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Geoquímica en la exploración de recursos minerales metálicos

Hemos dejado hacia el final de este capítulo los temas de la


geoquímica, geofísica, teledetección y la moderna modelización.
¿Por qué? Porque se diga lo que se diga, los yacimientos
minerales se exploran antes que nada con pensamiento
“geológico”.

Entonces debemos diferenciar entre lo que constituye el criterio principal que hay
detrás de una campaña de exploración de lo que serán las que podemos aquí denominar
“técnicas de apoyo”
No obstante, no quisiéramos que el párrafo anterior se entendiese como una especie de
discurso peyorativo sobre estas técnicas de apoyo.
GEOQUIMICA

La geoquímica (especialmente) ha constituido a


lo largo del Siglo XX una de las herramientas En épocas más tardías también los
más eficaces en la exploración de recursos geólogos británicos contribuyeron
minerales metálicos, todo esto en gran medida decisivamente a la geoquímica de
gracias al inmenso empuje que dieron a esta exploración.
disciplina los geólogos canadienses y rusos.
Exploración Geoquímica: Suelos, Sedimentos Fluviales, Aguas y Plantas.

Aunque en geoquímica podemos hablar de los viejos y


nuevos tiempos al fin de cuentas, la geoquímica, se
diga cómo se diga, consiste básicamente en el
hallazgo de anomalías.

Una anomalía es una desviación de los valores geoquímicos que son normales
para una región. Por regla general las concentraciones de metales en los
suelos, sedimentos, aguas y plantas se ajustan a valores más bien bajos, esto
es, lo que llamaríamos “valores normales”. Esto tiene sentido, ya que los
yacimientos minerales son “rarezas” de la naturaleza y por lo tanto, solo
donde existe uno, podrán haber anomalías geoquímicas en su entorno.
Una anomalía, bajo la perspectiva estadística, nos dice que
podemos llamar “anómalos” aquellos valores que sean
mayores a la media más dos desviaciones estándar:
Todo lo dicho anteriormente sobre las anomalías y distribuciones de datos vale para cualquier tipo de geoquímica que
estemos realizando, suelos, sedimentos, aguas o plantas. Revisaremos a continuación los principales medios que se
pueden muestrear:

 Suelos. Excelentes para una prospección


“táctica” (detalle a semidetalle). Bajo el punto
de vista de la geoquímica, el horizonte B (de
acumulación) presenta un gran interés, ya
que es ahí donde suelen concentrarse de
preferencia los elementos químicos. Pero
todo sea dicho, en la práctica no hay recetas
mágicas → realizar ensayos previos para
ver en el terreno que horizonte concentra
más. En algunos casos, como en regiones
áridas, el único horizonte presente será el C.
Con respecto a las muestras y método de
recolección, esto puede variar mucho en
función de la escala y dimensiones de la zona
de trabajo; lo mismo se puede decir de la
geometría del muestreo, ya que sobre esta
mandará la orografía del terreno. Pero
digamos lo siguiente, uno a dos kilos de
muestra serán más que suficiente; eviten
coger trozos de roca y vegetación si la hubiera.
Si se trabaja a una escala tipo 1: 10.000 una
toma de muestras cada 200 a 400 m
(dependiendo de los objetivos) a lo largo de las
líneas de muestreo será suficiente.
 Sedimentos fluviales.
Recomendados para una
prospección estratégica (escala
regional). Son un método “Triple
B”, esto es, bueno, bonito y
barato. Los sedimentos clásticos
están compuestos principalmente
por los productos menos solubles
de la meteorización. Los metales y
metaloides son adsorbidos en los
sedimentos minerales de arcillas
y oxihidróxidos de Fe o Mn. Es un
método de muestreo muy simple,
pero eso sí, hace falta entender la
geología y el carácter general de
cuenca hidrográfica.
Conviene insistir aquí en el
conocimiento geológico previo que
debe haber sobre la cuenca.
Muestrear sedimentos fluviales es
fácil, sólo hace falta una “palita”,
bolsas plásticas, un mapa y un GPS.
Pero esta no es la clave del tema,
los puntos de muestreo tienen que
tener sentido, y el análisis
posterior tiene que ser exhaustivo.
De esta manera, tenemos que
entender los procesos de lixiviación
y dispersión de metales y
metaloides en el medio como un
proceso complejo en el cual
intervienen variables climáticas,
fisiográficas y geológicas.
 Aguas. Las aguas son otro de los medios muestreables y
en ocasiones pueden ser de extraordinaria utilidad. En
este sentido solo hay que tener en cuenta lo siguiente, los
ríos “cambian”, existen variaciones notables de carácter
estacional de caudal y precipitación de minerales en
función del Eh-pH del medio fluvial. Así, no será lo mismo
muestrear un río durante la estación de lluvias que
hacerlo durante el período seco, ya que obviamente
variarán las concentraciones de los metales. La situación
puede ser aun más compleja, ya que durante la estación
seca pueden aumentar las concentraciones, sin embargo
algunos minerales como la goethita pueden empezar a
precipitar y a secuestrar importantes cantidades de
metaloides como el arsénico de la solución (Oyarzun et al.,
2006).
Conviene por tanto realizar “al menos” dos muestreos en los ríos, uno durante la estación lluviosa y
otra durante la estación seca. Con respecto a la toma de muestra, un litro puede estar bien. El agua
deberá ser envasada en botellas de plástico (teflón a ser posible) y la muestra acidulada con unas
pocas gotas de ácido. Esto es importante para evitar la precipitación de metales en el recipiente.
 Plantas. Las plantas también pueden entregar una valiosa información cuantitativa sobre las
características químicas del substrato El uso de la vegetación como método de prospección se basa en la
respuesta de las plantas al substrato químico que las soporta. Esta metodología consiste en el análisis
químico de las plantas como medio para obtener evidencias acerca de las posibles anomalías geoquímicas
que se oculten en profundidad. La biogeoquímica se adapta muy bien a aquellas regiones que presentan una
vegetación muy densa y donde la cartografía geológica es difícil realizar (ausencia de afloramientos).
Aunque esta técnica ha probado ser de indudable ayuda, también presenta sus limitaciones, ejemplificadas
en el denominado efecto barrera. Con pocas excepciones las plantas pueden acumular un determinado
elemento solamente hasta cierto nivel. En este sentido la plantas pueden ser clasificadas en cuatro
categorías (Kovalevsky, 1987): 1) sin efecto de barrera, las que concentran linealmente el elemento químico
investigado; 2) con semi-barrera, que concentran entre 30 y 300 veces el valor de fondo del elemento en
la planta; 3) con barrera, contenidos de hasta 3-30 veces el valor de fondo; y 4) con barrera de fondo, que
no superan las concentraciones normales del elemento en una determinada planta.
Al respecto, tres ideas principales a tener
en mente durante una campaña de
exploración geoquímica en la que se
vayan a utilizar plantas: 1) determinar que
especies concentran el metal de interés;
2) determinar que partes de la planta
presentan las mayores concentraciones y
en este sentido, intentar muestrear solo
los órganos de interés que pueden ser el
tallo, las hojas, las flores, o las semillas;
3) y por último, muy importante, que la
planta tenga “amplia” distribución en la
zona de trabajo.

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