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EL SENTIDO RELIGIOSO

LUIGI GIUSSANI
Capítulo Undécimo
Experiencia del signo
•Démonos cuenta ahora de la forma en que se
muestra la clase de fenómenos de los que
hemos hablado y que es inherente a ella. El
modo en que me impresiona la realidad
demuestra que existe otra cosa distinta. Pero,
¿Cómo?
1. Provocación
•Ante todo, está claro que el
estupor del que hemos
hablado constituye una
experiencia de provocación.
•Al abrir los ojos a la realidad,
me encuentro delante algo
qué me provoca una
apertura. El modo en que la
realidad se me presenta es
una solicitación a descubrir
otro cosa distinta.
•Ante el mar, la tierra, el cielo y todas las cosas
que se mueven en ellos, yo no me quedo
impasible, me siento animado, movido,
conmovido por lo que veo y esto me pone en
marcha para buscar otra cosa que es diferente de
ello.
•Esta reacción se expresa con las siguientes
preguntas: ¿Qué es esto? ¿Por qué existe todo
esto? Pero, no soy una mera registradora de
aquello con lo que se topa mi conciencia, sino que
me perturba esta relación con la realidad y me
empuja mas allá de lo inmediato.
2. El signo
•Es una cosa que se ve y se toca, y que al verla y
tocarla me mueve hacia otra cosa.
•Este es el método con el que la naturaleza nos llama a
otra cosa distinta de ella misma: el método es el signo.
•Pero también es el modo normal en que se producen
las relaciones entre nosotros porque las maneras en
que busco decirte mi verdad y comunicarte mi amor
son signos. Si un marciano viera a una madre besando
a su hijo, se preguntaría el por qué de ese gesto. La
realidad le provocaría a buscar otra cosa; o sea, al
signo.
3. Negación irracional
• Ante este fenómeno sería racional o no estaría de
acuerdo con la naturaleza del hombre negar la
existencia de esa cosa distinta. Frente a una señal
de tráfico que indica una bifurcación, pretender
reducir el sentido de la cosa a la existencia del
poste y de la flecha que hay en el cartel, negando
que exista aquello otro a lo que se refieren, seria
irracional. No seria humanamente adecuado
participar en ese fenómeno reduciendo la
experiencia que se tienen de él a ese aspecto
inmediato.
•La postura positivista frena la
capacidad humana para adentrarse
en la búsqueda de lo otro, tal como
nos impele a hacer la presencia de
las cosas.
•Las exigencias últimas de las que
hemos hablado anteriormente son
las que determinan el intento
inagotable de buscar respuesta a
las preguntas ¿Por qué? ¿Cómo? Es
algo que nunca se para en
nosotros.
4. Carácter exigente de la vida
•Lo que demuestra que el impacto del hombre con la
realidad produzca este presentimiento o búsqueda de lo
otro es que la vida tiene un carácter exigente que la vida es
una trama de exigencias. Trama que podría resumirse en
estas categorías:
•a) exigencia de verdad. Es decir, sencillamente en la
exigencia del significado que tienen las cosas, del
significado de la existencia. Se expresa a través de esta
pregunta ¿cuál es su función? Así, pues, la exigencia de la
verdad implica siempre la identificación de la verdad última
, porque no se puede definir verdaderamente una verdad
parcial sino con relación con lo último.
•b) exigencia de justicia. Sin la perspectiva del
más allá la justicia es imposible.
•c) exigencia de felicidad. O sea
el pleno cumplimiento de
nosotros mismos, la plenitud y
la perfección. A esta exigencia
¿quién podrá responder? ¿qué
es lo que sacia el ánimo? Una
visión racional y humana de la
experiencia de esta exigencia
sólo se da cuando se lee en ella
su implícita referencia a otro.
•d) categoría del amor. La atracción que ejerce
cualquier belleza sigue una trayectoria paradójica:
cuanto más bella es, más remite a otra cosa distinta,
es decir abre de par en par el deseo: es signo de algo
distinto. “Ama quien le dice a otro: tú no puedes
morir” también remite a otra cosa.
•Las exigencias humanas constituyen una referencia,
una afirmación implícita de la respuesta última que
esta más allá de las modalidades existenciales que se
pueden experimentar y si se elimina la hipótesis de
un más allá esas exigencias se ven sofocadas de
forma antinatural.
5. El “tú”, signo supremo
•Una visión en la conciencia del hombre que bloquee
la dinámica del signo, que detenga ese remitir a otra
cosa, cometería un asesinato de lo humano, frenaría
indebidamente el impulso del dinamismo vital.
•Si al producirse el impacto de la realidad en el
hombre el mundo funciona como un signo,
tendremos que decir entonces que el mundo
demuestra la existencia de otra cosa diferente, que
demuestra a Dios como todo signo demuestra a
aquello de lo que es signo.
•La mujer para el hombre y viceversa, o el otro para
cualquier persona, constituyen realmente otro
distinto; todo lo demás es asimilable y dominable
por el hombre, pero jamás el tú. El tú no puede
consumirse, es evidente y no demostrable, pues el
hombre no puede rehacer todo el proceso que lo
constituye; y, sin embargo, nunca percibirá y vivirá el
hombre una experiencia de plenitud como puede
hacerlo frente al tú. Algo distinto, por naturaleza,
propia diferente de mi, otra cosa, me realiza más que
cualquier experiencia de posesión, de dominio o de
asimilación.
6. Descubrimiento de la razón
•Tratemos ahora de iluminar brevemente el valor
racional que tiene la dinámica del signo. Si queremos
ser coherentes con esta energía, sino queremos
negarla, su mismo dinamismo nos obliga a afirmar que
la respuesta total y concluyente esta más allá del
horizonte de nuestras vidas.
•La respuesta existe, porque está clamado a través de
las preguntas que constituyen nuestro ser, pero no
puede medirse con la experiencia. Existe, pero no se
sabe que es. Es la idea de misterio.
•Los pasos para la afirmación del misterio podrían
resumirse así: la razón exige comprender lo
existente; en la vida esto no es posible; por tanto la
fidelidad a la razón obliga a admitir la existencia de
algo incomprensible.
•El misterio no es un limite para la razón, sino que
es el descubrimiento más grande al que puede
llegar la razón: la existencia de algo
inconmensurable con ella misma. Por otro lado,
esta afirmación constituye una señal de la
pequeñez de nuestra existencia, pero al mismo
tiempo es un signo inconmensurable, que tiene
nuestra existencia, nuestra razón, nuestro ser.
7. Aperturas
• Por lo que hemos dicho se entenderá el
motivo de que los términos con los que toda
tradición religiosa auténtica de la humanidad
ha designado el misterio, han hablado de Dios,
en forma positiva y negativa. No son términos
carentes de significado, o puramente
nominalistas; son términos que intensifican el
modo de relacionarnos con él, que nos acerca
más al misterio: son aperturas al misterio.

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