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A solas en mi aposento, escuchando música de mis años mozos, lleno

de achaques porque los años dejan huellas y cicatrices, me he puesto a


pensar en los albores de mi vida. De pronto los años se me vinieron
encima; cuando joven nunca me hice la idea siquiera de que iba a llegar
el otoño de mi vida, donde comienzan a deshojarse mis ilusiones, mis
deseos, mis ansias de felicidad, así como mis errores, caídas y
levantadas... Aquí estoy contando mis ilusiones pasadas, porque de aquí
en adelante solo veré una luz brillante a través del túnel que me destella
a cada instante.
Como una película van pasando los episodios de mi vida desde cuando
era un niño en los brazos de mi padre, cuando estudiaba en la escuelita
de mi pueblo, cuando viví en otras ciudades en busca de
profesionalizarme para enfrentar la vida; cuando ansiaba regresar a mi
pueblito querido en busca de mis padres, mis hermanos, mi familia, mis
amigos...
Si tiene la suerte de tener un padre aún con vida, respételo y ámelo
intensamente, no lo juzgue, pues solo Dios es nuestro juez, los hijos no
son jueces. Ellos deben recibir los consejos de los padres, pues pasaron
por lo que están pasando los hijos, en su momento, la experiencia nos
da derecho al consejo para bien de ellos. Ay de los hijos que irrespeten a
sus padres. En esta misma vida recibirán el retorno de sus hijos como un
búmeran, el mundo es redondo, en esta vida misma se paga todo.
Ing. Marco A. Argüello Ruiz

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