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Astronomı́a Argentina
AAABS No 2 (suplemento)
La Plata, 2009
ASOCIACIÓN ARGENTINA DE ASTRONOMÍA
Editado por
Gustavo E. Romero
IAR-CONICET, FCAG-UNLP
Sergio A. Cellone
IALP-CONICET/UNLP, FCAG-UNLP
Sofı́a A. Cora
IALP-CONICET/UNLP, FCAG-UNLP
LA PLATA
Índice
Prefacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . vii
v
vi
Prefacio
vii
viii
Asociación Argentina de Astronomı́a
AAABS, Vol. 2 (suplemento), 2009
Gustavo E. Romero, Sergio A. Cellone, & Sofı́a A. Cora, eds.
2. El astrolabio Danjon
4. El láser satelital
Jorge Bartolucci1
(1) IISUE/UNAM, México
1. Introducción
La persona que hizo posible la creación del Observatorio de San Luis, fue
Lewis Boss, un astrónomo nacido en Providence, Rhode Island (EEUU) en 1846
que se hizo cargo de la dirección del Observatorio de Dudley en 1876, o sea,
20 años después de su fundación. Durante su formación, Boss solamente habı́a
tomado un curso de astronomı́a en el Darmouth College, con el profesor Charles
Young, quien habı́a estado relacionado con el Observatorio de Dudley como parte
interesada. Young era uno de los astrónomos norteamericanos más destacados
de la época, un pionero de la astrofı́sica, cuyos éxitos incluyeron las primeras
fotografı́as de las protuberancias solares y la primera observación detallada del
espectro solar.
Después de graduarse, Boss fue a trabajar para el Gobierno Federal en Wa-
shington D. C., donde conoció algunos astrónomos del U. S. Naval Observatory,
incluyendo a Edward Holden y Asaph Hall, los hombres más prominentes del
Observatorio Nacional. De manera autodidacta aprendió a usar los instrumentos
5
6 J. Bartolucci
inmejorable para calcular los movimientos propios de las estrellas y que a los
astrónomos que junto con él estaban atravesando del siglo XIX al XX, les per-
mitirı́an obtener mejores resultados de los que habı́a obtenido Bradley, a pesar
del menor intervalo de observación.
Hemos de tener en cuenta que en la década de 1870, se estaba llevando a
cabo el mayor esfuerzo realizado a nivel internacional por estudiar el cielo, bajo
el nombre de Germany’s Allgemeine Astronomische Gesellschaft. Este proyecto
astronómico habı́a dividido el cielo en zonas, como si fueran cinturones paralelos
al Ecuador celeste. Quince de los mejores observatorios del mundo se habı́an
comprometido voluntariamente a medir la posición de alrededor de 8000 estre-
llas en una zona particular. Por 1877, el Observatorio de Zurich abandonó su
misión y Boss aprovechó la oportunidad de integrarse al proyecto, ofreciéndole al
presidente de la Comisión, Arthur Auwers, hacerse cargo de esa parte del cielo.
La estrategia de Boss se centró en el Cı́rculo Meridiano Olcott instalado en
el Observatorio de Dudley. Él consideraba que este instrumento era el recurso
técnico más valioso del Observatorio, y rápidamente encontró la oportunidad de
ponerlo a trabajar. Las observaciones con el cı́rculo meridiano se apoyaban en
una idea bastante simple. Habı́a que sentarse y poner su ojo en el telescopio y
esperar a ver que la imagen de una estrella cruzara una lı́nea muy delgada, punto
en el cual se apretaba un botón. Mediante esa operación, una pluma dejaba una
marca que quedaba registrada en una tira de papel añadida al cronógrafo.
Pero esta idea simple debı́a ser ejecutada con una disciplina extrema y
sus resultados, analizados en una forma que sólo las altas matemáticas podı́an
hacer. No obstante la perfecta construcción del telescopio y sus adecuados po-
sicionamiento y orientación, los errores ocurrı́an. De manera que una adecuada
corrección matemática era esencial. Por tres años, de 1879 a 1882, Boss hizo
personalmente cada observación y ejecutó cada pulso del botón que registraba el
tiempo en que una estrella cruzaba la lı́nea que marcaba en meridiano de Albany.
En total efectuó cerca de 20 000 observaciones de un total de 8241 estrellas.
Las reducciones matemáticas de las observaciones empezaron a efectuarse
enseguida. En astronomı́a se llama reducción a los cálculos que deben hacerse
para convertir las coordenadas del observatorio de Dudley en coordenadas celes-
tes, y de las fechas de la observación a una fecha de referencia predeterminada.
En esa época, dichas operaciones tomaban mucho tiempo. Boss reportó en el
Informe Anual de 1883, que de cada hora de observación le llevó al menos 20
horas de trabajo de cómputos especializados, sin contar el tiempo empleado en
la búsqueda, la compilación y la investigación en general. Boss les dedicó los
cinco años siguientes a estos cálculos. El observatorio de Dudley, que habı́a sido
el segundo de los observatorios que se hicieron cargo de una zona, se convirtió
en el primero en tener en sus manos los resultados finales. Ellos fueron entrega-
dos para la publicación en 1888 y publicados en 1890. El esfuerzo de los otros
continuó hasta bien entrado el siglo XX y algunos nunca fueron completados.
En agosto de 1887 Boss viajó a Europa para ponerse al dı́a de los planes
y programas de trabajo de los astrónomos lı́deres en Europa. Pero resultó ser
muy tarde para integrarse al mayor proyecto astronómico emprendido a nivel
internacional a finales de la década; un programa de investigación organizado
en Parı́s para producir el primer mapa fotográfico de la bóveda celeste conocido
como Carta del Cielo. Aún cuando Boss no pudo integrarse al proyecto, la Carta
8 J. Bartolucci
tieron la mayor parte del presupuesto destinado por la Fundación Carnegie para
apoyar los estudios celestes.
