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Bueno gente, un poquito largo, pero vale la pena para los fanas de GNR y

Slash, este es un extracto de su autobiografia.


Esto salio en el diario ingles The Observer.
Me tome el trabajito de traducirlo, asi que espero lo disfruten.
Antes que nada debo agradecer a Hell_Raider por la ayuda y consejos.

La autobiografia salio el 29 de oct. y está escrita por Slash y Anthony


Bozza, publica HarperCollins. El titulo es "Slash: La autobiografia"
(sencillo, je)

Era 1989. una vez finalizada la última etapa de la gira Apettite For
Destruction, yo estaba de vuelta en Los Angeles, bastante vago e
incómodo; por primera vez en dos años no tenía un lugar determinado
donde estar, ningún trabajo que hacer al despertarme. Estuve tanto tiempo
afuera que nada me satisfacía y todo lo cotidiano me parecía extraño. No
sabía cómo se suponía que tenía que ir al almacén luego de haber tocado en
grandes estadios en Japón la semana pasada. Estuve de gira el tiempo
suficiente como para olvidarme que alguna vez me compraba mis propios
cigarrillos y alcohol, y lo que realmente no podía evitar era la adrenalina de
tocar todas las noches.

Izzy llamó y fuimos a la casa de un amigo de un amigo, que llamaremos


Bill. Habíamos probado algo de heroína en Australia, entonces al llegar a
casa ya sentíamos ansias de más. Aparte, luego de dos años de giras, ambos
sentíamos que subconscientemente la deseábamos. De todas maneras, Bill
tenía buen gusto para las drogas y siempre tenía mucha variedad; también
era muy generoso. Cuando comenzás a volverte famoso del todo, algunas
cosas típicas suceden: en Hollywood, si salís a un bar, todos quieren
comprarte un trago, podés entrar a cualquier club; te guste o no, de repente
formas parte del circuito nocturno. Cuando eso comenzó a sucedernos, fue
lo menos interesante que alguna vez hubiera imaginado para mi vida. Esa
escena hollywoodense era la misma mierda de siempre, y cuanto más
reconocido me volvía, menos me gustaba. La cantidad de tipos que querían
salir de joda conmigo se había cuadruplicado, entonces me volví
enteramente solitario y retrospectivo, por eso tiene sentido que me haya
dormido en una zona confortable y seductora de heroína. No quería ir a
clubes de stripers, ni salir a buscar minas calientes ni cualquier otra cosa
que pudiera hacer gracias a mi nuevo status. Todo lo que quería hacer era ir
de Bill y drogarme. Resultó ser el comienzo de una larga y pesada obsesión
con la heroína que duró desde 1989 hasta 1991.

Durante ese tiempo pasé por una sucesión interesante de novias, un puñado
de ellas que veía en casa, una cada noche. En algún momento de ese mes,
mi manager tuvo la brillante idea de hacerme participar de los MTV Video
Music Awards, para entregarle un premio a alguien. Ni siquiera recuerdo
para quien era el premio, pero mi co-presentadora era la estrella porno
Traci Lords, entonces nos encontramos en el backstage y luego
comenzamos a salir inmediatamente. Yo estaba en un lugar extraño; era
levemente famoso, era infame, pero aún estaba atrapado en un estado
rotoso y pagano en cuanto a mi calidad de vida. Por ese tiempo, podía tener
15 millones de dólares en el banco, pero no hubiera cambiado mi estilo de
vida en absoluto; no tenía auto, era feliz viviendo en un departamento de un
ambiente que parecía la habitación de un hotel normal, no necesitaba nada
más –ahí estaba puesta mi cabeza. Al mismo tiempo, sabía cómo
comportarme como un caballero, que es lo único que Traci Lords esperaba
en una cita. Entonces de alguna manera nos supimos llevar bien.

