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24 DE SEPTIEMBRE
UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANAS
DEPARTAMENTO DE PSICOLOGÍA
MEDELLÍN
2007
EL SUJETO
Pero, ¿cómo llega Descartes al cogito ergo sum? Propone pues, en primera
instancia, lo que se conoce como duda metódica y así, afirma, “pero deseando
yo en esta ocasión ocuparme de indagar tan sólo la verdad, pensé que debía
rechazar como absolutamente falso todo aquello en que pudiera imaginar la
menor duda, con el fin de ver si después [...] no quedaría en mí algo
enteramente indudable”1 Así, luego de deshacerse de todo cuanto había
considerado como verdadero hasta aquel momento se propone “empezar de
1
Descartes. Discurso del método. P. 61.
nuevo, desde los fundamentos, si quería establecer algo firme y constante en
las ciencias”2.
Así, llega a la conclusión de que si piensa, existe afirmando “pero advertí luego
que, queriendo yo pensar, de esa suerte, que todo es falso, era necesario que
yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa; y observando que esta verdad: «yo
pienso, luego soy» [...] era tan firme y segura que [...] juzgué que podía
recibirla, sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que andaba
buscando.3”
Así pues, con su “pienso, luego existo”, vemos como Descartes hace coincidir
al sujeto con su reflexión, con su pensamiento. Se trata pues, de un sujeto de
la razón y, de esta manera, lo hace coincidir con la conciencia. Así, en sus
meditaciones afirma “De suerte que, habiéndolo pensado bien y habiendo
examinado cuidadosamente todo, hay que concluir por último y tener por
constante que la proposición siguiente: «yo soy, yo existo», es necesariamente
verdadera, mientras la estoy pronunciando o concibiendo en mi espíritu.”4
2
Descartes. Meditaciones metafísicas. P. 125.
3
Descartes. Discurso del método. P. 68
4
Descartes. Meditaciones metafísicas. P. 134
psíquico», el médico no puede replicar de otro modo que encogiéndose de
hombros […] Es que basta una sola observación inteligente de la vida anímica
de un neurótico, un único análisis de sueños, para imponerle la inconmovible
convicción de que los procesos de pensamiento más complejos y correctos […]
pueden ocurrir sin excitar la conciencia de la persona. […]Lo inconciente es lo
psíquico verdaderamente real, nos es tan desconocido en su naturaleza interna
como lo real del mundo exterior, y nos es dado por los datos de la conciencia
de manera tan incompleta como lo es el mundo exterior por las indicaciones de
nuestros órganos sensoriales.“5 Vemos pues, como Freud trastoca
radicalmente la idea cartesiana acerca de la conciencia como rasgo distintivo
de lo psíquico.
Así, en Más allá del principio de placer (1920) vemos que si el yo está dividido
y esto no puede ser explicado a través de la lógica placer-displacer, entonces
hay algo que está más allá del yo y de la conciencia y que hace que el sujeto
repita eso que le resulta displacentero. El yo, es un espejismo, no viene a ser
más que la manera en que el sujeto evita su encuentro con lo reprimido, su
manera de ocultarlo. Así, puesto que la división del yo resulta insoportable,
vivimos bajo la ilusión de que es una unidad.
¿Cuál es pues el sujeto freudiano? Es aquel que yerra, que tiene lapsus,
sueños, olvidos; aquel para el cual el síntoma es sufrimiento, pero también lo
más preciado. Un sujeto subordinado a los avatares a los que el inconciente lo
somete, un sujeto que se desconoce a sí mismo, pero que, a la vez, no quiere
saber de sí.
Los postfreudianos se orientan hacia una psicología del yo, desconociendo así
la pulsión. Según partidarios de esta corriente, “el yo se autonomiza […] al
controlar las pulsiones primitivas, lo que le permite adquirir independencia
frente a la realidad externa.”6 Si bien el énfasis recae sobre el yo, se tienen en
la periferia conceptos como adaptación, maduración, organizadores de la
psique y simbiosis. De esta manera, no hay tal sujeto del inconciente (como
para Lacan), sino que hay un yo que está a cargo del control del aparato
psíquico.
6
Laplanche, J. Diccionario de psicoanálisis.
En la concepción de Hartmann de la función del yo, este aparece como un
órgano de adaptación a la realidad, que se estructura gracias al conflicto
intrapsíquico y a la realidad mediada por la madre y que es recibida a través
del área libre de conflicto. El yo vendría a ser aquel que tiene que negociar con
la realidad, sorteando el conflicto entre diferentes instancias.
