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Este documento se escribió con la finalidad de empezar a pensar nuestra

práctica, es un espacio de construción colectiva y se presta al debate y


opinión de todos los compañeros que quieran y puedan aportar nuevo
conocimiento. Gracias...
Fuentes, Sandra - Larco, Juan Diego - San Martín, Graciela- Cabanchik,
Paula

Pedagogos y educadores sociales: La construcción de un


desafío
A modo de manifiesto

¿Quiénes?

Somos un grupo de estudiantes de


pedagogía y educación social que
venimos de distintas experiencias de
vida y de trabajo. Muchos de nosotros
somos trabajadores de la educación,
otros venimos del sector salud y
algunos hemos tenido y tenemos
experiencias de participación y
trabajo en y con problemáticas
sociales complejas.
A todos nos une la necesidad de saber que el cambio es posible, que en la reivindicación del
hombre está la marcha solidaria. El aporte que queremos realizar es generar en los otros y
en nosotros mismos: conciencia crítica.
Nuestra mirada está puesta claramente en espacios donde la cruda realidad refleja historias
dolorosas, de abandono social que sufre gran parte de la población, principalmente los más
vulnerables: niños y jóvenes.
Venimos realizando trabajos tanto teóricos como prácticos (de vida) que nos definen por un
modelo de participación: el de la participación activa y presente en el trabajo cotidiano
con los sectores más damnificados de la sociedad.
Que quede claro, junto a estos sectores, no para ellos, sino con ellos.
Por esto vemos importante, resignificar el quehacer solidario, respetando las diferentes
culturas y tradiciones.
Nos une a todos el compromiso y el respeto por el hombre, la indignación de los que menos
tienen y el amor por el trabajo social.
¿Por qué?

La fragmentación social nos propone pensar la educación desde diferentes lugares,


resistiendo y protegiendo los espacios escolarizados y ampliando a espacios abiertos
comunitariamente, proponiendo redes interdisciplinarias. Reinserción en algunos casos,
complemento en otros, redes multidisciplinarias, vínculos educativos de pares entre adultos.
Interviniendo y ampliando la mirada, prácticas realizadas que pongan en juego
"conocimientos" en distintos espacios.
Espacios que entendemos deben ser ocupados y acreditados con la "profesionalización
" con formación teórica y con la sistematización de nuestra práctica que está sostenida
básicamente por nuestro "deseo de educar", proponiendo una convocatoria al conocimiento
y la mirada critica. Ser capaces de ponerlos a circular y sostenerlos.
El educador social como fortalecededor de vínculos grupales y comunitarios, interactuando
en un marco socio-político hegemónico que supone en su análisis siempre contradicciones
(inherentes a la educación misma y su práctica), conciente de los límites impuestos a su
práctica desarrollada en el marco de los tiempos históricos de la sociedad que los incluye.

Frente a la urgencia que la situación social nos plantea queremos construir un modelo de
trabajo e intervención que, dentro de lo pedagógico, lo político y social nos permita
construir un andamiaje sólido y perdurable. Donde la crítica reflexiva nos permita ser lo
suficientemente creativos, para darle batalla a la inercia que muchos hemos padecido desde
las instituciones.

En momentos en que las necesidades de gran parte de la población se tornan tan visibles es
necesario que comencemos a plasmar nuestro perfil como futuros pedagogos
y educadores sociales. Comenzar a idear las herramientas que serán fundamentales para la
construcción de acciones y respuestas. En esta instancia es que, tenemos hoy un rol
importante como estudiantes.

El inmenso desafío que tenemos es inventar nuevos diseños de trabajo. Debemos cuestionar
y cuestionarnos activamente, pues estamos comenzando a desarrollar las herramientas que
utilizaremos en beneficio de los que menos tienen.
Esto no es poca cosa, la tarea es grande. Va desde prepararnos para la escucha atenta hasta
dar cuenta de los instrumentos legales que pondremos al servicio de nuestra función.
Humanizándonos y sorprendiéndonos al mismo tiempo, para continuar con la impronta de
no naturalizar la injusticia.

