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Armageddon

Emilio del Barco


Agüimes
08/02/2007
Hay quien predica el fin del mundo todas las mañanas. Eso les impide ser felices o
hacer feliz a nadie. Solo ven tinieblas y catástrofes en su cerebro. Y las reflejan en su
vida. Alguien así sólo puede protagonizar y producir tragedias. El pensamiento forma
a la persona, somos un producto de nuestro cerebro.
El Budismo de los primeros tiempos tenía una característica fundamental, la sencillez.
Su búsqueda estaba dirigida a lo elemental, a lo no compuesto. En sus orígenes tenía
como base el siguiente tajante principio: Reconoceréis la rectitud de una filosofía, por
su falta de esoterismo y misterio. Mientras más misterios encierre una doctrina, más
lejos de la verdad se hallará.
Este principio, de buscar la sencillez en las teorías, suele ser también válido en ciencia:
al final y en el principio, se halla lo sencillo. Lo complicado es el camino a recorrer, de
uno a otro.
La atracción por lo desconocido, la curiosidad, el querer saber, descubrir misterios, es la
base de todo conocimiento. Pero, se sigue educando a los pueblos en el respeto al
misterio y el cultivo de la ignorancia, presentada, muchas veces, como preservación de
la inocencia. Antes prefieren ignorar, que descubrir lo inesperado. Aquí encontramos la
base del estancamiento espiritual y cognitivo de los pueblos. Los guardianes del dogma
no están interesados en facilitar a sus fieles las llaves que permitan resolver misterios y
disolver teorías, cultivadas a partir de la ignorancia.
Sin investigación infatigable y admisión de lo descubierto, no hay avances posibles. En
ningún ámbito vital. La curiosidad, en algunos libros religiosos, se sigue clasificando
como pecado punible. Mientras, en ciencias, es una virtud básica, que se premia con el
conocimiento. Investigar nos lleva a conseguir una vida mejor, más plena, más humana,
menos plagada de fronteras y prohibiciones. Con las que, algunos, tratan de reservarse
privilegios entre unos cuantos; aquellos que están instalados dentro del misterio. La
libertad para investigar y conocer es la base de una vida mejor, más llena de significado.
Saber, y poder transmitir libremente los propios conocimientos, quita valor al misterio y
lo esotérico. Con ello, todo conocimiento pasa a ser transmisible, proporcionando una
mayor satisfacción vital.
El poder de las creencias tiene su base en la explotación de la ignorancia y el dolor
humano. El poder de los científicos, si pretendiesen tenerlo, podría estar en su amor por
la humanidad y su esfuerzo por privarla de sufrimientos.
Proporcionar conocimientos es elevar el espíritu. Impedir la difusión y fomento de
conocimientos, es hundir a los demás en la ignorancia, para, sin esfuerzo propio, poder
destacar sobre el resto.
Toda la prepotencia de algunas clases, en tiempos que aún perduran, está basada en la
reserva de conocimientos, dentro de la clase privilegiada y la privación del resto. Las
creencias explotan el dolor humano, las ciencias lo alivian. Dudar no es pecado, es la
base de todo conocimiento. Emilio del Barco ,, Gran Canaria ,, DELBARCO@terra.es
+34928780967,, DNI 27968889S

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