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Lo que ofrece el mundo es apariencia y engao. Nos hace creer que, teniendo dinero, comprando cosas, buscando placer, aislndose o llamando la atencin de los otros, uno ser feliz. Pero de ese modo nos mantiene distrado y no nos deja desarrollar lo ms profundo y valioso de nuestra vida: La avidez del mercado descontrola el deseo de nios, jvenes y adultos. La publicidad conduce ilusoriamente a mundos lejanos y maravillosos, donde todo deseo puede ser satisfecho por los productos que tienen un carcter eficaz, efmero y hasta mesinico. Se legitima que los deseos se vuelvan felicidad. Como slo se necesita lo inmediato, la felicidad se pretende alcanzar con bienestar econmico y satisfaccin hedonista (DA, 50). As nos convertimos en seres deformes, que dedican mucho tiempo a algunas cosas superficiales y poco a las cosas que valen la pena. Es como si furamos cuerpos con un brazo de dos metros y piernas de veinte centmetros. Una parte de nosotros se desarrolla demasiado (la necesidad de tener, de placer o de apariencia) y el resto queda anulado o muy debilitado. Por eso el anuncio del Evangelio es sanador, es liberador, es una bendicin para la gente. Lo que sucede es que si uno se encuentra con el amor de Jess y empieza a vivir el amor fraterno, entonces deja de necesitar tantas cosas para ser feliz y se vuelve libre por dentro. Entonces vale la pena anunciar a los dems el Evangelio, de manera que se les amplen las perspectivas y reconozcan que la vida es mucho ms: El consumismo hedonista e individualista, que propone la vida humana en funcin de un placer inmediato y sin lmites, oscurece el sentido de la vida y la degrada. La vitalidad que Cristo ofrece nos invita a ampliar nuestros horizontes, y a reconocer que, abrazando la cruz cotidiana, entramos en las dimensiones ms profundas de la existencia. El Seor, que nos invita a valorar las cosas y a progresar, tambin nos previene sobre la obsesin por acumular: No amontonen tesoros en esta tierra (Mt 6, 19) De qu le sirve a uno
Jesucristo nos ofrece mucho, incluso mucho ms de lo que esperamos. A la Samaritana le da ms que el agua del pozo, a la multitud hambrienta le ofrece ms que el alivio del hambre (DA, 357).
ganar todo el mundo si pierde su vida? (Mt 16, 26).
No podemos poner como excusa que los dems tienen sus decisiones y que no podemos interferir en sus vidas. Porque muchas veces estn tan esclavizados por las cosas del mundo que ya no son capaces de