Un grupo de escritores de lengua griega, de los siglos I y II, se
conocen con el nombre de “Padres Apostólicos”. Este título expresa sus características peculiares: antigüedad (algunas obras anteriores al Evangelio de San Juan) y estrecha vincula- ción a los Apóstoles (de los cuales pueden considerarse discí- pulos).
Textos más notables: Didaché;
carta de San Clemente a los Corintios; cartas de San Ignacio de Antioquía; epístola de San Policarpo de Esmirna; Pastor de Hermas. HI 14 de 71 EPOCA DE LOS PADRES, 2
En el siglo II apareció un nuevo género literario, exponente de las
luchas que hubieron de sostener los cristianos con enemigos de dentro y de fuera.
Enemigos de dentro: buen número de escritos antiheréticos. Desta-
ca el tratado “Contra las herejías” de San Ireneo de Lyon (refuta- ción de las doctrinas gnósticas).
Enemigos de fuera: literatura apologética, dirigida
a lectores ajenos a la Iglesia. Los “Apologistas” defendieron el Cristianismo frente al mundo gentil. Ejemplo de apologética antijudía: “Diálogo con Trifón” del mártir San Justino (150). Ejemplo de apologética antipagana: “Epístola a Diogneto”. HI 15 de 71 EPOCA DE LOS PADRES, 3
En torno al año 200, algunos escritores comenzaron a producir
una literatura no polémica. Fue el comienzo de la ciencia teoló- gica. Empezó por Alejandría: su célebre escuela teológica.
Consiguió un extraordinario auge bajo la dirección de Clemente
(converso de amplísima cultura).
Orígenes, su sucesor, la elevó a un altísimo gra-
do de esplendor. En Alejandría y después en Cesarea de Palestina, desarrolló una actividad asombrosa y fue autor de dos mil obras.
En Antioquía surgió en el siglo IV otra escuela que rechaza el método
alegórico propio de Alejandría en la interpretación de la Biblia, y cultiva la exégesis literal inspirada en la filosofía aristotélica. HI 16 de 71 EPOCA DE LOS PADRES, 4
Los Padres de la Iglesia aúnan la ciencia sagrada y la nota de
santidad, reconocida por la Iglesia. Los tiempos de oro de la Patrística fueron los siglos IV y V. Los Padres son escritores cristianos anteriores al año 750 que reúnen tres características: 1) ortodoxia de doctrina; 2) santidad de vida; 3) aprobación al menos tácita de la Iglesia.
Los Padres son los testigos de la
Tradición de la Iglesia, en aquellas doctrinas en las que sus afirmaciones son coincidentes.
Trento: “a nadie le es lícito inter-
pretar la Escritura contra el con- senso unánime de los Padres”. HI 17 de 71 EPOCA DE LOS PADRES, 5
Más antiguo de los Padres orientales: San Atanasio
(295-373), obispo de Alejandría y principal de- fensor de la ortodoxia católica frente a la herejía arriana (diácono en Nicea, pontificado de 45 años, 17 de los cuales los pasó desterrado).
De la escuela alejandrina, los “Padres capadocios”:
- San Basilio el Grande (330-379), obispo de Cesarea, destacó por sus escritos teológicos antiarrianos. Organizador del monacato oriental (autor de dos reglas monásticas y de una liturgia). - San Gregorio de Nacianzo (329-390): defender la dignidad del Hijo y del Espíritu Santo le valió el apelativo de “el Teólogo”. - San Gregorio de Nisa (335-394): autor de la “Gran Catequesis”. HI 18 de 71 EPOCA DE LOS PADRES, 6
San Juan Crisóstomo (344-407): “Boca de
oro”. Comentó numerosos libros de la Biblia. Sus homilías le acarrearon la enemistad de la emperatriz Eudoxia: destierro hasta la muerte.
San Cirilo de Alejandría (370-444):
mantuvo la doctrina ortodoxa frente a Nestorio. Influencia decisiva en el concilio de Efeso (431), donde se definió la Maternidad divina de María.
Último Padre oriental: San Juan Damasceno (+ 750)
HI 19 de 71 EPOCA DE LOS PADRES, 7 Grandes Padres occidentales, 1 San Ambrosio (333-397): Elevado al episcopado (Milán) por aclamación popular, siendo todavía simple catecúmeno. Notable actividad literaria de exégesis bíblica y predicación. Amigo y consejero de 3 emperadores y excomulgó a Teodosio el Grande.
San Jerónimo (342-420): sucesivas residencias en Antioquía,
Constantinopla, Tréveris, Roma y Belén. Historiador y exegeta. Traducción de la Biblia: la Vulgata (Trento: autenticidad).
San Agustín (354-430): principal padre de la Iglesia
y una de las figuras cumbres de la historia. Obispo de Hipona. Escribió entre otras obras, las Confe- siones, el De Trinitate, La Ciudad de Dios. Se le llama “Doctor gratiae” por su largo esfuerzo para combatir la doctrina de Pelagio sobre la gracia. HI 20 de 71 EPOCA DE LOS PADRES, 8 Grandes Padres occidentales, 2 Dos Papas a los cuales la historia les atribuye el apelativo de “Magno”:
San León I (+ 461): contribuyó de modo sustancial a la formulación
del dogma cristológico. Se le debe también la teología del Primado romano y su fundamento escriturístico en el Primado de Pedro.
San Gregorio I (540-604): sus obras
-los “Morales” y los “Diálogos”- ten- drán gran influencia en la Edad Me- dia. El canto gregoriano se conservó vivo en la Iglesia hasta nuestros días.
Último Padre occidental: San Isidoro de Sevilla (+ 636)
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Durante los tres primeros siglos, ascetas y vírgenes no abando-
naban el mundo ni se reunían, de ordinario, a vivir en común. Habitaban en sus casas y administraban sus bienes.
Desde principios del siglo IV, la tradición ascética dio vida a la
institución del monacato, con el rasgo peculiar de huida del mundo.
En el Alto Egipto, San Pacomio (286-346) aportó al monacato
la vida en común y la obediencia al superior religioso.
En Asia Menor, San Basilio (330-379) promovió y
organizó el monacato. Las observancias de San Basilio fueron base del monacato bizantino, y su influencia literaria se recibió también en Occidente. HI 22 de 71 EPOCA DE LOS PADRES, 10
Obispos ilustres (San Ambrosio, Eusebio de Vercelli,...) promo-
vieron el monacato entre el clero de sus iglesias. Particular relieve tuvo San Agustín que reunió a sus clérigos e instituyó para ellos la vida en común. La “Regla de San Agustín” se tomaría como norma en los siglos medievales.
Lugar de honor en el monacato occidental:
San Benito (480-547). Fundó y gobernó dos monasterios: Subiaco primero y Montecasino donde compuso su celebérrima regla. El Código benedictino alcanzó con el tiempo un éxito inmenso y se convirtió en la regla típica del monacato occidental.