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MISTERIO DE DIOS
T EMA 5
- Si Dios existe, puede comunicarse al ser humano por una decisión libre suya
- Si se comunica al ser humano, tal comunicación debe ocurrir en la historia
- En la historia no puede Dios comunicarse sino fenoménicamente por la palabra
• Esta frase del documento descarta que Dios haya revelado cualquier
asunto distinto de estos dos. Él únicamente se reveló a Sí mismo y reveló
su plan que es el siguiente: los seres humanos por medio de Cristo
tienen acceso a Dios-Padre en el Espíritu Santo y así pueden participar
de la naturaleza divina, esto es, pueden ser divinizados.
• Nada más maravilloso que esta revelación de Dios consistente en estos dos
datos fundamentales para la humanidad. Según los Obispos, Dios invisible,
por puro amor se ha comunicado con los seres humanos para invitarlos a
recibir esa su comunicación y hacerlos participar de su propia vida, de su
propio ser, de su propia divinidad. De manera que lo que Dios revela es
solamente a Él mismo y a su maravilloso plan sobre nosotros.
• Esto es lo que hace que la revelación de Dios en ese período de historia y consignada en los
textos del Antiguo Testamento, presente muchas limitaciones, insuficiencias, ambigüedades
y ciertas formas imperfetas de presentar a Dios y su plan sobre la humanidad, lo que la hace
insuficiente, no plena y no definitiva.
Resulta insuficiente, incompleta, difícilmente lograda por intermediarios, en una serie de situaciones
históricas que apenas permiten a Dios dar alguna noticia imperfecta de Sí mismo y de su proyecto sobre la
humanidad. Se considera, según el Concilio Vaticano II, una preparación de lo que sería la verdadera e
insuperable revelación que acontecería en la persona del Señor Jesucristo.
Sin embargo, en esa preparación Israel descubre rasgos maravillosos de Dios. Dice el texto del
Concilio: “En su tiempo llamó a Abraham para hacerlo padre de un gran pueblo, al que luego instruyó
por los Patriarcas, por Moisés y por los Profetas para que lo reconocieran Dios único, vivo y verdadero,
Padre providente y justo juez, y para que esperaran al Salvador prometido, y de esta forma, a través
de los siglos, fue preparando el camino del Evangelio”. (DV 3).
Toda catequesis y toda propuesta de nuestro cristianismo como es la comprensión
de la creación, de la humanidad y de su destino tendría que partir de la persona
del Señor Jesucristo como lo hace San Pablo en sus cartas, y no de los relatos de la
etapa preparatoria de la plenitud de la revelación como son los del Antiguo
Testamento. Más adelante en el documento (DV 13-16) el Concilio explicará la
manera como se debe asumir el Antiguo Testamento en el cristianismo.
Lo cual parece ser que no coincide con lo que afirmó el Concilio Vaticano I y
reafirma el Vaticano II en sus textos. Porque la Ley y las leyes consignadas en el
Antiguo Testamento claramente son accesibles al ser humano por el simple
conocimiento “natural”. Y lo mismo las leyes que aparecen en el Nuevo
Testamento, incluso la ley del amor propuesta por el Señor Jesús.
Dice el Concilio Vaticano I: “Mediante la revelación divina quiso Dios
manifestarse a Sí mismo y los eternos decretos de su voluntad acerca
de la salvación de los hombres, ‘para comunicarles los bienes divinos,
que superan totalmente la comprensión de la inteligencia humana’”
(Dei Filius, Vaticano I).
Y reafirma esto el Concilio Vaticano II: “Confiesa el Santo Concilio ‘que Dios,
principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con seguridad por la luz
natural de la razón humana, partiendo de las criaturas’ (Dei Filius, Vaticano I);
pero enseña que hay que atribuir a Su revelación ‘el que todo lo divino que
por su naturaleza no sea inaccesible a la razón humana lo pueden conocer
todos fácilmente, con certeza y sin error alguno, incluso en la condición
presente del género humano’”. (DV 6).
