Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
Introducción a la lectura
Serge Cottet
Seminario de Intercambios
Association Cause Freudienne Lille
1993
Querría en primer lugar situar el texto, como se dice, en su contexto histórico, es decir, precisar la
situación del psicoanálisis francés en 1958, en un momento axial para la historia de las instituciones. Por otra
parte, si ustedes leen el texto de manera rápida, ustedes ven que las alusiones a la política del psicoanálisis
son numerosas, y precisamente también, el vocabulario polémico de Lacan da a entender, a veces por alusión,
pero a veces más directamente que los conflictos están abiertos.
Creo que primeramente, es necesario precisar este contexto de polémicas y de rivalidades. Lacan
pertenece a una sociedad de psicoanálisis marcada por la ruptura en 1952 con un cierto orden establecido
{establishment}. Estamos allí en la Sociedad francesa de Psicoanálisis, seis años antes de la creación de la
Escuela Freudiana de París. Lacan se revela extremadamente polémico con respecto a una cierta dirección del
psicoanálisis. El titulo del texto La dirección de la cura hace equívoco con la dirección que tomó el psicoanálisis
en el seno de las instituciones francesas. El texto está recorrido por una crítica asidua de una serie de
desviaciones, término a menudo utilizado por Lacan, que puede tener hoy consonancias políticas más
desagradables, pero es la dirección en general de los Escritos, textos del 1953 al 1966, de ser extremadamente
vigilantes con respecto a una degeneración de los conceptos del psicoanálisis. Degeneración cuyo origen es la
influencia americana de la I.P.A. sobre las instituciones francesas, lo que estuvo en el origen de la exclusión de
Lacan de la antigua sociedad. Estas cuestiones políticas institucionales son desplegada de manera precisa, a
veces desgraciadamente de manera anecdótica, en la Historia del psicoanálisis en France1
LA BATALLA CONTRA BOUVET
En este texto, Lacan emprende una batalla ardua contra Bouvet. Es entonces necesario tener en una
mano La dirección de la cura y en la otra, el texto de Bouvet Interpretación y transferencia.
Lacan la emprende contra una dirección cierta del psicoanálisis. En 1958, esta "batalla" contra la
degeneración de los conceptos del psicoanálisis freudiano, no es nueva. En los Escritos en general, en este
texto en particular, Freud aparece de nuevo « como el tesoro de los significantes » al cual conviene referirse,
como la edad de oro de la ética del psicoanálisis, y como una zona virgen de estas desviaciones como la
psicología del ego, cuya crítica está muy presente en este escrito. Esto no es nuevo, decía, en efecto, la
encontramos en los Seminarios precedentes, particularmente en el Seminario I 2. En el Seminario II 3, Lacan,
desde un punto de vista teórico, mostró la separación que podía existir entre la enseñanza del psicoanálisis en
Francia y la orientación freudiana.
Lacan denuncia una regresión teórica; y en 1958, examina más precisamente los efectos prácticos de
esta regresión teórica. Qué se hagan errores de interpretación sobre los textos de Freud, paso de nuevo, un
retorno a los textos de Freud tendrá efectos rectificadores. Pero eso no es tener en cuenta los efectos
degradantes de esta regresión sobre la técnica.
A partir del momento en que los conceptos del psicoanálisis han sido degenerados por la lectura
americana, por la psicología del ego, esto tuvo efectos sobre la práctica, sobre la formación de los
psicoanalistas, y sobre las curas mismas.
Es en relación con estas desviaciones que Lacan produce un cierto número de ejemplos clínicos.
Estos ejemplos no son sacados de la práctica de Lacan, que, como de costumbre, prefiere tomar el
ejemplo clínico de otros para los otros. Hay unos ejemplos de Freud, y aquellos inspirados por estas
desviaciones, que acaban en fracasos, en acting outs.
Lacan, en suma está en posición tercera, de controlador en relación a Bouvet, en relación a Ruth
Lebovici, de Kris...
El concepto de relación de objeto
Lacan estudia uno de los conceptos mayores de estas desviaciones: el concepto de la relación de
objeto, mostrando el olvido, la represión, que siguieron a las interpretaciones que Freud había hecho sobre
eso. Lacan considera que con las relaciones de objeto, la copa se desborda. Es demasiado. El consagró a eso,
en aquel año, un Seminario 4 que se volvió celebre por una relectura que Lacan hizo del Pequeño Hans 5,
donde reconstituye el estatuto del objeto fóbico. En la segunda parte de su Seminario, da valor a la función del
fetiche, y sus relaciones, como objeto, al signatario. Concluye este año por este texto que muestra las
catástrofes a las cuales se es conducido cuando la doctrina del psicoanalista no pone en tela de juicio este
descifrado de la experiencia por la relación de objeto.
Estas desviaciones doctrinales inspiran tanto la práctica y la dirección de la cura, que se tiene dificultad
para distinguir los errores de lectura de los a priori ideológicos. Aunque, como lo dice Lacan, es el analista
quien es cuestionado. Este artículo toma como punto de mira al psicoanalista del Instituto, de la I.P.A., pero
también el psicoanalista francés ganado por el neofreudismo a la francesa, que es una suerte de mezcla del
último Freud, cuanto más la Psicología del Yo, más un kleinismo laxo. Lacan hace aquí el análisis del analista.