Pero a Traci no le gustaba nada eso de que nos vieran juntos en público; si
íbamos a algún lugar en donde nos pudiera llegar a prestar atención
alguien, ella me ponía la estúpida condición de que yo entrase después de
ella y nos encontráramos adentro, como si fuese un encuentro casual.
Obviamente yo era reconocible, entonces ella siempre insistía en que
salgamos por la puerta que da a algún callejón. Ahí comprendí que ella
quería guardar un bajo perfil porque no quería que se pensara que era una
más de esas groupis trolas o una de esas chicas porno con las que tipos
como yo salían. Yo nunca fui de esos, ni los comprendo, de hecho la única
razón por la cual la conocía era porque la había visto en esa película en
donde se inclina hacia atrás agarrándose los tobillos, y se veía espectacular.
Yo realmente apreciaba eso, por eso creí que todo el mundo lo haría
también. Nunca llegué a creerle toda es farsa.
Por supuesto que cuando empezamos a salir, mi amigo West Arkeen trajo
una copia de “New Wave Hookers” (algo así como “La nueva generación
de putas”) entonces pudimos comprobar todo lo que hacía. La película era
muy entretenida pero también un poco fastidiosa porque Traci y yo todavía
no nos habíamos acostado. Nuestra relación estaba empezando a
convertirse en una molestia en vez de en algo que valga la pena.

Un día Traci me llamó temprano para arreglar una salida, y ese mismo día
vino West con una pila enorme de crack. Estuvimos despiertos durante dos
días y cuando Traci pasó a buscarme para salir, West y yo estábamos
gateando por las alfombras en busca de rocas. Yo sabía que ella estaba por
venir, pero no podía evitarlo: éramos un desastre, la única persona a la que
no le hubiera importado eso era a una puta con crack. El lugar era una
pocilga de mierda a todo nivel y no ayudaba en nada que West estaba ahí
como si fuera un pigmeo: él media solo 1,55m, tenía el pelo finito y rubio y
realmente grasoso después de fumar crack durante dos días.
West tenía esa sonrisa permanente en su cara que se volvía más y más
perturbadora a medida que él más se arruinaba. Esa tarde estaba tan
arruinado que se le insinuaba abiertamente con la mirada a Traci.
West estaba tan drogado que no tuvo mejor idea que buscar en una
estantería la copia de New Wave Hookers y señalando la tapa decía: “Esta
sos vos, no? Sos Traci Lords!”. Y seguía sonriéndole.
Traci echó una larga y lenta mirada hacia alrededor. “Ya vuelvo”, dijo con
su suave vocecita. “Me olvidé unas cosas en el auto”.
“Si, joya”, le dije. “Después nos vamos”. Yo estaba drogado y no tenía
precisamente mucho sentido del tiempo, pero inmediatamente me di cuenta
que se había ido lo suficientemente lejos como para alguna vez regresar.

Hice lo que cualquiera con dinero fresco haría luego de alquilar por un
tiempo: me compré una casa tal como me indicó mi manager. Aún no tenía
idea sobre mi futuro ni cómo manejar las finanzas; no tenía ningún tipo de
aspiraciones materiales. No gastaba mucho en nada en ese momento; hasta
ese momento el dinero era un concepto abstracto para mí. Encontré una
casa en las afueras de Laurel Canyon, y siempre fue conocida como la casa
Walnut. Por esos tiempos yo estaba bastante descontrolado. Recuerdo que
fui a un encuentro con mi contratista para hablar de la remodelación del
baño, y pensaba que llevar algunas líneas sería una buena idea para romper
el hielo. Nos paramos en el baño para que me mostrara el trabajo que se iba
a hacer. “Si, si, joya flaco”, le dije. Bajé la tapa del inodoro y separé cuatro
líneas finitas de coca. “Querés una?”, dije.
Se mostró un poco incómodo y me respondió: “No, no gracias. Estoy
trabajando”. “Ok, bueno, esta bién”, le dije. “Me tomo la tuya entonces”.
“No es solo eso, sino que son las 8 de la mañana”, me respondió sonriendo
como disculpándose.
En ese momento yo era cada uno de los atormentantes clichés que ese tipo
pudo haber escuchado hablar sobre una estrella de rock, todo en uno solo,
más aún cuando se enteró que lo había contratado para convertir a uno de
los baños junto con su jacuzzi en un territorio para serpientes que ocupó un
cuarto del espacio del baño. Iba a construir paredes de vidrio para encerrar,
desde el piso hasta la claraboya, a la bañadera, la cual estaba elevada; y
además le agregó escaleras transparentes para poder ver a mis mascotas
donde quiera que estén. No podía esperar a llenar de árboles y de todas esas
mierdas que le gustan a las serpientes. En la casa Walnut llegué a tener más
de 90 serpientes y reptiles.