Denunciamos que la naturalización de la injusticia no es una construcción “inocente”; en


ella intervienen diversos intereses de grupos sociales hegemónicos, religiosos o culturales
que han impuesto e imponen sus visiones al conjunto de la sociedad.
En momentos en los que se están dirimiendo problemáticas que hacen a la discusión de qué
proyecto de país pretendemos, es necesario como trabajadores de la educación y futuros
pedagogos sociales comprometidos con los sectores populares, comenzar a repensar
nuestras identidades colectivas, de qué hablan, qué callan, comenzar a cuestionarnos y a
cuestionar todo lo que nos ha sido dado. Desnaturalizando las causas, buceando en las
profundidades de las cosas, aventurándonos a pensar para permitirnos accionar.
Es momento de generar propuestas educativas, donde podamos ayudar y ayudarnos a
reflexionar y repensar nuestra propia historia.

Nuestra práctica debe ser un brazo de construcción colectiva, que nos permita transformar
la desigualdad en justicia social.
Asistimos a un crecimiento de distintas organizaciones sociales, barriales, etc. que desde su
propio seno, han propiciado nuevos espacios con su lucha contra el avance neoliberal y han
podido generar de manera incipiente la revalorización del trabajo y la reconstrucción de
lazos solidarios.

¿Para quiénes?

Para aquellos que son los verdaderos protagonistas de nuestra sociedad, a los que les
debemos respuestas y nuevas estrategias de inserción. La participación activa nos propone
un cambio profundo que merecemos sentir.
Somos herederos de una historia política que no
protagonizamos, pero en la cual estamos inmersos, por ello es
importante no abandonar la lucha, sino fortalecerla a cada paso.

Nuestra tercera generación de desocupados y sub-ocupados nos da un


saldo de mucha angustia y dolor. Dolor que nos pone en movimiento y
nos reta al cambio. El capitalismo arrasó con nuestra cultura y con ella
los proyectos de una sociedad justa y equitativa, reflejada en el trabajo
y la dignidad.
Jóvenes que tienen el potencial adormecido por el dolor y la vergüenza
de no tener oportunidades. Por la indiferencia de los que más poseen.
Jóvenes excluidos de la escuela, de la sociedad, de un presente y, por lo
tanto, de un futuro sostenible y sustentable. Excluidos, en definitiva, de
la esperanza. Pibes que se encuentran en una sociedad posmoderna con
acentuaciones del individualismo hedonista y personalizado en que crece
la tendencia consumista, con sobreabundancia de modelos, el retroceso
de los afectos significativos, de las relaciones de amor y cuidado por los
seres queridos, así como el debilitamiento del compromiso con ideales
que trasciendan la vida individual; tornándose muy difíciles las
relaciones estables, prolongadas, capaces de afrontar conflictos. No
pueden consolidarse los afectos, no se invisten las relaciones con otros
ni los proyectos que incluyan un después. La inestabilidad máxima de la
identidad, precaria, insatisfacción y vacío, se contrarresta con
experiencias ‘fuertes’, adictivas y/o violentas, juegos peligrosos con
situaciones de riesgo que pueden devenir en instancias graves o de
muerte. Se trata de una progresiva pérdida del sentido de la vida.

Estos niños y jóvenes son los portadores de nuestra historia, son


aquellos capaces de hacerle frente a todas las adversidades, porque
conocen del abandono, porque ya no tienen nada que perder, sólo para
ganar y crecer, necesita que los acompañemos y busquemos con
ellos por dónde, de qué manera, con qué, con quiénes.
Darles la seguridad de que pueden contar con nosotros, que llegamos
para quedarnos, para aprender de ellos y con ellos. Ayudarles a
recuperar les fortalece su interior, a construir un andamiaje que nos
sostenga, para enarbolar la bandera de la verdad y la justicia.
Por los niños, por los jóvenes, para recuperar nuestra identidad
social...

¿Para qué?

En este marco de crisis social es urgente comenzar a buscar formas y caminos que nos
permitan encontrar un pensamiento propio latinoamericano, un conocimiento genuino para
acompañar desde nuestra profesión a los sectores populares y a los más desfavorecidos.
Hoy más que nunca debemos buscar los hilos de continuidad y retomar las experiencias que
fueron cortadas y silenciadas por la dictadura militar: los proyectos solidarios que
desarrollaron aquellos que estaban comprometidos firmemente con transformar la realidad
y luchar por las causas populares.
Nos sirve de guía el ejemplo de los miles de educadores que dieron su vida por alfabetizar
en villas, de todos aquellos que lucharon para dar las herramientas al pueblo que les
permitieran ser sujetos protagónicos[1].
A modo de homenaje hacia ellos, como ejemplo para nosotros, y para comenzar a producir
la reconstrucción de la otra memoria colectiva, la que fue acallada y puja por salir es que
nos manifestamos. Queremos recuperar la mística y los sueños, tener una memoria social
militante[2].