LOS PERJUICIOS QUE INSPIRAN UNA CIERTA PRÁCTICA DEL ANÁLISIS
Hagamos el inventario de estas desviaciones. Es en primer lugar la dirección de la cura confundida con
la dirección de conciencia. (Este tema está presente en toda la primera parte). Tiene por consecuencia el final
del análisis confundido con una rectificación emocional.
El analista, en esta ideología, aparece como el Yo fuerte, con quien el analizante debe identificarse.
Esta orientación es solidaria de una supresión de la noción de inconsciente. Está muy presente en el texto de
Bouvet, tanto la teoría de la maduración, de la síntesis del yo que llevó sobre la noción de descifrado del
inconsciente.
Este conjunto de desviaciones tiene consecuencias sobre el análisis llamado didáctico, entonces sobre
la formación de los analistas.
Hoy, porque se puede situar este texto en su contexto de 1958, pero también en nuestro contexto,
diríamos: Lacan condena una confusión, aquella del Discurso del Analista y del Discurso del Amo. El lanza
pullas contra la identificación del analista al Yo fuerte, a un Amo del saber, a una imagen ideal con la cual el
analizante debe identificarse. Condena la confusión del análisis con una reeducación.
Critica, en consecuencia, el análisis didáctico, como debiendo formar alumnos a la imagen del Amo. El
problema de la transmisión del psicoanálisis se plantea en términos técnicos y políticos, en términos de poder
institucional.
Lacan, en el après‐coup, un acento gaulista, antiamericano, denuncia el poder discrecional del analista
que corre el peligro de hacerse un manipulador de la transferencia. Lo que llamo acento gaulista, es la
posición de Lacan que muestra al analista haciendo semblante de saber; la nulidad del analista, el término se
encuentra en Lacan, la nulidad del analista preparando las condiciones de la irrupción del Amo.
¿Esto es decir que el discurso de Lacan es antiautoritario al denunciar el poder del psicoanalista? No
verdaderamente. El problema del poder es un verdadero problema; simplemente, se trata de plantearlo. No
despreciamos el concepto de dirección. No podemos pensar en la estructura del Discurso Analítico por fuera
del Discurso del Amo. El significante Amo, hace parte del Discurso Analítico; el problema es saber en qué lugar
está.
Lacan, después de haber distinguido dirección de la cura y dirección de conciencia, diferencia dirigir al
paciente y dirigir la cura. Eso de lo cual se trata, es dirigir la cura, tener una idea de su fin, una orientación
temporal. Estos problemas en 1958, van a ser atribuidos a la técnica de interpretación, que no debe ser
arbitraria.
La cuestión del poder en psicoanálisis se plantea bien, pero no en términos de influencia del analista
hacia el analizante, ni tampoco en términos de contratransferencia, que es un mal concepto para Lacan, que
no designa sino el conjunto de los perjuicios del analista. Este concepto ya había salido al ruedo en el primer
Seminario 1. Lacan refirió esta desviación de la técnica a una doctrina.
La psicologización del psicoanálisis es remitida, no a una debilidad del analista, a una especificidad
psicológica del analista, sino a su formación doctrinal. Si hace unas tonterías, esto puede ser debido a sus
afectos, esto no es lo más grave, sólo tiene que continuar su análisis; lo que es grave, es no saber que la
dirección de la cura, es decir las interpretaciones que él hace, pueden resultar de una doctrina implícita y
espontánea. Es eso que Lacan llama el conjunto de los perjuicios del analista. Los perjuicios, son
pensamientos, doctrinas. ¿Que vienen de donde? Formación espontánea, rumor; que vienen de la universidad
también, que vienen de la vulgarización del psicoanálisis.
Es un aspecto extremadamente presente en aquella época, ya que hay una apuesta que es aquella de
la enseñanza.
Ya en 1952, Lacan ha sido rechazado porque se negaba que él fuese didacta. Podía dar Cursos de
psicoanálisis mientras quería, a condición de que esto no tuviera consecuencias sobre la formación de los
psicoanalistas. Lacan considera allí que no es el inconsciente del psicoanalista que hace al psicoanalista; no son
sus disposiciones psicológicas las que cuentan, hay unas cosas que hay que saber, las cosas de que hay que
enterarse. Hay que trabajar, y en los Institutos de formación de la I.P.A, no se trabaja.
LA MEDICALIZACION DEL PSICOANALISIS
Lacan critica también otra desviación, que se inscribe también en el Discurso del Amo, es la acción de
otorgar carácter médico del psicoanálisis, representada por Bouvet, que defiende el punto de vista de Freud
médico, contra el punto de vista que es el de Lacan, de Freud teórico.
La referencia cultural de Freud siempre es subrayada en el momento en el que el psicoanálisis francés
se empeña en esta vía de la confusión del analizante con el enfermo, y la confusión del analista con médico.
