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EL SUJETO

GENNY ALEJANDRA RODRÍGUEZ VELÁSQUEZ


CC. 43’991.667

TEORÍA PSICOANALÍTICA: POSTFREUDIANOS II

LUIS FERNANDO PALACIO.

24 DE SEPTIEMBRE

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANAS
DEPARTAMENTO DE PSICOLOGÍA
MEDELLÍN
2007
EL SUJETO

“…el significante representa


al sujeto para otro significante”

J. Lacan, Seminario 12.

El psicoanálisis, a diferencia de la psicología, no habla de un individuo, sino de


un sujeto. La dificultad se encuentra pues, en saber de qué sujeto se trata. ¿El
sujeto cartesiano? ¿El hegeliano? ¿El de la lingüística? Así, esta será una
indagación acerca del sujeto a partir de las consideraciones de diferentes
pensadores hasta llegar a establecer de qué sujeto es que se habla en
psicoanálisis.

Descartes marca un hito en la historia de la filosofía de la ciencia. Su


pensamiento supone tal revolución científica puesto que da paso a una nueva
forma de conocimiento: ya no se trata de una cuestión de fe (como había sido
hasta entonces) se trata de la indagación mediante la razón, mediante el
pensamiento. Así, nos vemos frente a una lógica analítica que pretende llegar a
los elementos más simples y evidentes.

Pero, ¿cómo llega Descartes al cogito ergo sum? Propone pues, en primera
instancia, lo que se conoce como duda metódica y así, afirma, “pero deseando
yo en esta ocasión ocuparme de indagar tan sólo la verdad, pensé que debía
rechazar como absolutamente falso todo aquello en que pudiera imaginar la
menor duda, con el fin de ver si después [...] no quedaría en mí algo
enteramente indudable”1 Así, luego de deshacerse de todo cuanto había
considerado como verdadero hasta aquel momento se propone “empezar de

1
Descartes. Discurso del método. P. 61.
nuevo, desde los fundamentos, si quería establecer algo firme y constante en
las ciencias”2.

Así, llega a la conclusión de que si piensa, existe afirmando “pero advertí luego
que, queriendo yo pensar, de esa suerte, que todo es falso, era necesario que
yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa; y observando que esta verdad: «yo
pienso, luego soy» [...] era tan firme y segura que [...] juzgué que podía
recibirla, sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que andaba
buscando.3”

Así pues, con su “pienso, luego existo”, vemos como Descartes hace coincidir
al sujeto con su reflexión, con su pensamiento. Se trata pues, de un sujeto de
la razón y, de esta manera, lo hace coincidir con la conciencia. Así, en sus
meditaciones afirma “De suerte que, habiéndolo pensado bien y habiendo
examinado cuidadosamente todo, hay que concluir por último y tener por
constante que la proposición siguiente: «yo soy, yo existo», es necesariamente
verdadera, mientras la estoy pronunciando o concibiendo en mi espíritu.”4

El cogito cartesiano da comienzo a una metafísica subjetivista que toma como


objeto el ser del pensamiento, el sujeto de la ciencia. Hablamos, pues, de un
sujeto cognoscente, un sujeto al que la razón le permite aprehender la realidad
y así dar cuenta, no sólo de ella, sino también de su mundo interno. Así, vemos
como para Descartes, la conciencia va a ser el rasgo distintivo de los
fenómenos mentales y como esta idea no encontrará un contrincante fuerte
sino hasta la llegada del psicoanálisis freudiano.

El psicoanálisis se da a conocer formalmente con la publicación de, La


interpretación de los sueños (1900). Ya en esta obra, Freud criticaba las
teorizaciones sobre la conciencia y postulaba su nuevo objeto de estudio:
“Frente a la aseveración de que «la conciencia es el carácter infaltable de lo

2
Descartes. Meditaciones metafísicas. P. 125.
3
Descartes. Discurso del método. P. 68
4
Descartes. Meditaciones metafísicas. P. 134
psíquico», el médico no puede replicar de otro modo que encogiéndose de
hombros […] Es que basta una sola observación inteligente de la vida anímica
de un neurótico, un único análisis de sueños, para imponerle la inconmovible
convicción de que los procesos de pensamiento más complejos y correctos […]
pueden ocurrir sin excitar la conciencia de la persona. […]Lo inconciente es lo
psíquico verdaderamente real, nos es tan desconocido en su naturaleza interna
como lo real del mundo exterior, y nos es dado por los datos de la conciencia
de manera tan incompleta como lo es el mundo exterior por las indicaciones de
nuestros órganos sensoriales.“5 Vemos pues, como Freud trastoca
radicalmente la idea cartesiana acerca de la conciencia como rasgo distintivo
de lo psíquico.