En 1903, un Comité Asesor en astronomı́a conformado por George H. Hale,
William Campbell y presidido por Lewis Boos, recomendó el establecimiento de
dos observatorios astronómicos. Uno, en el sur de California, que consistı́a en
una estación de observación para la investigación solar a ser establecida en un
lugar con condiciones atmosféricas excepcionales, y mantenida por un perı́odo
calculado entre siete y doce años. El otro, en el hemisferio sur, para la realización
de trabajos de observación estelar que se estimaba completar en diez o doce años
a partir de la fecha inicial. El propósito de este último era asegurar mediciones
precisas de las posiciones de las estrellas llamadas fijas, que eran visibles desde el
hemisferio sur y usarlas en conexión con las correspondientes medidas registradas
en el hemisferio norte, para producir finalmente un catálogo preciso de todas las
estrellas hasta la 7a magnitud en toda la esfera celeste.
lares estaban casi confinados al cielo del norte. Salvo contadas excepciones, los
recursos humanos, técnicos y económicos requeridos para extender estas investi-
gaciones a los cielos del sur no estaban disponibles. Gran Bretaña era la única con
poder suficiente para sostener una estación de alto rango en el Cabo de Buena
Esperanza, pero con la obligación de hacer en el hemisferio sur lo que Greenwich
hacı́a en el norte. Los demás observatorios ubicados en el hemisferio sur, salvo
uno, estarı́an absorbidos en los siguientes 10 o 15 años en la consecución de la
Carta del Cielo.
Por ejemplo, de los tres observatorios ubicados en Australia, dos estaban
completamente abocados a cuestiones meteorológicas, y el restante habı́a agota-
do todas sus energı́as y recursos en la Carta del Cielo. En Chile, de 1854 a 1862,
habı́a funcionado el Observatorio Nacional bajo la dirección de un astrónomo
alemán. Posteriormente, también se involucraron en el proyecto de Carta del
Cielo, pero su director Loewy, informó de que no se habı́a hecho prácticamente
nada al respecto.
En Córdoba, el Observatorio Nacional Argentino, fundado en 1870 por Do-
mingo F. Sarmiento y dirigido por Benjamin Gould, primer director del Obser-
vatorio de Dudley, fue el único observatorio sureño que terminó exitosamente los
trabajos de la Carta del Cielo. Pero debido a los problemas financieros del paı́s,
en esos momentos no se encontraba en condiciones de tomar nuevas obligaciones
que lo distrajeran de aquel compromiso. El único que quedaba era el observa-
torio de Arequipa, Perú, pero éste se encontraba completamente abocado a los
estudios de fotografı́a y de fotometrı́a estelar similares a los que se hacı́an en el
Observatorio de Harvard. De modo que quedaba fuera de toda posibilidad de
ser considerado en el programa propuesto por la Carnegie.
Al fin de cuentas, el hemisferio sur, que contaba con la décima parte de los
recursos humanos y técnicos disponibles en el norte debı́a ocuparse de estudiar
una cuarta parte del cielo. Pero no sólo eso, además, esos recursos, de por sı́
escasos, estaban ocupados en otros proyectos. En consecuencia, para acortar la
abismal disparidad entre el norte y el sur en materia astronómica no quedaba
otra solución que aumentar la capacidad de observación desde el hemisferio sur.
En vista de estas consideraciones, a mediados de 1903, el Comité Asesor de la
Carnegie creyó que serı́a de gran utilidad contar con el consenso de una opinión
astronómica experimentada con respecto a la urgencia de planear una larga serie
de observaciones en ese hemisferio, las cuales no podrı́an ser provistas por las
instituciones existentes allı́. Dicha consulta llevarı́a también la consigna de saber
si existı́an planes similares por parte de otras instituciones o si hubiera algún
prospecto de ello.
Los encargados de investigar y reportar de la manera más completa posi-
ble lo concerniente a estas proposiciones fueron Campbell, Hale, y Boss, quie-
nes integraron una comisión con ese afán. Los astrónomos consultados fueron:
H. H. Turner, de la Universidad de Oxford, Presidente de la Royal Astrono-
mical Society; Michael Loewy, del Observatorio de Parı́s y Presidente del Con-
greso para la Carta del Cielo; el Director Küstner, del Royal Observatory de
Bonn; H. Seeliger, del Royal Observatory de Munich, Presidente del Astrono-
mische Gesellschaf; Sir David Gill, Astrónomo del Royal Observatory del Cabo
de Buena Esperanza; Dr. M. Nyrén, Pulkova Observatory; O. Backlund, Direc-
tor del Imperial Observatory, Pulkova; E. Becker, Director del Observatorio de
El Observatorio de San Luis 11
Con respecto al lugar donde se iba instalar el observatorio del sur, en prin-
cipio el Comité Asesor en astronomı́a no tenı́a preferencia alguna. Lo único que
se habı́a acordado era que serı́a ubicado al sur de los −30◦ y que lo ideal serı́a
instalarlo en un lugar que tuviera condiciones atmosféricas excepcionales y que
para facilitar el tipo de trabajo a realizar, tuviera un clima saludable. Desde
1902, Boss habı́a comenzado la búsqueda de sitios promisorios debajo del Ecua-
dor y pidió a varios astrónomos que emitieran un dictamen sobre locaciones que
iban desde Nueva Zelandia, Australia, hasta Sudáfrica. El Profesor W. J. Hussey,
director del Observatorio de Ann Harbor, quien habı́a destinado mucho tiempo
en localizar sitios adecuados para la observación astronómica, fue contactado
para solicitarle que buscara un lugar indicado en Australia. Después de algunas
semanas, Hussey reportó que los sitios que habı́a encontrado con buenas condi-
ciones de acceso y de vida no eran favorables para la observación; y viceversa,
aquellos con buenas condiciones de observación resultaban poco favorables desde
el punto de vista de su acceso y condiciones de vida.
Mientras tanto, los contactos hechos por el Comité con otros astrónomos
que habı́an explorado Sudáfrica y Sudamérica, respectivamente, en busca de bue-
nos sitios de observación, inclinaron la balanza a favor de este último. Walter
G. Davis, un norteamericano a cargo del Servicio Meteorológico Argentino, en
Buenos Aires, les informó que en la ciudad de San Luis, Argentina, las condicio-
nes climáticas eran excelentes y que la nubosidad era mı́nima; ambos factores
de capital importancia para llevar a cabo el programa impulsado por Boss. San
Luis tenı́a entonces 10 000 habitantes y estaba ubicada en el trayecto de la carre-
tera transandina, aproximadamente 500 millas al oeste de Buenos Aires y a 800
metros sobre el nivel del mar.
