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EL SER Y LA NADA

Jean Paul Sartre

CUARTA PARTE
TENER, HACER Y SER
Desde el momento mismo en que la nihilización
forma parte integrante del proponerse un fin, hay
C,reconocer que la condición indispensable y
que
fundamental de toda acción es la libertad del ser
que actúa.
LA CONDICIÓN PRIMERA DE LA
ACCIÓN ES LA LIBERTAD
 Para los deterministas, a su vez, se facilitan
demasiado las cosas al detener su investigación en la
pura designación del motivo y del móvil.
 Si bien no hay acto sin motivo, ello no es de ninguna
manera en el sentido en que puede decirse que no hay
fenómeno sin causa. Para ser motivo debe ser
experimentado como tal, ciertamente, esto no
significa que deba ser temáticamente concebido y
explicitado, como en el caso de la deliberación, pero,
por lo menos, quiere decir que el para-si debe
conferirle un valor de móvil o de motivo.
El ser para si puede proyectar la dimensión del
futuro; el ser de la conciencia, puede ser inyectada
en las demás personas, estado de arrojo que vimos
con Hidegger y que Sartre afana.
La libertad no tiene esencia. No está sometida a
ninguna necesidad lógica; de ella debería decirse lo
que dice Heidegger del Dasein en general: «En ella
la existencia precede y determina a la esencia». La
libertad se hace acción y por lo común la
alcanzamos a través de las acciones que ella
organiza con los motivos, móviles y fines que
implica.
MI SITIO

 Es, naturalmente, el lugar que «habito» (mi «país»,


con su suelo, su clima, sus riquezas, su configuración
hidrográfica y orográfica), pero también, más
simplemente, la disposición y el orden de los objetos
que actualmente me aparecen.
 Es imposible que yo no tenga un sitio; de lo contrario,
estaría con respecto al mundo en estado de
sobrevuelo.
La relación unívoca que define mi sitio se enuncia, en
efecto, como relación entre algo que soy y algo que no
soy. Esta relación, para revelarse, debe ser establecida.
Supone, pues, que estoy en condiciones de efectuar las
operaciones siguientes:
1.0) Escapar de lo que soy y nihilizarlo.
2.0) Escapar, por negación interna, a los «estos»-en-
medio-del mundo que, soy y por los cuales me hago
anunciar lo que soy.
MI PASADO
 Tenemos un pasado. Sin duda, podemos establecer que este
pasado no determina nuestros actos como el fenómeno anterior
determina al fenómeno consecuente; y sin duda mostramos que
el pasado carece de fuerza para constituir el presente y prefigurar
el porvenir.
 El pasado es lo que está fuera de alcance, lo que a distancia nos
infesta sin que podamos siquiera volvernos frente a él para
considerarlo.
 Sin pasado, no puedo concebirme; es más, ni siquiera podría
pensar nada acerca de mí mismo, puesto que pienso acerca de lo
que soy, y soy en pasado; pero, por otra parte, soy el ser por el
cual el pasado viene a sí mismo y al mundo.
 Vemos cómo a la vez el pasado es indispensable para
la elección del porvenir, a título de «aquello que debe
ser cambiado», y, por consiguiente, ningún libre
trascender podría efectuarse sino a partir de un
pasado.

 Puedo muy bien no existir; pero, si existo, no puedo


dejar de tener un pasado.
MIS ENTORNOS
Los entornos son las cosas-utensilios que me rodean, con sus
coeficientes propios de adversidad y de utensilidad. Ciertamente, al
ocupar mi sitio fundo el descubrimiento de los entornos, y, al cambiar
de sitio -operación que, como hemos visto, realizo libremente, fundo
la aparición de contornos nuevos.
MI PRÓJIMO
 Mi pertenencia a un mundo habitado tiene el valor
de un hecho: remite, en efecto, al hecho original de la
presencia del prójimo en el mundo.

 Cuando el Para-sí afirma frente al Otro


-obieto, descubre a su vez las técnicas.

La existencia del otro aporta un límite de hecho a mi


libertad. Pues, en efecto, por el surgimiento del otro
aparecen ciertas determinaciones que soy sin haberlas
elegido.
«Entre por aquí», «Salga por aquí»
Yo me someto: las indicaciones añaden, al coeficiente de
adversidad que hago nacer yo sobre las cosas, un
coeficiente de adversidad propiamente humano.
La libertad es total e infinita, lo que no significa que no
tenga límites, sino que no los encuentra jamás. Los únicos
límites con que la libertad choca en cada instante son los
que ella se impone a sí misma.
MI MUERTE
 La muerte es un término y todo término (sea final o
inicial), es un Janus bifrons.
 La muerte todavía ha sido -sin ningún motivo o razón,
aún no lo podemos determinar- considerada como el
término final de la vida humana.
 Se ha dicho que estamos en la situación de un
condenado entre condenados, que ignora el día de su
ejecución, pero que ve ejecutar cada día a sus
camaradas de cárcel.
 Es esto que la sabiduría cristiana incluyó, que recomienda
prepararse a la muerte como si podía ocurrir a toda hora, así
espera recuperarla transformándola en «muerte esperada».
 Pero, además, la muerte no podría ser esperada en modo alguno
a no ser que se la designe con toda precisión como mi condena a
muerte.

Lo propio de la muerte es que puede siempre sorprender antes del


plazo a aquellos que la esperan para tal o cual fecha.
LIBERTAD Y
RESPONSABILIDAD

La consecuencia esencial, de nuestras observaciones anteriores es que el


hombre, al estar condenado a ser libre, lleva sobre sus hombros todo el
peso del mundo; es responsable del mundo y de sí mismo en tanto
que manera de ser.

La responsabilidad absoluta no es, por lo demás, aceptación: es simple


reivindicación lógica de las consecuencias de nuestra libertad.

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