La fe cristiana, respuesta a la revelación explícita de Dios es
la acogida de y adhesión a la persona a Cristo
Recordemos que el cristianismo entiende como salvación el maravilloso plan de Dios revelado en y por Cristo:
que todos los seres humanos puedan ser divinizados gracias a la encarnación de Dios-Hijo, Jesucristo, a su
muerte en la cruz, a la glorificación de su humanidad por su resurrección, al envío del Amor infinito de Dios-
Padre y Dios-Hijo que es el Espíritu Santo. Con la incorporación a Cristo por la fe, la persona es transformada en
hija/o de Dios-Padre y se hace partícipe de la naturaleza divina ya en este mundo imperfectamente y después de
morir, en forma plena y total por toda la eternidad.
• Según los Obispos, todos los que buscan a Dios sinceramente, pueden lograrla realizando
buenas obras, haciendo el bien moral que se presenta a sus conciencias: “el Salvador quiere
que todos los hombres se salven (cf. 1 Tm 2,4). Pues quienes, ignorando sin culpa el
Evangelio de Cristo y su Iglesia, buscan, no obstante, a Dios con un corazón sincero y se
esfuerzan, bajo el influjo de la gracia, en cumplir con obras su voluntad, conocida mediante
el juicio de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna”. (LG 16).
Por ser preparación de la realización de este excepcional
acontecimiento de la salvación en Cristo, preanunciada,
narrada y explicada por los autores sagrados, el Concilio
reconoce que los libros del Antiguo Testamento inspirados
por Dios mismo a sus autores, son verdadera palabra de
Dios y conservan un valor perenne (DV 14).
El Concilio hace ver insistentemente que el plan de revelación y salvación por parte de
Dios, lo que en cristiano llamamos la “economía” divina, en el Antiguo Testamento “estaba
ordenada, sobre todo, para preparar, anunciar proféticamente y significar con diversas
figuras la venida de Cristo redentor universal y la del Reino Mesiánico”. (DV 15).
Por eso el Concilio recuerda que “Estos libros, aunque contengan
también algunas cosas imperfectas y adaptadas a sus tiempos,
demuestran, sin embargo, la verdadera pedagogía divina”. (DV 15).
El Concilio es muy sabio al informarnos a los fieles católicos que en
esos libros hay cosas imperfectas, lo que impide que estos libros se
asuman sin más en el cristianismo como si tuvieran el mismo valor y
normatividad que los textos del Nuevo Testamento.
• Los fieles católicos debemos asumir esos libros con devoción y aprovechar
los maravillosos elementos de la pedagogía divina al pueblo hebreo: “los
cristianos han de recibir devotamente estos libros, que expresan el
sentimiento vivo de Dios, y en los que se encierran sublimes doctrinas
acerca de Dios y una sabiduría salvadora sobre la vida del hombre, y
tesoros admirables de oración, y en los que, por fin, está latente el misterio
de nuestra salvación” (DV15).
Esta última frase del Concilio va a ser la base para establecer la manera
como los fieles católicos debemos asumir el Antiguo Testamento: allí el
misterio de nuestra salvación en Cristo está oculto, latente, escondido.
Sólo desde el Nuevo Testamento podemos asumir el Antiguo porque en
el Nuevo, al tener la explícita revelación plena y definitiva en la persona
del Señor Jesucristo, tenemos la clave de comprensión e interpretación
de esa salvación que allá está oculta, latente, escondida.
Pero como al Antiguo y el Nuevo Testamento forman un conjunto, una unidad en que se
conjugan las dos etapas de la revelación de la salvación en Cristo, la del Antiguo como
preparatoria, la del Nuevo como la realización histórica de dicha salvación, los fieles
católicos debemos asumir el Antiguo Testamento en la medida en que fueron recibidos
íntegramente por la comunidad cristiana en los primeros años del cristianismo, lo que
permitió que adquirieran su sentido y significación y ayudaran a ilustrar y explicar lo que
presentan los textos del Nuevo Testamento: “los libros del Antiguo Testamento recibidos
íntegramente en la proclamación evangélica, adquieren y manifiestan su plena significación
en el Nuevo Testamento, ilustrándolo y explicándolo al mismo tiempo”. (DV 16).