¿Dónde reparamos el poder? Lo Reparamos en la palabra: el análisis da los plenos poderes a la palabra,
dimensión completamente ocultada en aquella época por los Institutos de formación, lo que Lacan llama a
veces el poder discrecional de la palabra. Si se le repara, esto modera el poder del psicoanalista. Esto le otorga
la obligación al psicoanalista de no hace demasiado uso de él.
Por otra parte, el poder, hay que situarlo con relación a la transferencia. Es bajo transferencia que la
palabra, y la interpretación pueden ser efectivas. Al mismo tiempo que denuncia el abuso que podría hacerse
con el efecto sugestivo de la palabra, Lacan da la consigna de hablar, lo que tiene un efecto de dominio. El
recuerda que en el análisis, no se trata solamente de palabras.
Podemos comentar esta disimetría del silencio del analista y de la palabra del analizante. El analizante
puede gozar de la palabra y olvidar las consecuencias de su decir, particularmente el acto; y el analista, preso
de los estándares de la interpretación, fascinado por el sentido, puede olvidar que se le habla, que él es el
Otro de la dirección. Puede olvidar que la enunciación está bajo transferencia, que la transferencia retroactúa
sobre el sentido. Lo que lo debe dispensar del uso sistemático de los estándares y del recurso a la
interpretación hecha por anticipado.
Los capítulos tres y cuatro extraen las consecuencias de esta iluminación, a saber que la dirección de la
cura no es estandarisable; es relativa al psicoanalista, es relativa al acto analítico. Está bajo la dependencia del
analista, no siendo controlable. Esta tensión apoyará un acento decisivo en el deseo del psicoanalista como el
pivote de la cura, tema ya presente en 1958 y renovado en 1964.
EL CÁLCULO DE LA INTERPRETACIÓN
El psicoanalista está cuestionado, pero qué es lo que en el psicoanalista vectoriza la cura, qué es lo que
es el agente de esta dirección, es eso lo que aún está por precisarse. ¿Acaso es su ser? Lacan critica esta
orientación. No es el ser del analista quien es el fabricante. ¿Acaso es su inconsciente? No podemos decirlo.
Decirlo sería arriesgarse a deslizarse hacia una concepción dual del psicoanálisis, el charlar de dos
inconscientes. No es tampoco su contratransferencia; es, así lo dije ya, mucho más la doctrina del analista
mismo 7. El compromiso del analista en su acto, la responsabilidad que toma en su trabajo interpretativo es
incalculable por anticipado, a causa de la transferencia.
Esto no es una razón para que el psicoanalista no haga un trabajo de previsión. Hay toda una dialéctica
entre el momento de la interpretación, lo que se espera, y el resultado, hay un margen aleatorio e
incalculable, y que sin embargo no debe ser arbitrario. Los psicoanalistas saben espontáneamente esto, este
carácter incalculable de la interpretación, y para Lacan, esto les autoriza a interpretar de cualquier modo.
En ambos casos, es malo: en el primer caso, la interpretación estándar y sistemática, del complejo de
Edipo, es una manera de no tener en cuenta el discurso, la articulación significante. Es confundir la
interpretación con un estándar de la interpretación. En el segundo caso, interpretar teniendo la idea que no
hay estándar, sino que en el fondo, toda interpretación vale, puesto que lo que decide su validez, es eso que el
paciente hará con ella, es tomar el riesgo de un arbitrario.
Este tema está extremadamente presente en La dirección a la cura y Lacan toma numerosos ejemplos
de este arbitrario interpretativo. Compara la interpretación con toda una época de la química antes de
Lavoisier, con el concepto de flogisto. Buscábamos en el flogisto la causa de la combustión, sin una doctrina
apoyada sobre las ciencias. Así como la ausencia de doctrina apoyada sobre la ciencia sausseriana, sobre la
lingüística, sobre la lógica, para la interpretación.
Este texto pone bien en perspectiva dialéctica la interpretación y la transferencia; el efecto de la
interpretación bajo transferencia, de una parte, y por otra parte, la cuestión muy difícil de la interpretación de
la transferencia misma.
EL SER DEL ANALISTA
Lacan recusa la tesis según la cual el psicoanalista obra con su ser. Esta noción de ser del analista
volverá a utilizarse en los años 1970, y en un après‐coup, puede esclarecer las dificultades de este texto 8.
En la época, era la doctrina de Nacht que utilizaba el término de ser del analista; este significante
estaba de moda. Lacan aquí lo recusa, lo que no será siempre el caso en la historia de su pensamiento.
Prefiere aquí el término de «más íntimo», que es más su falta‐en‐ser que su ser.
Vemos bien a que le está apuntando. Es una reducción de la infatuación del analista. El analista tiene
que ajustarse más bien sobre su falta‐en‐ser, en definitiva a la subjetivación de su castración en él, si esto fue
posible, más que sobre la noción de ser o de densidad del ser.
Sobre esta concepción, Lacan de 1958 y aquella de 1970 diverge sensiblemente, particularmente por el
objeto a, el analista como objeto a, a partir de 1968.