En orden de ganarse el interés del Gobierno Argentino hacia la expedición,
Lewis Boss se puso en contacto con el Jefe del Departamento de Estado nor-
teamericano, Elihu Root, entonces Secretario de Estado de los Estados Unidos.
Elihu Root se mostró sumamente dispuesto a transmitirle al Gobierno Argen-
tino la necesidad de que este proyecto contara con su apoyo. Por intermedio del
representante del Ministerio de Relaciones Exteriores Argentino en Washington,
Epifanio Portela, y contando con el respaldo de Walter Davis y de Leo S. Rowe,
último director general de la Unión Panamericana, Root obtuvo una rápida y
favorable respuesta del Gobierno Argentino. Se les ofrecı́a un lugar ubicado en
los terrenos de la Escuela Regional de San Luis. En este sentido el observato-
rio de Dudley estaba a punto de reeditar en alguna medida la experiencia de
El Observatorio de San Luis 13
7. Conclusiones
sos, estos cubrı́an un número mucho menor de estrellas. Por la otra, los catálogos
más extensos que existı́an eran menos precisos. De modo que el Catálogo Gene-
ral producido en Dudley y San Luis combinaba al mismo tiempo la precisión de
unos y la extensión de otros como ninguno lo habı́a hecho hasta ese momento.
Gracias a ello, el Catálogo preparado bajo la dirección de Lewis y Benjamin
Boss ocupó y mantuvo un lugar prominente durante las décadas siguientes. El
reconocimiento obtenido entre los interesados en estudiar las posiciones y movi-
mientos propios de estrellas es indiscutible, a tal punto que es considerado como
el sistema de referencia más útil disponible hasta la actualidad.
Considerada como hecho histórico, la expedición a San Luis, financiada por
la Carnegie Institution bajo la dirección de Lewis Boss asume un valor especial.
En el marco de las condiciones en las cuales se constituyeron la mayorı́a de los
observatorios astronómicos en América Latina en aquella época, asume particu-
lar importancia el hecho de que su establecimiento y operación haya respondido
a necesidades e intereses genuinamente astronómicos. La relevancia del hecho
surge ante la tendencia que generalmente marcó la fundación de observatorios
latinoamericanos entre mediados del siglo XIX y mediados del siglo XX; casi
todos los demás respondieron a la necesidad de resolver problemas ı́ntimamente
ligados a la formación del Estado Nacional, tales como los geográficos, geodé-
sicos y cartográficos, cuando no al proyecto particular de algún polı́tico de que
la astronomı́a sirviera como sı́mbolo polı́tico de progreso. En este caso, tanto
la idea de la expedición como la elección del sitio, la construcción y operación
del Observatorio respondieron a la solución de problemas astronómicos propia-
mente dichos, en cuya discusión intervinieron las instituciones y astrónomos más
prominentes de la época.
Referencias
Bell, Trudy E. 2005, Heartbreak in San Luis. The nearly forgotten Southern Observing
Station of the Dudley Observatory, Griffith Observatory, vol. 69, No 7.
Boss, B. 1968, History of the Dudley Observatory. 1852-1956, Dudley Observatory, Al-
bany, NY.
Bush, V. 1945, Atlantic Monthly. (http://www.theatlantic.com/doc/194507/bush)
Confidential Statement in relation to matters referred to in accompanying letter, sin
fecha, Dudley Observatory Archives, Schenectady, NY.
Letters Relating to Southern and Solar Observatories, Appendix B to Report of Com-
mittee on Observatories, Carnegie Institution, Washington, June 1903, Dudley
Observatory Archives.
Southern and Solar Observatories, Report of Committee, Published by Carnegie Insti-
tution, Washington USA, December 1903, Dudley Observatory Archives.
The Carnegie Institution of Washington. Scope and Organization, Issued on the Occa-
sion of the Dedication of the Administration Building at Washington, December
13, 1909, Dudley Observatory Archives.
Wise, G. 2000, Civic Astronomy. Albany’s Dudley Observatory, 1852-2002, Kluwe Aca-
demia Publishers, Dordrecht, Holanda.
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Asociación Argentina de Astronomı́a
AAABS, Vol. 2 (suplemento), 2009
Gustavo E. Romero, Sergio A. Cellone, & Sofı́a A. Cora, eds.
Claudia E. Boeris1
(1) Instituto Argentino de Radioastronomı́a
Resumen. La Biblioteca del IAR tiene sus orı́genes casi al mismo tiem-
po que el Instituto, en la década del sesenta. En los últimos cuarenta años
se han producido numerosos cambios, especialmente en el desarrollo de la
tecnologı́a, hecho al que las bibliotecas no han permanecido ajenas.
Se realiza una reseña1 de la evolución de las prácticas bibliotecarias y
de los servicios prestados a los usuarios de las bibliotecas, en relación con
la adopción de las nuevas tecnologı́as de la información y la comunicación
(TICs).
1. Introducción
Una de las listas de libros más antiguas de las que se tiene noticias fue
hallada en una tablilla de arcilla de la civilización sumeria en Nipur, alrededor
del año 2000 A.C. La lista contenı́a sesenta y dos tı́tulos, de los cuales se sabe
que veinticuatro eran trabajos sobre literatura.
No hay evidencia de que esa lista fuera un catálogo, no obstante, a través
de diversas excavaciones arqueológicas, puede verse el interés por registrar libros
históricos, prescripciones médicas, poemas, documentos contables, que pertene-
cerı́an a reyes o sacerdotes.
1
Versión gráfica de este póster: http://www.iar.unlp.edu.ar/biblio/htdocs/ws2008/ws2008.pdf
17
18 C. E. Boeris
Hacia 1500 A.C. los hititas incluı́an en sus tablillas colofones que identifi-
caban el número de tabletas en una serie, sus tı́tulos y en ocasiones el nombre
del escriba.
Las bibliotecas de Pérgamo y Alejandrı́a ya poseı́an sus Pinakes 2 . En esta
última se supone que Calı́maco habı́a desarrollado una bibliografı́a de los clásicos
griegos alojados en la biblioteca.
En las bibliotecas de los monasterios y abadı́as de la Edad Media se copiaban
los manuscritos antiguos y también se confeccionaban listas de tı́tulos cuyas
primeras manifestaciones datan del siglo VIII. Son muy conocidas las referencias
a códices encadenados en estas bibliotecas.