No hacía falta ser un clarividente para ver que si queríamos volver a ser
una banda, Izzy, Duff, Steven y yo tendríamos que ponernos a escribir un
poco de música y conseguir que Axl se interese y vuelva al ruedo.
Seguimos ensayando, y una vez que conseguimos algunas canciones,
fuimos a lo de Izzy para escribir algunas letras y ver en donde tenía puesta
su cabeza. No tardé mucho en darme cuenta. Estaba en el baño meando y
de repente me doy cuenta que la ducha tenía una capa de polvo de 5
centímetros de espesor. No habían usado esa cosa durante semanas –así de
ido estaba Izzy. Axl apareció ese día y, a pesar de todo, comenzamos a
trabajar en una canción que terminó siendo Pretty Tied Up. Me acuerdo que
Izzy había agarrado un platillo, un palo de escoba y algunas cuerdas y
construyó una cítara con todo eso. No hace falta decirlo, Izzy estaba hasta
la verga de droga.
No tuvimos que chocar con él en absoluto; el se llevó un susto muy serio
una noche que lo enderezó para siempre. Lo que fuera que le pasó, lo
shockeó tanto que nunca quiso hablar del tema. Llamó a su padre para que
lo viniera a buscar desde Indiana e irse a casa, así fue cómo y cuándo Izzy
se limpió. Y ha estado limpio desde entonces.

El resto de nosotros siguió trabajando, y una vez que logramos conseguir


algún material y comunicarnos nuevamente con Axl, él nos hizo saber que
quería, junto con Izzy, escribir el próximo disco en Indiana. No podía
imaginarme por qué; ambos se habían ido de Indiana ni bien pudieron venir
a Los Angeles y nunca parecieron muy enamorados de la idea de regresar.
De cualquier modo, nuestra situación era tan impredecible que no me iba a
mudar a ningún lado sin la garantía de que obtendríamos algo bueno. Al
final arreglamos quedarnos en Chicago.

Doug Goldstein, que era nuestro manager, y yo fuimos a echar un vistazo a


donde viviríamos y ensayaríamos. Elegimos el Cabaret Metro, que es un
club de rock famoso en el norte de la ciudad; es un espacio para conciertos
que alberga un club llamado Smart Bar en el sótano, y también tiene un
teatro arriba. Alquilamos un departamento de dos pisos en un edificio en la
Clark Street, justo al lado de donde pasaba el tren elevado.
Nos mudamos allí con nuestros técnicos Adam Day y Tom Mayhem,
nuestro productor y con nuestro nuevo guardia de seguridad, Earl. Duff,
Steven, los técnicos y el productor vivían en el departamento de abajo, y
Axl, Izzy, Earl y yo en el de arriba. Yo estaba cómodo porque tuve el lugar
para mí solo la mayor parte del tiempo –le tomó más de un mes a Axl
unirse a nosotros, e Izzy estuvo allí por menos de una hora. En nuestro
abundante tiempo libre con Duff tratábamos de mantenernos en forma. Yo
tenía una bici y solía usarla entre el departamento y la sala de ensayos, iba
saltando cualquier cosa que estuviera en el camino. Era un buen ejercicio.
Algunos días íbamos al gimnasio con Duff, preferentemente después de
nuestros vodkas matutinos. Fuimos a uno de esos grandes
YMCA(Asociación Cristiana de Jóvenes) públicos con Earl para levantar
pesas. Llegábamos en jeans, y hacíamos ejercicios entre cada recreo que
tomábamos para fumar –era realmente vigorizante.