Entonces aquí, la falta‐en‐ser está taponada por la comodidad institucional que le proporciona una
cierta doctrina de su poder.
LOS LÍMITES DEL PODER DEL ANALISTA
Los capítulos que siguen continúan esta reflexión sobre los límites del poder del psicoanalista; poder
amputado ya por la transferencia, anticipación, si se quiere, del sujeto‐supuesto‐saber. Verdaderamente no es
la potencia de su saber lo que va a operar, a causa de esta mediación de la transferencia, lo que hace decir a
Lacan esta frase célebre: « (...) El analista es menos libre en su estrategia que en su táctica. » 9 Podemos,
pienso, traducir táctica por interpretación. La estrategia consiste en procurar que la transferencia se efectué;
consiste en una división entre persona y función.
Para funcionar como analista, se dice eso actualmente, esto no es muy bello, hace falta « borrarse en
tanto que persona ». Su estrategia, es hacerse el muerto; es decir no hacer intervenir su Ego; qué su persona
no haga obstáculo a eso que se llamaba en la época la proyección; que él sea un puro espejo. Es una
determinación imaginaria, al saber, reducirse el mismo su Ego. Hay una determinación simbólica que justifica
esta abstinencia, hacerse el muerto, es introducir ese significante Amo como partenaire del sujeto.
Lacan justifica así, en ese momento, la pasividad del analista; no por una disposición psicológica, ni por
una posición del analista en tanto que desengañado, no valorizando nada, sino que él justifica esta pasividad
por el lugar del analista, en aquella época, el lugar del muerto como persona y entonces, encarnando el
significante del Otro. Mientras que se encuentra posteriormente textos de Lacan opuestos a esta orientación,
en este texto, tenemos la expresión « [el analista en tanto que] Otro de la transferencia » 10.
En 1958, Lacan distingue bien lo que depende de la experiencia imaginaria, y lo que depende de la
experiencia simbólica. Podríamos emprender un debate un poco estéril para saber si el psicoanalista está en A
o en a, pero está claro que Lacan recusa la relación de yo a yo en el análisis, recusa el análisis como la relación
dual, o como relación transferencia / contratransferencia.
Esta supresión limita su estrategia mientras que ella no objeta el hecho de interpretar.
Sobre este punto es subrayada la cuestión de la interpretación de la transferencia misma. Lacan
denuncia una cierta dimisión en el descifrado de lo que llama el mensaje de transferencia.
TRANSFERENCIA Y RELACIÓN DE OBJETO
Los análisis de hoy confunden la transferencia con una cierta medida, una cierta distancia del sujeto a
la realidad. El concepto de transferencia designa el grado de alejamiento, de distanciamiento tomado por el
sujeto en relación a la realidad, particularmente al otro. El conjunto de sus relaciones al otro sufre una suerte
de intrusión imaginaria. El agente de esta opacidad, es el Yo, y la transferencia es de una parte el error hecho
sobre la persona ‐ un error debido a la repetición, la transferencia se confunde con una pura repetición del
pasado, entonces es la intrusión del pasado en el presente y por otro lado el Yo se defiende, el Yo resiste a la
relación, a la buena distancia del otro. El analista, mitad médico, mitad educador, toma entonces su punto de
partida de un Yo alienado y dirige la cura de tal modo que trata de anular esta desviación entre inmadurez y
realidad, y conduce el sujeto sobre la vía del Yo autónomo.
Es sobre ese punto que se encuentra la doctrina de Bouvet, su doctrina de las relaciones de objeto, tan
invasora en la clínica de esta época con efectos sobre la transferencia; en primer lugar para simplificar, la
transferencia es una relación de objeto. Esto chocaba mucho a Lacan en 1958. Pero nosotros, que hoy
hacemos malabarismos con la noción de objeto, particularmente el objeto a, quizás que esto nos chocará
menos. Es muy importante ver lo que Lacan entendía por relación de objeto, y por cuales razones recusaba
esta acepción del término de objeto.
En primer lugar, se los dije, el psicoanálisis es un marco simbólico. El psicoanalista representa el Otro
de la transferencia. El psicoanalista no es un objeto parcial, no es una persona, todo el mundo puede
comprenderlo. Para que haya transferencia, hay que reducir los fenómenos de influencia de sugestión, de
identificación imaginaria al analista.
Todo el mundo capta precisamente que el silencio puede tener esta función de reducción de la tela
imaginaria. Esto obstaculiza a las leyes de la comunicación. El psicoanálisis debe obstaculizar las leyes de la
comunicación. La transferencia obstaculiza las leyes de la comunicación; la transferencia obstaculiza las leyes
de la intersubjetividad. Entonces ningún humanismo de buen tono o de mal tono, permite recusar esta
posición. Es el costado inhumano del psicoanálisis.
A veces Lacan habla también de símbolo: la palabra, el lenguaje, la transferencia, la intrusión del
significante del Otro, todo esto hace que el psicoanálisis no sea una relación de persona a persona, no es una
relación de dos. Esto, es un estándar lacaniano, pero en aquella época, el estándar, exactamente era lo
inverso: la relación de transferencia era la medida de la relación del sujeto con sus objetos.