Sin embargo el Concilio va a ser supremamente claro y taxativo al declarar que el
misterio de la interioridad de Dios como Trinidad de Padre, Hijo y Espíritu Santo; la
instauración del Reino de Dios en la tierra; el misterio de la encarnación de Dios-
Hijo en la historia, el Señor Jesucristo; el misterio de la salvación de los seres
humanos por su vida, muerte y resurrección; el envío del Amor infinito del Padre y
el Hijo, el Espíritu Santo; “este misterio no fue descubierto a otras generaciones,
como es revelado ahora a sus santos Apóstoles y Profetas en el Espíritu Santo,
para que predicaran el Evangelio, suscitaran la fe en Jesús, Cristo y Señor, y
congregaran la Iglesia. De todo lo cual los escritos del Nuevo Testamento son un
testimonio perenne y divino” (DV 17).
Seguimos como en el período anterior al Concilio, leyendo la Sagrada Escritura sin tener en
cuenta la exégesis, repitiendo la historia y las narraciones del Antiguo Testamento como
esenciales para el cristianismo, presentando a Dios como aparece en la revelación
preparatoria de la revelación plena, definitiva y única acontecida en Cristo, exigiendo el
seguimiento de las leyes de la Antigua Alianza como si fueran las propias del Señor Jesús y de
la Iglesia, tratando de ilustrar los graves problemas humanos de la actualidad a partir de
elementos del Antiguo Testamento como si tuvieran validez por sí mismos y no a partir de su
apreciación desde lo propuesto en la revelación consignada en el Nuevo Testamento. Es como
si la Constitución Dogmática Dei Verbum del Concilio Vaticano II no hubiera existido jamás.
Lo que dispuso el Concilio para la Iglesia respecto a la
Sagrada Escritura, se tiene que cumplir
“Es necesario, por consiguiente, que toda la predicación eclesiástica, como la misma religión
cristiana, se nutra de la Sagrada Escritura, y se rija por ella”. (DV 21).
Es doloroso comprobar cómo la predicación eclesiástica muchas veces se dedica a tratar diversos
asuntos sin hacer siquiera referencia a la Sagrada Escritura. Y más preocupante es que cuando se
acude a los textos, se procede sin cumplir las disposiciones que los Obispos establecieron en la
Constitución Apostólica Dei Verbum sobre la exégesis, la prevalencia del Nuevo Testamento, lo
esencial de la revelación que es Dios mismo y su plan salvífico. Solicita el Concilio a los exegetas y
a los teólogos investigar la Sagrada Escritura con sus instrumentos especializados y que los
ministros de la palabra conozcan estos desarrollos de comprensión que presentan la exégesis y la
teología, para que su predicación sea acorde con lo establecido. (DV 23).
Relación entre Antiguo y Nuevo Testamento: Dei Verbum
Dei Verbum 17: Excelencia del Nuevo Testamento: A otras edades no fue
revelado este misterio
Continuidad y novedad absoluta
¿se puede afirmar una continuidad entre los dos Testamentos? En
dónde residiría esta continuidad, de acuerdo con la Dei Verbum?
"Si consideramos como una transición relativamente breve todo el tiempo que
acostumbramos a ver como el anterior 'acontecer descriptible históricamente',
entonces se hará comprensible también el puesto de Cristo en esta historia
universal profana, y sobre todo en la historia de las religiones, coextensiva con la
historia universal profana, en correlación con la cesura que ha durado un par de
milenios. (...); y dentro de ese período la historia de la humanidad llega
simultáneamente al Dios-hombre, a la objetivación histórica absoluta de su
relación trascendental con Dios.