Todas las noches íbamos al Smart Bar. No nos llevábamos realmente bien
con la gente de allí, pero teníamos una docena de minas. Parecía la pasarela
de un desfile el lugar, pero ocasionalmente me enfoqué en una de ellas. Se
llamaba Megan, tenía 19 años y vivía con su mamá y un hermano menor en
un suburbio cercano. Era una chica muy dulce y alegre, exótica y con unos
grandes pechos.

Yo traté de mantener el curso cuando Axl vino a la ciudad, pero dos


incidentes pusieron fin a mi estadía en la Ciudad Ventosa. El primero fue
una noche en que volvíamos de beber, y queríamos darnos una panzada de
comida italiana en el restaurant de enfrente de casa. Yo tenía una vista
general de lo que pasaba porque, según recuerdo, me pasé toda la noche
acostado en el techo del auto, yendo de un bar a otro. Nuestro lugar italiano
preferido quedaba en la esquina de casa y aparentemente Axl se había
deshecho de toda la comida de la banda dándosela a unas pocas personas
que se habían dado cuenta que vivíamos allí y le gritaban desde la calle.
Luego, prosiguió destrozando completamente la cocina y rompiendo todo
lo que encontró de vidrio en el departamento. Unos días después nos dimos
cuenta que Izzy había llegado manejando desde Indiana justo durante ese
berrinche de Axl. Echó un vistazo de lo que sucedía desde la calle, se subió
al auto, y regresó para Indiana sin siquiera haber entrado al edificio.
Supongo que luego del primer incidente, debimos habernos dado cuenta
que Axl no estaba contento y lo demostraba de esa manera, pero en ese
momento habíamos llegado a un punto en el cual dejábamos que haga lo
que quisiera y nosotros simplemente lo ignorábamos.
Quién sabe, si hubiésemos escuchado lo que él quería y hubiéramos
obedecido un poco más quizás no se hubiera vuelto tan loco. Igual, quién
hubiera podido imaginarse qué era lo que lo hacía tan infeliz? El llegó con
esa actitud de resentimiento y amargura que parecía proveniente de un
lugar muy deprimente. Pero, para ser honesto, debo decir que el que más
me preocupaba era Steven: él era un gran problema; se estaba dando con
toneladas de merca y sus actuaciones eran cada vez peores. Al principio no
me daba cuenta, él escondía la cocaína en la heladera.
Nosotros salíamos y compartíamos un poco de merca, pero no podía
comprender cómo era que Steven estaba siempre tan arruinado. El guiñaba
el ojo y me decía: “Hey, che, la bandeja de la manteca”, y señalaba la
heladera.
“Si, ok, Steve. Seguro”, le decía. Iba a la heladera, me preparaba un trago y
volvía sin nada que reportar. No pensé que quería que realmente me fijara
en la bandeja de la manteca. Estaba tan hecho mierda que no tomaba en
serio lo que me decía.
“Viste?”, me preguntó con una amplia sonrisa. Seguía señalando la
heladera y diciendo: “La bandeja de la manteca”.
“Si, ya la vi”, le dije. “Está muy buena la heladera que tenés. Muy linda la
bandeja de la manteca”.
“La bandeja de la manteca”
“Bueno Steven, que estas tratando de decir?”
Tom Mayhem lo descubrió accidentalmente. Steven tenía un
abastecimiento extra de coca en la bandeja de la manteca.
La gota que colmó el vaso con Axl sucedió una noche en que trajo algunas
chicas a casa. Megan se había ido, y yo ya estaba durmiendo. Era la
madrugada y oí una conmoción: escuché el ruido de algunas personas que
pasaban en fila por enfrente de mi dormitorio hacia el de Axl. Hasta ese
momento, Axl había estado casi permanentemente en su dormitorio
hablando por teléfono. Esa noche era claramente una ocasión distinta.
Mi cuarto estaba en el frente del departamento separado del de Axl por el
living y un largo pasillo como el de los ferrocarriles. Entonces fui a ver que
estaba pasando; encontré a Earl, Tom Mayhem, Steve y Axl jugueteando
con dos chicas muy despechadas que habían traído. Estuvimos un rato ahí,
y cuando se hizo tarde, quedó por sentado que iban a tener sexo con todos
nosotros. Estaban con la intención de darnos una mamada a cada uno, lo
cual me parecía razonable, pero no querían coger. Por alguna razón eso
enojó mucho a Axl. Las chicas tenían un argumento bastante inteligente
para negarse, pero Axl se permitió disentir. El debate continuó un
momento, todo bastante tranquilo, pero de repente Axl explotó. Las echó a
la mierda con una ira que me sorprendió. La forma en que reaccionó fue
totalmente innecesaria. El colmo fue que el padre de una de las chicas era
una eminencia dentro de la policía de Chicago, o al menos eso me dijeron.
Tarde en la mañana, armé las valijas y volé a L.A. Unos días después llegó
Megan para vivir conmigo.

