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A María se le presenta, como la criatura

llena de gracia, amada de Dios, exaltada


sobre todos los seres creados, y glorificada
dentro de la comunidad de los redimidos
por su Hijo Jesús.

Francisco Martínez A.

15 de agosto 2009

Fuentes diversas
María Santísima, hoy que festejamos tu
Asunción, te pedimos que intercedas por la
santificación de todos aquellos que
decidieron consagrar sus vidas al servicio
de Dios y de la Iglesia.
Y te pedimos igualmente por todos
nosotros los no consagrados para que nos
santifiques, y nos bendigas.
María ha elegido la mejor parte,
de la que jamás será privada.
(Lucas 10, 42)
La vida de la Santísima Virgen, después
de la Ascensión de Jesucristo, no estuvo
exenta de sufrimiento. Sufrió al verse
separada de su Hijo muy amado, y sin
cesar suspiraba por el día en que podría
reunirse con Él. Aumentaba su mérito al
infinito mediante la práctica constante
de las más heroicas virtudes.
Llegó, por fin, el dichoso día de su muerte
y su alma se separó de su castísimo
cuerpo, sin dolor ni violencia. Mas, la
noche siguiente al día en que se depositó
ese cuerpo en el sepulcro, su alma
descendió del cielo, reunióse con Él y fue
a colocarse en el cielo a la derecha de
Jesucristo, en el trono que le había sido
preparado.
Desde tiempos antiguos, los
cristianos hemos llegado a la
comprensión de que la Madre de
Jesús no podía conocer la
corrupción, como cualquier otro
ser humano y que debía
participar en el triunfo de Aquél
que, nacido de sus entrañas, vivió,
padeció, murió, resucitó y
ascendió a los cielos
(cf 1 Cor 15, 20-27).
La Virgen María, madre Purísima y
Castísima goza de la gloria de su Hijo.
Ella no conoció pecado y fue elevada
al cielo para gozar del triunfo de Jesús
sobre la muerte, con su resurrección.
Sin embargo, la Asunción de María no
hace que se desentienda de la
comunidad humana. Ella sigue
siendo nuestra Abogada, mediadora
ante su Hijo en favor nuestro.
San Germán de Constantinopla
(?-733), obispo.
Homilía 1 sobre la Dormición de la
Madre de Dios; PG 98, 346 nos
dice:
“Templo viviente de la divinidad
santísima del Hijo único, Madre
de Dios, verdaderamente, lo
repito con agradecimiento, tu
asunción no te ha alejado de los
cristianos.
Sigues viviendo de manera
imperecedera y, sin embargo, no
permaneces lejos de este mundo
perecedero; al contrario, estás
cerca de los que te invocan, y los
que te buscan con fe te
encuentran. Era necesario que tu
espíritu quedara para siempre
fuerte y viviente y que tu cuerpo
fuera inmortal.
En efecto, ¿cómo la
disolución de la carne
hubiera podido reducir tu
cuerpo a polvo y ceniza
siendo así que tú has
liberado al hombre de la
ruina de la muerte por la
encarnación de tu Hijo?...
Un niño busca y desea a su
madre, y a la madre le gusta vivir
con su hijo; de la misma manera,
puesto que tenías en tu corazón
un amor maternal a tu Hijo y a tu
Dios, era normal que habías de
volver cerca de él, y Dios, a causa
de su amor filial hacia ti debía,
muy justamente, concederte
participar de su condición.
Así, muerta a las cosas perecederas,
has emigrado a las moradas
imperecederas de la eternidad en
donde resides Dios con quien
compartes desde ahora la vida...
Tú has sido su morada corporal; y
ahora es él quien, a cambio, se ha
hecho la mansión de tu descanso.
«Este es, dice él, el lugar de mi
descanso por los siglos de los siglos»
(Sl 131,14).
Este lugar de descanso, es la
carne que él revistió después
de haberla tomado de ti, Madre
de Dios, la carne en la cual, así
lo creemos, se presentó en el
mundo presente y se
presentará en el mundo futuro
cuando vendrá a juzgar a los
vivos y a los muertos.
. Puesto que tú eres la mansión de
su descanso eterno, te ha sacado de
la corrupción y te ha hecho morar
con él queriendo guardarte en su
presencia y en su afecto. Por esto,
todo lo que tú le pides como lo hace
una madre atenta a sus hijos, y todo
lo que tú deseas, lo cumple con su
poder divino, el, bendito por la
eternidad.”
Dios mismo nos propone a
María como la Amada, la
llenada de gracia. La Virgen
de Nazaret canta que los
pobres son enriquecidos; los
humildes, exaltados; los
hambrientos, saciados.
Ella alcanza, por especial
privilegio, la santidad más plena,
pero a la vez que es propuesta
como modelo de vida, intercede
por quienes aún peregrinamos por
este valle áspero del desierto.
“María subió a los cielos
en cuerpo y alma, ¡los
tronos celestiales de los
ángeles se alborozan! Así
mismo, la alegría de San
José, su Esposo
castísimo, que la
aguardaba en el paraíso.
El día 1 de noviembre de 1950, el papa Pío XII
declaró dogma de fe la Asunción de la Virgen
María a los cielos. Decía el Papa en tan solemne
acto: «Después que una y otra vez hemos
elevado a Dios nuestras preces suplicantes e
invocado la luz del Espíritu de Verdad, para
gloria de Dios omnipotente que otorgó su
particular benevolencia a la Virgen María,
para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos
y vencedor del pecado y de la muerte, para
aumento de la gloria de la misma augusta
Madre, y gozo y regocijo de toda la Iglesia, por
la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los
bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y
nuestra, proclamamos, declaramos y definimos
ser dogma divinamente revelado: Que la
Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen
María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue
asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial».
Sigue diciendo Pío XII “La Asunción de
María, madre de Dios y madre nuestra,
es para nosotros motivo de esperanza
y de alegría porque, pobres y
necesitados como somos, vemos que
la Virgen sube al cielo para abogar por
nosotros ante el trono de Dios más de
cerca y con mayor eficacia.”
¡Cuán admirable es el triunfo de María!
Entra en el cielo con cuerpo y alma; los
ángeles salen a su encuentro; el Padre
eterno la reconoce como Hija, Jesucristo
como Madre, el Espíritu Santo como
Esposa. Es elevada sobre los coros de
los Ángeles y colocada en un trono al
lado de su Hijo.
Valor, ¡alma mía!, nada hay
que no puedas obtener por
medio de la Madre de Dios.
Su poder es infinito y su
amor es igual a su poder.
¿Qué hice hasta ahora para
merecer su protección y sus
favores?
ORACIÓN
Perdonad misericordiosamente, Señor, las faltas
de vuestros servidores, y, dada la impotencia en
que nos encontramos de agradaros por nuestros
propios méritos, concedednos la salvación por la
intercesión de Aquélla que Vos elegisteis para
que fuera la Madre de vuestro Hijo, Nuestro
Señor, que, siendo Dios, vive y reina con Vos
en unidad con el Espíritu Santo.
Oración de la Asunción de la Virgen María

