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Los Reyes Magos ante Herodes.

Es muy poco lo que la Biblia nos comenta acerca de los Reyes Magos. La idea de unos
dulces ancianos que regalan juguetes a los niños, pertenece más bien a la tradición que a los
evangelios. Apenas unas pocas palabras aparecen en el evangelio de Mateo, en donde son más
las dudas que las certezas. Sus palabras más que relatar los hechos, se preocupan por subrayar
la ascendencia davídica de Jesús. Los detalles son escasos y el origen real de Jesús, parece
prevalecer sobre la descripción de los acontecimientos. Pero por sobre todo, el fin del relato
busca manifestar la universalidad del milagro. Puesto que el evangelio de Mateo está escrito
en especial para los paganos que se convertían en Siria, su intención está en resaltar la
indiferencia de los judíos frente a la conversión de los gentiles. Mientras la mayoría de los
hombres sabios de Israel ignoran al Mesías, unos magos venidos de oriente lo adoran. De este
modo, el escueto mensaje del evangelio, ha dejado un lugar importante a la tradición de la
Iglesia. Por ello, en ningún lugar se menciona que fueran tres, ni que fueran reyes y menos
aún sus nombres.
Los magos venían siguiendo una estrella, que los guiaba en busca del “Rey de los Judíos
que había nacido”. Al parecer ya conocían la profecía de Miqueas acerca del la mujer que
daría a luz en Belén: “Pero tú Belén de Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti
nacerá el que debe gobernar a Israel… Por eso, el Señor los abandonará hasta el momento en
que dé a luz la que debe ser madre”1.
La breve narración de Mateo se limita a decir: “En los días de Herodes llegaron del
Oriente a Jerusalén unos magos”2. Esto no indica claramente su origen, pues para los judíos
Oriente era todo aquello que se encontraba más allá del Jordán. Los padres de la Iglesia como
Justino o Tertuliano los hacen provenir de Arabia, basándose en que el incienso y la mirra
eran productos arábigos. Aunque en verdad, estos bienes se producían también en otros
lugares. Orígenes los hace venir de Caldea y no han faltado quienes hablan de Etiopía,
Europa, Egipto y hasta China. Aunque lo posible es que esta leyenda, haya buscado hacer
venir a cada uno de un país distinto como representando las distintas razas y religiones.
Tampoco se menciona allí su número. Orígenes fue el primero que menciona a tres magos,
puesto que fueron tres los presentes ofrecidos al niño. Los textos sirios y armenios hablan de
doce. San Juan Crisóstomo menciona ese número y hay una larga tradición que habla del
cuarto rey mago. Por otra parte, durante mucho tiempo nadie mencionó sus nombres. Hasta
que en el siglo VII se les asigna el nombre de Melchor, Gaspar y Baltasar.
El nombre de magos proviene del griego “μάγοι” que está íntimamente asociado con el
latín “magi”, el sánscrito “maha” y el persa “magh”. Este término, no tenía en la antigüedad el
significado que hoy le damos. Tanto los magos Medos como los Persas, pertenecía a una casta
sacerdotal respetada, asociados al zoroastrismo. Originariamente eran discípulos de
Zoroastaro o Zarathustra, que se interesaban por las distintas ciencias. Sus conocimientos
abarcaban la matemática, la astronomía, la medicina y el culto religioso. Su sabiduría se
extendía no sólo al conocimiento de la naturaleza, sino también a la astrología. La magia y la
hechicería, tal como la entendemos hoy era castigada con severidad por las leyes judías. Por
ello, a estos adoradores no se los considera como hechiceros o adivinos, sino más bien como
sabios.
En tiempos de Cristo, entre los sabios de Persia estaba difundido el conocimiento de la
esperanza judía en un Mesías que sería rey. A esta idea se asociaba la idea de un salvador o
socorredor que era esperando por este pueblo. Los magos eran hombres ilustrados, que tenían
la capacidad de interpretar tanto las escrituras como la plenitud de los tiempos que estaban
1
Miq 5, 1-2.
2
Mateo 2, 1.