Cuando me nublaba creativamente, me volvía muy autodestructivo con las


drogas. Era la excusa que tenía para recorrer ese camino. Es un fenómeno
común entre los drogadictos. Entonces recién llegado a L.A., y
considerando cómo estaban las cosas con la banda, cuando se me
presentaba la oportunidad de crear algo, la aprovechaba. Con Megan
habíamos sentado cabeza; éramos felices con nuestro nuevo hogar. Ella
resultó ser una gran ama de casa, mantenía muy bien el lugar y cocinaba.
Se iba a acostar temprano, por la mañana iba al gimnasio y luego ordenaba
la casa y preparaba el almuerzo. Atendía la casa, y a eso de las 10 u 11 de la
noche se iba a dormir, yo me quedaba despierto toda la noche abajo, en el
living, inyectándome a cada rato en el baño negro. Algunas noches escribía
canciones tirado en el sofá, otras noches simplemente me quedaba mirando
las serpientes. La mañana llegaba sin darme cuenta, entonces Megan se
levantaba y la pasábamos bien un rato hasta que me cansaba. Ella nunca
hacía preguntas, y así fue que convivimos felizmente durante un tiempo.
Teníamos apodos para todo tipo de cosas. Para ella todo era “lindo” o
“dulce”, y yo era “cariño”.

Pronto comencé a darme duro con speedball(es la combinación de cocaína


y heroína) y realmente disfrutaba la variedad de alucinaciones paranoicas
que éste traía. Nadie me había enseñado a inyectarme speedball; pensaba
que sería como un Reese`s Peanut Butter Cup narcótico (es una marca de
maní con chocolate, o algo por el estilo). La coca y la heroína eran dos
sabores grandiosos que yo sabía que juntos irían muy bien. La embestida de
la coca me elevaría y luego la dosis de heroína entraría en juego, y el viaje
tomaría un rumbo maravilloso; las dos se complementaban, elevándome
una y calmándome la otra, la mezcla era fantástica. Siempre terminaba
inyectándome toda la heroína antes de que me segara la coca, por eso por lo
general terminaba al borde de un infarto. Al final de esas noches terminaba
con el presentimiento de que alguien me observaba, entonces empecé a
pensar que caminar por mi casa armado hasta los dientes sería una buena
idea.
Compré un montón de armas: una escopeta, un .38 Especial, una .44
Magnum y algunos revólveres. Solía llevar el .38 en la parte de atrás del
pantalón, y después que Megan se iba a dormir, y luego de haberme
inyectado suficiente coca y heroína, caminaba por la casa pensando en
diversas cosas mientras veía esas pequeñas figuras alucinantes que se
aparecían en las esquinas de mis visiones. Las veía bucear y rodar desde el
caño de las cortinas o correr por los zócalos de las paredes, pero cada vez
que quería mirarlas fijo, desaparecían. Por ahí dejaba de hablar con todo el
mundo y empezaba a hacer un montón de dibujos. Siempre los dibujos han
representado cómo me sentía en ese determinado momento de mi vida. En
ese período, lo único que dibujaba eran dinosaurios y variados diseños de
logos.