Al cielo vais, Señora, y allá os reciben con alegre canto.


¡Oh quién pudiera ahora asirse a vuestro manto
para subir con vos al monte santo!
De ángeles sois llevada de quien servida
sois desde la cuna, de estrellas coronada:
¡ Tal Reina habrá ninguna, pues os calza los pies la blanca luna!
Volved los blancos ojos, ave preciosa, sola humilde y nueva,
a este valle de abrojos, que tales flores lleva,
do suspirando están los hijos de Eva.
Que, si con clara vista, miráis las tristes almas desde el suelo,
con propiedad no vista, las subiréis de un vuelo,
como piedra de imán al cielo, al cielo.
Fray Luis de León
Oración

Oh, Amadísima! oh, Madre mía!


oh, Virgen María!
a la que los ángeles subirían
al Cielo con singular alegría.
Oh María, pináculo de amor!.
Oh, María!
reina hoy en cada corazón,
dándonos tu Inmaculado Corazón,
como Reina del Cielo y la tierra que sois!.
Oh, María, postrado ante Vos,
sólo tuyo soy, como esclavo de amor.
Amén.
Que Dios uno Trino
Omnipotente, y Nuestra
Señora Madre Santísima
nos guíen siempre por el
sendero de la verdad y
de la santificación.

F. M. A.

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