¿Entonces cuáles son estos objetos? Allí volvemos un poco al kleinismo. Son a la vez objetos freudianos
y objetos lacanianos, en todo caso, son objetos parciales.
En el fondo, un neurótico, para Bouvet, es alguien quien no tenga una relación conveniente con el otro
, porque tiene una relación al otro mediatizada por el objeto parcial. Una fijación de su libido, un cierto
arcaísmo de su libido, que va a ser reparada en relación a lo oral y con relación a lo anal, va a regular el
conjunto de sus relaciones interhumanas, de sus relaciones al otro. Finalmente, Bouvet tiene la intuición que
el analista es el paradigma, porque él también se calla, no sabe demasiado por qué lo hace pero lo hace, y
entonces tiene precisamente la idea que él es el paradigma de la relación de objeto del sujeto.
Entonces esta relación de objeto, es definida en términos de distancia, de distancia con relación a la
maduración genital, por ejemplo, eso permaneció, por otra parte, en la lengua, en una cierta concepción
psicológica del psicoanálisis, en decir que un sujeto es muy obsesivo, o más vulgarmente anal, personalidad
anal, o una personalidad oral. No es solamente una cierta relación al alimento, sino que es una relación — los
kleinianos dirían al seno, pero no es el seno real — es una relación de dependencia. Recorremos la serie entre
ciertas disposiciones psicológicas lloriquear, pedir siempre algo, necesitar el contacto, y tener siempre algo en
la boca.
Procuramos determinar, en una época en la que el Yo lo llevó sobre el inconsciente, los tipos de
personalidades definidas por un objeto. En absoluto como la caracterología, donde se clasificaba los tipos de
individuos por temperamentos: sanguíneo, flemático, etc. Hay a pesar de todo, una incidencia de la antigua
caracterología de los tipos sobre la clasificación clínica. Vean entonces en que se convirtieron los estadios de
Freud: estadio oral, estadio anal, genital, fálico. Se convirtió en el nombre, de una inscripción del sujeto, en un
significante Amo. Esta orientación ultraextremista, que cree en la madurez, que cree que el psicoanálisis debe
alcanzar una homogeneidad entre los estadios de la libido y el Yo. Entonces si el individuo es agresivo, si es el
caso que no tiene una buena relación al otro, vamos a decir que él está fijado al estadio anal; si está
dependiendo demasiado del Otro, él está fijado al estadio oral.
Lacan sostiene una discusión con esta doctrina, particularmente con la intuición que preside a esta
dirección de la cura: hacer pasar el sujeto de lo pregenital a lo genital. Lacan no cree mucho en lo genital, por
otra parte, y aún menos en el amor genital. Sus textos, que son muy estructuralistas, recusan completamente
la doctrina de la evolución de los estadios, que Lacan atribuye más bien a desviaciones, e incluso de
desviaciones del tiempo de Freud, como Ferenczi.
IDENTIFICACIÓN DEL S AL FALO
Es en ese contexto que ustedes ven a Lacan aportar casos clínicos particularmente un caso de un
obsesivo, es el caso del hombre prestidigitador 11, del impotente, donde Lacan no dice una palabra de la
fijación al estadio anal, ni a los estadios precoces. Da valor a la castración de la mujer, la castración del Otro, el
registro de la castración del Otro como imposible de soportar, y la identificación del sujeto al falo: ser el falo y
no el tenerlo. La dialéctica del ser y del tener, es el principio a partir del cual la relación libidinal del sujeto es
descifrable, incluida la agresividad, que dedujo del narcisismo, dedujo de una identificación al falo que hace
que todas las relaciones del sujeto son unas relaciones yoicas, relaciones imaginarias. Esta agresividad, que
llama destrucción del Otro, no es en absoluto del registro anal o del registro pregenital.
Entonces esto será un poco modulado, los registros freudianos aparecerán de nuevo en otros textos,
particularmente en el Seminario sobre la transferencia, 12 dónde Lacan vuelve sobre la neurosis obsesiva. Allí
en este ejemplo, hay que ser sensible al descifrado, al contrario de Lacan con relación a las tendencias de la
época del Yo débil, Yo fuerte. Esta doctrina de las relaciones de objeto, tiene por corolario el análisis llamado
de las resistencias, en lugar del registro de la castración.
ANÁLISIS DE LA SALIDA DE LA TRANSFERENCIA
Si ustedes leen el artículo de Bouvet, Resistencia y transferencia, ustedes ven que es su técnica hay que
decir al sujeto que él resiste. Para que se dé cuenta de sus resistencias, hay que decirle: « usted resiste. ».
Muchos analizantes efectivamente relatan episodios de su cura donde se les significó que resistían, lo que
tiene el efecto de aumentar la resistencia en cuestión, más bien que de desatarlo. Lacan da la explicación de
este círculo vicioso del análisis de las resistencias, cuando señala que el mensaje es oído como viniendo del
Otro, como viniendo de la persona a la que la transferencia le imputa de ser.