Si bien la cuestión del sujeto es central en el psicoanálisis, Freud no habla, ni


se ocupa, explícitamente del sujeto del inconciente (como si lo hará Lacan.) No
obstante, éste se deja entrever a lo largo de su obra. El síntoma, el sueño y los
actos fallidos, todos ellos como producciones del inconsciente, dan cuenta de
un “otro” que se esconde detrás de ese yo que se cree autónomo.

El sujeto freudiano no es el yo unitario y que hace síntesis de los


postfreudianos. Al contrario, es lugar de ruptura, de escisión. Ya en sus Tres
ensayos (1905) Freud nos habla de un sujeto de constitución pulsional. Un
sujeto que se las tiene que arreglar con las exigencias de la sexualidad (de la
pulsión) y los límites que el yo intenta establecer, pero que siempre fracasa y
produce síntomas. Vemos pues, como ese yo, que se supone autónomo, no
puede tratar la pulsión, sino únicamente a través de la defensa.

En La escisión del yo en el proceso defensivo (1940) Freud sostiene que hay


un desgarramiento del yo, resultado de la manera en que el sujeto se las
arregla para responder exigencias de la pulsión y el veto de la realidad objetiva.
“Responde […] con dos reacciones contrapuestas, ambas válidas y eficaces.
Por un lado, rechaza la realidad objetiva con ayuda de ciertos mecanismos, y
5
Freud, S. La interpretación de los sueños. P. 382-383
no se deja prohibir nada; por el otro, […] reconoce el peligro de la realidad
objetiva, asume la angustia ante él como un síntoma de padecer y luego busca
defenderse de él […] la pulsión tiene permitido retener la satisfacción, a la
realidad objetiva se le ha tributado el debido respeto. Pero, como se sabe, sólo
la muerte es gratis. El resultado se alcanzó a expensas de una desgarradura
en el yo que nunca se reparará, sino que se hará más grande con el tiempo.”

Así, en Más allá del principio de placer (1920) vemos que si el yo está dividido
y esto no puede ser explicado a través de la lógica placer-displacer, entonces
hay algo que está más allá del yo y de la conciencia y que hace que el sujeto
repita eso que le resulta displacentero. El yo, es un espejismo, no viene a ser
más que la manera en que el sujeto evita su encuentro con lo reprimido, su
manera de ocultarlo. Así, puesto que la división del yo resulta insoportable,
vivimos bajo la ilusión de que es una unidad.

¿Cuál es pues el sujeto freudiano? Es aquel que yerra, que tiene lapsus,
sueños, olvidos; aquel para el cual el síntoma es sufrimiento, pero también lo
más preciado. Un sujeto subordinado a los avatares a los que el inconciente lo
somete, un sujeto que se desconoce a sí mismo, pero que, a la vez, no quiere
saber de sí.

Los postfreudianos se orientan hacia una psicología del yo, desconociendo así
la pulsión. Según partidarios de esta corriente, “el yo se autonomiza […] al
controlar las pulsiones primitivas, lo que le permite adquirir independencia
frente a la realidad externa.”6 Si bien el énfasis recae sobre el yo, se tienen en
la periferia conceptos como adaptación, maduración, organizadores de la
psique y simbiosis. De esta manera, no hay tal sujeto del inconciente (como
para Lacan), sino que hay un yo que está a cargo del control del aparato
psíquico.

6
Laplanche, J. Diccionario de psicoanálisis.
En la concepción de Hartmann de la función del yo, este aparece como un
órgano de adaptación a la realidad, que se estructura gracias al conflicto
intrapsíquico y a la realidad mediada por la madre y que es recibida a través
del área libre de conflicto. El yo vendría a ser aquel que tiene que negociar con
la realidad, sorteando el conflicto entre diferentes instancias.

La instancia yoica necesita realizar un trabajo permanente para mantener el


control sobre el conjunto del aparato psíquico y su capacidad de acción. Así,
despliega una serie de mecanismos (de defensa) para evitar que su
organización total pueda ser destruida. En El yo y los mecanismos de defensa,
Anna Freud afirma “de no mediar la intervención del yo o de las fuerzas del
mundo externo que el yo representa, cada instinto no conocería más que un
solo destino: el de la satisfacción.” Así, las defensas actuarían sobre los
impulsos instintivos de naturaleza inconsciente procedentes del ello,
modificándolos, así como sobre los afectos displacenteros resultantes del
contacto con el mundo exterior. Anna Freud retoma, pues, la noción de defensa
para convertirla en el pivote de una concepción del psicoanálisis ya no centrada
en el ello, sino en la adaptación posible del yo a la realidad.

