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SE DESCRIBE EL CAPITULO 6 DE PROVERBIOS. COMO AMAR Y RECIBIR AMOR DE VERDAD.
Cómo expresar el amor:
El amor físico y espiritual.
El amor y la amistad.
La expresión física del amor.
Cómo resguardar el amor:
El amor que sabe esperar.
Los límites del amor.
SE DESCRIBE EL CAPITULO 6 DE PROVERBIOS. COMO AMAR Y RECIBIR AMOR DE VERDAD.
Cómo expresar el amor:
El amor físico y espiritual.
El amor y la amistad.
La expresión física del amor.
Cómo resguardar el amor:
El amor que sabe esperar.
Los límites del amor.
SE DESCRIBE EL CAPITULO 6 DE PROVERBIOS. COMO AMAR Y RECIBIR AMOR DE VERDAD.
Cómo expresar el amor:
El amor físico y espiritual.
El amor y la amistad.
La expresión física del amor.
Cómo resguardar el amor:
El amor que sabe esperar.
Los límites del amor.
En muchas culturas, las relaciones sexuales son, o
han sido, un tema tabú. Generalmente, se las ha interpretado como algo pecaminoso. Sin embargo, en la Biblia vemos cómo Dios no creó al hombre y a la mujer solo para que procreasen, sino para que disfrutasen de una relación íntima y satisfactoria tanto a nivel físico como espiritual. Siendo que las relaciones sexuales son un don de Dios, ¿cómo podemos disfrutar de ellas de una forma correcta? ¿Cuáles son los límites para este tipo de relaciones? La parte física de la persona es intrínsecamente mala y la parte espiritual intrínsecamente buena. Este pensamiento griego erróneo permeó la cristiandad casi desde sus inicios. Como consecuencia, la sexualidad se consideró como algo pecaminoso. Pero en la Biblia lo físico y lo espiritual son una unidad (Génesis 2:7). La santidad no está reñida con el deber conyugal. Las relaciones sexuales no impiden que una persona casada esté consagrada a Dios tanto en cuerpo como en espíritu. Cantares habla con toda naturalidad de las relaciones físicas. Los pies, el ombligo, los pechos, los besos, las caricias… Todo lo hizo Dios para el disfrute físico de la pareja (5:10-16; 7:1-9). “Su paladar, dulcísimo, y todo él codiciable. Tal es mi amado, tal es mi amigo, Oh doncellas de Jerusalén” (Cantares 5:16)
Para disfrutar plenamente
de su relación, el hombre y la mujer que se unen en matrimonio han de ser amigos. Los mejores amigos.
Pasan tiempo juntos, se comunican abiertamente y se preocupan el uno por el otro.
Esa amistad, convertida en amor, ayuda a los cónyuges a unirse estrechamente el uno con el otro, manifestando su atracción en elogios y gestos cariñosos. Pero el verdadero amor no es natural para el ser humano, sino un don del Espíritu Santo. Este amor comprometido y abnegado liga al esposo y la esposa en una unión firme y duradera. “Que venga mi amado a su jardín y pruebe sus frutos exquisitos” (Cantares 4:16b NVI)
En el jardín del Edén, Dios invitó a Adán y
a Eva a ser “una sola carne”. En la metáfora del Cantar de los Cantares, los cuerpos del amado y la amada se convierten en jardines de los que ambos disfrutan. Estas expresiones nos recuerdan que las relaciones sexuales dentro del matrimonio son un don, un regalo de nuestro Creador. La forma más común en la Biblia para hablar de las relaciones íntimas es usar el verbo “conocer” (Gn. 4:1, 17, 25; 1S. 1:19; 1R. 1:4; Lc. 1:34). Éste es también el verbo usado para describir la unión de la persona con Dios (Juan 17:3). “Huerto cerrado eres, hermana mía, esposa mía; Fuente cerrada, fuente sellada” (Cantares 4:12)
El ideal que presenta Cantares es
claro: el hombre y la mujer han de mantenerse vírgenes (“huerto cerrado”) hasta su boda. En Cantares 8:8-10, la familia de la joven sulamita se preguntaba si ella sería un muro (cerrado) o una puerta (abierta).
Ella afirma ser todavía virgen (muro). Eso le
proporciona paz, y permite que ambos disfruten de “miel y leche” (4:11) en una entrega total y mutuamente aceptada. Es decir, se consideran como si hubiesen alcanzado juntos la tierra prometida (que fluye leche y miel). “Llévame grabada en tu corazón, ¡llévame grabada en tu brazo! El amor es inquebrantable como la muerte; la pasión, inflexible como el sepulcro. ¡El fuego ardiente del amor es una llama divina!” (Cantares 8:6 DHHe) La unión del hombre y la mujer refleja la imagen de Dios (Génesis 1:26-27). Sin embargo, el pecado ha deteriorado las relaciones sexuales entre las personas. Por ello, al hablar de sexo, Dios ha tenido que poner límites, y señalar con claridad qué es correcto y qué no lo es (Levítico 20:7-21; Romanos 1:24-27). El adulterio, el incesto, la homosexualidad, las relaciones con animales y cualquier otra desviación sexual son considerados en la Biblia como pecado. Somos llamados a reconocer que nuestro cuerpo y su sexualidad pertenecen a Dios. Debemos usarlos –con Su ayuda– de acuerdo con el plan divino. “El amor divino que emana de Cristo no destruye el amor humano, sino que lo incluye. Lo refina y purifica; lo eleva y lo ennoblece. El amor humano no puede llevar su precioso fruto antes de estar unido con la naturaleza divina y dirigido en su crecimiento hacia el cielo. Jesús quiere ver matrimonios y hogares felices. Como todos los otros buenos dones confiados por Dios a la custodia de la humanidad, el casamiento fue pervertido por el pecado; pero es propósito del Evangelio devolverle su pureza y belleza. ... La gracia de Cristo es lo único que puede hacer de esta institución lo que Dios quiso que fuera: un medio de bendecir y elevar a la humanidad. Así pueden las familias de la tierra, en su unidad, paz y amor, representar la familia del cielo”