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SOCIEDADES DEMOCRÁTICAS
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El autor es experto en derecho parlamentario, profesor de derecho parlamentario en la Pontificia
Universidad Católica del Perú, y funcionario del Congreso de la República, en el Perú. Ha sido Oficial Mayor
del Congreso y Sub Oficial Mayor de la Cámara de Diputados, además de haber ocupado diversidad de
posiciones en la estructura organizacional del Congreso. Luego de haberse desempeñado como Director de
Comisiones y Documentación hasta Julio del 2006, fue asignado como Asesor Parlamentario en la Sub
Comisión de Acusaciones Constitucionales, y las Comisiones de Levantamiento de la Inmunidad
Parlamentaria, y la de Ética Parlamentaria. Actualmente es Jefe del Centro de Documentación y Biblioteca
del Congreso.
fuero anterior en el que se examina el efecto que toda denuncia pudiera representar al
funcionamiento de las instituciones estatales en las que sirven los representantes y otros
altos funcionarios.
El sujeto que cumple funciones estatales no actúa como sujeto privado. Se despoja de su
subjetividad privada para identificar su conducta con la del rol que asume desde una
agencia estatal. Cuando el funcionario ocupa un rol en el aparato estatal no tiene
derechos privados mientras desempeña sus funciones. El Estado existe a través del
desempeño de las personas que cumplen las responsabilidades estatales. La energía del
Estado es una energía humana, ciertamente, pero una energía puesta a disposición del
Estado para que éste no sólo pueda existir más allá de la entelequia abstracta a que se
reduciría de no ser por la operatividad que permite el desempeño de sus funciones por las
personas que actúan en ejercicio de las atribuciones estatales y en cumplimiento de las
obligaciones que éste asume ante la sociedad.
Las prerrogativas son facultades y atribuciones reconocidas para ejercitar funciones que
competen al Estado. Sin su reconocimiento el Estado queda privado de la capacidad de
acción y de los medios indispensables para desempeñar efectivamente funciones
específicas cuyo ejercicio sería deficiente de carecer de ellas. Tienen carácter
excepcional, pero tal excepcionalidad o extraordinariedad se justifica en razón a la
naturaleza propia del ejercicio de la autoridad estatal en los niveles más altos de la
organización política. Es más. Para que una sociedad democrática sea lo políticamente
representativa que se espera, y que debe ser, necesita de los medios necesarios que
permitan que efectivamente lo sea. Esos medios son las atribuciones y facultades de que
no puede gozar un sujeto privado, ni cualquier otro nivel estatal. Se justifican, dependen y
derivan de la necesidad de la autoridad de contar con condiciones y un poder
supranormal al que tienen los ciudadanos para asegurar los resultados que permiten
alcanzar la meta democrática del Estado.
Se trata de asegurar que los valores públicos inherentes a una sociedad y Estado
democráticos cuenten con la capacidad de asegurar los mismos. Los derechos
fundamentales no son el marco conceptual ni los instrumentos apropiados para asegurar
el funcionamiento de un Estado una de cuyas funciones es precisamente ser lo
suficientemente fuerte como para que pueda garantizar la operatividad y efectividad de
una sociedad que reconoce los derechos fundamentales de sus ciudadanos.