Afirma, además, “los peligros contra los cuales se defiende el yo son siempre
los mismos, aunque los motivos por los que se percibe una determinada
irrupción como riesgosa, son referibles a diferentes causas”7. Así, las defensas
responderían, básicamente, a tres motivos: la angustia al superyo, la angustia
real u objetiva y la angustia frente a la fuerza del instinto. El yo estaría,
entonces, en una lucha constante contra la invasión del ello. ¿Qué haría
entonces el análisis? Según A. Freud, el análisis iría orientado a un
reforzamiento del yo, haciendo concientes los contenidos inconcientes del ello.
Mas, se debe cuidar de sacar de actividad los procesos defensivos, puesto que
esto provocaría “un debilitamiento del yo y un avance del proceso patológico”.8

7
Freud, A. El yo y los mecanismos de defensa. P. 64
8
Ibíd. P. 75.
Por su parte, la teoría estructural de Melanie Klein desemboca en el concepto
de un mundo psíquico interno de las relaciones objetales del yo. Para Klein en
el infante se libra una lucha interna entre los instintos de vida y de muerte. El
mundo exterior no cumple un papel tan importante, “es apenas algo más que
un espejo que refleja para el bebé sus conflictos internos ya existentes. 9” Klein
habla de una tendencia inicial a “no ser” y así para que el psiquismo se
desarrolle el niño debe proyectarla hacia al exterior, porque dejarla adentro
significaría la autodestrucción. El infante expulsa ese objeto malo, para así
encontrar cierto equilibrio. No obstante, esa fuerza destructiva sería luego
introyectada, y el instinto de muerte reaparecería internamente, mas ya no
como instinto, sino como objeto, percibido y fantaseado como tal. El objeto
bueno se construiría mediante la regulación que iría proporcionando la
satisfacción de necesidades por parte de los cuidadores.

La obra de Melanie Klein es un estudio del yo-persona en sus relaciones


objetales. Así, aparece también una concepción de estadios del desarrollo
psíquico, a las que llama posiciones, y que dan cuenta de las dificultades con
las que tropieza el niño cuando intenta relacionarse con el mundo de los
objetos y con la madre. “En la posición esquizoide el niño se encuentra asilado
de toda relación objetal. En la paranoide tiene relación con los objetos, pero se
siente perseguido por ellos. […] Final10mente, en la posición depresiva, el niño
ha superado esas dificultades y se encuentra en condiciones de mantener
relaciones objetales más completas.” Vemos pues, como Klein fundamenta su
teoría de las relaciones objetales del yo sobre la base del análisis de la vida
fantaseada del mundo interno de sus pacientes.

Para hablar del sujeto del inconciente propiamente dicho, tenemos, pues que
remitirnos a la obra de Jacques Lacan. Si para los representantes de la
psicología del yo el énfasis está en un yo autónomo, que controla el aparato
psíquico, que íntegra y hace síntesis, para Lacan el yo no es más que una

9
Guntrip. P. 62
10
Ibíd. P. 68
ficción. Una Gestalt engañosa, que nos permite percibirnos como una totalidad,
como “sin falta”, pero que lo único que hace es esconder el agujero dejado por
el lenguaje. Así, afirma “[…] nuestro "estadio del espejo", punto estratégico
primero alzado por nosotros como objeción al favor concedido en la teoría al
pretendido yo autónomo, cuya restauración académica justificaba el
contrasentido propuesto de su reforzamiento en una cura desviada ya hacia un
éxito adaptativo: fenómeno de abdicación mental, conectado con el
envejecimiento del grupo en la diáspora de la guerra, y reducción de una
practica eminente a una etiqueta adecuada para la explotación del American
way of life.”11

En El estadio del espejo como formador de la función del yo (..) Lacan afirma
que originariamente lo que hay es un organismo fragmentado, dislocado, que
encuentra referencia en la imago. El yo viene a constituirse a partir de la
identificación a una imagen que es dada como Gestalt, como totalidad. Así, esa
primera identificación de la que habla Lacan, es literalmente originaria y
fundadora, no sólo de la instancia yoica, sino de ulteriores identificaciones. Esa
primera identificación, no obstante, es en sí misma profundamente alienante,
en tanto que el infans (como lo llama Lacan) se reconoce en lo que no es él,
sino otro.

