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Patología

de la
imaginación
Terapéutica de las enfermedades
espirituales
Patología de la imaginación

■ La imaginación (phantasía) es una de las facultades de conocimiento del


hombre, una de las más elementales.
■ Su función natural es la de permitir al hombre representarse las cosas
sensibles como tales.
– Transforma en imágenes las sensaciones y permite al hombre tener
bajo forma de imagen una representación de lo que percibe.
– Ligada a la memoria también le permite representarse los recuerdos
que subsisten de lo que él ha percibido.
Patología de la imaginación

■ La imaginación está facultada para transformar las percepciones en


imágenes correspondientes y reproducirlas cuando la memoria las
recuerda; asimismo está capacitada para producir imágenes nuevas,
combinando muchas imágenes tomadas en su totalidad o en parte.
Patología de la imaginación

■ El hombre en su estado original disponía de una “imaginación buena


que orientaba al bien” los movimientos de ésta en la medida en que
utilizaba las imágenes de las criaturas para elevarse y elevar estas
últimas hacia su Creador.
Patología de la imaginación

■ La actitud del primer hombre frente a la imaginación correspondía a la


que describen san Calixto y san Ignacio Xanthopouli evocando a
aquellos que, renovados por Cristo, han recobrado la condición
primordial de la humanidad y se encaminan, en el mismo camino que el
primer Adán, hacia la perfección a la cual Dios ha destinado al hombre
al crearlo.
Patología de la imaginación

■ “Los que han progresado con el tiempo rechazan toda imaginación, tanto
la buena como la mala. Las apartan. Como la cera derretida al fuego, las
reducen a cenizas y las consumen por la oración pura, por el
desprendimiento, el despojamiento del espíritu, más allá de toda figura y,
mientras tienden simplemente hacia Dios (…), reciben y se unen a Él en la
unidad más allá de las formas” (san Calixto y san Ignacio
Xanthopouli, Centuria espiritual, 65).
Patología de la imaginación

■ Por el pecado ancestral, la imaginación se vuelve en el hombre un


instrumento de separación de Dios. En adelante, el hombre va a llenar
con sus producciones su espíritu vacío de Dios.
■ Esto es así respecto a la imaginación creadora. No podemos sino
recordar aquí la explicación de san Atanasio según la cual el alma, al no
poder permanecer inmóvil y sin objeto, después de haberse apartado de
Dios comenzó a imaginar objetos a los cuales poder dirigirse.
Patología de la imaginación
■ “Se mueve sí, pero ya no hacia la virtud ni para ver a Dios: al llevar su
pensamiento hacia lo que no es, transforma el poder que está en ella,
sirviéndose de ellos para volverse hacia los deseos que ha imaginado”; el
mal no viene de Dios, no está en Dios, no existió al comienzo, no tiene
sustancia. Sino que son los hombres quienes, al rehusar pensar en el
bien, comenzaron a concebir y a imaginar a su antojo lo que no existe (…);
el alma humana, tapándose los ojos que le permiten ver a Dios, concibió el
mal, y al moverse, cree hacer alguna cosa mientras no hace nada, porque
imagina la nada. No ha permanecido como fue hecha, sino que se
muestra tal como se amasó a sí misma. Porque fue hecha para ver a Dios
y para ser iluminada por Él; pero en lugar de Dios ha buscado las
tinieblas y las cosas corruptibles” (san Atanasio de Alejandría, Discurso
contra los paganos, 4; cf. Basilio de Cesarea, Cartas, CCXXXIII, 1: la
inteligencia “como está siempre en movimiento, se forma a menudo
imágenes vanas respecto a cosas que no existen”).
Patología de la imaginación

■ De este modo, el hombre al volverse ignorante del mundo espiritual, por


medio de su inteligencia y su imaginación, se construye un mundo
fantasmagórico al cual se adhiere en la medida en que corresponde a los
deseos sensibles y a las pasiones que se han desarrollado en él.
Patología de la imaginación

■ Asimismo, su imaginación ligada a su memoria le presenta imágenes del


mundo sensible con las que el hombre caído estorba su espíritu del cual
ha excluido a Dios.
■ Apegado pasionalmente al mundo sensible –que a sus ojos ya no revela
nada de su Creador- el hombre caído se deja acaparar enteramente por
él.
■ Las imágenes que tiene del mundo sensible en su percepción o sus
recuerdos ya no son como lo eran en el Adán primordial, ya no le
recuerdan a Dios, ya no lo elevan hacia Él, sino que son totalmente
opacas.
Patología de la imaginación