La primera lista que podrı́a considerarse un catálogo data de 1389 y fue
redactada en St. Martin’s Priory, en Dover (Reino Unido). En el siglo XV apa-
recieron las primeras referencias bibliográficas, y la creación de la imprenta de
tipos móviles facilitó la multiplicación de listas dando lugar a la aparición de los
primeros bibliógrafos. Para fines de este siglo Johann Tritheim dió los primeros
pasos en el control bibliográfico confeccionando no sólo listas bibliográficas con
ordenamiento cronológico, sino ı́ndices alfabéticos de autor.
Durante el siglo dieciséis los bibliógrafos continuaron haciendo mejoras.
Konrad Gesner publicó en 1545 una bibliografı́a de autores, y un ı́ndice de ma-
terias en 1548. En 1595 Andrew Maunsell, un vendedor de libros inglés, compiló
Catalog of English Printed Books con un prefacio donde se establecı́an normas
para la redacción de las entradas en el catálogo.
A principios del siglo XVII estos catálogos se irı́an convirtiendo en herra-
mientas de recuperación dejando de ser simples inventarios. En el siglo XVIII ya
podı́an encontrarse catálogos alfabéticos, clasificados, cronológicos y con ı́ndices.
Algunos estaban divididos de acuerdo al tamaño de los libros que registraban.
En 1791, después de la revolución francesa, el nuevo gobierno francés ordenó
catalogar las colecciones de las bibliotecas que habı́an sido confiscadas. Para
esta tarea se debieron confeccionar fichas y se supone que esta es la primera
experiencia de un catálogo en fichas y del primer código de catalogación.
El siglo XIX se caracterizó por la abundancia de discusiones acerca de la
conveniencia de usar catálogos alfabéticos o clasificados, y de la forma en la que
debı́an confeccionarse. Anthony Panizzi, un bibliotecario asistente del British
Museum redactó el primer código de catalogación, que se conoció como The 91
Rules aprobado en 1839 y que marca el comienzo de la catalogación moderna,
dado que muchas de las reglas que allı́ se instauraron son de discusión en la
actualidad.
En 1850 Charles C. Jewett, bibliotecario norteamericano, publicó un código
para la Smithsonian Institution y en 1876, Charles Cutter publicó las Rules for
a Printed Dictionary Catalogue lo cual representó un importante aporte para la
organización de la información contenida en los catálogos.
El siglo XX puede reconocerse como “el siglo de los códigos de cataloga-
ción”. A partir de los trabajos realizados en el siglo anterior la discusión se fue
centrando en cómo se debı́a realizar la descripción bibliográfica para lograr que
los catálogos sirvieran a determinados fines que fueron resumidos en una reu-
nión en Parı́s en 1961, y a los que se conoce como los “Principios de Parı́s”. En
2
http://www.greece.org/Alexandria/Library/library11.htm
La Biblioteca del IAR 19
Los primeros sistemas utilizados por las bibliotecas eran aplicados exclu-
sivamente al préstamo y se basaban en el modelo usado por las aplicaciones
comerciales utilizadas en ese momento. Estos sistemas estaban diseñados para
ser usados por personal especializado, no por el público.
Sus registros eran de longitud fija, lo cual significaba que cada registro
o campo estaba diseñado para albergar una cantidad fija de caracteres. Estos
sistemas no estaban preparados para procesar los datos que se debı́an manipular
en un catálogo. El espacio reservado al tı́tulo eran unos 120 caracteres: si el tı́tulo
20 C. E. Boeris
era más largo, parte de la información se perdı́a, si era más corto el campo se
llenaba con espacios en blanco. Los problemas habituales tenı́an que ver con la
necesidad de abreviar datos o de eliminar elementos como los artı́culos iniciales,
prácticas que dificultaban la recuperación.
Library of Congress of Washington (LC) era la agencia nacional que creaba,
usaba y distribuı́a fichas catalográficas en las bibliotecas de Estados Unidos
desde principios del siglo XX. Los dos objetivos que se proponı́an al comenzar
sus investigaciones eran el desarrollo de un registro legible por computadora y el
uso potencial de los registros bibliográficos en un ambiente automatizado. Para
comenzar con el proyecto se eligieron varias bibliotecas que colaborarı́an con LC
en el desarrollo del MARC Pilot Project. A medida que avanzaba el proyecto se
hacı́an más evidentes los beneficios de cooperar en la producción e intercambio de
registros entre las bibliotecas. Este intercambio ahorraba el trabajo de retipear
los registros distribuidos por LC en cinta magnética. El formato desarrollado
en 1966 por el MARC Pilot Project fue diseñado para cubrir los requerimientos
de los registros que describieran libros impresos. En los siguientes años LC fue
desarrollando diferentes versiones para otros tipos de materiales como mapas,
revistas, música, pelı́culas, manuscritos y registros sonoros.
Casi al mismo tiempo en que se desarrollaba el proyecto en los Estados
Unidos, la British Library comenzó a trabajar en la producción de su bibliografı́a
nacional por medios automáticos, de modo que ambas instituciones estuvieron
de acuerdo en considerar el intercambio de registros. El formato británico fue
conocido como UKMARC. Luego se fueron sumando otros paı́ses como Francia,
Alemania, Italia, Canadá y Australia, donde se desarrollaron formatos nacionales
compatibles con MARC, para más tarde sumarse paı́ses de Asia.
Entre las tareas que hubo que desarrollar para lograr el intercambio de re-
gistros redactados en alfabetos diferentes, fue el establecimiento de un conjunto
de caracteres. La estructura de los registros USMARC (ası́ se conoció al forma-
to desarrollado por LC) es el resultado de la implementación de la American
National Standard for Information Interchange on Magnetic Tape (ANSI Z39.2-
1979) y delDocumentation-Format for Bibliographic Information Interchange on
Magnetic Tape (ISO 2709-1981). En 1999 las agencias bibliográficas de Estados
Unidos y Canadá integraron sus formatos conocidos como CANMARC y US-
MARC para formar MARC21, el formato de intercambio de registros del siglo
XXI.
5. La experiencia en el IAR
3
http://www.sisbi.uba.ar/
4
On Line Public Access Catalog
22 C. E. Boeris
en tela de juicio para ser utilizados en su descripción, sobre todo por el hecho
de haber sido diseñados para documentos fı́sicos.
