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UNA TARDE EN LA CIUDADELA

Por Toriz Beltrán Marisol

En la estación del metro Balderas por la que diariamente muchas personas


entran, salen o transbordan, pero en especial los días sábados y domingos, un
tipo de gente se baja del tren para ir unos cuantos pasos a las afueras de dicha
estación. Estas personas buscan un lugar de diversión, de cultura, donde por
años se han reunido simplemente para disfrutar del baile.

Hay quienes llegan en microbús, taxi o en


su propio automóvil, pero el fin es el mismo,
llegar a La Plaza de la Ciudadela, actualmente
llamada Plaza José Maria Morelos, rodeada por
las calles Enrico Martínez, Emilio Dondé y
Balderas, de la colonia Centro, donde podrán un
nuevo paso aprender. A espaldas de la
Biblioteca México, ubicamos a grandes
personajes que vienen a pasar una tarde
agradable a la delegación Cuauhtemoc.

La edad no importa, sólo es necesario el gusto por el baile, y sino se tiene


un conocimiento previo del mismo, no importa, aquí equivocarse o no saber no
es situación de burla, al contrario, sobran maestros para bien transmitir su
conocimiento y pasión por los diferentes ritmos musicales, entre los que
podemos citar al mambo, la salsa y el merengue, por nombrar algunos.

En la Ciudadela, podemos encontrar también artesanías, discos, comida,


contrincantes para un buen juego de ajedrez, un buen bolero por si acaso se
nos olvido limpiar nuestros zapatos, pero sobre todo, maestros de baile. Por
cada espacio que se pueda bailar encontraremos seguramente un diferente
ritmo musical que no podremos ignorar, ya sea por lo pegajoso de la música,
por el caché que las personas le ponen a su modo de bailar, o por que notamos
la dedicación que cada bailarín le pone a su atuendo y arreglo personal.

En la plaza principal se concentran los aficionados al danzón, quienes


tienen música en vivo y un buen equipo de sonido, para cuando los músicos
tengan que partir o tomar un descanso. Y están preparados por si el clima es
cálido o con lluvias, ya que instalan lonas para cubrirse, o bien, de los rayos del
sol o de las posibles lluvias que pudieran caer. También decoran con globos, y
porque no habrían de hacerlo si se viene a celebrar con alegría y con los
amigos de un buen baile.

Al visitar este lugar me di cuenta porque mis papas dicen expresiones


como “Y, ¿a eso le llamas bailar?”, o “¿Qué modos de bailar son esos?”, ya
que a mí me gusta ir a antros donde tocan generalmente música electrónica,
genero que guarda grandes diferencias con el danzón por ejemplo, por los
ritmos e instrumentos con los cuales se tocan cada uno. Mientras para producir
su sonido, el disc-jockeys solo requiere de máquinas, producto de los avances
tecnológicos a finales del siglo XX, la música electrónica se basa en un latido o
beat constante con sonidos de síntesis repetitivos, que no tienen letra y no
cumplen con la estructura clásica de estrofa-estribillo. Las orquestas que tocan
danzón utilizan el ritmo del cinquillo creado con saxofones altos, saxofones
tenores, saxofón soprano y el saxofón barítono, en la sección de maderas; para
la de los metales utilizan trompetas y trombones, con algunos violines y
contrabajos, sin olvidar las percusiones de timbales y el güiro que se
complementan con claves. Entre los compositores de danzones encontramos a
los cubanos Mariano Mercerón y Arturo Nuñez, pero también surgieron
mexicanos como Amador Pérez Torres, el veracruzano Noé Fajardo, José
Gamboa Ceballos de Yucatán, Rafael de Paz del estado de Chiapas o Carlos
Campos.

Y de los danzones que podemos escuchar bailar por las parejas que
sacrifican la velocidad por el estilo, con movimientos sutiles y sin grandes
desplazamientos en la pista, dibujando un cuadro o dos cuadros seguidos con
los pies en el piso haciendo algunos giros. Pero cuando temas como “Nereidas”
de Amador Pérez Torres, “Pulque para dos” o “Acapulco” de Gus Moreno,
“Mocambo” de Emilio Renté, “Teléfono a larga distancia” de Aniceto Díaz,
“Paludismo agudo” de Esteban Alfonso, “La Negra” de Gonzalo N. Bravo,
“Plaza Suave” de Ernesto Domínguez, “Salón México” de Tomas Ponce Reyes
o “Acayucan” de Macario Luna hacen una pausa en la música, las parejas les
aplauden por un momento, las mujeres se echan aire con su abanico y los
hombres aprovechan para acomodar su ropa.