Allí donde acabo de evocar la castración del Otro, la roca de la castración, tenemos, al contrario, la
resistencia del yo para aceptar la realidad, puesto que el fantasma del objeto parcial es el instrumento de un
desconocimiento de la realidad del otro; el análisis de las resistencias debe conducir al sujeto a la tolerancia, a
encontrar la buena medida de la tolerancia del yo, a integrar lo pregenital en lo genital, para obtener la
maduración del paciente.
Sobre este punto, es lo que Lacan critica precisamente, es la cuestión delicada del análisis de la
transferencia, y más precisamente, de la salida de la transferencia, el término bastante raro en Lacan, pero
que se encuentra allí. Lacan no recusa la tesis clásica, la cuestión clásica: ¿cómo terminar un análisis? ¿Acaso
el final del análisis se confunde con la liquidación de la transferencia? Lacan no piensa que el final del análisis
se confunda con la liquidación de la transferencia, son los analistas de esta época quienes confunden la
transferencia con la resistencia del yo, y que por ahí, descuidan completamente su vertiente amor o demanda,
demanda de amor; ya que hacen la transferencia una formación, un efecto imaginario que releva el sujeto de
una relación a la realidad, a la realidad del otro.
Él toma la transferencia como un síntoma, hay necesidad allí de liquidar la transferencia. Lacan piensa
el problema de otra manera y no descuida, entonces, la cuestión de la salida, es su palabra, la salida de la
transferencia, que no consiste ciertamente en decirle al sujeto: « Mi querido, usted resiste... »
Entonces precisamente la salida de la transferencia, es más bien la reducción del Otro. Aquí, Lacan no
dispone de la doctrina del objeto a, para salir de este círculo. Señalo, a pesar de todo, esta aporía que quizás le
será comentada, y que se puede, después après‐coup, resolver con la teoría de la reducción del analista al
objeto a; o, en todo caso, de la caída del Sujeto‐supuesto‐Saber. Si se trata de hacer caer la existencia del
Otro, la creencia en el Otro, no es diciendo al analizante: « usted me toma por otro, hay un error sobre la
persona... créame. » Esto se hace en nombre de la transferencia que ustedes quieren denunciar, la
transferencia considerada como una ilusión. La palabra del analista será de nuevo oída, y la salida del sujeto
fuera de la transferencia será de nuevo retrasada ad infinitum.
En 1958, en el fondo, era aun y siempre un problema ese de la salida del análisis. Lacan que retoma el
término de Freud: ad infinitum. Es decir hasta qué punto la cuestión es aún difícil. Aunque esta cuestión no
sea totalmente ajustada en dirección a la cura, Lacan suministra todos los argumentos contra las soluciones de
Nacht y de Bouvet.
TRANSFERENCIA E INTERPRETACIÓN
Captamos por qué espontáneamente los psicoanalistas se callan, dejan la transferencia producirse
antes de interpretar, pero finalmente verdaderamente no saben por qué, mientras que Lacan hace brillar el
Sujeto‐supuesto‐Saber, anticipa el Sujeto‐supuesto‐Saber, diciendo que la transferencia no es forzosamente
primera en relación a la interpretación, que no se tiene forzosamente la serie: transferencia → interpretación
→ liquidación de la transferencia, sino que la transferencia como simbólica, puede ser también efecto,
producto de una intervención del analista.
Toma por ejemplo a Freud mismo en su análisis del hombre a las ratas 4 para indicar que para Freud, la
transferencia no era la medida, la buena o la mala medida de la distancia al otro, o de la distancia a la realidad,
sino que la transferencia era producida por un efecto de saber. Particularmente cuando las relaciones del
sujeto con lo real sufrían una rectificación. Lacan aporta este concepto de rectificación del sujeto con lo real,
contra la tesis de la buena distancia o de la mala distancia del sujeto a lo real, distancia, ustedes lo
comprendieron, que hace posible o imposible, la relación de objeto 15
LA RECTIFICACIÓN SUBJECTIVA
Tenemos la trilogía en la obra de Freud, extraída del Hombre de las Ratas 14: rectificación de las
relaciones del sujeto con lo real, transferencia, interpretación. ¿Qué es lo que es esta rectificación? El ejemplo
más conocido, es Dora 16, «El alma bella». Lacan va hacer referencia a Hegel. Va a leer a Freud con Hegel, el
teórico de la posición llamada del «alma bella», aquella de una conciencia que se queja de un cierto desorden
para desconocer la responsabilidad, la parte que le corresponde en este desorden. Es el síndrome
persecutorio de Dora: «Mi padre me abandonó, mi padre no me hace más regalos. Hay una artimaña contra
mí... »
Esta ficción es hecha para desconocer la acción que tuvo la persona en ese desorden real. Es verdad
que es la cizaña, la infamia de su padre con la Señora K. Paso rápidamente.