No es casual que con el desarrollo de la Web hayan aparecido nuevas moda-
lidades de descripción, que muchas veces parecen contraponerse a las habituales
prácticas bibliotecarias y presentan como el exponente más caracterı́stico a los
tan nombrados “metadatos”. Según su etimologı́a, la definición más común de
metadatos es la de “datos sobre datos”, datos estructurados que describen infor-
mación: describen el contenido, la calidad, la condición y otras caracterı́sticas de
los datos. Los datos describen objetos digitales o representaciones digitales de
objetos, los metadatos dan información acerca del objeto (por ej. tı́tulo, autor,
etc.).
Existen dos interpretaciones del término que pueden dividirse en dos ten-
dencias. Por un lado, el utilizado frecuentemente en el ámbito bibliotecario, que
considera metadatos a los datos contenidos en un registro bibliográfico o en una
ficha de catalogación tradicional, y por otro, la interpretación que restringe el
concepto al ámbito de la información electrónica, distribuida a través de Internet
y que entiende a los documentos como objetos de información. La noción de Do-
cumento como Objeto (DLO), u objeto de información, puede explicarse como
“un elemento o un grupo de elementos que constituyen una unidad informativa”
susceptible de ser manipulada a través de una computadora independientemente
del formato5 que posea y del tipo de información que contenga. Para dar una
definición que sintetice las distitas interpretaciones puede decirse que los meta-
datos tienen la función de ordenar y describir la información contenida en un
documento entendido como objeto y que dan cuenta de su descripción formal,
como del análisis de contenido con el objetivo de facilitar el acceso a esos objetos
de información en la Red (Méndez Rodrı́guez, 2002).
El término también es usado para designar a los estándares de metadatos
en sı́ mismos, los elementos de esos estándares, el conjunto de metadatos que
describen a un recurso en particular y conforman un registro de metadatos y has-
ta los tradicionales formatos bibliográficos. Entre los estándares de metadatos
más conocidos se encuentran Dublin Core, Metadata Encoding and Transmis-
sion Standard (METS), Metadata Object Description Schema (MODS), Encoded
Archival Description (EAD), Learning Object Metadata (LOM), Online Infor-
mation Exchange (ONIX), entre otros.
Los lenguajes de marcado son la base de los nuevos sistemas de recupe-
ración de información (SRI), cuyo principal medio de comunicación es la Web.
Internet, en un principio se basó exclusivamente en documentos codificados en
lenguaje HTML, con el que es posible ver las páginas a través de marcas dentro
del texto. Este lenguaje de marcado es una herramienta de visualización y no
permite identificar la naturaleza de la información dentro de los documentos.
Los últimos desarrollos han permitido darle un contenido semántico a la infor-
mación contenida en la Web, lo que se logró a partir de la incorporación de
metalenguajes que permiten definir sus propias etiquetas como el SGML, y su
derivado el XML (Extensible Markup Language).
Uno de los objetivos de estas herramientas es permitir la interoperabiblidad
entre los sistemas de información, para lo cual se han desarrollado los esquemas
5
formato del archivo.
24 C. E. Boeris
7. El acceso a la información
6
http://www.loc.gov/standards/mods/mods-overview.html
7
http://www.worldcat.org/
La Biblioteca del IAR 25
8. Conclusiones
Referencias
R. L. Branham, Jr.1
(1) Instituto Argentino de Nivologı́a, Glaciologı́a y Ciencias
Ambientales (IANIGLA) - CCT Mendoza
1. Introducción
2. El programa
3. El catálogo
mejorar el sistema del FK4. El FK5 sirvió como el sistema fundamental de refe-
rencia astronómica hasta la adoptación, por resolución de la Unión Astronómica
Internacional, del sistema del satélite astrométrico Hipparcos.
4. Conclusión
Referencias
Abstract.
In this note we consider the attitude of astronomers in Argentina in
connection with the new problems posed by relativity theory, before and
after General Relativity was presented in its final form. We begin con-
sidering, very briefly, the sequence of “technical” publications related to
relativity that appeared in Argentina and use it to attempt to identify who
were the relativity leaders and authors in the Argentine scientific com-
munity of the 1910-1920s. Among them there are natives of Argentina,
permanent resident scientists, and occasional foreign visitors. They are
either academic scientists, or high school teachers; we leave aside the
philosophers and the aficionados. For the main characters we discuss,
very briefly again, the scientific facts and publications they handled, the
modernity of their information and the “language” they use to transmit
their ideas to their readers.
Finally, we consider astronomers proper; first Charles Dillon Perrine,
an astronomer interested in astrophysics, contracted by the government
of Argentina in the USA as director of its main observatory. He became
interested in testing the possible deflection of light rays by the Sun to-
wards 1912; his Argentine expedition was the first to attempt that test.
Perhaps Perrine was not so much interested in Einstein’s formulation of
relativity theory, which then was perceived as very far away from his own
field of research, as in testing the particular astronomical effects it pre-
dicted. In any case, he attempted to do so with the acquiescence and
financial support of the Argentine state, and as a leading member of its
official scientific elite. We briefly contrast his very specific and strictly
scientific efforts with those of our second astronomer, José Ubach, SJ, a
secondary school teacher of science at a leading Buenos Aires Catholic
school who reported in response to Eddington’s expedition. Finally, our
third astronomer is Félix Aguilar, a leading scientist with a more definite
interest in astrometry, who made an effort to contribute to the public un-
derstanding of Einstein’s theories in Argentina in 1924, when Einstein’s
visit to Argentina had become a certainty.
31
32 A. Gangui, E. L. Ortiz
1. First publications
Even some years after 1905, it was only a few authors that discussed ad-
vanced dynamics, electron theory and radiation in Argentina. In their works
they did not necessarily refer to the 1905 work of Einstein. We follow (Ortiz
1995) to present a list of “technical” papers connected with relativity. The main
responses are those of Lepiney (1906-8), who makes reference to work of Max
Abraham on electron dynamics, and again (Lepiney 1907), now with a general
discussion of dynamics with a velocity-dependent mass. Also Broggi (1909) dis-
cussed Lorentz’s electrodynamics and included a mathematical analysis of the
works of Minkowski. Following the early experiments of J. J. Thomson, physi-
cists knew that the motion of an electron was modified in the presence of an
electromagnetic field, which could be interpreted as an increment of its mass.