Y es del danzón, este género en especial del que quiero hablarles, me


llamo la atención más que la salsa o el mambo por ejemplo, porque quienes se
encontraban bailando me transmitieron ese gusto, disfrute, gozo y alegría que
va al compás de la música que sale de cada instrumento.

El danzón es un baile cubano que tiene sus orígenes en la fusión de


música y bailes europeos, africanos y cubanos. Se deriva de la danza y
contradanza europea de finales del siglo XVIII por la migración de españoles,
franceses y algunos negros y mulatos de Haití. Reciben influencias del son
criollo también, se diferencia del ritmo africano porque posee una mayor
libertad expresiva y sensual entre las parejas. Creado por Miguel Failde y
Pérez surge en la segunda mitad del siglo XIX propiamente como danzón, y es
hasta el siglo XX que se cristaliza.

En México el danzón tiene cuatro etapas de su historia: la primera, desde


su llegada hasta los momentos acendrados de la lucha revolucionaria de 1910-
1913. La segunda, llevará una influencia definitiva en la evolución de la radio y
es relacionado con los primeros pasos de la discografía, tendrá que ver con las
formas del divertimento colectivo entre los años 1913 y 1933. Una tercera fase
estará asociada con los aparatos reproductores y los espacios recreativos
donde se reproducen las sonoridades y las maneras de interpretar el danzón
(salones de baile con orquesta), que nos remite desde el año 1935 hasta 1964,
cuando dichos salones de baile van a dejar su espacio legítimo a otras zonas
de baile que transformarán los modelos de expresión de las danzas y bailes
populares.

Por último, puede hablarse de una cuarta etapa de renacimiento de viejas


formas que se han reintegrado a los bailes colectivos populares, para defender
su existencia y demostrar que el danzón tiene una estructura que lo puede
hacer permanente.

Al principio en la Ciudadela se daban clases de lunes a viernes de cuatro


de la tarde hasta las siete u ocho de la noche, posteriormente se empezaron a
dar los fines de semana, y es como actualmente sigue esta tradición, que todos
los sábados y domingos a partir de las diez de la mañana aproximadamente
comienzan las clases.

Es muy interesante el atuendo que utilizan, los hombres por un lado,


portan un traje de saco holgado y amplias hombreras, o un pantalón de vestir
con una camisa, zapatos que se notan por su limpieza y que llaman la atención
por sus particulares diseños y colores. Sombrero de ala ancha y copa baja,
adornados con una pluma de avestruz, guajolote o faisán, está va colocada del
lado izquierdo, la camisa es de cuello alto y en especial usan colores chillantes
como los que se usaban más comúnmente en los años cincuentas en nuestro
país. Hay quien porta zapatos amarillos, azules, vinos, blancos, negros, cafés,
grises, rojos, en diferentes tonos y combinaciones, lo importante es verse bien
para la ocasión, son puntiagudos, agujetas de cola de rata y tacón semicubano.

Las damas por su parte no pueden quedarse atrás, traen vestidos por
debajo de la rodilla, generalmente, medias, zapatillas, o coordinados de falda y
blusa, un abanico en la mano izquierda, el cual por supuesto combina con su
atuendo. A algunas de ellas les gustan los estampados y otras optan por los
atuendos lisos, pero lo que no puede fallar es el maquillaje, de algunas discreto
o ligero, y de otra parte de ellas un poco más cargado por si el baile se
prolonga hasta la noche.

Aunque no todos van muy elegantes, hay personas más sencillas que
ponen más atención en sus pasos y no tanto en su atuendo, porque su vanidad
no precisamente refleja su talento al bailar. Sin duda es un ritmo particular el
que este baile tiene, y aunque no hay propiamente un maestro al que todos
sigan, como en los demás géneros, es un poco difícil darse cuenta de quien no
lleva el ritmo, y entre todos van enseñándose una nueva vuelta, un nuevo paso,
la expresión corporal sin duda dice más que mil palabras.

En realidad es un lugar que vale la pena visitar y aprender de el, es


gratuito y lo único que se necesita es un poco de curiosidad y quitarse
prejuicios que no nos ayudarían a disfrutar un gran baile. Entre los asistentes
no sólo encontramos a personas que se encuentran en su madurez, sino
también jóvenes y niños, lo cual nos habla de que aquí no se excluye ni
discrimina a nadie, todos son bienvenidos. Y realmente con sólo escuchar la
música es un poco inevitable mover los pies y tratar de unirse a la fiesta.

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