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¿Cómo funciona la brujería?

No es fácil para la mujer conseguir la fotografía de la amante de su


esposo, pero la consiguió y, con ella, la foto de la hija de la otra
con él. Ahora sí está lista para terminar el trabajo de amarre de su
indisciplinado consorte.

Hace ya un par de semanas que compró el muñeco de cera en


forma de vela negra que le mandó a adquirir el brujo y su esposo
ni se ha enterado de que le robó los calzoncillos blancos, eso sí, le
tocó robarse uno de los que no están nuevos, para que no se diera
cuenta.

Con el muñeco, la tachuela y los alfileres le hizo el rezo al


muñeco, le escribió el mensaje en los calzoncillos y con ellos
envolvió el muñeco, después lo amarró con una cinta roja y le
escribió el nombre de él y tres veces la leyenda “te amarro a tu
hogar”, tal cual le dijo el brujo.

Inmediatamente se fue para el cementerio y lo dejó en la tumba


donde ya había dejado las fotos de él: dos fotos tamaño cédula a
las que les clavó dos alfileres en cruz en la frente para poder
dominarlo. Lo que le costó más trabajo fue escribir la carta a
máquina para dejársela a las almas. En la carta les pedía que él
peleara con toda su familia, menos con ella, para que aprendan.

Ojalá el trabajito funcione, pues la cosa se está volviendo cada vez


más cara. Sobre todo con la compra de los baños y el quiéreme.
Pero eso sí, ella va a hacer lo que sea para dominar a su marido,
no se lo va a dejar robar así no más.

La anterior escena se repite una y otra vez en esta metrópoli en


donde conviven brujerías y encantamientos junto a congresos
científicos y tecnologías de punta. En la misma cuadra por donde
cruza la fibra óptica que nos conecta con la superautopista de
información, vive un brujo que asegura poder controlar cuanto
esposo disoluto le pongan por delante sus atribuladas mujeres.
Ciencia y brujería conviven , o por lo menos, comparten espacios,
apenas notar la presencia del otro.

En primer lugar estas prácticas hacen parte de un sistema que se


basa en la cosmogonía cristiana católica, pero que no sigue los
lineamientos oficiales de las autoridades eclesiásticas.
Generalmente, se la llama religiosidad popular o, simplemente,
brujería.

El sistema funciona de la siguiente manera: las almas de las


personas que mueren se van para el Purgatorio, en donde sufren
tormentos con la esperanza de llegar alguna vez al Paraíso. Sin
embargo, para llegar al Paraíso, deben recibir muchas oraciones
desde la Tierra, lo que quiere decir que los humanos pueden influir
en la voluntad divina. Lo interesante es que estas almas están muy
apuradas por salir del Purgatorio –debe ser por aquello de las
llamas- y hacen oraciones a cambio de favores y novenas.

Aún más curioso es que los favores que hacen para llegar al cielo
pueden ser, en sí mismos, no muy buenos en términos morales:
separar a un esposo de su esposa, enfermar a alguien, hacer que
otro pierda el empleo, etc. La contabilidad del Purgatorio también
es muy particular, pues no ve qué favores se están pidiendo, sólo
cuentan las oraciones que le están llegando a esta o aquella alma
en particular. Así, mientras las almas de los difuntos se apresuran a
hacer todo tipo de favores, sus intermediarios, los brujos y brujas
que posibilitan tales intercambios, tienen un trabajo estable.

La brujería funciona como un complejo sistema semiótico en el


que diversos códigos se funden para hacer la comunicación más
efectiva. En primer lugar, se encuentra el mensaje verbal, oral y/o
escrito que siempre se va a utilizar y que tiene un papel
preponderante . En segundo lugar, están las imágenes y también
los objetos de diversa índole que entran en relación con los otros
códigos. Así, pues, se crea una gramática de la brujería que
manejan profanos y especialistas con diversos grados de
competencia.

Para la realización de los trabajos concretos se utilizan dos


métodos tradicionales para afectar a la persona objeto de la
brujería: la extensión y la imagen. En la extensión, las personas
que mandan a hacer la brujería deben proporcionar algo que sea la
extensión del cuerpo de la persona que va a ser afectada.
Generalmente se trata de fluidos corporales (sangre, orina,
materia fecal, fluidos menstruales), cabellos, uñas o ropa interior,
preferiblemente usada, para que tengas más energía de la
persona.

En la imagen se deben conseguir fotografías de las personas en


cuestión. Estas fotografías serán rezadas y atravesadas con
alfileres, para poder dominar al afectado. También sirven las
fotocopias de las fotografías o, en últimas, un dibujo.

De otro lado está el temido muñeco. Este viene en dos


presentaciones: un muñeco que se puede comprar en un almacén y
al que se le “bautizará” con el nombre de la persona a quien
corresponde o un muñeco fabricado especialmente para
representar al objeto de la brujería. Este ícono puede ser hecho en
madera o en tela y, otra vez, estará atravesado por alfileres.
¿Pero funcionan las brujerías? Esta es la pregunta más frecuente y
la que más respuestas acaloradas recibe. No hay forma de
contestarlo adecuadamente, pues, si se responde que no, siempre
habrá alguien que conoce a otra persona que vivió “en carne
propia” todos los horrores de la brujería o que pudo efectivamente
obtener lo que deseaba con peticiones y pases mágicos. Si, por el
contrario, se admite la eficacia de la brujería, nunca más se
podrán gozar de las mieles del mundo científico y se será
condenado con lapidarios epítetos como “premoderno”,
“primitivo” o “supersticioso”.

Si bien no se puede saber si la brujería efectivamente funciona, sí


podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que la brujería existe
y que cumple un papel importante en la circulación del
conocimiento en muchos grupos sociales.

La brujería provee un marco de interpretación con el que la


persona puede intentar ejercer el control sobre aspectos de la
realidad que le son adversos. Es decir, el paciente se vuelve
agente, deviene sujeto de y en su entorno. Así, la enfermedad que
los doctores no logran identificar tiene una causa cognoscible: un
maleficio. Puedo hacer algo contra el profundo dolor por el
desamor de mi amado: lo embrujo. Ahora sí voy a salir de estas
deudas que me ahogan: el número del chance que me sugirió mi
abuelo de ultratumba es la solución.

Una cosa es cierta: el mundo de la brujería es tolerante e


incluyente como el que más. Allí residen sin problemas Jesucristo y
sus santos, junto al beato José Gregorio, a la reina María Lionza, al
Negro Felipe y al indio Guacaipuru, Allí el agua bendita funciona
junto al muñeco rezado en un cordial eclecticismo, que más que
sorprendernos, nos podría servir de ejemplo.

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