Lorentz’s aether theory and descriptions of the behaviour of the electron, com-
patible with Maxwell’s equations, were also discussed at the time. All these
ideas, as well as Abraham’s description of the electron as a perfect sphere with
surface charge, were descriptions that agreed with ordinary “common sense”.
In 1910 Vito Volterra delivered a lecture at the Sociedad Cientı́fica Ar-
gentina (the Argentine Scientific Society; SCA herein) in Buenos Aires; in Volterra
(1910) he discussed the now well-known paper which started the relativity revo-
lution and, with it, Einstein’s annus mirabilis (see Gangui 2007). In the decade
of 1910 Jakob Johann Laub, a physicist of Polish origin, trained in Germany
and hired by the Physics Institute at La Plata, offered lectures and gave courses
connected with the theory of relativity. Pyenson (1985), who has studied Laub’s
personality in detail, has indicated that he was the first physicist to co-author
a paper with Einstein, and also suggested that a set of lectures on relativity
theory given by him at La Plata may have been the first course on that subject
given in the Americas. Once in Argentina, Laub translated into Spanish some
results obtained in Europe. In Laub (1912) he discussed briefly optical effects
in moving bodies in a paper published in the Anales of the SCA. The French
physicist Camilo Meyer, a former secondary school companion of Henri Poincaré
in France, delivered a series of optional courses on mathematical physics at the
University of Buenos Aires in 1910-15; even if he did not specialize in relativity,
his courses mentioned recent research in physics, including Kaufmann’s experi-
ments on the velocity dependence of the electron mass; he also made reference
to Einstein’s work without entering into details. Again, between 1916 and 1919,
Laub (1916, 1919) considered physical and philosophical questions connected
with relativity theory from the point of view of a physicist. In the same years
there were also translations or adaptations of general articles that reflected an
interest on relativity theory; mostly, they were taken from the foreign press or
from popular science journals.
3. “Post-eclipse” publications
peared in journals of different levels all over the world. This was also the case in
Argentina, where a number of lectures and articles, neither fully technical nor
entirely at popular level, appeared. Some of them clearly stated that they were
not expositions for the expert, or scientific innovations, but contributions to sat-
isfy the interests of the general reader, as for example the astronomer Aguilar
(1924) made quite clear.
In addition to the ones cited above from a much larger list, the main au-
thors involved in disseminating the new ideas of relativity in the Argentine com-
munity included visitors such as Blas Cabrera, Richard Gans (director of La
Plata’s Institute of Physics), or Georg Friedrich Nicolai (visiting professor of
physiology in the University of Córdoba); stable members of Argentina’s aca-
demic or education circles such as Aguilar, engineers Enrique Butty and Jorge
Duclout, physicists José Collo and Teófilo Isnardi, writer and poet Leopoldo
Lugones, mathematician Julio Rey Pastor and the astronomer and Jesuit priest
and teacher José Ubach. A number of philosophical and pseudo-philosophical
interpretations of relativity found also a fertile soil in the Argentina of the 1920’s
(see Asúa & Hurtado de Mendoza 2006). More details can be found in Ortiz
(1995), Gangui & Ortiz (2005), and Ortiz & Rubinstein (2008).
In Argentina relativistic ideas were propagated through journals associated
with scientific societies, university, professional associations or student union’s,
as well as by literary journals. Among others: Anales de la Sociedad Cientı́-
fica Argentina, Anales de la Universidad de Buenos Aires, Revista Humanidades
(University of La Plata), Revista Técnica, Boletı́n del Centro Naval, Revista
Politécnica (later Revista del Centro de Estudiantes de Ingenierı́a, or CEI), Ver-
bum (journal of the Buenos Aires Humanities Student’s Union, the Centro de
Estudiantes de Filosofı́a y Letras), Revista de Filosofı́a and Nosotros.
However, an interesting and rather unusual channel for the diffusion on Ein-
steiniana in Argentina was La Vida Literaria, a fringe literary journal of limited
circulation, produced by left-wing writers and poets, which was responsible for
the publication of what has been called Einstein’s inédito: the philosophically
oriented text of the lecture Einstein intended to use to open his courses at the
University of Buenos Aires, but which somebody persuaded him to leave aside
“to keep everybody happy” (see Gangui & Ortiz 2008).
Some of the references mentioned above touched upon certain topics of as-
tronomy, but did not consider them in any detail. The first thorough description
of the astronomical testing of Einstein’s ideas in Argentina, as Ortiz (1995) has
shown, is a neglected contribution of Father José Ubach. A science teacher at
Colegio del Salvador, Buenos Aires, Ubach had received training in Cataluña.
He reviewed the results of Eddington’s expedition in Ubach (1920) immediately
after the former published his results. His views were critical and circumspect,
but on the whole balanced. His main point being that the results of the 1919
observations were important but, on account of the complexity of the observa-
tions, not yet definitive. Within the Argentine scientific community, Ubach’s
views reflected a more open attitude of the Catholic Church in Europe vis-à-vis
First echoes of relativity in Argentine astronomy 35
the astronomer from local Córdoba. Aguilar carefully emphasised the difficult
problem of differentiating the Doppler shifts, kinematical in origin, from the
gravitational shifts. As Ubach before him, Aguilar concluded that the situation
was not clear, neither in favour nor against General Relativity predictions, and
that Einstein’s theory was pushing experimental observations to their technical
limit.
5. Final remarks
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38
Asociación Argentina de Astronomı́a
AAABS, Vol. 2 (suplemento), 2009
Gustavo E. Romero, Sergio A. Cellone, & Sofı́a A. Cora, eds.
El Mesón de Fierro
E. Minniti1 , S. Paolantonio1
(1) Observatorio Astronómico, Universidad Nacional de Córdoba
Resumen.
El trabajo muestra –entre otras cosas– la historia de un misterio de
más de dos siglos, que apasionó a cientı́ficos y exploradores: el Mesón de
Fierro, el mayor de los meteoritos caı́dos en la Tierra, perdido en la ac-
tualidad; las expediciones realizadas al sitio de ubicación del “Fierro del
Tucumán”, también históricamente denominado “Meteorita”, “Fierro del
Chaco”, etc., tanto en el periodo de la colonia, como las modernas efectua-
das por expediciones del norteamericano William Cassidy, del Instituto
Lamont de la Universidad de Columbia (EE.UU.), conjuntamente con un
grupo de argentinos al Chaco profundo, lugar donde fue primitivamente
hallado.
