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CONTEXTO HISTÓRICO EN EL QUE SE INSPIRA LA NOVELA

LA VERDAD SOBRE EL CASO SAVOLTA,


DE EDUARDO MENDOZA

La trama de LA VERDAD SOBRE EL CASO SAVOLTA se desarrolla en la Barcelona del primer


cuarto de siglo (1917 y 1919), recreando la situación socio-política (la revolución, el descontento
de la población, el pistolerismo que promovían los patronos para acabar con los instigadores de la
revolución, etc.) La novela describe dos mundos, por un lado el de los obreros, su cotidianidad, su
ocio, lo que pensaban, etc.; y por otro, se muestra la opulencia de la burguesía catalana. Los
personajes a través de los cuales se introducen sendos ambientes son Paul-André Lepprince y
Javier Miranda, hombres de perfil diferente pero con una particularidad común puesto que no
acaban de encajar bien en sus respectivos entornos.
Los interrogatorios del juicio se producen en 1927, diez años después de que hayan
sucedido los hechos principales. El marco histórico de la novela se extiende desde los años finales
de la Primera Guerra Mundial, 1917 a 1919, hasta el momento en que Javier Miranda, emigrado a
Estados Unidos, cree que ha pasado suficiente tiempo para reclamar el seguro de vida que contrató
Lepprince. Después de su partida todavía se entera, por carta de Cortabanyes, de algunos hechos
como la muerte de Doloretas, sucedida en 1920.

Desde principios del siglo XX, Barcelona, el gran núcleo industrializado de España, fue una
ciudad conflictiva donde se focalizó el movimiento anarco-sindicalista. En 1911 los anarquistas
fundan la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT), que en pocos años sería el sindicato con
mayor afiliación Los anarquistas habían adquirido gran popularidad en la última década del XIX
con una serie de atentados como la explosión de una bomba en el Liceo de Barcelona –a lo se alude
en la novela a las circunstancias en las que perdió la mano Claudedeu- y el asesinato de Cánovas del
Castillo. Durante la I Guerra Mundial (1914-1918), debido a la fuerte demanda de los países
beligerantes, la industria textil catalana experimentó un periodo de auge económico, aunque no
repercutió en el proletariado, azuzando más el descontento de los trabajadores. Al acabar la I
Guerra Mundial la conflictividad social creció hasta límites insospechados siendo su mayor
expresión el pistolerismo. En 1919 la huelga de La Canadiense –empresa de capital extranjero
monopolizadora de la producción eléctrica en Cataluña-, dejó Barcelona a oscuras, obligando a
cerrar las fábricas. Cuando a finales de 1919, los patronos con el apoyo del gobierno y de los
políticos catalanistas deciden clausurar las empresas y dejar sin empleo a miles de trabajadores, la
acción terrorista desplaza del escenario catalán la lucha sindical. Los pistoleros de la central
libertaria se enfrentan a los de la patronal catalana al tiempo que el terrorismo oficial se canaliza a
través de la “Ley de fugas”.

Se denominó pistolerismo al fenómeno registrado en España durante la crisis de la


Restauración de Alfonso XIII que consistía en la contratación de matones a sueldo por parte de la
patronal para hacer frente a los sindicalistas y trabajadores más activos en una inicial campaña de
ataques violentos a diversas fábricas entre 1916 y 1919. A su vez, la clase obrera respondió con sus
propios pistoleros. Así, hubo más de 200 muertos por parte de los asalariados pero tan solo 20 por
la parte de los empresarios. Este fenómeno se dio sobre todo por parte del proletariado urbano e
industrial que se movilizó y multiplicó sus huelgas, impulsado por la Confederación Nacional del
Trabajo en Barcelona porque contaba con mayor número de afiliados. Ante su influencia y poder,
la Federación patronal reaccionó violentamente, radicalizándose el enfrentamiento patronos-
obreros que degeneró en el pistolerismo blanco (terrorismo patronal), contestado a su vez por la
acción anarco-sindicalista. Empresarios, autoridades políticas, autoridades eclesiásticas, fuerzas
del orden, por un bando, y líderes sindicales o abogados sindicalistas, por otro, fueron objetivos de
este terrorismo que sufrió muy especialmente la capital catalana superando los 700 atentados.
Cuando los patronos respondieron con el cierre de empresas -enviando al paro y al hambre
a miles de trabajadores-, al tiempo que fomentaron los sindicatos amarillos ("libres") como el
Sindicat Lliure y, por otro lado, presionaban al gobierno para que frenase como fuera el auge del
anarco-sindicalismo, el ejecutivo nombró al general Martínez Anido como Gobernador Civil de
Barcelona. Éste protegió las actividades terroristas empresariales mientras reprimía duramente a
los sindicalistas aplicando la "Ley de fugas". Los pistoleros blancos asesinaron, entre muchos otros,
a sindicalistas como Pau Sabater en 1919, Evelino Boal en 1921, Salvador Seguí El Noi del Sucre y
Francesc Comes en 1923; y a abogados como Francesc Layret en 1920.

