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en el destierro,
posiblemente cantor.
Después que los
desterrados,
gracias a Ezequiel,
reconocen sus faltas,
sienten un rostro de
Dios muy consolador,
como madre
cariñosa y
padrino liberador.
Diseño: José L. Caravias sj.
Consuelen, dice Yavé, tu Dios,
consuelen a mi pueblo.
Hablen a Jerusalén, hablen a su
corazón, y díganle que su jornada
ha terminado,
que ha sido
pagada
¡Grita sin miedo! su culpa.
Acá está tu Dios, 40,1
que viene con mucho poder...
Como pastor, lleva a pastar a su rebaño,
toma en brazos a los corderos,
los pone junto a su corazón
y conduce al reposo a las paridas. 40,9-11
¿Por qué dices y repites:
‘Yavé no me mira,
mi Dios no tiene idea
de mis derechos’?
¿Acaso no lo sabes,
o nunca lo has oído?
Yavé es un Dios eterno
que ha trazado los
contornos del mundo.
No se cansa ni se fatiga
y su inteligencia no tiene límites.
Él da la fuerza al que está cansado
y robustece al que está débil.
40,27-29
Los jóvenes se cansan y se fatigan y hasta
pueden llegar a caerse.
Derramaré mi
espíritu
sobre tu raza
y favoreceré a tus
descendientes. 44,3
Decían: Yavé me ha abandonado,
el Señor se ha olvidado de mí.
Pero, ¿puede
una mujer
olvidarse del
niño que cría,
o dejar de
querer al hijo Mira cómo
de sus entrañas? te tengo
Pues bien, aunque alguna grabada
lo olvidase, en la
palma de
¡Yo nunca me mis
olvidaría de ti! 49,13-16 manos.
Yo soy Yavé, el único Salvador.
Yo soy el primero y el último;
no hay otro dios fuera de mí. 43,11
Todos los que se dedican a tallar estatuas de
dioses no son nada, y sus obras preferidas no
sirven para nada. Son puras mentiras. 44,9.20