En base a una exhaustiva investigación, se ofrecen los datos precisos
documentados, de sus caracterı́sticas, ubicación y posibles causas de la
extraña y hasta hoy inexplicable desaparición. Se incluyen trabajos inédi-
tos sobre la estructura de un meteoro de Campo del Cielo y de una zona
de posibles paleocráteres, no explorada aún.
1. Introducción
En 1779 por orden del Virrey Pedro Ceballos, el Sargento Mayor Francisco
de Ibarra efectuó una nueva expedición, trayendo consigo muestras del metal.
¡Ya fueron tres las extracciones! La misma partió de Matará el 20 de julio de
1779 y llegó el 26 de julio al lugar “del fierro”.
El Capitán Melchor Miguel Costa efectuó la medición correspondiente de
la masa de hierro, estableciendo una longitud de Este a Oeste de 4,5 varas
(1,85 m); altura del lado Este 1,5 varas (1,19 m); 1 vara del lado Oeste y Sur
(1,36 m). De dicha expedición se levantó plano y se confeccionó una suerte de
diario con detalles de las circunstancias, accidentes y referencias destacadas de
los distintos lugares atravesados hasta llegar al meteorito.
La última que lo avistara, llevada a cabo por el Teniente de Fragata Miguel
Rubı́n de Celis por orden del Virrey Vértiz, que a su vez seguı́a mandatos de
la corona española, se llevó a cabo en 1783. Fijó la “posición de mina” en la
latitud sur 27◦ 28′ . Cabe aclarar que esta posición en las traducciones usuales de
las Royal Traslation, se habla de “latitud mı́nima”, correspondiente al informe
que el explorador presentara sobre su campaña en la Royal Society inglesa, años
después de su informe a la corte española. En esa oportunidad, cavó debajo de la
mole metálica para determinar su naturaleza y la volcó por medio de palancas.
Estimó el peso en 41 000 kg (900 quintales), brindando sus dimensiones: 2,89 m
×1, 28 m ×1, 37 m. La dibujó y describió como “una inmensa mesa de fierro
que sobresalı́a de la llanura” (de ahı́ su nombre último y definitivo: “Mesón de
Fierro”).
Todo ello sin contar con las indeterminaciones resultantes de las divagacio-
nes del curso del rı́o Salado del Norte en el perı́odo histórico, principal referencia
de origen de la mayorı́a de las dejadas por las distintas expediciones. Ası́, en el
mapa trazado por Rubı́n de Celis, se marca un cauce seco (paleocauce) de dicho
rı́o que cruzaba a unos 30◦ , 40 km al noroeste de Tintina, llevando un rumbo
El Mesón de Fierro 41
1 - 11 - 1879
MINA DE PLATA
Se ha presentado al Dpto. de Ingenieros el Sr. D. David Carreras,
42 E. Minniti, S. Paolantonio
9 - 11 - 1879
OTRA MINA EN EL CHACO
Se ha presentado al Minist. del Int. el Sr. D. Adolfo Giménez, de-
nunciando una mina de plata que ha descubierto en el territorio del
Chaco. La mina se encuentra como 50 leguas fuera de la lı́nea de
fronteras, y por consiguiente, en territorio habitado por los indios.
Si quiera éste no pide como D. David Carreras, 9 leguas de campo y
otras pequeñeces por el estilo.
Aún ası́, los meteoros no se han terminado en el lugar y, con el correr de los
años, la zona nos regalará con algún presente celeste, más arriba a o más abajo
de aquella “posición de mina” de Rubı́n de Celis. Esa convicción tienen quienes
han dedicado su esfuerzo por años, a la exploración de búsqueda meteorı́tica en
la región, como la gente de Rafaela.
Referencias
1. La inauguración
adquirido a partir del esfuerzo del organismo. Además, en dos ocasiones la insti-
tución habı́a perdido una buena parte de sus investigadores y técnicos. Por ello
se elabora un proyecto desde el Poder Ejecutivo Nacional que autoriza al Con-
sejo Nacional de Investigaciones Cientı́ficas y Técnicas (CONICET) a comprar
el Observatorio San Miguel.
Ante la negativa por parte del CONICET, el Observatorio es ofrecido a la
Fuerza Aérea argentina, la cual efectiviza la compra a la Asociación Civil Facul-
tades Loyola. Además se transfieren a la Comisión Nacional de Investigaciones
Espaciales (CNIE), los bienes muebles, inmuebles y personal que pertenecı́an a
la Comisión Nacional de Estudios Geo-Heliofı́sicos.
Es ası́ como el 12 de diciembre de 1977, en estas mismas instalaciones
comienza a funcionar el llamado Centro Espacial San Miguel, el cual luego de
algunos cambios en la estructura pasa a denominarse Centro de Investigaciones
San Miguel. Durante varios años la CNIE, participó de programas como Exa-
menet, que tenı́a por finalidad la organización iberoamericana de lanzamiento
de cohetes sonda meteorológicos. Ası́ mismo se desarrollaron diversas etapas del
proyecto de colección automática de datos por satélite, lanzamiento de globos
a grandes alturas para medir la intensidad y la energı́a de la radiación electro-
magnética, medición de rayos X y gamma. También se estableció el grupo de
lucha antigranizo el cual desarrolló cohetes experimentales para evitar las preci-
pitaciones de este meteoro en zonas agrı́colas, especialmente en la provincia de
Mendoza.
Entre los años 1985 y 1986 se inició el proyecto Satélite de Aplicaciones
Cientı́ficas (SAC-I), que consistı́a en la puesta en órbita de una plataforma con-
cebida en la Argentina con finalidades cientı́fico-técnicas. Este proyecto incluı́a
la participación del Instituto de Astronomı́a y Fı́sica del Espacio, tenı́a por fina-
lidad el desarrollo, capacitación, diseño y fabricación de sistemas satelitales con
fines prácticos. Las necesidades polı́ticas y económicas del paı́s derivaron en la
creación de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) organis-
mo que prosiguió con el tema de los sistemas satelitales, quedando el Centro de
Investigaciones San Miguel solamente con el objetivo de la rutina de manchas
solares y las investigaciones (con aportes externos) que realiza el Instituto de
Geoquı́mica (Ingeoqui). En este sentido el Ingeoqui se dedica fundamentalmente
a investigar la contaminación de aguas superficiales y subterráneas.