La memoria tiene que ver con el pasado y con el presente, con un pasado que se activa o se
reconstruye y tiene efectos actuales y fundamentalmente determina una relación con el
futuro.

La esperanza permite la búsqueda de una verdad en permanente construcción, que articula


sentidos, y nos posibilita realizar distintas elaboraciones.
Nuestra vida se significa al ligarnos a un proyecto en el hoy y en un futuro a realizar, en
poder definir qué hacer y para qué, dando cuenta de nuestros aciertos y fracasos, nuestros
límites y posibilidades, nuestros sueños y realidades, nuestros deseos y fantasías.
Es creer y apostar como trabajadores de la educación en el trabajo día a día con los sectores
y desde los sectores populares para poder concretar el sueño de pensar otro futuro, de
imaginar y construir una sociedad realmente justa.

¿Cómo?

Nos preguntamos cómo podríamos comenzar nuestra labor, en lugares


en los cuales las carencias, tanto emocionales y familiares, como
económicas, afectan y excluyen a estos pibes. Niños y jóvenes excluidos
de la escuela, de la sociedad, de un presente y, por lo tanto, de un
futuro sostenible y sustentable. Excluidos, en definitiva, de la esperanza.
Pensando que el fundamento primario de la exclusión de estos jóvenes
(y muchos otros) lo constituye la diversidad social, creemos que, como
futuros educadores sociales, debemos, entre todos, constituir el núcleo
de inclusión de estos chicos; de realización de lo humano; a pesar de las
contradicciones sociales que hoy vivimos, caracterizadas por las
consecuencias de las políticas neoliberales, la pobreza, el desempleo, la
marginación, y la reducción de oportunidades y posibilidades para el
acceso a la educación y la salud.
Juntos debemos buscar el camino para cambiar la ‘mirada’ que
naturaliza la exclusión, por otra ‘mirada’ solidaria, cooperativa,
inclusiva... transformadora de esa realidad. Por ello estamos
convencidos que es necesario recurrir a nuevas formas de pensar,
actuar, convivir y sentir en ámbitos tan importantes como la educación y
la cooperación.
Como educadores sociales trabajaríamos, ‘con el otro’, para lograr la
inclusión de estos adolescentes y jóvenes que, por diversos motivos,
abandonaron la escuela ... Fomentando el respeto mutuo; el
reconocimiento de otros estilos de vida; la capacidad para comprender a
los otros; la atención y actuación con sentido comunitario; la ayuda
mutua; desde la inclusión y participación de todas las personas
implicadas en este proceso...
Pero no solo pensar la escuela como único espacio educativo; trabajar
en comunión con ellos para recuperar espacios abandonados del barrio;
que las esquinas (sus esquinas) sean un espacio de actividades; que en
la calle también se eduque... todo esto en un marco de recuperación de
lo público; entendiendo lo público como un espacio por tomar, para
poder recuperar la esperanza de poner al barrio de pie.
Por eso planteamos recuperar la militancia, el compromiso, la fe, la
alegría... el pensamiento freireano, como modo de contrarrestar la
aplanadora neoliberal que nos privatizó la razón y la esperanza y nos
quiso hacer guardar los sueños en el casillero del individualismo...
Creemos y estamos convencidos que para llevar a cabo nuestro futuro
rol de educadores sociales, tenemos que recrear lo político como arma
de transformación... generando marcos de participación, para lograr la
inclusión de estos jóvenes, la justicia social que merecen y merecemos y
recuperar esa idea de que los únicos privilegiados son ellos, los niños y
jóvenes.
En síntesis, seguir creyendo y confiando, a fuerza de marcha y
contramarcha, que otro mundo, al decir de Freire, aunque ‘parezca’
imposible es ‘posible ya’, si somos capaces de pelear por eso.

[1] Freire, Paulo Pedagogía del oprimido SXXI Editores Buenos Aires 1971

[2] Vezzetti, Hugo Pasado y presente. Guerra, dictadura y sociedad en la Argentina, Siglo
XXI, 2003

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