Debí haber estado dibujando esos pequeños demonios que nunca pude ver
realmente o capturar en una película, creéme que lo intenté. En cuanto
empecé a inyectarme speedball regularmente, esos hombrecitos aparecían
por cualquier lado. Eran unos personajes pequeños y corpulentos, que se
traslucían, y yo los podía ver desde lejos hasta que, a veces, se me subían a
la campera. Yo quería llegar a conocerlos de alguna manera; cuando me
tiraba al piso esperando que mi ritmo cardíaco se relaje, veía el pequeño
espectáculo parecido al Cirque du Soleil que esos tipos hacían por todo el
cuarto. Muchas veces pensé en despertar a Megan para que pudiera
comprobarlo. Incluso les tomaba fotos en el espejo cuando los encontraba
colgados de mi pelo y en mis hombros. Comencé a hablar de ellos y a
verlos tan claramente que hasta lo volvía loco a mi dealer. En la rara
ocasión en que tenía que salir de mi casa para conseguir la droga, solía
inyectarme directamente en el lugar y luego empezaba a ver a esos
hombrecitos subirse a mi brazo.

“Hey, los ves?” preguntaba extendiendo el brazo. “Ves a ese hombrecito,


ahí? Está justo ahí”.
Mi dealer se quedaba mirándome sin expresión. Ese tipo era un dealer que
estaba bastante acostumbrado al extraño comportamiento de los faloperos.
“Mejor andate, flaco” me dijo. “Estás demasiado ido. Deberías irte a casa”
Aparentemente yo no era bueno para el negocio.

Una noche estaba patrullando la casa con mi escopeta y bajé las escaleras
para ir al living. Después volví a subir, pasando por el dormitorio donde
Megan dormía, y fui hasta el ático. Cuando iba subiendo, el arma se
disparó e impactó en el cielo raso. Megan ni siquiera se despertó.

David era un tipo entrador y bastante sabio en todo lo que sea abuso de
químicos. Me preguntó qué estaba haciendo respecto a las drogas, y qué me
estaba pasando emocionalmente y síquicamente, y con la banda. Divagué
un poco, pero cuando empecé a hablarle sobre mis pequeños y traslúcidos
amigos, David me interrumpió. La conversación en si misma era
demasiado íntima como para tenerla con alguien que no veía desde los 8
años, pero escuchó lo suficiente.

“Escuchame” me dijo. ”No vas por buen camino. Si ves cosas a cada rato,
lo que estás haciendo con vos no es para nada bueno. Estás en un punto
muy bajo espiritualmente cuando eso comienza a suceder.” Se detuvo un
momento. “Te estás exponiendo al lado más oscuro de tu subconsciente. Te
estás haciendo vulnerable a todo tipo de energía negativa”

Yo estaba tan alejado de la realidad que no le creí nada. Pensaba que mis
alucinaciones eran mi tiempo de entretenimiento.

“Ok, está bien” le dije. “Si, supongo que está mal. Estoy notificado.”

Doug pensó que podría intentar una mediación con Steven llevándolo de
vacaciones a un exclusivo resort y golf club en Arizona. Yo era una especie
más difícil –ninguna sugerencia de rehabilitación terminaría bien, tampoco
la idea de andar siendo cuidado por alguien. En realidad, nadie podía
decirme nada en ese momento; tenían que confiar en que tomaría las
riendas de mi vida nuevamente. Y yo lo intenté realmente; pensé en cómo
podía cambiar el curso durante muchas noches que pasé drogado en la casa
Walnut.

Hice que un médico me recetara Buprinex, que es un bloqueador de


narcóticos. El me proveía botellas de Buprinex y jeringas. Era un
tratamiento muy caro, pero este tipo era una especie de Dr. Feelgood(Dr.
Sentirse-bien); no la clase de tipos que tienen una práctica legítima de la
que puedan hablar.
Llevé todo eso la noche que decidí espontáneamente irme para Arizona,
donde estaban Steven y Doug. Tenía sentido en ese momento: el sol de
Arizona era un lugar perfecto para empezar a disminuir mis hábitos. Le dije
a Megan que tenía que hacer no sé que mierda con la banda y que volvería
en cuatro días. Reservé un pasaje, llamé una limusina y llamé a un dealer
que sabía que vivía camino al aeropuerto. Tenía todo planeado. Cargué
suficiente coca y heroína, todo el Buprinex y ya estaba listo para irme en un
hermoso fin de semana de relax y tranquilidad en el resort de golf.