El reinado de Alfonso XIII (1902-1931)

En la novela de Eduardo Mendoza aparece también como personaje en la fiesta de Savolta el


monarca de aquella época, Alfonso XIII -abuelo de Juan Carlos I- y su esposa , Victoria Eugenia.

El reinado de Alfonso XIII (1902-1931), mantuvo en vigencia la Constitución de 1876 hasta


1923, año en que comenzó la Dictadura de Primo de Rivera, y, por tanto, concluyó formalmente la
Restauración, aunque adaptándose a los cambios de las estructuras y del ambiente social e
ideológico.
En el aspecto político, se llevó a cabo la disolución del sistema bipartidista desapareciendo
los dos partidos tradicionales, liberal y conservador, porque sus líderes dejaron de aglutinar a las
distintas corrientes, Canalejas -político coruñés- porque había sido asesinado, en Madrid en 1912
(por pistoleros próximos a la CNT) y Maura porque se apartó momentáneamente de la vida
política, y así se constató la división interna de ambas formaciones. Aunque en todo este período se
perpetuaron los vicios políticos de siempre: la corrupción, el favoritismo y el caciquismo, y la
arbitrariedad.
En cuanto a los conflictos sociales, en 1909 se produjo en Barcelona la “Semana Trágica“,
que adquirió un carácter violento y anticlerical. Aunque su causa inmediata fuera la
disconformidad respecto a la gestión de la guerra de África, confluyó con una serie de
reivindicaciones sociales que demandaban las fuerzas sindicales, anarquistas y socialistas. Así, se
propició el nacimiento de la Central Nacional de Trabajadores.
En 1917 se produjo una crisis constitucional. La izquierda social, el regionalismo catalán
representado por la Lliga y los militares plantearon la reforma constitucional y la regeneración de
la vida política. Todo comenzó cuando los militares se manifestaron para reivindicar mayor salario
y protestar por el sistema de ascenso previsto por méritos de guerra para los militares que
participaban en la contienda de África. Después, por iniciativa de la fuerza que representaba a la
burguesía catalana se convocó la Asamblea de Parlamentarios en Barcelona, con el objetivo de
promover la reforma constitucional, la finalización del sistema del turno bipartidista y la
corrupción. A este llamamiento acudieron catalanistas, republicanos y socialistas.
Fue con la irrupción del movimiento obrero cuando se generó el choque violento entre los
trabajadores y las Juntas de Defensa creadas por los militares. Más tarde, se convocó una huelga
general en agosto que se sumó al conflicto que se vivía en Valencia entre los ferroviarios y la
Compañía del Norte. Al final, la huelga apoyada por los sindicatos anarquista y socialista fue
reprimida por el Ejército, que también disolvió el movimiento de los parlamentarios. En tales
circunstancias, tanto los militares como la burguesía, se aliaron con el Gobierno para hacer frente a
las revueltas obreras. Se estableció un Gobierno "de concentración" presidido por Maura en el
que participaron representantes catalanes, poniéndose fin a las aspiraciones para cambiar la
Constitución. En el libro hay alusiones a Francesc Cambó, un nacionalista catalán de carácter
burgués y conservador, dirigente de la Lliga, conciliador con los gobiernos de Madrid; frente a él
se hallaba el nacionalismo izquierdista de Francesc Macià quien defendía que Cataluña debía
luchar por su reconocimiento como República independiente.
El aumento del proletariado industrial, la aglomeración en las ciudades (huyendo de la
miseria rural) y la fuerte subida de los precios (porque la producción de alimentos y materia
prima se destinaba al mercado europeo) produjeron una tensa situación durante el transcurso de
la I Guerra Mundial. Pero a su término, a partir de 1919 esta inestabilidad se vio agravada por la
crisis económica derivada de la contracción del mercado europeo y la acción de los movimientos
revolucionarios, entre los que destacó la Revolución Rusa.
Aunque España se declaró neutral en la Primera Guerra Mundial la sociedad sí tomó
partido por uno u otro bando. Por un lado, estaban los "aliadófilos" (la mayoría de los
intelectuales, el socialismo y los políticos de izquierdas), y por otro, se hallaban los "germanófilos"