Lo real aquí, es lo real en el sentido de realidad, no lo real lacaniano. La realidad está en desorden; el
sujeto se queja de eso, y Freud tiene un estilo de interpretación especial, que no es psicoanalítica, que es
hegeliana, que Lacan llama rectificación: hay que señalar al sujeto la parte que le toca en el desorden contra el
cual se subleva. Así, él aborda la realidad por Otro sesgo, donde esa intervención bascula la posición subjetiva
del sujeto con relación al Otro en general, y he aquí la disposición subjetiva favorable para la transferencia. De
golpe, Freud, que era imaginariamente asociado con su padre, es disociado con ello. Freud se vuelve el Otro
de la transferencia.
Digamos que puso lo real en el buen lugar, tocó donde era. Por otra parte, cometió luego un error bien
conocido, sobre el objeto, y Lacan en otro texto 17, hacía esta observación que si Freud no se hubiera
equivocado en su interpretación, ¿cuánto prestigio no se le habría manifestado? Entonces, otra vez, Lacan
hace depender precisamente la transferencia de un efecto de discurso; un efecto de discurso que toca la
verdad. Ustedes ven que ya no se está lejos en 1958, del Sujeto‐supuesto‐Saber.
Para el hombre de las ratas, es la misma cosa: la rectificación del sujeto a lo real, es señalar al sujeto
que quiere suicidarse que no es un criminal, pero que deseó la muerte de su padre. Entonces poner el énfasis
en el deseo, en el deseo inconsciente.
Esto parece obvio, y luego, todo el mundo lo olvidó. En este ejemplo, como en el ejemplo del hombre
de los sesos frescos de Kris 18, la cuestión es la de las relaciones del deseo con la realidad, y no solamente de la
pulsión y de la defensa, puesto que este era allí la pareja estándar de la época.
Los síntomas son cargados a la cuenta de un efecto defensivo del yo contra una reivindicación
pulsional. Tal concepción favorece las interpretaciones arbitrarias porque se puede siempre decir que todo es
defensa, no vemos más cuál es el límite de la defensa.
Este concepto se volverá invasor, e incluso todavía hoy, en los textos de los psicoanalistas de otra
orientación: el deseo es también una defensa, el goce es una defensa... Un síntoma es siempre defensivo
contra otro. Es allí un efecto de vértigo propio de lo significante. Un significante esconde siempre a otro, a
partir del momento en que no se ajusta a lo que Lacan llama aquí una posición subjetiva, es decir frente a la
realidad.
Está claro en el caso de Dora, la realidad está fuera de la ley. Hay una realidad fuera de la ley, y le
decimos: « ¿Pero usted no ve que usted está allí por algo? Es usted quien puso las cosas patas arriba, pero
usted no lo sabía ». Es la dimensión inconsciente de esta posición. Freud le dice sin embargo el interés que
tuvo al contribuir con en ese desorden, a saber el beneficio que ella saca: recupera al hombre de la Señora K.,
que tiene una cierta función en su fantasma.
Para el hombre a las ratas, exactamente no tengo los pasajes a los cuales Lacan hace alusión 19. Lacan
hace valer que Freud le señaló al paciente que había en la realidad, una interdicción; qué su odio para con el
padre encuentra su motivo en una interdicción que interesa a su vida libidinal. Por otra parte, hace un error
con eso, puesto que es más bien la madre quien estaba en posición de intervención castradora. Lacan da la
razón, a pesar de todo, a Freud de haber introducido de esa manera la cuestión del padre, o la cuestión del
Otro, y la articulación de la cuestión del Otro muerto con un efecto que se había producido, a pesar de todo,
en la realidad. No puedo detallar esta cuestión más...
Tenemos un efecto comparable en el caso del hombre de los sesos frescos de Kris, donde, hay un error
hecho sobre la realidad, el analista también que toma la realidad para medir la errancia del sujeto, considera
que su síntoma de ser un plagiario debe ser rectificado, no por un artificio simbólico, a saber darle el sentido
de su síntoma, sino por una confrontación de esta creencia con la realidad.
No es un ejemplo completamente homogéneo con los dos precedentes; allí, eso a lo que se apunta, es
más bien una confusión por el psicoanalista de dos registros: aquel de lo imaginario y de lo simbólico. Cuando
ustedes interpretan el síntoma en nombre de la realidad
« Usted cree ser un plagiario, es por esto que usted tiene el sentimiento que usted roba », ustedes
interpretan en nombre de la realidad diciendo « Pero no, fui a verificar a la biblioteca, usted no robó ideas,
esas ideas son precisamente suyas, pero usted cree que estas ideas no son las suyas, porque usted se defiende
contra un deseo inconsciente de robar». Hay una correlación entre la historia del paciente, particularmente la
historia de su padre, que no tenía muchas ideas, atropellado por el abuelo, y el sujeto mismo.
Lacan, al contrario, valoriza la significación de la inhibición intelectual, la significación de este síntoma
que no es en absoluto del orden de la creencia, sino del orden del goce. En la anorexia mental, la anorexia en
cuanto a lo mental, el sujeto tiene por posición subjetiva: « No hay sino las ideas de los otros que valgan. Las
ideas de los otros son las mejores a comer. » La cuestión se plantea en relación a una carencia simbólica, más
exactamente una supresión simbólica, dice Lacan, 20 de una primitiva pulsión oral.