■ En la vida interior del hombre caído, la imaginación ocupa un lugar y


juega un papel tanto más nefasto cuanto más se ejerce en relación
estrecha con las pasiones.
■ Por una parte, la imaginación suscita las pasiones, al ofrecerles los
soportes sobre los cuales pueden ejercerse y desarrollarse.
■ Por otra parte, y sobre todo, las pasiones suscitan la actividad y las
producciones de la imaginación: al nutrirse ante todo de la imaginación,
la llevan a dar a luz imágenes que les corresponden y les aportan el
placer que buscan.
Patología de la imaginación

■ San Máximo el Confesor observa: “Al igual que el espíritu de un hombre


hambriento imagina el pan y el de un hombre sediento imagina el agua,
del mismo modo, el espíritu del goloso imagina toda clase de alimentos, el
espíritu del que ama el placer imagina formas de mujeres, el espíritu del
vanidoso imagina los honores que vienen de los hombres, el espíritu del
rencoroso imagina cómo vengarse del que lo ha ofendido, el espíritu del
envidioso imagina cómo hacer el mal al que él envidia, y así con todas las
otras pasiones” (Centurias sobre la caridad, II, 68; 69; 85).
Patología de la imaginación

■ En esta doble relación de la imaginación con las pasiones, los demonios,


subrayan los Padres, juegan un papel muy importante, ya sea que
empujen al hombre a imaginar en respuesta a sus pasiones y por su
intermedio, ya sea que susciten directamente en él imágenes y
fantasmas, con el fin de activar sus pasiones (cf. San Máximo el
Confesor, Centurias sobre la caridad, II, 85).
■ En este último caso, sucede que ponen en el espíritu del hombre, en el
sueño como en estado de vigilia, imágenes que son para él
completamente nuevas, que no están relacionadas a ninguna de sus
experiencias perceptivas presentes o pasadas.
Patología de la imaginación

■ Las imaginaciones aparecen como la principal forma que toman las


sugerencias demoníacas que empujan al hombre al pecado: si en los
textos ascéticos, se asocian con frecuencia los pensamientos con las
imaginaciones, a menudo aquellos se reducen en realidad a éstas o
tienen su origen en ellas.
Patología de la imaginación

■ Por lo tanto, la imaginación aparece como la principal puerta de entrada


de esas sugerencias en el alma.
■ “Es como un puente por donde pasan los demonios, los santos lo han
dicho” (san Calixto y san Ignacio Xanthopouili, Centuria espiritual,
64).
■ Y san Hesiquio de Batos escribe: “por la imaginación engañosa los
demonios nos empujan siempre a pecar; sin la imaginación Satán no
puede suscitar pensamientos y exponerlos al espíritu para engañarlo”
(Capítulos sobre la vigilancia, 118; 114).
Patología de la imaginación

■ San Hesiquio de Batos llega a hacerle jugar un papel de primer plano


en la caída del hombre: “así Satán separó a Adán de Dios, haciéndole
imaginar que poseía la dignidad divina. De este modo el enemigo astuto y
engañoso continúa engañando a los pecadores” (Capítulos sobre la
vigilancia, 119).
Patología de la imaginación

■ Los Padres subrayan también la responsabilidad del hombre en la


perversión de su imaginación que constituye la enfermedad: El hombre
por no permanecer fiel al mandato divino, por no permanecer atento
únicamente a Dios, por no haber guardado su corazón de todo
pensamiento extraño, en resumen por no haber permanecido sobrio y
vigilante, hizo de su imaginación (que le había sido dada como un
puente hacia Dios) “un puente por donde pasan los demonios”
(Barsanufio, Cartas, 102; cf. Nicetas Stéthatos, Centurias, I, 5).
Patología de la imaginación

■ Mientras el hombre caído no haya recuperado esta vigilancia que


caracteriza su naturaleza en su estado de perfección y de salud, su
corazón permanece abierto a las malas sugerencias que le hace el
enemigo por el canal de su imaginación, se deja invadir, tanto de día
como de noche, por imágenes que arrastran su espíritu a la deriva y lo
alienan, al volverlo y mantenerlo apartado de Dios.
■ Mientras el hombre imagine lo que lo aleja de Dios, manifiesta por ello
que no solamente su imaginación, sino aun toda su alma está
completamente enferma.
FIN

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