No había llamado a Steven o Doug para decirles que iba para allá, entonces
cuando llegué aquella noche, estaba solo. No pasaba mucho en el pueblo,
pero no me importaba.
“Hey, a cuánto estamos del lugar?” le pregunté al chofer de la limusina.

“A unos 45 minutos, señor” me dijo.

“Ok. Podríamos parar en algún lugar para conseguirme una vajilla?” le


pregunté. “Tengo un poco de alimento que quisiera comer.”

El chofer manejó unos 20 minutos más y paró en un Denny’s.

Salió y me trajo un cuchillo y un tenedor envueltos en una servilleta.


“Bárbaro” pensé.

“Hey” le dije. “Hay algún otro lugar para detenernos? Necesito un set de
vajilla completo”

Después de otros 15 minutos paramos nuevamente y conseguí una cuchara.


Ahí subí el separador que divide el asiento de adelante del mío, saqué las
drogas y me preparé la comida.

Me alimenté y me relajé mientras íbamos para el hotel. La abundante


maleza que presentaba el paisaje de Arizona y los vidrios polarizados
hacían todo muy exuberante.

Cuando llegamos al resort, el Venetian, llevé la fiesta a mi habitación. No


era el tipo de lugar a los que estaba acostumbrado, no parecía un cuarto de
hotel; eran una especie de cabañas ubicadas en un hermoso y cuidado
campo de golf. Mi habitación era muy linda, con unas cortinas blancas y
lisas rodeando la cama, un pequeño hogar, y un baño con la ducha
encerrada en una mampara de vidrio –era como un spa muy bien equipado.
Era tan relajante que pensaba que la mejor terapia sería inyectarme coca y
heroína toda la noche para calmar mi alma.

Pronto olvidé que la mierda que había llevado debía durarme cuatro días –
actuaba como si tuviera algo que celebrar. En unas horas me había quedado
sin heroína. Es un problema común en los drogadictos: cuando estás
limado, estás en un lindo estado de conformidad, todo es bueno y calmado,
y es ahí cuando hacés los planes; ahí es cuando te das cuenta cuantas dosis
necesitarás. Luego empezás a doparte y todo cambia.

Esa noche seguí inyectándome coca sólo por inyectarme y estuve bastante
contento esas pocas horas. Y luego las cosas se enrarecieron. Empecé a
boxear contra la sombra de los monstruos que veía a través de las cortinas
que enmarcaban la cama. Me movía como si estuviera ejercitándome en un
gimnasio. La pelea con la sombra duró toda la noche, hasta que salió el sol
y desapareció toda sombra, finalizando así con mi actividad. Una vez que
me recuperé de ese trance, me di cuenta que sería mejor ir a buscar a
Steven y Doug.

Primero decidí darme una ducha, arreglarme un poco. Pero antes de eso,
opté por una última dosis de coca. Me sentí bárbaro cuando me puse bajo la
gran lluvia de agua de la lujosa ducha. Y fue allí debajo de esa agua tan
cálida cuando las alucinaciones de la coca me pegaron más duro que en la
noche, o que en cualquier otra noche. La luz del día entraba plenamente por
la claraboya, pero yo veía cómo emergían unas enormes sombras desde las
esquinas. Crecían desde el piso enfrente mío, desde el vidrio de la ducha y
tomaban la forma de las sombras de los monstruos con los que había
boxeado más temprano. Estaban justo enfrente mío, tapando la puerta de
vidrio, y como yo no estaba dispuesto a dejar que me alcancen, entonces las
golpeé tan duro como pude, rompiendo en añicos todo el panel de vidrio.
Me quedé parado allí con una mano cortada, bajo el agua, paralizado y
paranoico, buscando con la vista por todo el baño a otros enemigos. Ahí fue
que aparecieron mis pequeños amigos.