(la extrema derecha, los políticos conservadores y las bases del partido liberal).
También la I Guerra Mundial provocó efectos en la economía española. Debido a la
necesidad de revertir los medios de producción europeos en una economía de guerra, España
aprovechó la ocasión para vender materias primas y productos manufacturados. Pero al término de
la contienda en Europa, el sector productivo español no había reinvertido sus altos beneficios
(obtenidos tanto a costa de los precios elevados que pagaban las naciones europeas en guerra
como a los ínfimos salarios que pagaban) para modernizarse y crear un tejido industrial.
La larga guerra que España mantenía en Marruecos (1909-1927) ocupó después de la crisis
de 1919 el primer plano de actualidad. En 1921 volvió la tensión tras el Desastre de Annual, donde
más de diez mil soldados españoles cayeron muertos ante las tropas rifeñas de Abd-El-Krim. Como
esta guerra fue desde siempre muy impopular, las circunstancias concitaron el respaldo de algunas
fuerzas políticas y de la opinión pública en general. El objeto de las críticas se centró en el Ejército,
la administración de los militares y el hecho discriminatorio por el que se libraran de combatir en
Marruecos aquellos españoles pudientes que podían pagar una cierta cantidad de dinero para que
otro soldado humilde combatiera en su lugar. Establecida una comisión de investigación, las
consecuencias directas fueron dos: sustituir al alto comisario y la caída del gobierno; pero no se
llegó al fondo del asunto porque su actividad quedó interrumpida oportunamente por Primo de
Rivera.
En ese clima crispado (creciente presencia del ejército en la vida pública, conflictividad
obrera y continua frustración ante los intentos de regeneración política), tuvo lugar en 1923 el
golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera, capitán general de Cataluña, que contó con el apoyo
del Rey Alfonso XIII y de la alta jerarquía militar, pero también de las organizaciones patronales
catalanas. Su finalidad era instaurar una dictadura al estilo musoliniano para impedir cualquier
posibilidad revolucionaria y evitar que se llegara hasta el fondo en las investigaciones sobre los
desastres de Marruecos. Consecuencias inmediatas fueron la prohibición de los partidos políticos
a excepción de la Unión patriótica del dictador, las férreas medidas de control ejercido sobre los
trabajadores de las empresas que habían sufrido la crisis y la congelación salarial.
Sin embargo, la burguesía catalana vio frustrados sus intentos descentralizadores, frente a
una política aún más centralista que antes, en materia económica, que favorecía los oligopolios,
muchos de ellos consolidados en manos del Estado o de grupos exclusivos de empresarios
vinculados a la dictadura. Las pésimas condiciones de trabajo y la dura represión del movimiento
obrero propiciaron el distanciamiento entre la UGT y el PSOE .
Simultáneamente, los intelectuales también sufrieron los efectos de la dictadura. Unamuno,
Ortega y Gasset, Blasco Ibáñez o Valle Inclán, entre otros muchos, perseguidos con especial dureza
debieron exiliarse o guardar silencio. Varios periódicos así como las universidades de Madrid y
Barcelona fueron clausurados.
La economía española, al no ser competitiva, fracasó con la crisis mundial de 1929,
registrándose una importante fuga de capitales. En enero de 1930, Primo de Rivera (que moriría en
el exilio) fue obligado a dimitir por Alfonso XIII en un intento de evitar el propio desprestigio de
la monarquía hasta entonces cómplice de la dictadura. Los gobiernos posteriores de Dámaso
Berenguer (apoyado por Cambó), denominado la “dictablanda”, y de Juan Bautista Aznar-Cabañas
continuaron la deriva decadente.
Tras el triunfo en las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 que experimentaron las
fuerzas republicanistas en las principales ciudades, se proclamó la Segunda República el 14 de
abril, y en el mismo día el monarca abandonó España, consumándose el fin a la Restauración
borbónica que había iniciado su padre, Alfonso XII, con la Constitución de 1876.

(Fuentes: Larousse y Wikipedia)

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