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La angustia.
Además, a muchas personas les ocurre que "respiran excesivamente" cuando sienten
angustia, lo que las conduce a inspirar un exceso de oxígeno y, paradójicamente, sentir
que necesitan inspirar más aire cuando en realidad necesitan menos. La respiración
excesiva provoca sensaciones de mareo y de vértigo, así como palpitaciones. No
sabiendo esto, es fácil pensar que esas sensaciones son una prueba de que algo en
nosotros no funciona correctamente, y ese pensamiento produce aún más ansiedad, lo
que refuerza el círculo vicioso.
Hay muchas personas que combaten las situaciones que les provocan angustia con una
serie de conocidas técnicas pensadas para distraerse de la angustia (relajación, contar
hasta diez, beber, etc.). Pueden ser útiles a corto plazo pero en general no resuelven el
problema.
En tercer lugar, hace años se desarrollo un principio que resultó ser muy útil. Lo
denominamos "arduo pero no aplastante". Con ello queremos decir que si creemos que
una situación nos sobrepasa, quizás es mejor no enfrentarnos a ella todavía. Pero sería
un error avanzar demasiado gradualmente y sólo hacer lo que podamos realizar
cómodamente. Superar la ansiedad comporta tolerar cierto grado de incomodidad, por lo
que es importante enfrentarse al sentimiento de incomodidad y no evitarlo. Para
empezar, escogeremos una experiencia que consideremos ardua. Y si no tenemos éxito,
pensaremos que es desagradable pero no terrible. Continuaremos aplicando el principio
de arduo pero no aplastante. Escoja una situación que le resulte difícil de afrontar,
hágalo y practique la actitud que resumimos en la frase "la angustia es una sensación
muy desagradable, pero no es terrible". Si teme que le dé un ataque de pánico, recuerde
que el pánico tiene una duración muy breve, aunque mientras dura parece interminable.
Enfréntese a él con la misma actitud: "Si me coge un ataque de pánico, me ha cogido y
ya está; será desagradable, pero no terrible."
Creemos que la verdadera vida consiste en aprender y ello conlleva asumir riesgos, lo
que no nos impide advertir que no es necesario hacer locuras. Se trata de proponerse
objetivos que no estemos seguros de conseguir, buscar novedades que no estemos
seguros de disfrutar, determinar mediante la experiencia lo que nos gusta y lo que nos
disgusta y decidir qué queremos hacer con nuestra vida. No hay otros objetivos vitales
que los que cada uno se marca.
Lo peor de casi cualquier "desastre" no es tanto lo terrible que sea en sí mismo sino la
creencia exagerada en el horror que conlleva.