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F65.

0 fetichismo
Fetichismo de pañuelo
Un ayudante de panadería de 32 años, soltero, hasta ese momento de
conducta irreprochable, fue sorprendido robándole un pañuelo a una
dama. Reconoció, con sincero arrepentimiento, haber sustraído entre 80
y 90 pañuelos de mano. Era lo único que buscaba y, además, solamente
los de mujeres jóvenes y que le resultaran atractivas.
El inculpado no presenta nada destacable en su aspecto exterior. Se viste
con esmero, presenta una forma de ser y comportamientos raros; hasta
cierto punto, depresivo, en parte con una sumisión impropia de un
hombre, llegando a veces a expresarse en un tono quejicoso que acaba en
lágrimas. Se reconocen en él, asimismo, desvalimiento, dificultad para la
comprensión, lentitud de orientación y reflejos. Una hermana es
epiléptica. Lleva una vida acomodada, nunca ha estado enfermo de
gravedad, se desarrolló correctamente. En la relación de su historia vital da
muestras de falta de memoria y claridad; también tiene problemas de
cálculo, aunque había sido buen estudiante y tenía una buena
comprensión. Su carácter miedoso e inseguro no podía dejar de despertar
sospechas de onanismo. El acusado reconoció haberse dado de forma
exagerada a este vicio desde los 19 años.
Desde hacía años padecía, como consecuencia de su vicio, agotamiento,
decaimiento, temblores en las piernas, dolores de espalda, y falta de
deseo de trabajar. A menudo se apoderaba de él un estado de ánimo en
el que se mezclaban tristeza y miedo y que le llevaba a evitar a la gente.
En cuanto a las consecuencias de las relaciones sexuales con mujeres, tenía
ideas exageradas y peregrinas sobre el particular y no había podido
decidirse a llevarlas a la práctica.
Con profundo arrepentimiento y con una cierta simpleza reconoció X. a
continuación que medio año antes había sentido una enorme excitación
sexual al ver a una hermosa joven entre la multitud, que no le quedó más
remedio que arrimarse a ella y que sintió la necesidad de compensar con
el robo del pañuelo.
A partir de entonces, en cuanto veía a una mujer que le resultaba atractiva,
sentía una imperiosa necesidad, acompañada de fuerte excitación sexual,
palpitaciones, y erección que lo llevaban a robar sus pañuelos.
X. se había casado en 1879 y había abierto su propio negocio. En 1881 se
declaró en quiebra. Poco después le pidió el divorcio su mujer, que no se
entendía con él y con quien, al parecer, X. no cumplía el débito conyugal. X.
vivió en adelante como ayudante de panadero en el negocio de su
hermano.
Se lamenta profundamente del desdichado impulso que despiertan en
él los pañuelos de señora, pero si se viera nuevamente en tal situación,
no sabría resistirse. Experimenta con ello una sensación placentera y
dichosa, y es como si se viera empujado por alguien. Se encuentra en
ese momento bañado en sudor, en parte por miedo a ser descubierto
y en parte como consecuencia del deseo que siente de consumar el
hecho. Afirma haber sentido ya desde la pubertad excitación sensual
ante la visión de pañuelos pertenecientes a mujeres. La excitación
sensual ante la visión de damas con el pañuelo asomando por el
bolsillo ha ido cada vez a más. Se producen repetidamente erecciones
con ello, sin llegar nunca, no obstante, a la eyaculación.
El apropiarse del pañuelo de una dama que le resultara simpática
tenía para él el mismo valor que si hubiera mantenido relaciones
sexuales con la señora en cuestión. Experimentaba con ello un
verdadero orgasmo.
Si no lograba hacerse con un pañuelo que deseara, le acometía
excitación, temblores, sudores por todo el cuerpo.
Los pañuelos de mujeres que le resultaban especialmente simpáticas los
guardaba aparte, gozaba con su contemplación y sentía con ello un
inmenso bienestar. También el olor de estos le procuraba sensaciones
placenteras, si bien asegura que era el propio olor de la tela y no el de
algún posible perfume el que le excitaba sensualmente. Según afirma,
tan solo se masturbaba muy raramente.
Dejando de lado ocasionales dolores de cabeza y mareos, X. está libre de
afecciones físicas. Lamenta profundamente su desdicha, su impulso
morboso, el demonio maléfico que le empuja a tales actos delictivos. Su
único deseo es que alguien pueda ayudarle. Como hallazgos objetivos se
constatan leves manifestaciones neurasténicas, anomalías en la
circulación sanguínea y pupilas desiguales.
Se certifica que X. ha cometido sus delitos bajo un impulso de índole
morbosa y compulsiva. Queda absuelto.
G1
G2
G3
Evaluación Multiaxial

• EJE 1: F65.0 Fetichismo.


• EJE 2: Ninguno.
• EJE 3: Leves manifestaciones neurasténicas, anomalías en la
circulación sanguínea y pupilas desiguales.
• EJE 4: Divorciado, perdida de negocio, ayudante de panadero.
• EJE 5: 75 Funcional.

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