Es por otra parte, otra manera de hacer volver lo oral de Bouvet, o la relación de objeto en la cuestión.
Aquí, la oralidad está directamente indexada al saber, a las ideas. Por qué las ideas se ofrecen a un
canibalismo, más bien que una cierta relación simbólica al alimento no operó en el caso del paciente. Por
consiguiente, la cuestión se plantea relaciones, no de la pulsión con la defensa, sino relaciones entre el goce y
el saber en aquel caso. No resumamos demasiado...
El ACTING OUT
Lo que Lacan quiere decir, es que un error de interpretación se paga con un acting out, el sujeto,
insatisfecho de esta explicación, insiste y va a mostrarle al analista que las ideas de otros, él las valora y va a
coquetearle a los sesos frescos saliendo del consultorio de su analista. Todo el mundo conoce este ejemplo.
En la época, ha sido traducido ‐ como « Cuando un analista interpreta en nombre de la realidad, en
lugar de interpretar simbólicamente, es sancionado por un acting out» No pienso que absolutamente se
pueda mantener hoy esta interpretación un poco dogmática, que es tranquilizadora, por otra parte, porque se
podría decir que si el psicoanalista lacaniano sabe operar con lo simbólico, no habría más acting out. Es falso.
El analizante pasa su tiempo haciendo acting outs, y no podemos siempre imputarlo a un error de
interpretación del analista. Pero en aquella época, Lacan tomaba a propósito este ejemplo para mostrar que
las interpretaciones del tipo madurez, buena distancia, distancia de la realidad, etc. tenían efectos de retorno
sobre el psicoanalista mismo...
CONCLUSION
Habría querido concluir sobre el psicoanalista, cuestionado, sobre un término de los años 50‐60:
abyección 21. J‐A. Miller subrayó todos los casos del término abyección, término muy empleado en la época
por Lacan. Lo que es particularmente abyecto, es el psicoanalista que toma la posición de objeto en el
fantasma. Aquí, la vía incluso por la que el procede, lo traiciona cuando debe, por esta vía, introducirse en el
fantasma, y ofrecerse en hostia imaginaria.
Primero, es Bouvet a quien se refieren ya que él piensa que en la transferencia, el analista está en el
lugar del objeto del fantasma, y debería ser el soporte de las relaciones libidinales, felación, etc. Todo esto
está muy presente en el texto de La dirección de la cura y Lacan declara su desprecio para esta práctica.
Lo que decía, es que, desde luego, esta crítica se esclarece por la relación dual. Sin embargo, Lacan
cambió sobre este punto, ya que no se puede pretender hoy en día, que haya una distinción parecida que hay
que hacer entre el fantasma y el analista semblante del objeto a. Hay un montaje que hay que hacer entre la
travesía del fantasma y el psicoanalista semblante de objeto. Por otra parte, las fórmulas del Discurso del
Analista en 1968, a y luego S, utilizan matemas comunes para el lugar del analista, y para el fantasma. Es en el
registro del fantasma, que la cuestión puede ser planteada. El paso se esclarece muy bien cuando se tiene en
mente que, cuando Lacan habla de hostia imaginaria, se trata allí una vez más del objeto parcial, objeto oral,
el psicoanalista siendo confundido con este objeto engullido...
Notes
1
E. Roudinesco, La bataille de cent ans, Histoire de la psychanalyse en France, Seuil.
2
J. Lacan, Le Séminaire, Livre 1, (1953) Les Écrits techniques de Freud, Seuil.
3
J. Lacan, Le Séminaire, Livre II, (1954) Le Moi dans la théorie de Freud et dans la technique de la psychanalyse, Seuil.
4
J. Lacan, Le Séminaire, Livre IV, (1956) La relation d'objet, Seuil.
5
S. Freud, « Analyse d'une phobie chez un petit garçon de cinq ans », Cinq psychanalyses, P.U.F.
6
J. Lacan, « La direction de la cure et les principes de son pouvoir », Écrits, Seuil p. 587
7
J. Lacan, op cit. p. 586
8
idem p. 639
9
idem p. 589
'° idem p. 591
11
idem p. 631
12
J. Lacan, Le Séminaire Livre VIII,(1960) Le Transfert, Seuil, p. 249 et sq.
13
Écrits, page 591
14
S.Freud,« Remarque sur un cas de névrose obsessionnelle », Cinq psychanalyses, P.U.F.
15
idem p. 598
16
S. Freud, « Fragment d'une analyse d'hystérie », Cinq psychanalyses, P.U.F.
17
J. Lacan, « Intervention sur le transfert», Écrits, Seuil.
18
J. Lacan, Écrits p. 598, cf. E. Kris, « Psychologie du Moi et interprétation », Ornicar ? n° 46
19
J. Lacan, Écrits p. 644
20
J. Lacan, op cit. p. 398
21
idem p. 639
TRADUCCION: RICARDO ROJAS