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Sensación de inseguridad.

“Toda nuestra justicia es como


un trapo inmundo”
Isaías 64, 5b.

¿Cuántas muertes más debemos soportar para comenzar a cambiar algo? ¿Es que no
existen los derechos humanos para los honestos? ¿Hemos perdido el derecho a sentirnos
seguros? ¿Es que la justicia se ha teñido de algún color ideológico y ha dejado de ser
imparcial? ¿Por qué debemos hacer de nuestros hogares una fortaleza que nos aprisiona
por temor al delito? ¿Algún día terminará esta sensación que ya no podemos soportar?
Mientras desde el gobierno nacional, se sostiene que la inseguridad está bajando y
que es una sensación creada por los medios, la gente percibe algo distinto. Cada día nos
trae sus heridos o su muerte cotidiana. Cientos de madres, esposos, hijos, familiares o
vecinos, van dejando un lugar vacío en sus hogares. Y es que la vida se ha encargado de
hacer real esa sensación desagradable.
Estamos ante una especie de inacción del gobierno, que deja sufrir a sus ciudadanos
sin razón alguna. Con su pasividad y su silencio, dejan las calles en manos de los
delincuentes y encierra en el pavor a quienes buscan algo de paz. Criticando los delitos
de lesa humanidad cometidos por otros gobiernos, olvidan que su administración está a
punto de cometerlos. Pues la definición de un delito de lesa humanidad, indica que se
trata de un ataque sistemático a una población civil. Más allá de las distintas conductas
tipificadas, tales como tortura, desaparición forzada o secuestro, el sujeto activo es el
Estado. El término leso o agravado implica que ofende a la humanidad en su conjunto.
Y es justamente toda la ciudadanía Argentina, la que está siendo masacrada de manera
injusta, ante la pasividad de quienes deberían darle soluciones.
En esta Argentina fragmentada, parecería que hay ciertos grupos sociales que
comienzan a ver sus derechos limitados. Es que tener dinero, pertenecer a una fuerza del
orden, ser agricultor o pensar de otra manera, puede comenzar a ser peligroso. Estamos
viendo con asombro, una especie de eutanasia civil, la lenta desaparición de un pueblo
que se siente desprotegido. En nombre del progresismo y los derechos humanos,
dejamos desaparecer a nuestros hermanos. Cientos de compatriotas mueren por causa de
la violencia, mientras permanecemos paralizados por el miedo. Y es que ya no hay
estamento alguno de la sociedad que se sienta protegido.
Es lamentable, que la única forma de protegerse consista en tener un puesto político.
Pero también es cierto, que nuestros gobernantes saben que son responsables de la
inseguridad por su incapacidad y su extravagante ideología. Mientras liberan a los
delincuentes peligrosos y reincidentes, que vuelven a repetir sus terribles atrocidades,
nosotros nos sentimos desprotegidos. Los cientos de rostros sufrientes que asisten a las
marchas clamando seguridad, han encarnado esta horrible sensación de inseguridad.
Ellos no han sido víctimas de una ilusión o una extraña fantasía. Ellos viven una
realidad que ni en sus peores sueños hubieran imaginado. Ellos saben, que el arrebato
no es el único delito que ha crecido en nuestro país. Mientras la mentira, la soberbia y la
hipocresía de los poderosos, son incapaces de calmar un poco su dolor. Ya no quieren
palabras vacías o estadísticas, sino justicia ante el padre que le han arrebatado, el hijo
que se fue o el familiar que ya nunca volverán a ver. Aunque tal vez, sólo se sientan
satisfechos, cuando llegue el momento de la justicia Divina.
Quizás algún juez, que acostumbra librear delincuentes peligrosos, sea capaz de
explicarles algo, en medio de su dolor. Pero mientras tanto, las víctimas se seguirán
preguntando: ¿Es que nuestros magistrados son insensibles o simplemente son
incapaces? ¿Actuarán por cobardía o por convicción? ¿Les interesará más sus bolsillos
que sus conciencias? ¿Tendrán familia, hijos o seres queridos? ¿Será que estamos
generando una sociedad que camina hacia la locura? ¿Hasta cuando debemos seguir
soportando todo esto? ¿Cuántas muertes más debemos esperar? ¿Será que las cárceles
están atestadas de delincuentes? Y es que en verdad, no hay voluntad política de evitar
esta iniquidad que nos atormenta.
El Estado parece haber desaparecido y nuestra república está en peligro. Hay todo un
grupo de gobernantes que parecen no asumir, que cada muerte es algo que nos afecta a
todos. Pues el dolor del otro, es también mi dolor, es el dolor de toda una comunidad
que está harta de tantas muertes. Quienes deben dar la cara yacen ocultos y los
ciudadanos comenzamos a vivir una insoportable locura, en donde la vida vale poco.
Este es el momento, en que quienes gobierna deben ejercer el poder que el pueblo les ha
dado. Pues si no lo hacen, la disolución, la anomia y la crueldad, pueden terminar
aniquilando el orden democrático.

Horacio Hernández.

http://horaciohernandez.blogspot.com

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