Siempre se vieron como el tipo de Depredador para mi, pero en escala y de


un azul verdoso medio transparente; eran chiquitos pero fornidos con la
misma cabeza puntiaguda y el pelo con rastas gomosas. Siempre fueron
apariciones bienvenidas y distracciones tranquilas, pero esta vez fue una
alucinación siniestra. Los vi agrupados en la puerta; era un ejército, tenían
pequeñas ametralladoras y armas que parecían arpones.
Estaba aterrorizado; corrí por los vidrios rotos que había en el piso y cerré
de un portazo la puerta corrediza de vidrio del baño. La sangre comenzó a
acumularse como en una pileta debajo mío, fluyendo desde mis pies, pero
realmente yo no sentía nada; veía horrorizado cómo las criaturas escurrían
sus extremidades por la puerta, deslizándola para abrirla. Puse todas mis
fuerzas contra la puerta para que no la pudieran abrir, pero no hubo caso;
ellos estaban ganando y yo estaba perdiendo el balance sobre los vidrios
rotos.

Decidí huir. Pasé a través de la puerta corrediza, esparciendo los vidrios por
todos lados y cortándome más aún. Cuando salí corriendo de la cabaña, la
luz del día, el verde furioso del césped, y los colores en el cielo eran
abrumantes, todo era inquietante, brillante e intenso.

Todo en mi cuarto había sido tan real que yo no estaba preparado, en esas
condiciones, para pasar de las pálidas cortinas a la claridad de la luz del día
tan de repente.

Salí corriendo, totalmente desnudo y sangrando, por el campo de golf,


escapando del ejército de Depredadores que veía sobre mi hombro cada vez
que me daba vuelta a mirar. Necesitaba un alivio de la áspera luz del día,
entonces me agazapé a través de la puerta abierta de otra cabaña. Me
escondí detrás de la puerta y luego detrás de una silla, a medida que los
Depredadores iban llegando al cuarto. Había una mucama allí, haciendo la
cama, que comenzó a gritar cuando me vio. Gritó más fuerte aún cuando
traté de usarla como escudo humano para protegerme de los pequeños
cazadores que me acechaban.

Huí de nuevo, corriendo a máxima velocidad a través del resort con un


ejército trasluciente en mis tobillos; los colores y el paisaje sólo
colaboraban con mi demencia. Corrí por detrás del clubhouse principal, y
pasé por la puerta de atrás hasta la cocina; todo en la cocina era vertiginoso,
así que corrí hacia el lobby. Había huéspedes y gente del resort, y recuerdo
haber agarrado a un tipo de negocios muy bien vestido, que estaba parado
ahí con su equipaje, para usarlo de escudo humano nuevamente. El parecía
tan seguro y firme que pensé que podría mantener a los Depredadores
alejados, pero me equivoqué. Ellos en realidad me alcanzaron y
comenzaban a subir por mis piernas mientras cargaban sus pequeñas armas.
El tipo de negocios no quería saber nada conmigo, se sacudió entonces yo
me fui por atrás a un cuarto de servicio que estaba cerca de la cocina.
Como la gente comenzaba a congregarse, corrí de nuevo para afuera,
encontrando oscuridad y refugio de casualidad en un cuartito en el campo
de golf, en donde me escondí detrás de una cortadora de césped hasta que,
finalmente, las alucinaciones comenzaron a desaparecer.

Ya había causado una buena conmoción para ese momento; la policía había
llegado y, junto con una multitud de espectadores, me enfrentaron en el
lugar donde me escondía. No volví a ver a los Depredadores, pero cuando
le di mi testimonio a la policía, éste incluyó una detallada recreación de
cómo me habían perseguido a través de todo el resort para matarme.
Todavía estaba tan ido que conté la historia sin el más mínimo dejo de
conciencia. Todo a mi alrededor se veía bastante bizarro; más aún cuando
Steven irrumpió entre la multitud para alcanzarme un pantalón corto.

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