Afirma, además, “los peligros contra los cuales se defiende el yo son siempre
los mismos, aunque los motivos por los que se percibe una determinada
irrupción como riesgosa, son referibles a diferentes causas”7. Así, las defensas
responderían, básicamente, a tres motivos: la angustia al superyo, la angustia
real u objetiva y la angustia frente a la fuerza del instinto. El yo estaría,
entonces, en una lucha constante contra la invasión del ello. ¿Qué haría
entonces el análisis? Según A. Freud, el análisis iría orientado a un
reforzamiento del yo, haciendo concientes los contenidos inconcientes del ello.
Mas, se debe cuidar de sacar de actividad los procesos defensivos, puesto que
esto provocaría “un debilitamiento del yo y un avance del proceso patológico”.8
7
Freud, A. El yo y los mecanismos de defensa. P. 64
8
Ibíd. P. 75.
Por su parte, la teoría estructural de Melanie Klein desemboca en el concepto
de un mundo psíquico interno de las relaciones objetales del yo. Para Klein en
el infante se libra una lucha interna entre los instintos de vida y de muerte. El
mundo exterior no cumple un papel tan importante, “es apenas algo más que
un espejo que refleja para el bebé sus conflictos internos ya existentes. 9” Klein
habla de una tendencia inicial a “no ser” y así para que el psiquismo se
desarrolle el niño debe proyectarla hacia al exterior, porque dejarla adentro
significaría la autodestrucción. El infante expulsa ese objeto malo, para así
encontrar cierto equilibrio. No obstante, esa fuerza destructiva sería luego
introyectada, y el instinto de muerte reaparecería internamente, mas ya no
como instinto, sino como objeto, percibido y fantaseado como tal. El objeto
bueno se construiría mediante la regulación que iría proporcionando la
satisfacción de necesidades por parte de los cuidadores.
Para hablar del sujeto del inconciente propiamente dicho, tenemos, pues que
remitirnos a la obra de Jacques Lacan. Si para los representantes de la
psicología del yo el énfasis está en un yo autónomo, que controla el aparato
psíquico, que íntegra y hace síntesis, para Lacan el yo no es más que una
9
Guntrip. P. 62
10
Ibíd. P. 68
ficción. Una Gestalt engañosa, que nos permite percibirnos como una totalidad,
como “sin falta”, pero que lo único que hace es esconder el agujero dejado por
el lenguaje. Así, afirma “[…] nuestro "estadio del espejo", punto estratégico
primero alzado por nosotros como objeción al favor concedido en la teoría al
pretendido yo autónomo, cuya restauración académica justificaba el
contrasentido propuesto de su reforzamiento en una cura desviada ya hacia un
éxito adaptativo: fenómeno de abdicación mental, conectado con el
envejecimiento del grupo en la diáspora de la guerra, y reducción de una
practica eminente a una etiqueta adecuada para la explotación del American
way of life.”11
En El estadio del espejo como formador de la función del yo (..) Lacan afirma
que originariamente lo que hay es un organismo fragmentado, dislocado, que
encuentra referencia en la imago. El yo viene a constituirse a partir de la
identificación a una imagen que es dada como Gestalt, como totalidad. Así, esa
primera identificación de la que habla Lacan, es literalmente originaria y
fundadora, no sólo de la instancia yoica, sino de ulteriores identificaciones. Esa
primera identificación, no obstante, es en sí misma profundamente alienante,
en tanto que el infans (como lo llama Lacan) se reconoce en lo que no es él,
sino otro.
11
Lacan, Jacques. La subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconciente freudiano.
(Versión digital)
pérdida es causa del deseo que permanecerá como estructuralmente
insatisfecho. Deseo que el sujeto buscará colmar en una búsqueda constante,
en una repetición incesante.
BIBLIOGRAFÍA
14
Lacan, Jacques. La instancia de la letra y la razón desde Freud. P. 19.
FREUD, Anna. El yo y los mecanismos de defensa. Buenos Aires: Ed.
Paidós,1995.
____________. Más allá del principio de placer. En: Obras completas. Buenos
Aires: Amorrortu Editores, 1976. v.18.
____________. Tres ensayos para una teoría sexual. En: Obras completas.
Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1976. v. 7.