Las tareas efectuadas se refirieron a la contaminación con arsénico de las
aguas del sur de la provincia de Córdoba, de la cuenca del rı́o Salı́ en Tucumán
y actualmente las investigaciones se centran en la provincia de Santa Fe. Ade-
más se tomaron muestras y se analizaron aguas de las instituciones de la Fuerza
Aérea del Gran Buenos Aires y de la Base Marambio en la Antártida Argenti-
na; pero como sucedió en muchos organismos estatales sobrevino una etapa de
escasos recursos, pese a lo cual con el fervor del personal remanente, se continuó
con la tarea encomendada y se avanzó en la consigna de la Dirección General de
Investigación y Desarrollo para realizar la apertura hacia la comunidad a través
de actividades educativas. Ası́ comenzó con un plan de divulgación de las activi-
dades que se desarrollaban en el centro, a partir de la comunidad educativa. Se
puso en marcha un programa de visitas guiadas para escuelas, el cual continuó
hasta el año 2005 y principios del 2006, con dos áreas fundamentales, la astro-
nomı́a y las ciencias de la tierra. Además se realizaron varias publicaciones de
Observatorio Nacional de San Miguel 49
4. Manchas solares
5. Convenios
1
Asociación Civil Observatorio San Miguel (N. del E.)
52
Asociación Argentina de Astronomı́a
AAABS, Vol. 2 (suplemento), 2009
Gustavo E. Romero, Sergio A. Cellone, & Sofı́a A. Cora, eds.
Claro está que esta notable creación ubicaba a la Argentina en una posición
receptora de conocimientos, ası́ fue que de muchos lugares del mundo llegaron
astrónomos, cuya misión fue la de formar profesionales, como ası́ también obser-
var e investigar. La razón de ser de esta creación y de las actividades que más
adelante mencionaremos tendrá relación con las reformas que los diseños curri-
culares de la época ameritaron, como ası́ también del concepto de curriculum y
del paradigma subyacente al momento histórico (Contreras, 1990). Recorriendo
un poco de la historia de nuestro paı́s, podemos ver que en el año 1883 se fundó,
junto a la ciudad de La Plata, el Observatorio Astronómico. Luego fue creada la
Escuela Superior de Ciencias Astronómicas y Conexas que dependı́a de la Uni-
versidad Nacional de La Plata, en el año 1935. Esta escuela fundada dio lugar
en el año 1983 a la actual Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofı́sicas.
Todo tiene un por qué y un código al cual responde. El por qué de esta crea-
ción allı́ por esos años, tiene su fundamento en el código curricular de la época.
Un curriculum es una construcción social y cultural dice Sacristán (1986). Los
códigos curriculares tienen estrecha vinculación con los aspectos socio-históricos
y la función de la escuela en un contexto histórico especı́fico a nivel cultural,
económico, religioso, etc. Lungdren, en su texto Teorı́a del Currı́culo y Escolari-
zación (Lundgren 1992), plantea que el cambio de códigos a lo largo de la historia
distingue el código curricular clásico del realista y del racional, muy ligados cada
uno a lo que la sociedad esperaba que la escuela enseñara a su población para
la participación en la vida social y/o económica. Revisando un poco la historia
de los códigos curriculares, podemos decir que:
Ası́ vemos cómo van cambiando los perfiles curriculares en las distintas
épocas, y encontramos las razones por las cuales las creaciones de estas escuelas
sucedieron. Los códigos curriculares son cualquiera de los elementos que inter-
vienen en la selección, secuencia, instrumentación metodológica y presentación
de los currı́culos a los alumnos de acuerdo a la relación de los contenidos en-
tre sı́. Por todo lo expuesto, podemos decir que el mundo contemporáneo está
caracterizado por la ciencia, sin lugar a dudas. Y la Astronomı́a a partir de su
nacimiento en nuestro paı́s, ha demostrado ser una actividad social compleja que
pretende conocer y explicar el cosmos utilizando la metodologı́a cientı́fica.
3. De la inclusión a la exclusión
Por otro lado, para los laicos, la Astronomı́a se presentaba como una ciencia-
piloto, que podı́a convertirse con el correr del tiempo en un agente eficaz de
cambio ideológico-social (Brugier 1896); transcribimos el texto:
5. La llegada de la modernidad
Es la pregunta que nos hacemos los docentes del Nivel Polimodal, en esta
suerte de mejora del sistema educativo, pues con la reforma de los 90, muchos de
58 M. S. Santos
cuál es el tipo de aprendizaje legı́timo que deben realizar los alumnos. Taylor
y Richard afirman que el desarrollo del currı́culum fue y es más que una pro-
puesta, es una respuesta educativa pedagógica que tiene implicaciones polı́ticas,
ideológicas, sociales, económicas en la medida que ayude a modelar la visión que
tienen los jóvenes de sı́ mismos y del mundo. Al silenciar la Astronomı́a durante
el ciclo secundario, no podemos saber cuál es la visión que tiene el joven acerca
de ella, su vocación, su pasión por el conocimiento del cosmos depende pura y
exclusivamente de momentos imborrables que su docente desde el área de las
Ciencias Naturales pueda haber generado utilizando las estrategias didácticas
adecuadas, y con la visita de algún planetario móvil, o de alguna asociación que
con gusto visita la escuela haciendo divulgación de la Astronomı́a, para luego
perderse el compromiso de continuar desde la escuela misma con la formación
en esta área del conocimiento sabiendo que presenta complejidad creciente. El
despertar de una vocación, será responsabilidad de todos los que estamos com-
prometidos con la educación. Este puede ser el primer paso para comenzar una
reforma real, sin olvidar que despertar una vocación como en este caso la de
ser astrónomo profesional, implica una particular responsabilidad del Estado de
promover campos de acción para el desarrollo de estos hombres que han decidido
invertir su tiempo y trabajo al servicio de esta ciencia.
Quiero cerrar este trabajo con dos citas de alguien, que fue mi gran maestra,
de ella aprendı́ sobre el arte de enseñar, a seguir trabajando por lo que realmente
amamos:
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