Pero Lacan no se queda sólo en el plano de lo imaginario, lo simbólico viene a


ser fundamental. Así, plantea que el sujeto que concierne al psicoanálisis es
aquel sujeto afectado por una falta fundamental, falta que no es más que
resultado de que seamos seres hablantes. Como bien sabemos el lenguaje es
insuficiente, precario en su tarea de abarcar lo real. No lo hace sino
parcialmente. De esta manera, el sujeto viene a inscribirse en el lenguaje, no
de manera gratuita, pues este siempre implicará una pérdida. En efecto, al
hablar perdemos el objeto: las palabras no son las cosas, ni las cosas las
palabras. “La palabra mata la cosa” nos dice Lacan. De igual manera, esta

11
Lacan, Jacques. La subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconciente freudiano.
(Versión digital)
pérdida es causa del deseo que permanecerá como estructuralmente
insatisfecho. Deseo que el sujeto buscará colmar en una búsqueda constante,
en una repetición incesante.

El inconsciente está estructurado como un lenguaje, funciona bajo la lógica de


la metáfora y la metonimia o de la condensación y el desplazamiento, como
diría Freud. El sujeto está dividido, escindido entre las palabras, entre los
significantes, movido por un deseo que no puede nombrar y mucho menos
satisfacer. “El inconsciente, a partir de Freud, es una cadena de significantes
que en algún sitio (en otro escenario escribe él) se repite e insiste para interferir
en los cortes que le ofrece el discurso efectivo y la cogitación que él informa.
[…]Una vez reconocida en el inconsciente la estructura del lenguaje, ¿qué
clase de sujeto podemos concebirle?” 12

El sujeto del psicoanálisis es, en última instancia, el sujeto del deseo


inconsciente. Es un sujeto efecto del lenguaje, resultado de la castración que
viene a rescatar al yo de la captura especular. “El sujeto del inconsciente es un
sujeto tachado, escindido y alienado, atravesado por los registros imaginario,
simbólico y real, marcado por el surgimiento abrupto de los significantes
extraviados y por un deseo inextinguible, por un objeto para siempre perdido,
colmador imaginario de una falta constitutiva.”13

Lacan es el que teoriza sobre ese sujeto deseante, el que lo dilucida en su


obra, mas es el discurso capitalista el que se aprovecha de esa falta en ser, de
ese deseo que siempre se moviliza y que no halla objeto que lo colme. Nos
ofrece satisfacción y felicidad en la forma de un objeto que nunca es. El
discurso científico, por su parte, también tiene un efecto sobre el sujeto y es su
acallamiento, su anulación. Por una parte, en pro de la objetividad, borra al
sujeto cognoscente, hace de cuenta que no está ahí, que la subjetividad de
ninguna manera interviene en la manera de aprehender la realidad. Por otra,
12
Ibíd.
13
Kolteniuk, Miguel. Las encrucijadas del sujeto. En: Revista Carta psicoanalítica. Nª 4. Feb.
2004.
generaliza, elimina las subjetividades, las particularidades que nos hacen
quienes somos y se centra en lo que nos hace iguales. Finalmente, nos supone
sujetos de la razón, de la conciencia, completos y racionales. Por eso, Lacan
afirma “Lo que hay que decir es: no soy allí donde soy juguete de mi
pensamiento; pienso en lo que soy, allí donde no pienso pensar.”14

BIBLIOGRAFÍA

DESCARTES, René. Discurso del método - Meditaciones metafísicas.


Barcelona: Ed. Espasa Calpe, 1993.

14
Lacan, Jacques. La instancia de la letra y la razón desde Freud. P. 19.
FREUD, Anna. El yo y los mecanismos de defensa. Buenos Aires: Ed.
Paidós,1995.

FREUD, Sigmund. La interpretación de los sueños. En: Obras completas.


Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1976. v. 5, p. 382-383.

____________. Más allá del principio de placer. En: Obras completas. Buenos
Aires: Amorrortu Editores, 1976. v.18.

____________. Tres ensayos para una teoría sexual. En: Obras completas.
Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1976. v. 7.

_____________. La escisión del yo en el proceso defensivo. En: Obras


completas. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1976. v. 23

GUNTRIP, Harry. Teoría psicoanalítica, terapia y el self: Una guía básica a la


personalidad humana en Freud, Erikson, Klein, Sullivan, Fairbairn, Hartmann,
Jacobson y Winnicott. Karnac Books, 1985.

KLEIN, Melanie. Sobre el desarrollo del funcionamiento mental. En: Obras


Completas. Buenos Aires: Editorial Paidós, 1987.

LACAN, Jacques. Lacan, J. Escritos. México: Ed. Siglo XXI, 1989.

LAPLANCHE, J., y PONTALIS, J.B. Diccionario de psicoanálisis. Buenos Aires:


Ed. Paidós, 1996.

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