1
viviendo. Pero no eran reyes en sentido estricto. Esto se ve tanto en la falta de mención de tal
categoría en el texto del evangelio, como en el trato que les da Herodes. El único dato por el
cual lo cristianos comenzaron a darle atributos reales, se basa en un texto del salmo 71: “los
reyes de Tarsis y de las islas ofrecerán dones; los reyes de Arabia y de Saba le traerán
presentes”. Así como también el texto de Isaías que agrega: “Te cubrirá una multitud de
camellos, de dromedarios de Madián y de Efá. Todos ellos vendrán desde Saba, trayendo oro
e incienso, y pregonarán las alabanzas del Señor”3.
La importancia primordial de los magos está en el llamado universal, que a través de ellos,
el salvador envía a todos los seres humanos. A esta fiesta de la manifestación gloriosa de Dios
se la llama epifanía, que significa fenómeno o aparición milagrosa. Por medio de ella, Dios se
hace presente no sólo para el pueblo judío sino para todos los pueblos. La fiesta de la epifanía
se trata de un acontecimiento religioso en el que Jesús se hace hombre y se da a conocer a
todo el mudo. El primer signo visible de esta manifestación ha sido la estrella de Belén a la
que hacen mención los sabios de Oriente: “Hemos visto su estrella y venimos a adorarle”4. No
sabemos si este fenómeno ha sido un cometa, una estrella o una conjunción de planetas. Pero
lo cierto es que para los hombres de la antigüedad la aparición de cometas o las conjunciones
planetarias, coincidían con acontecimientos importantes. Es así que una estrella había
marcado el nacimiento del emperador Augusto. Y la profecía de Balaam decía: “Una estrella
se levantará de Jacob y un cetro brotará de Israel”, por lo cual mucho judíos hablaban en esa
época de la estrella del Mesías.
Lo extraño es que mientras en Belén y Jerusalén unos pocos se enteraban del Dios que
habitaba junto a ellos, unos hombres guiados por un signo modesto se lanzan a buscarlo. Si
algún extraño fenómeno se produjo en el cielo, sólo estos tres sabios fueron capaces de
comprenderlo e interpretarlo. Mediante estos hombres queda clara la revelación o epifanía de
Jesús al mundo pagano, cuya fiesta celebramos el día seis de enero.
Es posible que algunos se hayan reído o sorprendido con la extraña actitud de los magos.
Pero en contraste con esta actitud, se observa tanto la indiferencia de la mayor parte del
pueblo judío como el temor de Herodes. El gobernante de Galilea había implantado el terror
en toda la región y adquirido el favor de Roma. Su poder se basaba en la adulación a quienes
eran más poderosos que él y el atropello a quienes podía dominar. Pero ahora su corona se
veía amenazada por alguien que posiblemente era más fuerte que él. Si bien el militar aliado
de Roma se aparecía como sumiso al imperio, en Palestina era sanguinario y cruel. Tal era su
falta de escrúpulos que condenó a muerte a sus cuñados Artitóbulo y José. Mandó a matar a
Marianne, la única mujer que amó de entre las diez que tuvo. Asesinó a Alejandra madre de
Marianne y a todos los parientes podían disputarle el trono. Su piedad tampoco pudo alcanzar
a su hijo al cual mandó a matar. El historiador Flavio Josefo, relata su crueldad y con lujo de
detalles cuenta como fueron sus últimos días. De acuerdo a esta sintomatología, los médicos
contemporáneos suponen que Herodes padecía una insuficiencia renal crónica en etapa
terminal, agravada por una gangrena genital conocida como gangrena de Fournier, un mal
extremadamente raro en la actualidad.
Cuando los magos se acercan para interrogarlo acerca del rey que había nacido, Herodes
ya estaba enfermo. Con una actuación formidable les muestra su aparente interés por enterarse
del poderoso hombre que venían buscando. Pero “la enfermedad de Herodes se agravaba día a
día, castigándole Dios por los crímenes que había cometido. Una especie de fuego lo iba
consumiendo lentamente, el cual no solo se manifestaba por su ardor al tacto, sino que le dolía
en el interior… también en los pies estaba afectado por una inflamación con un humor
transparente y sufría un mal análogo en el abdomen; además de una gangrena en las partes
genitales que engendraba gusanos. Cuando estaba de pie se hacía desagradable por su
3
Is 60, 6.
4
Mt 2, 2.

2
respiración fétida. Finalmente en todos sus miembros experimentaba convulsiones
espasmódicas de una violencia insoportable. Decían los que se entregaban al estudio de las
ciencias divinas y los aficionados a vaticinios que todo esto era el castigo que Dios le imponía
por sus muchas impiedades… Era de un carácter que no tenía nada de humano, porque
cuando estaba por morir quiso sumir a todo el pueblo en el dolor privando a las familias de
sus seres más queridos; ordenó matar a un miembro de cada familia, hombres que no habían
cometido ningún delito contra él, ni habían sido acusados de nada”5.
Asediado por la enfermedad, se hallaba alarmado por el miedo y la superstición. Se sentía
atormentado noche y día por la idea de una posible traición, que lo condujo a un estado de
paranoia extrema. No creía en el Mesías, pero su nombre o mención lo hacía temblar. Su
miedo estaba fundado en que antes del arribo de los magos se comentaba la idea de que el
Mesías estaba por llegar y le arrebataría el trono. Entonces, reunió a unos pocos escribas y
fariseos interrogándolos acerca de las profecías anunciadas por los profetas. Ante la pregunta
de “dónde ha de nacer el Mesías”6, los príncipes y sacerdotes se alarmaron de la ignorancia
del idumeo aliado de Roma. Entonces con la contundencia de las escrituras le respondieron
que era en Belén, pues así lo aseguraba el profeta Miqueas.
Para nosotros el mensaje de la epifanía también es claro. Allí Dios nos muestra como el
poder y la realeza están más asociados a la humildad y la espiritualidad que al control
material. El procurador de Judea se aparece como un ser enfermo de poder, cuyo deseo
consiste en imponer su voluntad por medio de la violencia. La búsqueda y la conservación de
poder lo ciegan y lo convierten en un ser sádico e implacable. Mientras el supuesto poseedor
del señorío se halla enfermo y tiembla de miedo, unos hombres sabios y un niño recién nacido
se aparecen como los poseedores del auténtico poder. En su enferma ambición de mostrarse
poderoso, Herodes nos muestra que la locura y la ambición de poder, nada tienen que ver con
la auténtica supremacía que brota del espíritu. Su visión simplista y distorsionada le esconde
la esencia de la verdadera autoridad.
Hay muchos gobernantes que son capaces de engañar a su pueblo disfrazando sus políticas
de falsos ideales. En su loca ambición, buscan confundir o aplastar a su pueblo para mantener
el poder a cualquier precio. Pero la única forma de evitarlos está en el camino de la sabiduría
y la humildad. Así algunos sostienen que el cristianismo o la Iglesia son enemigos del
gobierno, con lo cual quieren decir que son enemigos de sus ansias desmesuradas de poder.
Por ello, la única forma de defendernos de estos embaucadores está tanto en la sabia actitud
de los magos como en la humilde apariencia de un niño.

Horacio Hernández.

http://www.horaciohernandez.blogspot.com/

5
Flavio Josefo, Antigüedades de los judíos, Libro XVII, cap. VI al VIII.
6
Mt 2, 4.

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