tenemos una infección en el oído o en la garganta, es muy probable que el médico
nos dé un antibiótico y diga: “Usted debe cumplir con el tratamiento. No se trata de que tome
una pastilla y ya está curado. Puede llevar siete o diez días de antibióticos, no los
interrumpa, para que pueda ser sanado”.

Esta clase de curación es la del Espíritu Santo. Nos dice: “Llegaste a mí, con esta herida,
empecé a tratarla, deja que siga tratando, no huyas, no la tapes, con el solo hecho de que yo
haya empezado a tratar esta parte de tu vida o este recuerdo, no quiere decir que ya estés
sanado. Vas a iniciar un proceso en el cual yo te voy a ir sanando.” Pero por lo general,
todos actuamos ansiosamente y queremos ¡ya!, ¡rápido!, ¡ahora!, una solución inmediata, un
píldora y, sin más trámite, estar bien. Una oración y me sanaron de las heridas de toda mi
vida. Y el Espíritu Santo dice que él nos perfeccionará. La Sanidad Interior va a actuar
gradualmente, la obra de sanidad que Dios hace en la vida de sus hijos es un proceso.

Vous aimerez peut-être aussi